La depresión es muy frecuente; una de cada cinco personas sufrirá depresión en algún momento de su vida. Todo el mundo puede sentirse triste a veces, pero se dice que alguien sufre depresión cuando estos sentimientos no desaparecen rápidamente o empeoran tanto que interfieren con su vida diaria.
¿Por qué se deprime uno?
Unas veces puede haber una razón obvia, otras veces no. A menudo hay más de una razón, y las razones son distintas para cada uno:
– El fin de una relación.
– Un duelo.
– Incluso, el nacimiento de un hijo.
En cualquier caso estos sentimientos pueden volverse tan desagradables que se necesite ayuda.
¿Cómo se siente uno al estar deprimido?
El sentimiento de depresión es más intenso, prolongado y desagradable que los cortos episodios de tristeza que todo el mundo experimenta ocasionalmente.
Los síntomas incluyen:
– Pérdida de interés en la vida.
– Dificultad para tomar decisiones.
– Imposibilidad para sobrellevar los problemas como antes.
– Sentirse agotado.
– Sentirse inquieto o agitado.
– Pérdida de peso y apetito.
– Dificultades para conciliar el sueño.
¿Cómo sé si estoy deprimido?
A menudo uno no se da cuenta de lo deprimido que está, debido a que la depresión se ha desarrollado gradualmente. Quizá intenta seguir luchando y sobrellevar los sentimientos de depresión a base de estar muy ocupado, pero esto puede provocarle aún más estrés y agotamiento. Entonces empiezan los dolores físicos.
¿Qué tipo de ayuda existe?
Existen dos tipos de tratamiento: la psicoterapia y la medicación.
¿Qué es lo correcto para mí, la psicoterapia o las pastillas?
Depende de cómo se haya desarrollado su depresión y de su gravedad. Como norma, se ha visto que la psicoterapia es eficaz en la depresión leve y moderada. Si la depresión es grave, probablemente necesitará antidepresivo.
Listado anual: 2013
Desde el Gabinet Psicològic Mataró te proponemos una serie de consejos que debes poner en práctica si deseas mejorar tu estado de ánimo.
Aumento de actividad física y socialParticipe en actividades que le hagan sentirse mejor. Por ejemplo, ir al cine, ir al teatro, salir a caminar por un parque, tomar la bicicleta para dar un paseo, realizar una visita sorpresa a un amigo o pariente, o cualquier otra cosa que lo entretenga o divierta. No se agobie la mejoría en su estado de ánimo será gradual. Ver la televisión y realizar las tareas domésticas no se incluyen en este tipo de actividades.
Hacer ejercicioCuando se está deprimido es normal estar más pasivo, cayendo en un círculo vicioso de baja autoestima e inactividad, pobre auto imagen, sentimiento de indiferencia y rechazo. Romper ese círculo cuesta un esfuerzo. Fíjese prioridades y haga hasta donde le sea posible. Lo importante es comenzar, y aprovechar el apoyo de otras personas, salir a caminar en compañía es un buen comienzo. Comience ya, no lo postergue más. El aumento de actividad física de cualquier tipo le va a traer beneficios psicológicos.
Nuevos intereses y actividadesBusque un hobby que le haga sentir realizado, algo que le apasione. Algunos hobbies son: colecciones, bricolaje, manualidades, decoración, y por supuesto los deportes, bailar…
Evite hablar sólo de la depresiónUna cosa es desahogarse y otra que se convierta en un tema recurrente, es mejor distraerse de la tristeza. Hable de otros temas más positivos: de anecdotas divertidas, del tiempo, de deportes o de las noticias.
Círculo socialApoyese en sus amigos íntimos, personas en las que pueda confiar, que sepan escuchar y que sean divertidas. Personas así representa un factor protector contra la depresión, y contra el pensamiento distorsionado que la acompaña.
Utilice la musicoterapiaEscuche canciones positivas, marchosas, que le ayuden a salir adelante y le den fuerzas. Baile, cante a gritos, salte, eche fuera su tristeza.
Tome el solAdemás de aportarle vitamina D el sol es un gran aliado que le ayudará a luchar contra la depresión, la luz solar incide en ciertas actividades del cerebro que tienen que ver con el humor de las personas. La explicación es que los rayos UV aumentan la producción de un neurotrasmisor , llamado serotonina, que está relacionado con la sensación de bienestar, la regulación del sueño, la temperatura del cuerpo y la conducta sexual.Es fácil navegar cuando el mar está en calma, pero en la tormenta es donde se forja un gran marino.
Escuche lo que Rocky le dice a su hijo sobre la vida y siga su consejo …y fuiste creciendo cada vez más estupendo. Era fantástico poder observarte, un privilegio. Y cuando te llegó el momento de hacerte un hombre y afrontar el mundo, lo hiciste. Pero en algún momento del trayecto cambiaste. Dejaste de ser tú. Permitiste que te señalaran y que te dijeran que no sirves. Y cuando empeoró todo buscaste a quién echarle la culpa, a una sombra alargada. Voy a decirte algo que tú ya sabes, el mundo no es todo alegría y color. Es un lugar terrible y por muy duro que seas es capaz de arrodillarte a golpes y tenerte sometido permanentemente si no se lo impides. Ni tú, ni yo, ni nadie golpea más fuerte que la vida. Pero no importa lo fuerte que golpeas sino lo fuerte que pueden golpearte. Y lo aguantas mientras avanzas. Hay que soportar sin dejar de avanzar. Así es como se gana. Si tu sabes lo que vales ve y consigue lo que mereces pero tendrás que soportar los golpes. Y no puedes estar diciendo que no estás donde querías llegar por culpa de él , de ella, ni de nadie. Eso lo hacen los cobardes y tú no lo eres. Tú eres capaz de todo. …Hay un proverbio ruso que dice caer está permitido, levantarse es obligatorio.
Desde nuestro centro de psicología infantil y de adultos de Mataró os queremos ofrecer algunas recomendaciones útiles para padres y para niños que sufren TDAH, conocido com el Déficit de Atención e Hiperactividad.
PAUTAS PARA EL NIÑO: MÉTODOS PERSONALES ÚTILES
Pide que te repitan las instrucciones.
Anota en una libreta aquello que necesites recordar, cada tema en distintas secciones y lleva siempre la libreta contigo.
Escribe notas recordatorias y colócalas en lugares visibles (frigorífico, espejo, armario).
Crea una rutina diaria y utiliza alarmas (despertador, móvil).
Elabora una lista con lo que necesitas hacer.
Elabora un calendario para realizar las tareas.
Divide las tareas en pequeños grupos.
Fija una fecha o una hora límite para cada tarea.
Asegúrate de que las terminas.
Trabaja en un lugar silencioso.
No hagas varias cosas a la vez.
Cuando trabajes, haz pequeños descansos.
Haz ejercicio, sigue una dieta equilibrada, duerme suficientes horas.
PARA LOS PADRES: NORMAS DE CONDUCTA A SEGUIR
Prestar atención al niño escuchándole y hablándole con paciencia, comprendiendo su patrón de conducta y explicándole los planes para ayudarle.
Que el niño no vea discordancias entre los padres respecto a las pautas de actuación.
No actuar con él de forma excesivamente permisiva. Es conveniente que le proporcionen pocas normas de conducta pero que éstas sean claras y coherentes. Un ambiente sin una normativa clara aumenta la ansiedad y confusión del niño. Utilizar el no cuando el niño pida o exija cosas poco razonables y explicar el porqué de forma precisa y razonada.
Utilizar los intereses del niño y emplearlos como motivación para ayudarle a aprender de forma más eficaz. Por ejemplo: cuando terminemos esta tarea puedes jugar con la videoconsola.
Aumentar su autoestima y confianza en sí mismo, ponderando sus éxitos por modestos que sean, no resaltando sus fracasos o afeando su conducta de forma reiterada.
Mantener en casa unas normas de vida, consensuadas previamente por los padres. Por ejemplo: mantener si es posible el horario de actividades.
Evitar estímulos de alta intensidad (ruidos, luces, gritos). El niño responderá de forma exagerada a estos estímulos, gritos u órdenes fuertes.
Comunicar al niño con suficiente antelación cualquier posible cambio en la dinámica del hogar de manera que pueda adaptarse a ella.
