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Como profesionales en otros trastornos de la infancia, la niñez o la adolescencia, desde Gabinet Psicològic ofrecemos apoyo y orientación a nuestros pacientes y sus familias para ayudarles a manejar los síntomas de estos trastornos y mejorar su calidad de vida.
Los trastornos en niños son perturbaciones o alteraciones de la conducta del niño. Para determinar un posible problema deberán tenerse en cuenta parámetros clínicos, psicológicos, culturales y comportamientos comunes.
Antes de suponer que nuestro hijo sufre una psicopatología, hay que tener en cuenta unos aspectos y entender más al pequeño:
Cuando nos referimos a ansiedad infantil estamos hablando de ansiedad durante la infancia.
Es decir, un sentimiento de aprensión, nerviosismo y temor excesivo provocado por síntomas reales o imaginarias que se da en niños o adolescentes. Se trata de un trastorno que puede converger en problemas de conducta, introversión y puede acabar provocando problemas sociales y fracaso escolar.
Por eso, resulta importante detectar cuando una situación normal de ansiedad (puntual debido a situaciones cotidianas, como por ejemplo, un examen o un cambio de escuela) se convierte en excesiva y puede generar problemas más graves para los niños. En este caso, conviene ponerse en manos de un profesional para que ayude a los pequeños a superar esta ansiedad y a recuperar una visión realista, sensata y equilibrada de la vida y las situaciones cotidianas.
La ansiedad infantil puede tener diferentes causas y orígenes. Puede deberse a situaciones traumáticas que han experimentado los niños en la escuela, en el entorno familiar… o a problemas de autoestima e incapacidad para relacionarse con los demás, como timidez excesiva. Así, por ejemplo, podemos hablar de:
Un trastorno de ansiedad infantil va más allá de nerviosismo o estrés ante determinadas circunstancias. Se trata de un problema más complejo que suele expresarse en una gran variedad de síntomas. Algunos de los más habituales son:
Este problema puede tratarse reduciendo la respuesta de estrés y nerviosismo y proporcionando al pequeño las herramientas y pautas necesarias para afrontar la situación que le causa malestar. Un tratamiento psicológico en estos casos puede consistir en instruir a los padres sobre las respuestas adecuadas ante la conducta de su hijo, ayudar al pequeño a relajarse mediante ejercicios y técnicas y mejorar la autoestima del niño a través del elogio de sus méritos y capacidades.
En el tratamiento psicológico, también se trabaja para cambiar la percepción del niño de los problemas que le generan preocupación, ayudándolo a verlos como un reto o una situación cotidiana. De la misma manera, se les ayuda a exponerse de forma controlada a las circunstancias consideradas amenazantes y se les da las herramientas para que puedan hacerlo solos en un futuro.
El Trastorno de Ansiedad por Separación (TAS) se da cuando un niño experimenta una excesiva ansiedad ante el hecho de separarse de sus padres o de su hogar.
También puede darse hacia los abuelos, los hermanos u otras personas con las que exista una fuerte relación de apego. El niño siente un fuerte nerviosismo, ansiedad y estrés cuando es separado de una persona querida y muestra preocupación persistente hacia la posibilidad de perder a las personas con las que tiene una fuerte relación de apego.
Las causas de este problema no están del todo claras. No obstante, se cree que pueden existir factores desencadenantes y factores predisposicionales para sufrir esta dolencia. En ocasiones, las características familiares y el tipo de relación que se establezca con los padres pueden actuar como un factor desencadenante para sufrir TAS.
Los niños que sufren este problema suelen presentar una serie de síntomas muy claros. Sin embargo, para que exista un diagnóstico efectivo, estos síntomas deben ser recurrentes y alargarse en el tiempo. No podemos hablar, por ejemplo, de PAS en el caso de un niño que sufra ansiedad por separarse de sus padres durante los primeros días de escuela. En cambio, sí que podemos sospechar si la ansiedad lógica de los primeros días de escolarización se alarga en el tiempo de forma prolongada y se da en otras circunstancias que también implican separación.
Existen diferentes tratamientos que pueden resultar muy beneficiosos para los niños que sufren TAS. Es importante acudir a un profesional cualificado, como por ejemplo un psicólogo infantil, ya que es quien mejor podrá ayudarnos. La mayoría de terapias se centran en establecer una relación con el paciente y los familiares para trabajar juntos de manera eficiente. De esta manera, se consigue abordar el problema desde diferentes frentes.
