¿Cómo actúan los ansiolíticos y antidepresivos?
El tratamiento de los diferentes problemas psicológicos abarca un amplio abanico de estrategias, orientaciones y recursos encarados a mejorar el estado anímico y la adaptación del individuo a su entorno. Entre estos, la psicofarmacología resulta especialmente útil en aquellos casos en los que se considere importante reducir algunos de los síntomas mostrados por la persona mediante el uso de medicación. De esta intervención se encarga la psiquiatría, y aunque habitualmente (y preferentemente en la mayoría de trastornos) se utiliza de forma paralela al tratamiento psicológico, también puede llevarse a cabo en solitario.
Actualmente, existe un aumento progresivo de problemas relacionados con la ansiedad y la depresión. Los problemas económicos, familiares y sociales cada vez son más frecuentes, y especialmente los primeros fruto de los cuales acostumbran a aparecer todos los demás. Ante esto, el consumo y prescripción de fármacos muestra un patrón claramente ascendente. Entre estos, son particularmente los ansiolíticos y antidepresivos los más utilizados y demandados. Pero, ¿cómo actúan en nuestro cuerpo estas sustancias? ¿De qué se encargan exactamente?
Ansiolíticos
En el caso de los medicamentos ansiolíticos, tal y como su nombre indica, buscan paliar o disminuir los síntomas de ansiedad del paciente. Esta sintomatología se encuentra asociada principalmente con un déficit del neurotransmisor GABA (ácido gamma-aminobutírico). Este, al igual que la serotonina o la dopamina, actúa enviando mensajes químicos por el sistema nervioso y el cerebro. En este caso, hablamos de uno de los neurotransmisores inhibitorios más importantes de nuestro organismo. Cuando este falla, y substancias como la noradrenalina, adrenalina o el glutamato (componentes excitatorios) siguen su curso, o muestran una actividad elevada debido a factores como el estrés, pueden crearse cuadros de miedo y ansiedad.
A partir de aquí, los fármacos ansiolíticos procurarán recuperar el equilibrio actuando sobre los receptores GABA y potenciando que estos sigan trabajando de manera adecuada e inhiban la activación fisiológica. De entre los más utilizados están las benzodiacepinas (Alprazolam, Loracepam, Diacepam ), las cuales actúan reduciendo los síntomas de ansiedad normalmente en corto periodo de tiempo, y disminuyendo la intensidad y frecuencia de los episodios de angustia. Aun así, y motivo por el cual es importante seguir las pautas del profesional, algunos de sus principales efectos adversos son: la somnolencia y las alteraciones de la memoria, concentración y atención. Junto a estos, si el consumo es prolongado pueden aparecer fenómenos como la dependencia (adicción) y la tolerancia (pérdida paulatina de efectividad de la medicación).
Antidepresivos
En la depresión, los principales déficits neuroquímicos se asocian con desequilibrios en la segregación y actuación de diferentes neurotransmisores. Especialmente, se ha remarcado que existe un desequilibrio de serotonina, dopamina y noradrenalina. El primer componente se relaciona con el mantenimiento del equilibrio en relación a nuestro estado de ánimo, el deseo sexual, y la regulación de los ciclos de sueño-vigilia. La dopamina es considerada la substancia o el neurotransmisor del placer. Así, juega un papel clave en la motivación, la recompensa, la cognición, la actividad motora y el aprendizaje. La noradrenalina se encarga de la activación y preparación del organismo ante situaciones de estrés real o percibido. En la depresión se ha indicado que existe un déficit de ésta, lo cual puede producir cansancio, fatiga, desinterés o apatía.
De entre los fármacos más utilizados para esta problemática, y siguiendo las líneas expuestas, se encuentran los ISRS (Inhibidores Selectivos de la Recaptación de Serotonina), los cuales constituyen el tratamiento de elección primaria. Entre estos se encuentran la Fluoxetina, la Paroxetina, la Sertranlina o el Citalopram, entre otros. De forma específica actúan sobre la regulación de Serotonina, incrementándola. Además de estos, también se utilizan los antidepresivos tricíclicos, los cuales procuran aumentar la segregación de serotonina y noradrenalina. Algunos de sus efectos secundarios pero, se asocian con náuseas, ganancia de peso, cefaleas, pérdida de apetito o deseo sexual, etc.
La eficacia del tratamiento farmacológico dependerá tanto de la sintomatología presentada por el paciente, como de la adecuación por parte del profesional de la intervención seleccionada. Como podemos apreciar, existe un claro solapamiento entre los síntomas de ansiedad y depresión, lo cual se traduce en la elaboración de medicamentos que pueden poseer efectos combinados destinados a atacar ambos síntomas. De esta forma, existen antidepresivos con componentes específicos para paliar la ansiedad y ansiolíticos que disminuyen cierta sintomatología depresiva. Además, debido a esta interacción constante entre ambos tipos de sintomatología, el efecto de los fármacos puede variar en función de la persona.
Es importante adecuar los tratamientos, tanto psicológicos como psiquiátricos a las necesidades presentadas por la persona, procurando individualizar al máximo el tipo de intervención y las estrategias empleadas con tal de aumentar su eficacia. Junto a esto, además, debemos tener en cuenta que es información imprescindible tanto para la psicología y psiquiatría de adultos como infantojuvenil.
Si tienes dudas o simplemente quieres ampliar tu información en relación a este u otros temas, puedes contactar con el equipo de psicólogos de nuestro centro, situado en Mataró.