Hacerle partícipe de las tareas domésticas que pueda realizar según sus capacidades y alabarle cuando intente actuar por sí mismo.
Comentar tranquilamente con él sus malas actuaciones y errores, explicándole que es necesario evitar las prisas y pensar antes de actuar. Es bueno que piense en alternativas a sus equivocaciones para no repetirlas.
Diferenciar entre las conductas voluntarias y las involuntarias. Los castigos aplicados a las acciones voluntarias deberían ser consecuencias lógicas de sus actos.
Situar al niño mientras hace los deberes en un lugar próximo al suyo para mantener contacto visual y más supervisión. Evitar estímulos que les distraigan (ventana, mesa desordenada, juguetes, etc).
Es conveniente dar órdenes claras y concisas, acompañando estas órdenes de contacto ocular y si es necesario haciéndoselas repetir al niño en voz alta.
Resaltar el éxito y no el fracaso. Motivación constante. Use lenguaje positivo usando frases como tú puedes hacerlo, ¡qué bien lo has hecho!.
Controlar la «intendencia escolar» antes de ir al colegio como si fuera una asignatura más (agenda, libros, lápices, etc).
Procurar fraccionar las tareas y deberes a realizar en casa, utilizando tiempos más cortos. Las tareas largas deben dividirse en partes.
Recordar también que alguno de estos niños presentan un odio a leer. Organizar la lectura de manera que se motive al niño.
Evitar llamadas de atención en público. Comentar su comportamiento en privado.
Tener en cuenta que su comportamiento empeora en ciertas situaciones con menor control (cumpleaños, reuniones familiares, etc).
Las actividades extraescolares son importantes para estos niños, siempre que les gusten y que sirvan para mejorar su autoestima.
Mantener entrevistas personales con el profesor/a cada cierto tiempo, supervisando en casa el trabajo escolar del niño.
En resumen, convertir el entorno familiar en un ambiente favorecedor para el niño con TDAH y no en un ambiente hostil.
Utilizar como castigo la ausencia de premio. Evitar castigos físicos o muy prolongados, suelen ser contraproducentes y de escasa eficacia.
Cuando haga algo bien, reforzarlo con una sonrisa o una palabra de elogio. El refuerzo positivo con un sistema de puntos puede ser muy beneficioso.
Ante la hiperactividad motriz, permitirle la posibilidad de moverse en situaciones tales como: tiempo de comidas, deberes, etc.
Principios generales para el tratamiento de la depresión –
El adecuado régimen asistencial en el tratamiento del enfermo depresivo consiste en una asistencia de carácter ambulatorio.
Con los intervalos indicados, variables de unos enfermos a otros, los enfermos acudirán al centro médico, sin necesidad de dejar su hogar ni, casi nunca, abandonar su trabajo.
Si bien es el psiquiatra el médico que dispone de una formación integral suficiente, biológica, psicológica y de interacción personal para hacerse cargo de estos enfermos, hay médicos generales o internistas preparados para tratar con eficacia las depresiones sencillas y sin complicaciones. Por otra parte, sólo la acción conjunta de los médicos generales o internistas y los psiquiatras puede resolver con eficacia los sufrimientos del elevado contingente de enfermos depresivos infratratados que pululan por los centros de salud. Existe consenso para que el médico general derive inmediatamente el enfermo hacia el tratamiento especializado psiquiátrico en estos casos: riesgo de suicidio elevado; sintomatología psíquica acentuada; síntomas de psicosis, abuso o adicción a cualquier droga; mal cumplimiento de las indicaciones; resistencia al tratamiento; historia de hospitalización psiquiátrica, y antecedentes personales o familiares de manía o hipomanía.
De la adecuada coordinación funcional de la psiquiatría con los cuidados médicos primarios se derivan cuantiosos beneficios para la asistencia de estos enfermos.
El ingreso en el servicio de psiquiatría del hospital o en una clínica psiquiátrica se considera hoy como una medida extrema reservada para casos excepcionales de depresión donde concurra alguno de los datos siguientes: el abandono social; el alto riesgo de suicidio, al que no puede hacerse frente debidamente en el medio familiar; la peligrosidad contra los demás, preferentemente contra los seres más queridos, factor propio de ciertos subtipos de depresión paranoide; el rechazo del tratamiento; la indicación de un cambio de ambiente; la presentación de complicaciones metabólicas (desnutrición, deshidratación) o cardiocirculatorias de suficiente notoriedad. Será muy raro que los depresivos internados por alguna de estas razones no estén en condiciones de salir del establecimiento psiquiátrico antes de haber pasado tres o cuatro semanas.
La realización del tratamiento ambulatorio en la misma localidad de residencia del enfermo, sin abandonar el entorno familiar ni el centro de trabajo, constituye la plataforma asistencial idónea.
Idoneidad que no se rompe aun cuando se tenga que emitir la baja laboral mantenida durante algunos días. Aprovechemos aquí este inciso para afirmar que el depresivo puede ser objeto algunas veces de discapacidad temporal más o menos prolongada y sólo en ocasiones excepcionales de discapacidad permanente.
La estrategia terapéutica gira en torno a la administración del fármaco o los fármacos antidepresivos indicados por el experto. La medicación antidepresiva representa el cable de salvación que permite extraer al enfermo del negro pozo donde se halla sumido, en un plazo relativamente rápido, no más allá de cuatro o cinco semanas en el 80 por ciento de los casos. El objetivo inicial del tratamiento no se refiere sólo a la reducción de los síntomas, o sea al logro de la remisión clínica, sino a la restauración de las facultades psicosociales en los ámbitos familiar, laboral y social, sobre cuya base se podrán evitar las recaídas y las recidivas. Por múltiples razones, la acción farmacológica debe complementarse con la intervención de carácter psicosocioterapéutico. La mejoría conseguida rápida y muchas veces espectacular, no debe conducir al terapeuta a la ingenuidad de interrumpir prematuramente el tratamiento.
Para que el enfermo y los familiares no caigan tampoco en la imprudencia que acabamos de señalar, conviene consignar que el tratamiento antidepresivo se distribuye en dos fases de seguimiento obligatorio en todos los casos:
1. El tratamiento de la depresión aguda o subaguda para obtener la remisión clínica, o sea la desaparición de los síntomas.
2. El tratamiento de mantenimiento durante un mínimo de seis meses para evitar la reaparición de los síntomas, incidencia catalogada como una recaída cuando ocurre dentro de este plazo. Se conceptúa la remisión mantenida durante el plazo mínimo de seis meses como una curación de ese episodio, o lo que es lo mismo como una recuperación del enfermo.
La mayor parte de los enfermos depresivos precisa prolongar la medicación durante al menos otros dos años, lo que constituye una tercera fase terapéutica, integrada por el tratamiento preventivo o profiláctico, que, como indica su denominación, trata de evitar la recurrencia o repetición en forma de un nuevo episodio depresivo.
Debo dejar bien grabado que en cualquier caso el tratamiento antidepresivo debe instaurarse rápidamente con un carácter un tanto gradual y mantenerse durante un plazo mínimo de seis meses a partir de haber obtenido la desaparición de los síntomas depresivos, o sea la recuperación del enfermo.
El enfermo depresivo, habitualmente muy mejorado en el plazo de tres a cuatro semanas, precisa continuar de un modo sistemático con la terapia activa durante los seis meses consignados, dada su alta inclinación a la recaída ya los retrocesos. Una vez lograda la recuperación de este episodio, logro acreditado por el mantenimiento sin síntomas durante al menos seis meses, con lo que se despeja el riesgo de la recaída, habrá que plantearse la conveniencia o no de seguir con el tratamiento preventivo o profiláctico, tratamiento protector contra la irrupción de nuevas fases.
Tres observaciones sólo sobre la administración de medicamentos durante las tres fases terapéuticas que constituyen el tratamiento básico del enfermo depresivo:
1. Durante el tratamiento agudo, cuando el enfermo no responda a las cuatro o cinco semanas con una recuperación casi total, habrá que considerar la conveniencia de cambiar la dosificación o incluso la medicación.