También conocido como Trastorno del Vínculo, este tipo de problema se da en niños que han sufrido en su primera infancia una ruptura brusca en el vínculo madre- hijo (o padre- hijo, aunque en menor medida).
Puede darse, por ejemplo, en casos de abandono, drogadicción, situaciones de maltrato, separación de los padres, ingreso en un centro de menores y otras situaciones traumáticas para el pequeño. El niño muestra hiperactividad, impulsividad, rechazo al cuidador, tendencia a evitar el contacto físico, baja autoestima…
También se incluyen en esta categoría otros trastornos, como la timidez, la baja autoestima, el mutismo selectivo, las fobias infantiles o las alteraciones del sueño.
Este tipo de problema suele tener su origen en una situación traumática vivida durante la infancia del pequeño. Es decir, durante las primeras etapas de la vida del niño. Se trata, principalmente, de situaciones que implican abandono por parte de los progenitores por diferentes motivos (separación matrimonial, drogadicción…). No obstante, también se han observado casos de niños que sufren este problema sin haber experimentado experiencias traumáticas destacables.
Cuando un niño sufre este problema, experimenta una serie de síntomas que pueden ser fácilmente identificables. Aunque no todos tienen que converger en todos los casos, algunos de los más comunes son los que se detallan a continuación:
Existen varios tratamientos que pueden resultar útiles para los niños que sufren este problema. Si se sospecha que un niño puede sufrirlo, lo mejor es acudir a un profesional para que realice el diagnóstico y no sugiera el mejor enfoque terapéutico en cada caso.
La depresión es un trastorno del estado de ánimo, que puede ser transitorio o permanente, y que se caracteriza por sentimientos de tristeza, infelicidad y culpabilidad, además de imposibilitar el disfrute por parte de la persona que lo sufre de los acontecimientos de la vida cotidiana.
Puede darse en adultos o en niños. Cuando se produce durante la infancia, la niñez o la adolescencia hablamos de depresión infantil. Así pues, la depresión infantil es un trastorno del estado de ánimo en los niños que se manifiesta en estados de nerviosismo, ansiedad, tristeza, falta de comunicación, falta de energía, timidez, baja autoestima y déficit de habilidades sociales…
Debido a la falta de madurez emocional de los pequeños, la depresión puede convertirse en un problema muy grave si no se diagnostica y trata de forma adecuada, llegando a afectar a su correcto desarrollo. En este sentido, es importante tener en cuenta que los niños y adolescentes carecen de las herramientas para manejar sus propias emociones, lo que puede agravar el problema.
Las causas de este trastorno pueden ser muy variadas y diferir de un caso a otro. Por lo tanto, pueden existir factores genéticos (si padres o hermanos han sufrido depresión), factores fisiológicos (determinadas enfermedades), factores personales y factores ambientales (estrés, ansiedad…).
Los síntomas de este trastorno pueden ser variados, pero deben darse durante un periodo de tiempo moderadamente largo para poder hablar de depresión infantil como tal. Así, el periodo depresivo debe durar al menos 15 días y no estar motivado por el consumo de ninguna sustancia.
Si sospechamos que nuestro hijo o cualquier otro niño sufre un trastorno depresivo, debemos acudir a un psicólogo infantil (especializado en temas de infancia) o de familia, ya que es el profesional que mejor nos podrá ayudar. En cuanto al tratamiento, existen diferentes opciones a tener en cuenta. El profesional es quien debe valorar cada caso en concreto y, en función de los síntomas o características que presente el paciente, decantarse por uno u otro tratamiento. El enfoque de la terapia y de las actuaciones a llevar a cabo se comentan y analizan con los padres, para que éstos estén informados en todo momento del tratamiento y de la evolución de su hijo.
El trastorno obsesivo compulsivo en niños es un trastorno de ansiedad caracterizado por pensamientos intrusivos que se producen de forma repetitiva.
Debido a estos pensamientos, los niños sufren inquietud, temor o preocupación y realizan conductas repetitivas (compulsiones) destinadas a rebajar su nivel de ansiedad. Lavarse muy a menudo las manos (con una frecuencia exagerada) por ejemplo, puedes ser una de estas conductas compulsivas, aunque existen muchas otras.
El trastorno obsesivo – compulsivo (TOC) puede aparecer en cualquier edad o época de la vida, pero en este artículo nos centraremos en el TOC infantil. Lo encuadramos, por ello, en los trastornos de la infancia, la niñez o la adolescencia, como la ansiedad infantil, el trastorno de ansiedad por separación, el trastorno reactivo de la vinculación de la infancia o la niñez, la depresión infantil o el trastorno bipolar. También se incluyen en esta categoría otros trastornos, como la timidez, la baja autoestima, el mutismo selectivo, las fobias infantiles o las alteraciones del sueño.
