Depresión encubierta: características, síntomas y tratamiento
Estamos muy acostumbrados a utilizar el término depresión o estar deprimido, quizás demasiado. Lo hacemos normalmente refiriéndonos a un estado de tristeza, cansancio o apatía, que suele ser relativamente breve, situacional (es decir, asociado a algo en concreto), y de intensidad leve o moderada. Pero la depresión como tal va mucho más allá, conformando una patología que sufren aproximadamente 280 millones de personas a nivel mundial, y 2,1 millones en España, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La depresión supone un trastorno mental en el que aparecen una serie de consecuencias que limitan e interfieren significativamente en las diferentes áreas vitales de la persona que la sufre. Así, constituye una problemática en la que aparece un estado de ánimo bajo y pérdida de interés o placer en la mayoría de actividades. Asimismo, hay una disminución o aumento del apetito, alteraciones en el sueño (insomnio o hipersomnia), fatiga o pérdida de energía la mayor parte del tiempo. También sentimientos de inutilidad, culpa y desesperanza, dificultades de concentración y de toma de decisiones, y la posibilidad de que aparezcan pensamientos de muerte.
En la depresión encubierta o enmascarada, estos síntomas pueden ser casi imperceptibles, o aparecer de otras formas (agresividad, irritabilidad, problemas de conducta, deterioro cognitivo…). Esto puede ser debido a diferentes motivos. La persona puede querer ocultar o reprimir su malestar por miedo al juicio o la reacción de los demás, o a las creencias asociadas a la depresión (p.ej., rechazo a la tristeza por parecer débil o no válido). Puede que la problemática actúe de manera más inconsciente, donde la persona puede tener dificultades para conectar con su mundo interior y su realidad emocional. En ambos casos, la persona se mostrará y utilizará principalmente los siguientes mecanismos:
- Máscara de la felicidad: La persona se esforzará para ofrecer una imagen positiva, feliz, muy diferente y contraria a lo que está experimentando internamente.
- Automanejo: Tenderá a querer gestionar ella misma sus sentimientos y preocupaciones, dando la imagen de no necesitar ayuda.
- No comunicación/exteriorización: En la misma línea, uno de los principales mecanismos es el no comunicar, ni para exteriorizar cómo se siente, ni mucho menos para solicitar ayuda.
- Aislamiento y desvinculación de actividades: Es común el aislarse progresivamente y dejar de realizar planes y actividades gratificantes. La persona se encierra en su mundo para no sacar a la luz su verdadero estado.
- Mantenerse en la rutina: Dejar pasar también es algo habitual. Congruente con la minimización y la ocultación, la persona difícilmente se planteará un cambio, por el nivel de esfuerzo que le supone y por no querer alejarse de la “comodidad”.
- Consumo de sustancias: Utilizan estrategias o métodos para manejar y seguir ignorando su problemática real. En este sentido, el consumo de sustancias como el alcohol o el cannabis pueden ser percibidos como útiles por la persona para evadirse.
- Alteraciones en la alimentación y el sueño: Son muy comunes tanto la desregulación alimentaria como en el sueño. Pueden aparecer al inicio, o después de un cierto tiempo reprimiendo y ocultando la problemática.
Debemos estar atentos a los diferentes signos de alarma que nos refleje la persona, y acompañarla y validar cómo se esté sintiendo. Hay que procurar fomentar que busque ayuda profesional, lo cual repercutirá directamente en mejorar su salud y su calidad de vida.
Si te sientes identificado con lo aquí expuesto, o conoces a alguien que presenta alguno de estos síntomas, no lo dudes y contacta con nosotros. Contamos con un equipo de psicólogos y psiquiatras, que te proporcionará toda la información y ayuda que necesites.