2. Cuando sin entrar todavía en el tratamiento preventivo, se opta por la suspensión de la medicación, nunca antes de haber mantenido al enfermo durante seis meses recuperado, o sea libre de síntomas, se efectuará la reducción de los medicamentos mediante una disminución escalonada y se seguirá revisando el estado mental del enfermo cada dos meses durante un período de seis meses.
3. El paso a la tercera fase, orientada como un tratamiento preventivo (evitación de nuevos episodios), es obligado siempre que concurra alguna de estas circunstancias: estado depresivo con una duración superior a un año, presentación de dos o más episodios durante los últimos cinco años, diagnóstico de trastorno bipolar. La prolongación mínima del tratamiento preventivo es de dos años. La suspensión del tratamiento se hará también gradualmente y será continuada con la revisión periódica del enfermo cada dos meses a la largo de un período de seis meses.
Hoy se insiste mucho en la necesidad de evitar la suspensión brusca del medicamento. La reducción gradual de la dosis a lo largo de un plazo mínimo de tres meses permite neutralizar dos riesgos importantes: el de la instauración precoz de una recaída o una recidiva y el de la aparición de los síntomas producidos por la suspensión de los medicamentos. Esta última contingencia, ya conocida con relación a los antidepresivos clásicos, ha tomado un interés creciente en el manejo de algunos de los productos antidepresivos más recientes. La suspensión de la venlafaxina puede inducir síntomas muy perturbadores, como irritabilidad, vértigos, sudoración e insomnio. Dentro de los inhibidores de la recaptación de la serotonina, los síntomas de supresión se producen con mucho mayor acento en las sustancias de vida media corta, como la paroxetina y la fluvoxamina, que en las de vida media larga, como la sertralina y la fluoxetina.
El seguimiento de las dos pautas terapéuticas mencionadas, muchas veces tres, constituye la vertebración de todo el tratamiento de un enfermo depresivo. Cuando nos encontramos ante una depresión crónica, entendiendo por tal aquella de duración superior a los dos años, tenemos que estar advertidos de que la columna vertebral terapéutica que acabamos de señalar exige una ampliación en sus pautas primera y tercera. La fase inicial dedicada al tratamiento agudo pasará a tener en el enfermo crónico una duración de al menos mes y medio a dos meses, que es el plazo de expectativa mínimo requerido para presentarse la remisión, o sea una mejoría de grado importante. Sólo después de haber pasado este tiempo sin una respuesta positiva suficiente del enfermo, podrá pensarse en una modificación de la dosis o en un cambio del medicamento. Ante el enfermo crónico la terapia preventiva será de prescripción obligatoria y habrá de prolongarse con una medicación de sostenimiento a largo plazo, durante un tiempo mínimo de tres años.
La identificación de la depresión crónica no es todo lo fácil que pudiera pensarse. Hay que evitar una confusión muy corriente: la de identificar como depresión crónica una depresión residual, una depresión prolongada por sucesivas recaídas y/o recurrencias o una depresión doble (crónica y recurrente), tarea que puede poner en apuros incluso a un experto. La resolución acertada de esta discriminación de estados depresivos va a permitir centrar mejor la estrategia del tratamiento y la elección del medicamento.
El tratamiento preventivo o profiláctico trata ante todo de evitar nuevos episodios, conceptuados como recurrencias o recidivas. Entre la recurrencia (recurrence, en inglés) y la recaída (relapse, en inglés) la diferencia conceptual es clara: la primera se refiere a la aparición de un nuevo episodio y la segunda a la reanudación de los síntomas. En la práctica no se dispone de datos objetivos fiables para efectuar la distinción entre ambas y se recurre al criterio cronológico convencional: la reaparición de los síntomas antes de haber pasado el período de cinco a seis meses después de la remisión se estima como una recaída y cuando acontece después de este plazo se valora como una recurrencia. Tal diferenciación cronológica se basa en postular que la recuperación o curación del episodio depresivo acontece de cinco a seis meses después de haberse logrado la remisión o desaparición de la sintomatología y que, naturalmente, a partir de ese momento en que .el episodio está resuelto se anula el riesgo de recaída.
Decíamos que con la aplicación del tratamiento preventivo se trata de evitar nuevas recurrencias. Su orientación habitual consiste en mantener durante un plazo mínimo de dos años el mismo tratamiento farmacológico que permitió obtener la recuperación del enfermo. La tendencia a disminuir la dosis antes de llegar al final del plazo mínimo, es una medida de aplicación individual que exige mucha cautela. No pocos enfermos depresivos se han desestabilizado en esta fase por no haberse mantenido en la misma dosis.
El tratamiento preventivo de los enfermos depresivos diagnosticados de trastorno bipolar exige una orientación peculiar y específica. Con independencia de los fármacos utilizados para conseguir la remisión de los síntomas agudos depresivos o hipertímicos, a partir de haberse conseguido esta remisión, por lo tanto incluso ya durante la fase de consolidación de la mejoría, son los psicofármacos psicoestabilizadores o timorreguladores la medicación indicada. El uso de medicamentos antidepresivos fuertes está casi siempre contraindicado en los bipolares y en los ciclotímicos en atención a que pueden acortar los ciclos, al extraer al enfermo de las garras de la depresión para precipitarlo por el tobogán de un episodio hipertímico.
El uso de los psicoestabilizadores exige no sólo un control clínico periódico sino la vigilancia sistemática de la tasa plasmática del medicamento, para lo cual se efectuará la extracción de la sangre en ayunas, diez horas después de la última toma del fármaco.
A la cabeza de esta familia de psicofármacos psicorreguladores figura el carbonato de litio. Su dosis habitual oscila entre 1200 y 2000 mg, fraccionada en dos o tres tomas. Se suele reservar la toma más alta para la noche. El nivel de litemia (tasa plasmática del litio) considerada idónea en el tratamiento preventivo oscila entre 0.6 y 1.00 mUq/l (mili equivalentes por litro). A partir de los 50 o 60 años la dosis terapéutica del litio, así como la tasa de litemia efectiva, suele ser mucho menor.
En los enfermos tratados con litio la litemia desciende cuando se retuerza la sal de las comidas. Lo contrario sucede si comienzan a tomar la comida más sosa. Por ello, se impone la rutina de que al consumir más sal se eleve algo la dosis de litio, y al revés.
La contraindicación fundamental para el tratamiento con litio viene impuesta por la insuficiencia renal o cardiaca. Durante el embarazo no es preciso suspender el litio, en contra de lo que antes se postulaba. Una vez al año debe efectuarse una prueba de funcionamiento renal y una determinación de la tasa plasmática de sustancias tiroideas.
La eficacia del litio se refuerza muchas veces asociándolo a la carbamazepina. De todos modos, su efectividad, ni siquiera con este refuerzo, se muestra suficiente en el tratamiento de los enfermos bipolares conocidos como cicladores rápidos (tres o más ciclos de hipertimia/depresión al año). La estabilización de los cicladores rápidos puede obtenerse casi siempre recurriendo al valproato, a la gabapentina o a la asociación de ambos productos. En los cicladores rápidos está rigurosamente contraindicada la administración de antidepresivos, porque la ciclación se volvería todavía más rápida. Esta contraindicación no deja de ser una paradoja que vulnera la lógica de la depresión.
Desde el inicio del tratamiento es conveniente acompañar la medicación con una psicoterapia cognitivo-conductual hecha sobre la marcha, aprovechando las sesiones de control clínico, con objeto de corregir la actitud pesimista del enfermo con la aportación de informaciones claras y precisas y orientar de un modo conveniente su conducta con un plan de vida adecuado. Esta intervención psicosocial, habrá de adaptarse más y mejor a las condiciones de cada enfermo una vez remitida su sintomatología. La intervención psicosocial será un acompañamiento ineludible de la administración de medicamentos durante las fases terapéuticas de recuperación y de prevención.
La guía para el plan de vida del enfermo, válido para acelerar la recuperación y consolidar la prevención, coincide con el sistema de pautas individuales recomendado para evitar la depresión.
A medida que se vaya produciendo la remisión de los síntomas depresivos, se irá perfilando la técnica más adecuada de psicoterapia breve para corregir los elementos personales de vulnerabilidad. Volveremos sobre este punto en el capítulo dedicado a la psicoterapia.
