Obsesión y Compulsión: Conceptualización y relaciones
Etimológicamente, la palabra obsesión deriva del término latín obsessio-onis, que significa asedio. Los diccionarios y manuales actuales lo definen como la idea, imagen o palabra que irrumpe en la mente de una persona de manera repetitiva y con independencia de su voluntad, de tal forma que resulta muy difícil de reprimir o evitar. Por ello, seguidamente se acostumbra a generar un intenso malestar relacionado con la imposibilidad de eliminarlo o sacarlo de la cabeza.
En muchas ocasiones, y con tal de reducir la tensión que generan estas ideas intrusivas, aparece otro importante elemento; la compulsión. Estas se definen como acciones repetitivas, finalistas e intencionales que se efectúan normalmente como respuesta a una obsesión de manera estereotipada. Un aspecto importante es que la conducta no resulta en sí misma placentera, ni conlleva ninguna actividad útil, sino que generalmente se utiliza para prevenir un desastre o daño. En ciertos casos, la persona empieza a realizarlo para resguardarse o protegerse de la ansiedad, por lo que en ocasiones se indica que puede existir una baja tolerancia al malestar. La acción se acompaña por una sensación de urgencia compulsiva y, como en las obsesiones, aparece el deseo de resistirse a ella, y la persona reconoce la irracionalidad o la falta de sentido.
Así, por un lado tendríamos el pensamiento o idea que penetra en la mente y se muestra resistente a su supresión (obsesión), y por otro lado, el acto que se produce para prevenir, disminuir o eliminar el malestar que produce esta idea. Debemos añadir pero, que este acto compulsivo no solamente puede tener un carácter conductual (p.ej., lavarse las manos 5 veces, o comprobar la cerradura de la puerta), sino que también pueden manifestarse en forma de acciones mentales como rezar, contar o repetir palabras en silencio. Por ello, otra importante similitud con la obsesión, es que puede ser un elemento cognitivo. En ambos casos además, la persona identifica su carácter ilógico, producen malestar y se experimentan como incontrolables e involuntarias.
Cuando pensamos en estos elementos a nivel psicopatológico, es fácil que nos venga a la mente una etiqueta, esto es, el Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC). Ciertamente, este representa el máximo exponente de los conceptos aquí comentados, y es quizás el trastorno donde vemos de manera más clara su representación. A pesar de ello, existen otros problemas donde pueden aparecer estas características, los cuales acostumbran reflejar una elevada comorbilidad con el TOC. Así, por ejemplo, en el Autismo es frecuente que aparezcan rituales y compulsiones. También en ciertas parafílias como el exhibicionismo o el froterismo el paciente expone en ocasiones que aunque inicialmente existió un impulso sexual que desencadenó la conducta, ahora predomina un carácter compulsivo, ya que no existe gratificación sexual al realizar el acto. Junto a estos, en las Adicciones (p.ej., el juego patológico) también podemos apreciar ambos conceptos, apareciendo ideas intrusivas en relación al estímulo y actos compulsivos irrefrenables para reducir la tensión o ansiedad que produce su pensamiento o deseo. Finalmente, un claro ejemplo también lo encontramos en los Trastornos Alimentarios, grupo que comparte muchas características con el TOC.
De esta forma, a pesar de que es relativamente sencillo caer en la tentación de patologizar estos elementos, es crucial tener en cuenta el grado de malestar e interferencia que producen en la persona para poder realizar un diagnóstico certero. Así, la mera presencia de obsesiones o compulsiones no conforman un criterio único y exclusivo para padecer un subtipo de trastorno u otro. En esta línea, ambos conceptos podemos encontrarlos en un abanico muy amplio de situaciones en nuestra vida cotidiana. Cuando nos encontramos muy preocupados por algún acontecimiento pasado o futuro de nuestras vidas, es probable que nos acontezcan ideas e imágenes que sean difíciles de ignorar, e incluso podemos acudir a realizar ciertos actos para reducir el malestar que sobrellevan. Por este motivo, es importante conocer los términos y delimitar adecuadamente los criterios que permiten realizar un diagnóstico fiable, de tal manera que se potencie la elaboración de recursos y tratamientos adecuados al respecto.
Otro aspecto importante recae en tener en cuenta que se trata de un tema que afecta tanto a población adulta como infanto-juvenil, pudiendo manifestarse de maneras muy diversas. De este modo, en caso de causar malestar o querer trabajarse, tanto el área de la psicología, la neuropsicología y la psiquiatría de adultos como infantil resultaran claves y útiles para su manejo.
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