El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) en la infancia
El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) se caracteriza por la presencia de obsesiones y/o compulsiones que, o bien requieren mucho tiempo, o causan un malestar significativo en las diferentes áreas de funcionamiento. Además, los síntomas no pueden ser explicados por los efectos de alguna substancia (fármaco o droga), ni por alguna condición médica. Por un lado, las obsesiones se definen como pensamientos o imágenes persistentes que se experimentan como no deseadas, y que en la mayoría de las personas causan malestar. Las compulsiones tienen el objetivo de reducir o suprimir este malestar, y se materializan mediante la realización de comportamientos o actos mentales repetitivos (p.ej., rituales). La persona, mediante su uso, busca combatir las obsesiones o actúa en congruencia con una serie de reglas las cuales interpreta que debe cumplir de manera rígida.
Los aspectos citados, aunque se utilizan para definir la problemática tanto para población adulta como infantojuvenil, en este segundo caso conviene tener presentes ciertas características específicas: En primer lugar, y como uno de los aspectos clave, hay que considerar el momento o nivel desarrollo evolutivo y madurativo del niño. En este sentido, cuando se analizan las compulsiones debemos tener muy presente que los niños de corta edad pueden ser incapaces de manifestar o articular los objetivos de estas conductas, es decir, es muy probable que presenten dificultades para vincular estos actos a una finalidad concreta. Junto a esto, además, en esta etapa (sobre todo entre los 8 y 10 años) aparecen comportamientos concebidos como juegos que podrían ser etiquetados como compulsiones leves, pero que por su intensidad y frecuencia no deben atenderse clínicamente (p.ej., no pisar las rayas al andar por la calle). Sólo si interfieren o dominan significativamente la vida del niño serán causa de preocupación. En relación a este último punto, debemos añadir que todavía está por esclarecer si los rituales evolutivos representan en algunos casos manifestaciones precoces del TOC.
Otros datos interesantes tienen que ver con la frecuencia de aparición y con su curso o evolución. Así, se ha constatado que en edades tempranas el problema es más frecuente en chicos, en la adolescencia las tasas parecen igualarse, y en la adultez se muestra una prevalencia ligeramente superior en mujeres. Además, los datos obtenidos hasta el momento sugieren un curso prolongado donde los factores sociales y ambientales (especialmente los estresores psicosociales) parecen jugar un papel muy importante en la exacerbación de los síntomas. Durante su desarrollo, es probable que aparezcan otras problemáticas, como por ejemplo el trastorno de tics, el cual aparece más en chicos. Todo ello repercute negativamente en la vida del individuo, y en especial, cuando el problema se inicia en la infancia o adolescencia tiene unas claras consecuencias a nivel social (disminuyendo la interacción y la creación de vínculos) y personal (reduciendo significativamente el grado de autonomía del niño).
Por último, indicar que como posibles causas de su aparición se han proporcionado diferentes explicaciones. Así, aunque los argumentos no son concluyentes, algunos han sugerido una posible base biológica o genética. Los autores que defienden esta postura se basan en que la aparición del TOC es más frecuente en niños con parientes de primer grado que han sufrido o sufren conductas obsesivo-compulsivas, en que en muchas ocasiones se muestra con una problemática neurológica conocida (p.ej, alteración del funcionamiento de los ganglios basales), y en que algunos casos de inicio súbito o repentino parecen haberse desencadenado a causa de ciertas infecciones. A pesar de ello, los datos todavía no son concluyentes.
La descripción de los problemas psicológicos en población infanto-juvenil debe realizarse con mucha cautela, no solo por la heterogeneidad con que manifiestan los diferentes síntomas, sino por la importancia de no patologizar precozmente y discriminar, de este modo, entre el desarrollo evolutivo normal y el que puede merecer atención profesional. Por todo ello, desde las áreas de psiquiatría, neuropsicología y psicología infantil y adolescente se trabaja para esclarecer y delimitar las características de las diferentes problemáticas, juntamente con mejorar las diferentes intervenciones existentes, lo cual puede permitir potenciar la mejora de su salud tanto física como emocional.
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