La psicoterapia en el enfermo depresivo y otras estrategias complementarias –
El adecuado tratamiento de todo enfermo depresivo se desarrolla en tres perspectivas: la acción química por medio de la farmacoterapia; la acción psíquica a través de la psicoterapia, y las normas de vida integradas por la socioterapia. De la socioterapia hemos dado cumplida cuenta en el prefacio, ya que para su aplicación resulta imprescindible la colaboración de los familiares, plan de vida al que deben asociarse las actividades individuales en que se basa la prevención de la depresión. La afirmación de que el medicamento es el vehículo principal responsable de la remisión de la sintomatología y por ende de los sufrimientos del enfermo, no supone una merma para la importancia de la psicoterapia. La psicoterapia resulta imprescindible ante todo enfermo depresivo para lograr un doble objetivo: en la primera fase, durante la recuperación del enfermo, la meta psicoterapéutica es la de potenciar y complementar la acción del medicamento; y una vez el enfermo recuperado, en la fase de tratamiento preventivo y ya algo antes, se trata de reforzar la personalidad con la disminución de su vulnerabilidad y con la estimulación de la capacidad para establecer y mantener relaciones interpersonales.
La psicoterapia inicial en el enfermo depresivo agudo se desarrolla con la técnica de la psicoterapia cognitiva, porque es la única forma de psicoterapia posible. Se trata ante todo de corregir las erróneas cogniciones {ideas, informaciones y actitudes) del enfermo sobre sí mismo. La depresión se autoalimenta en tanto en cuanto es fuente de pensamiento y actitudes del todo negativas en torno al yo, al vínculo con el mundo exterior ya lo que deparará el futuro. Así abundan afirmaciones de este cariz: «yo soy un inútil», «no cuento con nadie para ayudarme», «la enfermedad es incurable y el sufrimiento no tendrá fin». El enfermo se automortifica así en las tres vías: la escasa satisfacción de sí mismo, la subestimación de los refuerzos positivos recibidos del exterior y la convicción de un futuro cerrado.
La tarea psicoterapéutica no es fácil ni sencilla ante este panorama porque las producciones automáticas depresivas las refuerza el propio enfermo con razonamientos erróneos, en forma sobre todo de generalizaciones abusivas, absolutizaciones ilógicas (verlo todo como definitivo), ampliaciones o minimizaciones poco razonables {evaluación por exceso o por defecto), pensamiento dicotómico o maniqueo (división de las experiencias en dos categorías opuestas: bueno o malo, falso o verdadero, etc.); personalizaciones (establecimiento de una relación entre el acontecimiento externo y la persona sin una base suficiente para ello).
La acción de la psicoterapia cognitiva trata a la vez de sustituir los pensamientos negros sobre el yo, el ambiente y el futuro por imágenes agradables y de modificar los razonamientos distorsionados. Por ello, el psicoterapeuta cognitivo se centra en aportar una información realista y bien elaborada y en adiestrar al enfermo para no aceptar los pensamientos automáticos depresivos y reemplazar los razonamientos equivocados por interpretaciones realistas.
La aportación de información atinada para conducir al enfermo a una visión realista de su situación, representa el primer alivio que se le puede proporcionar, ya en el punto inicial del tratamiento. Además se consigue con ello una disposición más favorable a seguir la pauta terapéutica sobre todo la administración de los medicamentos. Hasta muchas veces se obtiene una mejor tolerancia de la medicación y una reducción de los efectos colaterales desagradables de los medicamentos, sobre todo cuando el manejo de estos productos proviene de un terapeuta grato con el que se ha establecido una relación psíquica directa. En cambio, tales efectos de intolerancia y de efectos adversos se multiplican cuando el fármaco ha sido prescrito por un especialista poco apto para la psicoterapia, sea por desconocer la técnica, sea por poseer una personalidad poco cordial y de escasa capacidad comprensiva. En este sentido podríamos calificar como placebo a los terapeutas de personalidad grata, ya que con su actitud facilitan la acción favorable de los medicamentos a través de un mecanismo psíquico, ya los de personalidad desagradable como nocebo, o sea placebo negativa, ya que de esta personalidad se derivan efectos medicamentos os adversos.
La técnica cognitiva asociada con la técnica comportamental acrecienta su eficacia. Para ello es suficiente elaborar un programa de actividades que abran el cauce a situaciones en las que el enfermo puede encontrar placer o mostrar su capacidad o su habilidad.
A medida que el enfermo se va recuperando de sus síntomas, a causa sobre todo de que la acción del medicamento va tomando plena marcha, lo que suele ocurrir entre las primeras tres y seis semanas, la psicoterapia toma una mayor efectividad y cambia un tanto de orientación, al encontrarse con un enfermo ya más propicio para colaborar en sí mismo y en las conexiones con el exterior. La psicoterapia cognitiva, al remitir los síntomas depresivos y reanudarse la apertura al exterior, deja paso paulatinamente a la técnica centrada en la vertiente externa del individuo, o sea la otredad, que es la psicoterapia interpersonal. Las entrevistas terapeuta/enfermo se orientan a partir de ese momento hacia dos objetivos: primero, el de fomentar la capacidad de aceptarse a sí mismo y elaborar una autoestima suficiente; segundo, el de fomentar la capacidad de aceptar a los demás, corregir las relaciones conflictivas y estimular la capacidad para establecer y mantener relaciones interpersonales adecuadas.
La psicoterapia interpersonal se desarrolla, por tanto, como si fuera una intervención psicosocial. Constituye la acción psicoterapéutica propia de la fase del tratamiento preventivo. Su objetivo primordial es la evitación de nuevos episodios, naturalmente. Por ello no tiene nada de extraño que una de sus indicaciones imprescindibles sea la depresión unipolar recurrente.
Las técnicas de psicoterapia cognitiva y de psicoterapia interpersonal, aplicadas sucesivamente en los enfermos depresivos como acabamos de exponer, coinciden en estos cuatro rasgos básicos: ambas son psicoterapias activas (intervención activa del psicoterapeuta), directivas (con metas dirigidas por el psicoterapeuta, más en la cognitiva que en la interpersonal), breves (su extensión máxima es una sesión semanal durante un período de tres a cuatro meses) y realistas (centradas en la situación presente del enfermo).
De esta suerte la psicoterapia adecuada para los enfermos depresivos se desarrolla íntegramente en sus dos secuencias habituales dentro de la psicoterapia breve. Quedan sujetos aquí a excepción exclusivamente los depresivos neuróticos, o sea los afectados por una depresión secundaria a un trastorno neurótico, llamados distímicos en los libros estadounidenses. En estos depresivos, una vez lograda la remisión bastante completa de la sintomatología de la depresión, es preciso ocuparse del tratamiento del cuadro neurótico sin abandonar por ello la medicación antidepresiva. La mayor parte de las depresiones neuróticas se desarrollan sobre la base de una neurosis de carácter y la fracción restante sobre una neurosis de angustia o una neurosis fóbica. Mientras que la psicoterapia selectiva toma una vía distinta en las tres modalidades de neurosis, la medicación indicada es prácticamente la misma: la asociación de un tranquilizante menor (benzodiazepina de vida media larga o buspirona) durante el día, potenciado o no con propanolol u otro betabloqueante, y al acostarse un hipnofacilitador. En la neurosis de carácter, la neurosis que con mayor frecuencia sirve de condicionante a la depresión neurótica, la psicoterapia selectiva es el método psicoterapéutico marcado por Adler para neutralizar el sentimiento de inferioridad. Se trata de una modalidad de psicoterapia comprensiva breve, que no exige nunca más de veinte sesiones, con lo que se consigue que el enfermo se comprenda a sí mismo a través sobre todo de la captación del sentido de su inseguridad y de la índole de su sentimiento de inferioridad. En consecuencia, se eleva automáticamente su autoestima. Resulta increíble que un método capaz de transformar la personalidad neurótica en una personalidad segura, flexible y sin inhibiciones, haya atraído en una proporción tan escasa la atención de los psicoterapeutas, hasta el punto de que casi resulta un método hoy desconocido. En la neurosis de angustia la técnica psicoterapéutica más eficiente es la del psicoanálisis breve, descrita hace tiempo por los psicoanalistas norteamericanos French y Alexander. Para la neurosis fóbica, el remedio más eficiente lo encontramos en las técnicas de terapia del comportamiento que conducen al fóbico al enfrentamiento precoz con la situación o el objeto fobógeno.
