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Como especialistas en el tratamiento del trastorno negativista desafiante y trastornos del aprendizaje, ofrecemos apoyo y orientación a nuestros pacientes y sus familias para ayudarles a manejar los síntomas de estos trastornos y mejorar su rendimiento académico. Nuestro objetivo es proporcionar una atención personalizada y efectiva a cada uno de nuestros pacientes para ayudarles a alcanzar su máximo potencial.
Las primeras muestras del trastorno negativista desafiante se ven en niños que se consideran difíciles, que se enfadan fácilmente y tienen problemas con los adultos.
Esta situación acaba siendo muy complicada y provoca mucho sufrimiento entre los implicados. Puede llegar a tener consecuencias muy duras tanto dentro del entorno familiar como en el entorno social y académico. Este trastorno es uno de los más frecuentes entre niños y adolescentes con Trastorno por déficit de atención o TDAH.
Este diagnóstico se acostumbra a realizar en la edad escolar, en primaria, aún así hay manifestaciones en pre-escolar. El trastorno negativista desafiante (TND) se caracteriza por pautas de conducta inapropiadas para el nivel de desarrollo del individuo y por el contexto social y cultural. Se presentan conductas negativistas, desobedientes, rebeldes, desafiantes y hostiles hacia figuras de autoridad.
Estos comportamientos acaban afectando a su vida social, académica y a su futuro profesional si no se reconducen las conductas. Normalmente, se presenta en niños aunque puede acompañar a estos durante toda su escolarización.
Sin embargo, con una terapia adecuada, el 70% de los casos tienen buenos pronósticos. El TND afecta a entre el 3 y el 8% de niños. Y además, entre el 30 y el 50% de niños que tienen déficit de atención mostrarán el TND. Tanto el TND como el TDAH son más frecuentes en niños que en niñas.
Esta afección tiene causas muy variadas y se atribuye generalmente a una combinación de factores psicológicos, sociales y biológicos. Es común encontrarlo entre niños con temperamentos difíciles o con TDAH. También se presenta en niños con dificultades de aprendizaje relacionadas con el desarrollo de habilidades autónomas.
El Trastorno de Lectura o Dislexia es una dificultad de aprendizaje que afecta a la lectura. Se da en personas que no sufren ningún otro problema ni minusvalía física, psíquica o sensorial.
De hecho, las personas que sufren dislexia suelen tener un desarrollo cognitivo normal o, incluso, por encima de la media. Se incluye dentro de los llamados Trastornos de Aprendizaje de los niños. Una categoría en la que también pueden incluirse el trastorno de la expresión escrita (disgrafía), el trastorno del cálculo (discalculia) y la lateralidad cruzada. La dislexia se puede diagnosticar en diferentes edades. Sin embargo, el diagnóstico es más frecuente en la etapa escolar del niño, ya que es cuando se detectan más fácilmente y se hacen más evidentes los problemas de aprendizaje en la lectura.
Las causas de este problema habría que buscarlas en las zonas del cerebro que ayudan a interpretar el lenguaje. Se trata, por lo tanto, de una discapacidad para leer que ocurre cuando el cerebro no reconoce ni procesa apropiadamente ciertos símbolos. Además, parece existir cierta evidencia en la comunidad científica sobre el componente hereditario de este trastorno. Por lo que en un elevado porcentaje se debe a causas genéticas. También puede deberse a factores ambientales y estructurales, aunque no está claro en qué porcentaje podrían ser estas las causas del problema.
Las personas con este tipo de trastornos suelen presentar una serie de síntomas recurrentes. A continuación mencionamos algunos de los más habituales:
– Baja autoestima o percepción distorsionada de uno mismo.
El tratamiento para este tipo de problema suele ser individualizado, enfocado a las características y necesidades de cada niño, para el que se diseña una estrategia específica. Además, suele contar con un enfoque multidisciplinar y centrarse en diferentes ámbitos, como una tutoría individualizada, ayuda con la lectura, acciones destinadas a reducir la ansiedad y la frustración…
La disgrafía o disortografía son trastornos del lenguaje específico de la escritura. Aunque no se tratan del mismo problema, ambos afectan a la capacidad para expresarse de forma escrita y comparten algunos rasgos comunes.
Así, en el caso de la disgrafía hablamos del conjunto de errores que afectan al trazado o grafía de la palabras. En el caso de la disortografía, en cambio, nos referimos a los errores de escritura que impiden escribir de forma ortográficamente adecuada. Podrían definirse como la dislexia de la escritura y pueden darse conjuntamente o por separado.
Se suele manifestar durante los primeros años de escolarización del niño, ya que es cuando los problemas de aprendizaje son más visibles. Una intervención temprana puede suponer un cambio muy positivo en la evolución del trastorno.
