¿Habré elegido bien? ¿Seguro que es mejor esta opción? ¿Me habré equivocado?
Cada día de nuestras vidas, desde que nos levantamos, hasta que nos volvemos a acostar, de forma más y/o menos consciente, estamos continuamente haciendo predicciones y eligiendo entre distintas opciones, esto es, tomando decisiones. Estas pueden ser simples e incluso automáticas como atarnos los zapatos de una determinada manera y en un momento concreto, o elegir un camino más corto para llegar a una cita. Otras, en cambio, conllevan un proceso de reflexión mucho más profundo. Habitualmente, estas segundas guardan relación con aspectos significativos de nuestras vidas, como quedar o no con una persona que nos gusta, realizar un trabajo u otro, etc.
En ocasiones, por experiencias vividas y por rasgos concretos de nuestra personalidad, podemos atribuir una importancia mayúscula a casi todas las decisiones que tomamos, ralentizando el proceso y limitando la realización de las actividades diarias. A menudo, aquellos que exhiben esta inseguridad constante tienen ciertas dificultades relacionadas con la autoestima, lo cual se traduce en un sentimiento de inferioridad e inseguridad personal, y por tanto en miedo a la hora de elegir entre diferentes opciones. Además, es típico también manifestar comportamientos dependientes hacia los demás, delegando el camino de la toma de decisión a los más cercanos o a aquellos que se conciben como más seguros o preparados para realizarlo. Así, las dificultades para tomar decisiones, y por tanto, para resolver problemas, pueden venir de la propia situación en sí, o de ciertas limitaciones personales. A continuación pues, se expondrá un mecanismo específico que puede facilitarnos este camino:
1. Orienta y delimita el problema: En un primer momento es imprescindible acotar bien el problema en sí. Debemos añadir aquí todas las variables que están en juego, tanto a nivel personal como externo. La definición realista y exhaustiva de los componentes que nos están haciendo dudar es una de las partes más importantes del proceso.
2. Elabora un plan: Generar conductas u opciones alternativas: Seguidamente debemos plantear alternativas plausibles para solventarlo, procurando tener un buen número de opciones a poder elegir. Aquí, resulta de ayuda también especificar formas de llevarlo a cabo, ya que cuando nos encontremos en la situación, tendremos más armas para hacerle frente. Se trata de flexibilizar nuestra mente, de tal forma que podamos estar preparados para lo que pueda suceder.
3. Anticipa posibles resultados y sus consecuencias: Relacionado con el punto anterior, la anticipación de los resultados que se podrán obtener y de sus consecuencias contribuye también a la construcción del escudo que nos permitirá afrontar de manera más eficiente, posibles circunstancias adversas. Realizar este análisis no significa tenerlo todo controlado, sino plantearnos que puede haber finales alternativos. Si nos quedamos anclados en este punto, podemos entrar en una espiral de preocupación constante que no nos permitirá avanzar, y lo que es peor, nos impedirá tomar y ejecutar una decisión concreta
4. Controla el proceso: Este aspecto se sitúa dentro de la propia resolución del problema. Mientras lo estemos ejecutando, conviene ir procesando y atender a todo lo que va sucediendo, analizando si se relaciona con lo que habíamos anticipado. En caso de que nos estemos desviando mucho de nuestro esquema, podremos tomar alguna de las alternativas que nos habíamos conseguido plantear.
Podríamos definir el proceso de toma de decisiones y de resolución de problemas como el proceso en el cual debemos encontrar una conducta o conductas adecuadas para una situación en la que existen una serie de sucesos inciertos. El elegir una situación es ya un aspecto que puede entrar en el proceso. Debemos seleccionar los elementos que resultan relevantes e ignorar aquellos que no lo son, juntamente con analizar la relación entre ellos. Una vez determinada y delimitada la situación, para facilitar la toma de decisiones es necesario plantearnos acciones alternativas, generalizarlas para imaginar la escena final, y evaluar los resultados procurando tener en cuenta la incertidumbre de cada opción.
Cada uno de nosotros afrontamos las situaciones de nuestra vida cotidiana de una forma específica y totalmente diferente a los demás, basándonos en nuestra experiencia y sobre todo en el refuerzo recibido tras resolver situaciones similares. Las dificultades pueden relacionarse con diferentes aspectos, y es importante trabajar no solamente el proceso, sino aquellas características que propician que este se vea entorpecido.
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