Entre las terapias antidepresivas complementarias las que han alcanzado la mayor aplicación son la fototerapia y la cronoterapia.
La fototerapia consiste en estimular al enfermo con una luz fluorescente blanca brillante, de espectro completo, de intensidad entre 2500 y 3000 lux. Ello equivale aproximadamente a la cantidad de luz que se registra en un día de primavera cuando se mira a través de una ventana y representa la acción de multiplicar por cinco la iluminación normal presente en cualquier local. La aplicación de esta luz artificial se efectúa en sesiones de alrededor de dos a cuatro horas durante un período de dos a cuatro semanas.
Con esta estimulación luminosa se trata de bloquear la secreción de la melatonina, hormona depresógena que inhibe la secreción de las glándulas endocrinas genital y tiroidea. Los niveles altos de melatonina son frecuentes en los enfermos depresivos y a medida que el fotoperíodo es más corto, como sucede en el invierno, se eleva la secreción de melatonina, lo contrario de lo que acontece en el verano.
La fototerapia está indicada sobre todo en la depresión estacional, una forma de depresión que suele presentarse en el tránsito del otoño al invierno, durante los meses de noviembre y diciembre, y no remite antes de transcurrir unos cuatro meses, por lo común antes del comienzo de la primavera. Cursa con síntomas vegetativos atípicos, en forma de un exceso de sueño y apetito y elevación del peso. Algunas veces toma una forma bipolar combinándose con un estado hipomaníaco durante el verano.
La fototerapia permite en algunos casos reforzar los efectos favorables de la terapia farmacológica. Hay diversos sucedáneos de la fototerapia, factores capaces de inhibir la secreción de melatonina, como el desplazamiento del enfermo depresivo a los países del Sur y la administración de un betabloqueante tipo propanolol o atenolol, o de la levodopa más la decarboxilasa incorporada, combinación muy utilizada en el tratamiento del síndrome parkinsoniano.
La cronoterapia es asimismo un recurso terapéutico complementario, especialmente válido para las depresiones refractarias al tratamiento habitual. Se desdobla en dos pautas posibles: la privación de la segunda mitad del sueño un día a la semana o el adelantamiento habitual del momento de acostarse y dormir en una hora o más.
Ambas pautas persiguen adelantar la presentación del sueño lento, el sueño acoplado con la vigilia, que, por depender de un regulador interno débil, obedece con docilidad y rapidez a los cambios del horario, lo contrario de lo que ocurre con el sueño rápido. Con este adelantamiento del sueño lento se facilita su integración sincronizada, o sea la resincronización con el sueño rápido, que en un gran sector de depresivos se encuentra en una fase avanzada con relación al sueño lento.
Los resultados obtenidos por lo general con las técnicas de cronoterapia no pasan de ser discretos y transitorios, por cuyo motivo su aplicación se ha reducido a una minoría de enfermos refractarios a los fármacos habituales. Naturalmente, con su aplicación se trata de reforzar la acción terapéutica de estos fármacos y nunca se prescinde de la terapia habitual.
Últimamente se ha incorporado a estas técnicas complementarias, buscando neutralizar la anormalidad neuroquímica singular o plural existente en todo enfermo depresivo, la aplicación de la estimulación magnética transcraneal. Se asegura que el efecto dura más que la estimulación, y se extiende más allá del área estimulada a otras áreas cerebrales.
En las depresiones recurrentes en la mujer la dieta baja en calorías (1000 calorías diarias) es un recurso que ha servido algunas veces de refuerzo efectivo al tratamiento farmacológico. En mi experiencia personal, el mayor apoyo terapéutico prestado por esta dieta al tratamiento farmacológico se produce en las depresiones premenstrual y perimenopáusica cuando se acompañan de aumento de peso.
Beber vino con moderación (de 2 a 7 copas a la semana) puede asociarse a un menor riesgo de desarrollar depresión, según las conclusiones de una investigación de la Red Predimed (Prevención mediante Dieta Mediterránea), publicada en la revista ‘BMC Medicine’.
Los resultados del estudio sugieren que «sólo con moderadas cantidades de alcohol, consumidas preferentemente en forma de vino, se puede obtener un efecto protector frente a la depresión, similar al que se ha observado para la principal enfermedad cardiovascular: la enfermedad coronaria».
Así lo ha destacado, a través de un comunicado, el catedrático de la Universidad de Navarra Miguel A. Martínez-González, director de este trabajo de investigación multicéntrico.
Según ha detallado, la Red Predimed ha trabajado durante siete años en el seguimiento de una cohorte de 5.500 bebedores con consumos ligeros y moderados de alcohol, de entre 55 y 80 años. «Los hallazgos mostraron una asociación inversa entre estos niveles bajos-moderados de alcohol y la ocurrencia de nuevos casos de depresión», ha indicado Martínez-González.
En opinión del experto, estudios previos apuntan que consumos intensos de alcohol conducen a problemas de salud mental, como la depresión. En cambio, «pocos han valorado la relación entre la salud mental y un consumo bajo-moderado de alcohol». «Nuestros hallazgos han mostrado una asociación inversa entre estos niveles bajos-moderados de alcohol y la ocurrencia de nuevos casos de depresión», ha apuntado.
El catedrático de la Universidad de Navarra ha precisado que los investigadores estudiaron sólo a aquellos voluntarios que, al inicio del estudio, nunca antes habían sufrido una depresión ni habían tenido problemas previos relacionados con el consumo de alcohol.
Factores como el consumo de alcohol, salud mental y estilo de vida se valoraron repetidamente mediante visitas en persona, repetidas con carácter trimestral, en las que se les realizaron exámenes médicos, entrevistas con dietistas y una amplia variedad de cuestionarios.
Se encontró que quienes tenían la costumbre de beber cantidades moderadas de vino (de 2 a 7 copas a la semana, sin superar una copa al día) era menos probable que desarrollasen una depresión. Estos resultados siguieron siendo significativos también cuando los investigadores tuvieron en cuenta y ajustaron sus hallazgos por diversos factores sociales y de estilo de vida como el tabaco, la dieta o el estado civil.
Martínez-González concluye que «pequeñas cantidades de ingesta de alcohol pueden ejercer una protección de modo similar a lo que se ha venido observando para la enfermedad coronaria». «De hecho, se piensa que la depresión y la enfermedad coronaria comparten diversos mecanismos causales comunes», ha explicado.
Asimismo, ha resaltado que investigaciones previas han indicado que algunos componentes no alcohólicos del vino, como el resveratrol y otras sustancias fenólicas, pueden tener funciones beneficiosas en algunas áreas cerebrales.
Una relación de larga duración puede conservar mucho del encanto de los primeros tiempos, para lograrlo se necesita creatividad, vencer la pereza y las cómodas rutinas. Diez recomendaciones para mantener viva la emoción y la ilusión.
1. Cada día en plan de conquista
Dar por hecho que ya se ganó la partida y que no hay que hacer nada más para conquistar al otro, es el primer paso para el deterioro de la relación. Recordar las estrategias más útiles al comienzo de la relación y aplicarlas, así como nuevas acciones basadas en el conocimiento que se tiene de la pareja, mantendrán la chispa y la emoción y evitan que el otro o uno mismo se convierta en algo tan obvio como el sofá de la sala.
2. Tener una vida propia
Cuando todas las experiencias que se tienen se viven en pareja, llega un punto en que no hay nada nuevo de qué hablar. Tener amigos propios, intereses individuales, actividades independientes de la pareja, es conveniente tanto para la persona como para la relación: oxigena, da temas de conversación, propicia nuevas actividades, nuevos amigos, en resumen, enriquecen la cotidianidad.
3. Modificar rutinas
Las rutinas prevalecen porque son cómodas, pero se pueden volver automáticas y por lo tanto pierden la emoción. Romperlas es más fácil de lo que se cree. Es darle espacio a la espontaneidad, atreverse a hacer propuestas fuera de lo común y cambiar la comodidad por la acción. Por ejemplo, aprovechar un día soleado en la semana y encontrarse en algún lugar de la ciudad después del trabajo para conversar mientras cae la noche.