No existe una causa a la que pueda atribuirse directamente la aparición de este problema en los niños. A lo largo de los años, sin embargo, se han definido varias causas que podrían explicar su origen, por lo que a menudo se cree que podría deberse a una combinación de varios factores.
El TOC se manifiesta a través de una serie de síntomas que aparecen de forma recurrente. A continuación resumimos algunos de los más habituales:
El trastorno bipolar es una afección en la que el individuo sufre cambios fuertes en el estado de ánimo.
También conocido como trastorno maníaco-depresivo. Es una enfermedad mental que se caracteriza por cambios severos en el estado de ánimo inusuales. Estos pueden durar varias semanas o meses y van más allá de lo que la mayoría de nosotros experimentamos.
Hay extremos en que el sujeto bipolar puede llegar a hacerse daño o suicidarse. Sin embargo, existen tratamientos eficaces para las personas con esta enfermedad que pueden ayudarles a tener una vida totalmente normal.
Uno de cada 100 adultos tiene un trastorno bipolar. Generalmente, empieza durante las últimas etapas de la adolescencia o a principios de la vida adulta, sin embargo hay niños y adultos con esta afección. Tanto hombres como mujeres pueden verse afectados por esta enfermedad por igual.
No se tienen datos exactos sobre causas concretas de la bipolaridad, aún así hay factores que influyen:
Dentro del estado de manía, el sujeto puede:
Al igual que en los trastornos adaptativos, hay terapias que pueden ayudar mucho a mejorar la situación del sujeto. Sin embargo, en trastornos bipolares los fármacos estabilizadores del ánimo son necesarios.
Eso lo tiene que decidir el psiquiatra según el estado clínico del paciente, predominancia de episodios depresivos o maníacos…
Durante al menos dos años después de un primer episodio, y hasta cinco años o de forma indefinida si existen:
- Recaídas frecuentes.
- Episodios psicóticos.
- Consumo abusivo de alcohol o drogas.
- Estrés continuado en casa o el trabajo.
Entre fases maníacas y depresivas el tratamiento psicológico puede ayudar. Debe incluir:
- Sentirse extremadamente animado y contento.
- Estar muy nervioso o alterado, incluso puede presentar ansiedad.
- Cambiar de tema rápidamente en las conversaciones y hablar muy rápido.
- Estar irritado, más sensible de lo normal o sentirse inquieto.
- Tener problemas para conciliar el sueño y descansar.
- Intentar hacer muchas cosas al mismo tiempo y estar desmesuradamente activo.
- Ponerse en riesgo: gastar dinero sin meditarlo, tener sexo sin precauciones…
La timidez es un estado de ánimo que afecta a las relaciones personales. No está considerada como una enfermedad o una patología, pero sí como una pauta de comportamiento que limita el desarrollo social de quienes lo experimentan.
Puede darse en cualquier etapa de la vida, pero suele ser más frecuente en la infancia y la adolescencia. A menudo, es habitual que esta pauta de comportamiento se vaya atenuando con el paso de los años. Por eso, la timidez se pueden enmarcar dentro de los llamados trastornos de la infancia, la niñez o la adolescencia, como los trastornos del sueño, la baja autoestima, el mutismo selectivo, las fobias infantiles o el trastorno del vínculo.
También se incluyen en esta categoría otros trastornos, como la ansiedad infantil, el trastorno obsesivo- compulsivo, el trastorno de ansiedad por separación, la depresión infantil o el trastorno bipolar.
Lo cierto es que no existe una casuística que pueda asociarse directamente con la timidez. Los científicos consideran que pueden existir factores genéticos y hereditarios (si los progenitores eran tímidos durante la infancia es probable que el hijo también lo sea) y también causas de origen social (la educación recibida…).
La timidez infantil suele expresarse en una serie de síntomas muy comunes. El niño evita situaciones que le hagan llamar la atención o ser el centro, es introvertido, callado y tranquilo. Además, tiene dificultades para crear nuevas relaciones y para hacer amigos nuevos. A continuación detallamos algunos de los síntomas más habituales de la timidez:
La timidez infantil puede ser normal hasta cierto punto. Muchos niños son tímidos pero ello no les impide llevar una vida normal y enfrentarse a nuevas situaciones y retos. Sin embargo, si se observa que esta pauta de conducta interfiere de forma negativa en el normal desarrollo de las actividades diarias puede ser necesario ponerse en manos de un profesional cualificado para que realice un diagnóstico y proponga un tratamiento.