Las causas podrían tener un componente hereditario, pero también se han identificado factores de tipo social y ambiental. Así, entre estos, destacan las causas de tipo pedagógico (un sistema educativo poco adecuado para el niño en concreto) y las causas sensoriales (procesamiento visual y auditivo de la información). También se han identificado problemas lingüísticos que pueden derivar en estos trastornos.
Los síntomas más habituales de la disortografía son los siguientes:
Los síntomas más usuales de la disgrafía son:
En ambos casos, el tratamiento suele ser individualizado, orientado específicamente a las características y necesidades de cada niño. Además, a menudo se suele contar con un enfoque multidisciplinar y centrarse en diferentes ámbitos, como una tutoría individualizada, ayuda con la expresión escrita, acciones destinadas a reducir la ansiedad y la frustración…
La discalculia (también conocida como trastorno del cálculo) es la dificultad en el aprendizaje de las matemáticas y sería el equivalente de la dislexia en lo referente al cálculo y a los números.
Se incluye dentro de los llamados Trastornos de Aprendizaje de los niños. Una categoría en la que también pueden incluirse el trastorno de la expresión escrita (disgrafía), el trastorno de lectura (dislexia) y la lateralidad cruzada. Se suele expresar a través de problemas para comprender y realizar correctamente cálculos matemáticos y se suele diagnosticar en los primeros años de escolarización del niño. Cuando se hacen más evidentes los problemas de aprendizaje.
El trastorno del cálculo tiene un componente genético y se cree que también biológico. Así pues, las causas son hereditarias en la mayoría de los casos, pero también pueden existir factores biológicos que se traducen en déficits en zonas cerebrales que regulan el aprendizaje relacionado con la matemática y los cálculos aritméticos.
El trastorno del cálculo se suele manifestar en una serie de síntomas que son más evidentes cuando el niño va a la escuela y empieza su itinerario formativo. Algunos de los más destacados son los siguientes:
La mera dificultad para las matemáticas no puede ser considerada como un signo inequívoco de trastorno del cálculo. En cambio, cuando se dan simultáneamente varios de estos síntomas, sí que puede ser un indicativo de que el niño o niños afectados sufran este problema. Sería aconsejable, por lo tanto, ponerse en manos de profesionales para obtener un diagnóstico y analizar las posibles líneas de tratamiento.
El tratamiento para este tipo de problema suele ser individualizado y dirigido a las necesidades concretas de cada niño, para el que se diseña una estrategia de actuación específica. Además, suele contar con un enfoque multidisciplinar y centrarse en diferentes ámbitos, como una tutoría individualizada, ayuda con el cálculo, acciones destinadas a reducir la ansiedad y la frustración…
La lateralidad es la preferencia que muestran la mayoría de los seres humanos por un lado de su propio cuerpo.
Por eso, unas personas utilizan la mano derecha de forma habitual y otras son zurdas. Se cree que se debe al hecho de que el hemisferio derecho del cerebro controla la parte izquierda del cuerpo y viceversa. La lateralidad cruzada es un trastorno del aprendizaje que se da cuando el niño no experimenta un predominio lateral. Es decir, cuando no siente inclinación por usar una determinada mano, un pie o un ojo de forma homogénea. En estos casos, el niño puede realizar diferentes combinaciones, pero suele decantarse por predominio de la mano y pie derechos y del ojo izquierdo.
No hay que confundir la lateralidad cruzada con el ambidextrismo, que es la inexistencia de un dominio claro de uno de los dos lados, y se da cuando el niño utiliza de forma indistinta las dos manos. En los casos de lateralidad cruzada, el niño puede sufrir desorientación espacio-temporal, dificultades para memorizar, problemas psicomotrices, déficit de atención y errores de lectura, por lo que su desarrollo intelectual y rendimiento escolar puede verse seriamente afectado.
Las causas de este trastorno, como se ha dicho, hay que buscarlas en la coordinación de los dos hemisferios cerebrales. Los niños que sufren este problema no muestran predilección por usar un único lado del cuerpo y tienden a usar una mano y un pie de un lado y un ojo del otro. Por ello, experimentan desorientación espacio-temporal y pueden ver mermado su correcto desarrollo.
Algunos de los principales síntomas de este trastorno, que se traduce como la inexistencia de la dominancia de un lado del cuerpo, son:
– Desorientación espacio-temporal.
Aunque los síntomas pueden coincidir, no hay que confundir este problema con otros trastornos del aprendizaje, como el trastorno de lectura (o dislexia), el trastorno de la expresión escrita o el trastorno del cálculo. Se trata de problemas diferentes que hay que abordar de manera diferente.
Existen varios tratamientos que pueden ayudar a los niños o niñas que sufren este problema. El psicólogo es el profesional que mejor nos podrá ayudar, ya que dispone de las herramientas necesarias para tratar el trastorno y ayudar a su superación. En algunas ocasiones, por ejemplo, se aborda el problema desde diferentes enfoques.