4. Interesarse por lo que hace el otro
Los hobbies, gustos, intereses y el conocimiento del otro, pueden aportarle mucho al universo propio. Siempre habrá un ángulo de lo que el otro hace, que puede generar curiosidad en la pareja. No es decir simplemente no me gusta el fútbol sino intentar comprender por qué le gusta al otro. Con esta actitud se vencen prejuicios y se amplían horizontes. Además, se crean espacios para compartir.
5. Tener momentos exclusivos para compartir entre dos
Cuando hay niños de por medio, es poco el espacio que se tiene para compartir en pareja. Los abuelos, los tíos, la familia en general, pueden ser de gran ayuda para tener algunos momentos a solas. También en la vida cotidiana se pueden reservar algunos espacios para vivir en pareja: cuando ya se han acostado los niños o temprano, antes de que se levanten. El hecho es nunca olvidar que el otro, fuera de ser el papá o la mamá de mis hijos, es mi pareja.
6. Una buena relación sexual
En la sexualidad influyen la biología, pero también la psicología de ambos. El estrés y el cansancio diarios no son los mejores acompañantes para una relación. La risa, por el contrario, distensiona y permite un acercamiento más tranquilo. Buscar o crear ambientes adecuados (también emocionales) y evitar los encuentros automáticos son buenas formas de mantener una relación dinámica y emocionante. Preparar la comida juntos, sin prisa y anunciándolo de antemano de manera que ambos estén en la misma tónica, es una buena manera de disponerse para el sexo.
7. Ser siempre un reto
Dice Eduardo Punset, científico español, que uno de los factores fundamentales del Homo sapiens para ser feliz es tener un reto, algo que se tenga que lograr. Aquello que se cree ya conseguido, pierde interés. El concepto de incondicionalidad en la pareja es peligroso y promueve actitudes y acciones irresponsables: Estarás ahí, haga lo que haga. Cuando ambas personas tienen claro que tienen que ganarse día a día al otro, aportan lo mejor de sí y hacen su mayor esfuerzo para que la relación continúe.
8. Hacer de las caricias una novedad
En las caricias convive lo instintivo y lo racional. La ternura, la solidaridad, el apoyo, son sentimientos que se expresan muchas veces con mayor claridad y contundencia con un abrazo o un apretón, que con palabras. Las caricias tienen un efecto terapéutico, disminuyen el estrés, relajan y crean un vínculo irremplazable. Su efecto positivo es tanto para quien las da como para quien las recibe. Se puede acariciar con las puntas de los dedos o con la mano entera, con el dorso o con un simple juego de dedos. Son cientos las formas para explorar y expresarle sentimientos al otro.
9. Ser compinches
Antes que ser pareja, es importante que ambos sean amigos. La vida no puede convertirse sólo en obligaciones y responsabilidades. Se está construyendo una vida y un futuro en común, pero también se necesitan espacios de distensión, de ocio, de diversión y picardía. Ser compinches de pequeñas locuras, crea un vínculo fortísimo y gratificante.
10. Evitar ser el típico en cualquier cosa
Liberarse de los estereotipos o evitar caer en ellos es una forma de mantener la identidad. Cada cual construye su día y su vida a su manera. Es fácil hacerlo según las recetas prehechas de la sociedad (la señora cantaletosa, el señor malhumorado e indiferente frente a lo doméstico
), pero es más enriquecedor y gratificante hacerlo según la fórmula propia.
Una relación de pareja es como una planta que debe cultivarse día a día. Los detalles y la paciencia con el otro son la base para que una relación amorosa funcione y perdure en el tiempo. Siguiendo los anteriores consejos podrás mejorar tu relación de pareja de tal manera que la armonía y la felicidad visiten de nuevo tu corazón. Apréndelos y practícalos.
Si tienes problemas en tu relación de pareja y te gustaría solucionarlos, pide ayuda en nuestro centro de psicología clínica de Mataró. Estamos especializados en terapia de pareja y en terapia familiar.
Cuanto más pronto se enciende una persona un cigarrillo tras despertarse, más probabilidades de desarrollar cáncer oral o de pulmón, de acuerdo a una investigación de la Universidad de Pennsylvania, que publica la revista «Cancer, Epidemiology, Biomarkers and Prevention».
«Descubrimos que los fumadores que consumen tabaco inmediatamente después de levantarse de la cama presentan unos niveles más altos de NNAL -un metabolito del carcinógeno específico del tabaco NNK- en su sangre que los fumadores que esperan media hora o más después de despertarse, independientemente de cuántos cigarros fumen al día», explica Steven Branstetter, profesor asistente de salud bioconductual.
De acuerdo con este investigador, otro estudio demostró que el NNK induce los tumores de pulmón en diferentes especies de roedores. Los niveles de NNAL en la sangre pueden, por tanto, predecir el riesgo de cáncer de pulmón en roedores como en los seres humanos. Además, los niveles de NNAL son estables en los fumadores a lo largo del tiempo, y una simple medida puede reflejar con precisión la exposición de un individuo.
Branstetter y su colega Joshua Muscat, profesor de salud pública, examinaron los datos de 1.945 adultos fumadores que participaron en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición que habían facilitado muestras de orina para los análisis de NNAL. Estos participantes también habían dado información sobre su comportamiento rspecto al tabaco, incluyendo a qué hora solían fumarse su primer cigarrillo del día.
Los investigadores encontraron que alrededor del 32% de los participantes fumaban a los cinco minutos de despertarse, el 31% lo hacía entre 6 y 30 minutos después, el 18% entre 31 y 60 minutos más tarde, y el 19% fumaba más de una hora después de levantarse. Además, hallaron que los niveles de NNAL en sangre de los participantes tenían correlación con su edad, la edad a la que comenzaron a fumar, su género y si había o no otro fumador en casa, entre otros factores.
Para los autores del estudio, el descubrimiento más importante es que la presencia de NNAL era más alta entre las personas que fumaban nada más levantarse, con independencia de la frecuencia con la que fumasen y otros factores que predicen las concentraciones de esta sustancia.
«Creemos que la gente que fuma al despertar inhala más profundamente, lo que podría explicar los altos niveles de NNAL en su sangre, así como su mayor riesgo de desarrollar cáncer oral o de pulmón», explica Branstetter. De acuerdo a la investigación, el momento de fumar el primer cigarro del día puede ser un factor importante en la identificación de los fumadores de alto riesgo y en el desarrollo de intervenciones orientadas hacia los fumadores de buena mañana.
Tal y como recogen diversos medios estos días, los problemas de ansiedad y depresión constituyen uno de los principales motivos de consulta en Atención Primaria. La situación actual de crisis económica ha agravado notablemente la prevalencia de estos trastornos, de tal manera que los expertos advierten que en el 2020 constituirán la primera causa de discapacidad en el mundo.
Recientemente, en el marco de un congreso nacional sobre ansiedad y trastornos comórbidos, profesionales de la medicina han reconocido que los tratamientos farmacológicos actuales resultan insatisfactorios en estos casos, ya que sólo son efectivos en la mitad de los pacientes y su administración no elimina cierta patología residual que se mantiene en el tiempo.
En contrapartida, y si tenemos en consideración la evidencia científica de los últimos años, la terapia psicológica y, específicamente, la terapia cognitivo-conductual, ha demostrado ser una alternativa más eficaz y económica que los fármacos para el tratamiento de la ansiedad y de la depresión y, a diferencia del tratamiento farmacológico, no supone ningún riesgo para la salud y no presenta ningún efecto secundario adverso.
Además de reducir los síntomas de ansiedad y depresión y mantener estos cambios terapéuticos a largo plazo, el tratamiento psicológico proporciona otros beneficios en comparación con el tratamiento farmacológico, tales como una mayor adherencia al tratamiento, una disminución significativa del riesgo de recaídas y una elevada tasa de recuperación (es decir, a diferencia de los fármacos, no deja ninguna patología residual), evitando la cronificación del trastorno y disminuyendo, consiguientemente, el número de visitas al médico y los días de hospitalización.