La baja autoestima y el déficit en las habilidades sociales se da habitualmente durante la infancia, la niñez o la adolescencia.
Son conductas relacionadas que se retroalimentan y que se pueden trabajar mediante entrenamientos o terapias en un centro psicológico especializado.
Los niños o adolescentes que presentan baja autoestima muestran los siguientes síntomas de forma repetida en el tiempo:
La falta de habilidades sociales se presenta ya desde la infancia y es especialmente dolorosa durante la adolescencia, época en que la relación con los demás adquiere una gran importancia. Las habilidades sociales son los hábitos que tienen que ver con la comunicación, el lenguaje no verbal, la comunicación eficaz, la resolución de conflictos y el manejo de comportamientos irracionales.
La empatía y la asertividad son vitales para poder tener una buena capacidad de relación con los demás:
En nuestro centro psicológico te ayudamos a trabajar los aspectos relacionados con la baja autoestima y con el déficit de habilidades sociales. Disponemos de terapias individuales, terapias de psicología online y entrenamiento en habilidades sociales, especialmente indicado para este tipo de trastorno.
Para niños, adolescentes y adultos es importante llegar a conseguir una actitud positiva hacia uno mismo. Estos son algunos aspectos fundamentales a trabajar:
Trabajar en las áreas de nuestra conducta que nos limitan, reporta grandes beneficios para la autoestima, ayuda a considerarnos de forma positiva y a mantener una actitud constructiva al respecto. Para conocer más sobre la Baja autoestima, visita la sección especializada de nuestra página web.
El acoso escolar (o bullying, si utilizamos el anglicismo para este término) es una situación que se da cuando un niño o adolescente sufre cualquier forma de maltrato físico o psicológico en el ámbito educativo de forma reiterada.
Puede darse físicamente (en el propio centro escolar) o a través de internet, redes sociales… En este caso, hablamos de ciberacoso. El maltrato suele proceder de otros compañeros y se suele manifestar en un hostigamiento constante, violencia, intimidación, abuso de poder por parte de un agresor más fuerte, exclusión social, coacciones, burlas…
Debido a todo ello, la víctima experimenta una serie de síntomas de cierta gravedad, como baja autoestima y déficit de habilidades sociales, ansiedad infantil, tristeza, depresión infantil, bajo rendimiento escolar, miedo de ir a la escuela, aislamiento, soledad o trastornos del sueño, entre otros. Es, por lo tanto, un problema grave que debe tratarse para evitar que pueda provocar secuelas permanentes en el niño o adolescente que sufre esta situación.
El tratamiento para niños y/o adolescentes que han sufrido o sufren bullying o acoso debe iniciarse lo antes posible. Es decir, ante la primera sospecha de que pueda existir un problema, ya que cuanto más tiempo pasa más trastornos emocionales y psicológicos puede sufrir la persona afectada.
El mutismo selectivo es un trastorno de la infancia, la niñez o la adolescencia que se da cuando un niño se inhibe en determinados ambientes y permanece sin articular palabra.
No obstante, no es un mutismo como tal, ya que el niño habla y se expresa correctamente en otros ambientes en los que se siente cómodo y a gusto. Se trata de un problema difícil de detectar y para el que no hay unas causas claras. Aunque no es muy habitual, se cree que podrían sufrirlo entre un 0,1% y un 1,9% de los menores de 15 años. No se considera un trastorno de comunicación porque los niños que lo sufren hablan y se comunican de forma normal en determinados contextos y se inhiben en otros.
Además, no tiene problemas de aprendizaje y funcionan normalmente en otras áreas de comportamiento. Por ello, a menudo se relaciona o confunde con otros problemas, como ansiedad infantil, timidez extrema, depresión, acoso escolar, etc.
Lo cierto es que no se han establecido unas causas a las que se pueda atribuir directamente este trastorno. Sin embargo, se considera que puede deberse a hechos concretos ocurridos durante la primera infancia. Estos hechos pueden ser reales o imaginarios y pueden haber generado un trauma en el niño. También se ha apuntado que podrían existir causas genéticas para este problema. Es decir, un componente hereditario.
Aunque no en todos los casos coinciden todos, algunos de los síntomas de este trastorno son:
Además, se cree que un trastorno de este tipo que no se trate correctamente puede derivar en problemas mayores, como fobias y trastornos reactivos.
Existe más de un tratamiento para los mutismos selectivos. El psicólogo es el profesional que mejor nos podrá asesorar sobre este problema y su tratamiento, así como las alternativas terapéuticas que existan. Algunos profesionales hablan de terapias que ayuden a mejorar la comunicación y permitan al niño superar su problema. Para ello, pueden valerse de diferentes técnicas y proporcionar a los padres unas pautas para el trabajo diario con sus hijos y para las relaciones con otras personas. Algunas de estas pautas pueden ser:
Las fobias infantiles están consideradas como uno de los trastornos de la infancia, la niñez o la adolescencia.
Se trata de un miedo muy intenso y, a menudo, desproporcionado, irracional e incontrolable ante situaciones u objetos concretos. Suelen aparecer entre los 6 y los 12 años y, en muchas ocasiones, desaparecen espontáneamente pasado un tiempo. En otras, en cambio persisten o se manifiestan de otro modo.
Las fobias infantiles suelen estar acompañadas de un componente ansioso (miedo, ansiedad, nerviosismo,…) y se manifiestan de diferentes formas (temblores, nauseas…). Es importante distinguir entre un miedo o un temor normal (que tienden a desaparecer a medida que el niño crece y madura) y una fobia, que es mucho más intensa y persistente, ya que se trata de una intensa reacción emocional.
Es difícil determinar cuáles pueden ser exactamente las causas de las fobias infantiles, ya que éstas son variadas y pueden ser totalmente diferentes de un niño a otro.
Aunque, como hemos dicho, existe una gran variedad de fobias. Hay algunas que son comunes entre los niños. Así, por ejemplo, la fobia específica es una de las más habituales. Se trata de un temor o miedo intenso a un objeto o una situación (a los perros o a los insectos…).
Los niños que padecen fobias infantiles suelen expresarlo a través de una serie de síntomas fácilmente identificables. Éstos pueden aparecer ante el estímulo que les provoca la fobia o, incluso, antes (cuando el niño anticipa el contacto real). Algunos de los más comunes son:
Existen varias terapias que pueden ayudar a los niños y adolescentes a superar sus fobias infantiles. Algunas de ellas son, por ejemplo, las terapias de inmersión o las terapias graduadas de exposición (con un enfoque de terapia cognitivo-conductual). En algunos casos, las terapias de choque (la exposición –real o imaginaria- al estímulo temido) también han conseguido buenos resultados. También existen enfoques terapéuticos que se basan en el uso de medicamentos.
Los trastornos del sueño infantil consiste en alteraciones del sueño en niños o adolescentes que pueden manifestarse de diferente forma (insomnio, parasomnias como sonambulismo, bruxismo o terrores nocturnos, etc).
Se enmarcan en los trastornos de la infancia, la niñez o la adolescencia, como la timidez, la baja autoestima, el mutismo selectivo, las fobias infantiles o el trastorno del vínculo. También se incluyen en esta categoría otros trastornos, como la ansiedad infantil, el trastorno obsesivo- compulsivo, el trastorno de ansiedad por separación, la depresión infantil o el trastorno bipolar.
Pueden estar motivado por multitud de factores, desde hábitos alimentarios hasta algunas enfermedades o la toma de medicamentos. Existen, por lo tanto, causas conductuales y psicológicas que los pueden provocar. Algunas de las causas más habituales son parasomnias (trastorno de conducta durante el sueño), la ansiedad provocada por las separación, los malos hábitos (por ejemplo, tomar bebidas muy azucaradas o con cafeína), el estrés originado por diferentes situaciones, la sobreexcitación, etc. Algunas enfermedades o algunos medicamentos también pueden provocar este tipo de problemas.
El sueño infantil tiende a ser inestable en ciertas edades, ya que las necesidades varían de forma considerable y no existe un patrón homogéneo de sueño. Sin embargo, podemos sospechar de que existe un trastorno cuando el niño tiene problemas para dormir de forma habitual, cuando aparecen varios síntomas a la vez (sufre pesadillas, se orina en la cama, grita por la noche…) y cuando se muestra cansado y soñoliento durante el día. Normalmente se distingue entre tres grupos diferenciados de trastornos:
Cada uno de estos grupos presenta unos síntomas diferentes. Sin embargo, existe una sintomatología común:
En función del tipo de trastorno que tenga cada niño deberá aplicarse un tratamiento u otro. Lo mejor en estos casos es ponernos en manos de profesionales especializados para que realicen un diagnóstico preciso y propongan un tratamiento adecuado para el tipo de problema del niño. Además de proporcionarnos toda la información sobre otras líneas terapéuticas.