De hecho, las principales guías de práctica clínica basadas en la evidencia científica, tanto internacionales como nacionales (como la del National Institute for Health and Clinical Excellence NICE-), recomiendan la terapia cognitivo-conductual como el tratamiento de primera elección para el trastorno depresivo leve y moderado, el trastorno de angustia, el trastorno obsesivo-compulsivo, el trastorno de ansiedad generalizada y las fobias específicas.
Asimismo, el tratamiento psicológico es aconsejable por encima del farmacológico cuando el problema de salud mental que presenta el paciente está complicado por otras condiciones médicas, como abuso de alcohol o drogas, o problemas crónicos de salud física, así como en el caso de niños, adolescentes y mujeres embarazadas, debido al riesgo elevado para la salud que supone el consumo de psicofármacos en estos grupos de pacientes. Sólo en los casos severos se recomienda el uso de medicación, pero siempre en combinación con tratamiento cognitivo-conductual, e informando al paciente sobre los objetivos terapéuticos, la duración del tratamiento farmacológico, los posibles efectos secundarios y los riesgos que conlleva una interrupción brusca de la medicación.
Por todos estos motivos, numerosos organismos competentes en materia de salud -como la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Instituto Nacional para la Salud y la Excelencia Clínica del Reino Unido (NICE) o la Federación Mundial de la Salud Mental (WFMH)- señalan las ventajas económicas y psicosociales de la implementación de terapias psicológicas en los servicios de Atención Primaria, así como la necesidad de los ciudadanos de recibir otro tipo de atención sanitaria menos medicalizada, más humanizada y, sobre todo, más ajustada a sus necesidades.
ANSIEDAD/FOBIA SOCIAL: Explicación del trastorno y Programa de Tratamiento CONCEPTO Y CARACTERÍSTICAS DE LA FOBIA SOCIAL q DEFINICIÓN FOBIA SOCIAL (CRITERIOS DIAGNÓSTICOS): 1. TEMOR acusado y persistente a una o más situaciones sociales o de actuación en público en las que la persona se ve expuesta a gente desconocida (o que no pertenecen al ámbito familiar) o al posible escrutinio/evaluación por parte de los demás, y en las que el sujeto teme actuar de alguna manera que pueda ser humillante o embarazosa (o mostrar síntomas de ansiedad). Así pues, TEMOR A LA EVALUACIÓN NEGATIVA: temor a situaciones en las que el sujeto tiene que hacer algo mientras sabe que los demás le estarán observando y, en cierta medida, evaluando su conducta. La característica distintiva, pues, es un temor al escrutinio por parte de los demás, y temen que ese escrutinio sea embarazoso, humillante, … les haga parecer como tontos, o sean evaluados negativamente. 2. La persona reconoce que ese temor es excesivo o irracional (poco razonable). 3. La exposición a la/s situación/es social/es temida/s provoca en el individuo una respuesta inmediata de ANSIEDAD de modo casi invariable. 4. Las situaciones sociales o de actuación en público se EVITAN o se soportan con una ansiedad o malestar intensos. 5. Los síntomas del trastorno (comportamientos de evitación, anticipación ansiosa, o el malestar que aparece en las situaciones temidas) INTERFIEREN de manera importante con el funcionamiento del individuo en una o más áreas (rutina habitual, relaciones laborales o académicas, relaciones sociales…), y/o se da un NOTABLE MALESTAR por el hecho de padecer la fobia (es decir, los síntomas producen un malestar clínicamente significativo). q CARACTERÍSTICAS CLÍNICAS:COGNITIVAS, FISIOLÓGICAS Y CONDUCTUALES. I.- Aspectos cognitivos más frecuentes: – Sobreestimación aspectos negativos de su conducta (magnificación debilidades personales) – Atención selectiva a las debilidades y errores – Minimización ventajas/aptitudes personales, descartar valor de los éxitos pasados, … – Excesiva conciencia de sí mismo – Temor a la evaluación negativa – Hipersensibilidad a la crítica – Temor a hacer el ridículo – Temor a lo que los demás piensan de uno mismo – Temor de no agradar a los demás – Temor a no saber qué decir – Patrones excesivamente elevados para la evaluación de su actuación (auto-exigencia) – Percepción de falta de control sobre su propia conducta II.- Síntomas fisiológicos más frecuentes de la respuesta de ansiedad: – palpitaciones – temblor – sudor – tensión muscular – sensación de vacío en el estómago – boca seca – sensación frío/calor – ruborizarse – tensión/dolor cabeza III.- Aspectos Conductuales: El síntoma conductual más habitual es la EVITACIÓN de las situaciones sociales temidas. Algunas de las más frecuentes son: – Iniciar y/o mantener conversaciones – Quedar con alguien – Asistir a fiestas, reuniones, congresos… – Telefonear (especialmente a personas a quienes no se conoce muy bien) – Comportarse asertivamente (p.e. expresar desacuerdo o rechazar una petición) – Devolver un producto a la tienda donde lo ha comprado – Hacer y recibir cumplidos – Hablar con personas de autoridad – Hablar con desconocidos – Hacer contacto ocular con gente que no conoce – Hablar en público (p.e. ante grupos pequeños o grandes), pronunciar un discurso… – Actuar ante otras personas – Ser el centro de atención (p.e. entrar en una habitación cuando la gente ya está sentada) – Comer/beber en público – Escribir/trabajar mientras le están observando – Utilizar los urinarios públicos q SUBTIPOS DE FOBIA SOCIAL: Fobia social simple o específica: Cuando el temor se refiere a estímulos o situaciones muy específicas (comer o beber en público, escribir delante de otros, hablar en público…). Fobia social generalizada: si los temores hacen referencia a la mayoría de situaciones sociales (p.e., iniciar o mantener conversaciones, participar en pequeños grupos, tener citas, hablar con figuras de autoridad, asistir a fiestas…). En la clínica, el 60-70% del total de pacientes pertenecen a la fobia social de tipo generalizado. Los distintos tipos de fobia social, a excepción del temor a hablar en público, presentan frecuentemente antecedentes de timidez en la infancia y determinadas características de personalidad (neuroticismo e introversión, especialmente). q ETIOLOGÍA (Orientación Cognitivo-Conductual): – Insistir en que es un comportamiento aprendido, y que como tal puede desaprenderse. – A continuación se explica cómo se forma y mantiene el problema (Tª Bifactorial de Mowrer): (ej. experimento: provocación fobia en un niño a un conejo blanco-ruido) La adquisición de la fobia se explica por un proceso de Condicionamiento Clásico (C.C.): asociación de un Estímulo Neutro (EN), que es neutral en principio en cuanto a la provocación de ansiedad (situación social) con un Estímulo Incondicionado (EI) (estímulo capaz de producir por sí mismo ansiedad/daño: experiencia aversiva), de tal forma que el EN se convierte en Estímulo Condicionado (EC: situación fóbica), es decir, funciona como un estímulo que provoca ansiedad/miedo. El mantenimiento de la fobia se explica por un proceso de Condicionamiento Operante (C.O.), por el mecanismo de refuerzo negativo (consecuencia positiva al eliminar algo malo): la evitación de la situación temida provoca una disminución de la ansiedad a corto plazo, actuando así pues como refuerzo negativo (sensación de alivio: es una consecuencia positiva de eliminar algo malo, como la ansiedad). Pero la evitación facilita un mantenimiento del miedo pues no se puede aprender que el E fóbico no va seguido necesariamente de las consecuencias negativas. Por otra parte, la evitación también facilita la influencia de pensamientos negativos (esquemas cognitivos -distorsiones cognitivas- subyacentes = modo de vulnerabilidad). Así, la evitación reduce la ansiedad a corto plazo, pero mantiene el miedo a largo plazo porque son conductas reforzadas negativamente (sensación de alivio) y porque impide que la persona aprenda que la situación no es peligrosa y que es poco probable que sus predicciones ansiosas se conviertan en realidad, además que impide o dificulta el desarrollo de habilidades sociales exitosas. – Enfatizar la necesidad de una participación activa para romper el círculo vicioso que mantiene la fobia. FASES EN EL DESARROLLO DE LA FOBIA SOCIAL Experiencia Social Negativa en persona psicológicament vulnerable (nivel alto de neuroticismo y de introversión)
Respuestas Psicofisiológicas de Ansiedad (rubor, taquicardia, sudor, temblor, etc.)
Anticipación de consecuencias negativas ante otras relaciones sociales
Respuestas psicofisiológicas de ansiedad (rubor, taquicardia, sudor, temblor, etc.)
CONDUCTA INHÁBIL
1ª FASE: Fracaso en las experiencias sociales
Anticipación de consecuencias negativas ante nuevas situaciones sociales
Respuestas Psicofisiológicas de Ansiedad (rubor, taquicardia, sudor, temblor, etc.)
EVITACIÓN DE LA SITUACIÓN SOCIAL
Sensación de alivio y desaparición de las respuestas de ansiedad
2ª FASE: Reforzamiento de la evitación social FUNDAMENTACIÓN PROGRAMA DE TRATAMIENTO (COGNITIVO-CONDUCTUAL): TÉCNICAS A UTILIZAR Tratamiento Cognitivo-Conductual: Programa Multicomponente (especialmente en la Fobia Social Generalizada). TÉCNICAS FUNDAMENTALES: – EXPOSICIÓN A SITUACIONES TEMIDAS – TERAPIA COGNITIVA: REESTRUCTURACIÓN COGNITIVA, AUTOINSTRUCCIONES… TÉCNICAS COMPLEMENTARIAS: – RELAJACIÓN/RESPIRACIÓN – ENTRENAMIENTO EN HABILIDADES SOCIALES Y ASERTIVIDAD – ENTRENAMIENTO EN RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS – AUMENTO DE LA AUTOESTIMA – DIVERSIFICACIÓN ACTIVIDADES DIARIAS DIFERENCIAS ENTRE EXPOSICIÓN TERAPÉUTICA Y EXPOSICIÓN NATURAL: EXPOSICIÓN TERAPÉUTICA
EXPOSICIÓN NATURAL
Prolongada en el tiempo
Breve + Escape
Frecuente
Esporádica
Predecible
Impredecible
Control percibido: la exposición se encuentra bajo el control de la persona
La exposición se percibe lejos del control del paciente
Estrategias de afrontamiento adaptativas (cogniciones racionales + control ansiedad)
Estrategias de afrontamiento desadaptativas: distracción, evitación, mantenimiento cogniciones ansiosas y catastróficas…
Se estima que en España más de 500.000 personas sufren serios problemas con el juego y casi 800.000 presentan algunos de los síntomas característicos de los ludópatas.
El punto de partida en este tema es que el juego patológico, aunque pueda parecer un vicio, es una enfermedad. Porque, aunque el juego en general es algo normal y deseable, cuando se constituye en adicción se convierte en enfermedad.
Muchas personas han llegado a perderlo todo, dinero, familia, trabajo, relaciones, por culpa de su dependencia del juego. Para estos enfermos, el juego es una obsesión que puede considerarse como un descontrol de los impulsos, lo mismo que sucede con el impulso de robar (cleptomanía) o de quemar cosas (piromanía). Hay ludópatas que hallan placer en el hecho de jugar, otros que dicen ganar dinero jugando y también los hay que afirman ser unos expertos en los trucos del azar y que son capaces de detectar cuándo, por ejemplo, la maquina «está caliente» y se dispone a dar premios cuantiosos.
Todos sabemos que si se llaman juegos de azar es porque no hay forma de controlar sistemáticamente los resultados del juego y, por tanto, apenas intervienen las habilidades de la persona para saber cuándo se cantará bingo, si la ruleta se detendrá en tal o cual número o si el premio de la lotería se venderá en tal o cual localidad. Por otro lado, algunos ludópatas se excusan asegurando que jugar les libera de tensiones cotidianas, que les divierte, les distrae o les permite albergar la esperanza de un futuro sin problemas económicos.
Lo primero es reconocer el problema.
Casi siempre son situaciones que se prolongan en el tiempo, porque el jugador patológico raramente reconoce serlo. Muestra tendencia a mentir incluso a los seres más próximos, a endeudarse para saldar deudas de juego y así poder jugar nuevamente para eliminar la nueva deuda contraída, aunque manifiesta que todo se solucionará enseguida, cuando llegue la «racha buena».
Minimizan su problema manifestando (como lo hacen otros adictos, por ejemplo al alcohol) «esto lo dejo cuando yo quiera». Con frecuencia, la ludopatía es una adicción que se presenta asociada a otras: alcohol, tabaco, medicamentos, drogas… El perfil más clásico de quien juega de modo patológico es el de una persona caprichosa, con problemas de ansiedad, dificultades de adaptación social y escasa tolerancia de las frustraciones.
En cuanto a las formas de juego, junto al bingo, las loterías y los casinos, las máquinas tragaperras merecen una atención específica, aunque sólo fuera por su proliferación y por esa cercanía tan inmediata a toda la población.
El atractivo de las tragaperras consiste no sólo en la relativa frecuencia con que suenan las monedas al caer, aunque sean en poca cantidad, sino además derrochan músicas, palabras seductoras y colores en movimiento que estimulan y atraen al posible jugador. Quienes han diseñado los programas de las máquinas conocen los mecanismos del comportamiento humano. Refuerzan de tal manera la conducta que quienes padecen alguna debilidad anterior fácilmente corren el riesgo de convertirse en adictos a ese juego y a otros.
Las tragaperras devuelven al jugador un porcentaje fijo del dinero captado. Pero sepamos que si se juega de forma continuada, se pierde siempre, irremisiblemente.
Mantienen la atención y la tensión del jugador concediendo pequeños premios de vez en cuando. Como las máquinas pueden ser en cierto modo manejadas por el jugador que selecciona opciones mediante palancas o botones, se le hace creer a este que de alguna manera controla el resultado de los premios a obtener.
Indicadores que descubren un problema de adicción al juego.
La Asociación Americana de Psiquiatría indicó en 1995 que hay juego patológico cuando se dan al menos cinco de estas circunstancias:
Preocupación por el juego (por ejemplo, idear formas de conseguir dinero para jugar) Necesidad de jugar con cantidades crecientes de dinero para conseguir el grado de excitación deseado. Fracaso repetido de los esfuerzos para controlar, interrumpir o detener el juego. Inquietud o irritabilidad cuando se intenta interrumpir o detener el juego. El juego se utiliza como estrategia para escapar de los problemas. Después de perder dinero en el juego, se vuelve a jugar para intentar recuperarlo. Se engaña a los miembros de la familia, terapeutas u otras personas para ocultar el grado de implicación en el juego. Se cometen actos ilegales como falsificaciones, fraude, robo o abusos de confianza para financiar el juego. Se han puesto en riesgo o perdido relaciones interpersonales significativas, trabajo u oportunidades profesionales por causa del juego. Se confía en que los demás proporcionen dinero que alivie la situación financiera causada por el juego
Qué hacer ante la ludopatía.
Las familias de jugadores patológicos pueden solicitar la prohibición de que entren a ciertos lugares de juego, como bingos y casinos. Si existen indicios razonables de juego patológico, acudir a profesionales especializados y también a asociaciones de autoayuda para las ludopatías. Normalmente, un ludópata no puede dejar de jugar sin recibir ayuda, por mucha fuerza de voluntad que tenga. La ludopatía rara vez tiene una sola causa o circunstancia. Requiere de la intervención de especialistas de la psicología para diseñar el proceso de deshabituación. Es frecuente que el ludópata tenga una personalidad inmadura, miedos, sentimientos de inferioridad y falta de responsabilidad. Como una de las características del ludópata es la impulsividad, la intervención consistirá en una reestructuración de la personalidad, que le permita afrontar situaciones difíciles, tolerar la frustración y aprender a fijarse limites. Además debe intervenirse en el entorno familiar o social, como en cualquiera otra adicción. La familia debe entender que se trata de una enfermedad y asumir la responsabilidad de acompañar y ayudar al paciente en el proceso de deshabituación. Y la prevención. Sin ir más lejos, es importante que los hijos no oigan frecuentemente que una lotería o un juego solucionaría nuestras vidas. Deben saber desde muy pequeños que con los juegos de azar siempre se acaba perdiendo.
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