¿Estrés y vacaciones?
El verano, además de traer consigo la llegada del calor, está íntimamente relacionado con uno de los momentos más esperados del año, las vacaciones, y no tanto éstas en sí mismas, sino la necesidad de descansar o desconectar. Después de un periodo intenso de actividad en el que se han venido sucediendo diferentes preocupaciones, muchas de las cuales relacionadas con el ámbito académico o laboral, resulta relativamente sencillo experimentar la sensación de requerir un parón, tanto a nivel físico como mental. A pesar de ello, y como veremos a continuación, en ocasiones resulta difícil desvincularse del malestar, del estrés, o de las preocupaciones, perpetuando el estado de ánimo negativo y fomentando que, una vez terminado el periodo vacacional, tengamos la sensación de que no lo hemos aprovechado como queríamos o necesitábamos.
El estrés y la ansiedad son fenómenos comunes y frecuentes, tanto que pueden aparecer en situaciones inesperadas como durante las vacaciones. Su forma de presentación puede ser muy variable; pudiendo ser más o menos intenso, breve o prolongado. En este momento, se pondrán a prueba nuestras habilidades para afrontar el malestar y recuperar la estabilidad que nos permita seguir disfrutando de nuestro período de descanso. De entro los aspectos que pueden hacer que aparezcan o se mantengan éstas desagradables sensaciones, a continuación se citarán algunos de los más relevantes junto a algunas de las estrategias útiles para combatirlos:
– Arrastre de un ritmo elevado: Tras un tiempo en el que hemos estado inmersos en una o unas actividades continuas e intensas (ya sean laborales, académicas o de cualquier otro tipo), es absolutamente normal que experimentemos un cierto periodo de desestabilización o intranquilidad. Aunque en ocasiones el primer día de vacaciones ya supone un antes y un después, precipitando un estado de relajación rápidamente, es muy habitual que necesitemos un cierto tiempo de adaptación. Por ello, debemos entender que el cambio puede no producirse de la noche a la mañana, y que los síntomas que continuamos experimentando pueden ser fruto simplemente de haber llevado a cabo un ritmo frenético.
– Anclaje en uno o varios temas: Este punto se refiere al hecho de que muchas veces, aunque ya no estemos realizando una tarea concreta, nuestra mente sigue conectada a esta por un cierto tiempo. Las razones de esto pueden ser varias: que exista algo que sabemos deberemos retomar después de las vacaciones, que querríamos haberlo realizado de otra manera, o que le atribuimos una gran importancia, entre otras. Todos estos argumentos fomentan que las preocupaciones sigan presentes, y que por tanto no consigamos disfrutar. En la medida de lo posible, deberemos procurar relativizar aquellos temas de los cuales no nos podamos ocupar en estos momentos. Junto a esto, el procurar disfrutar del momento presente, centrándonos en los aspectos positivos del ahora puede ser de gran utilidad para desviar la atención hacia el aquí.
– Exigencia y autoexigencia: Este es uno de los aspectos clave. Puede que hayamos anticipado unas vacaciones muy específicas, e incluso que hayamos reflexionado mucho sobre el estado emocional que queríamos notar. Así, el hecho de tener una visión inflexible sobre este periodo puede facilitar que ante pequeños cambios, o simplemente ante el no cumplimiento de nuestras expectativas, nos sintamos frustrados e incluso nos castiguemos por no alcanzar los objetivos previstos. Es importante adoptar una actitud flexible, tanto hacia el entorno o los demás, como hacia nosotros mismos. Resulta útil procurar valorar, ensalzar y respetar aquello que estamos experimentando y viviendo, y a nosotros mismos, procurando no minimizarlo o trivializarlo.
– Acontecimiento/s inesperado/s: Nuestro merecido descanso puede verse más, o menos afectado por acontecimientos específicos, los cuales pueden poseer un nivel de importancia diversos. Posibles ejemplos son las discusiones, la impuntualidad, el retraso en medios de transporte, las cancelaciones de última hora, etc. Lo primero que debemos apreciar es que muy posiblemente, y comparado con otros momentos del año, tendremos más capacidad o habilidad para afrontarlos de manera exitosa debido a que estamos más relajados, o simplemente a que nuestra mente está menos ocupada en otros asuntos. En segundo lugar, su afrontamiento eficaz requiere atribuir a estos eventos la importancia que merecen realmente. Podríamos incluir también aquí, algunas condiciones ambientales como el calor, el cúmulo de gente, o por ejemplo, la lluvia. Concretamente ante esto, más o menos previsibles, y siempre en caso de que supongan una limitación, resulta beneficioso encontrar alternativas plausibles para acomodarnos y adaptarnos a las diferentes circunstancias.
Como vemos, son muchos y muy diversos los estímulos y situaciones que pueden hacer tambalearse nuestros momentos de desconexión. Es importante reconocerlos y encontrar la manera más eficaz para afrontarlos, procurando no juzgar ni engrandecer su repercusión. Además, junto a los comentados, pueden aparecer otros específicos para cada caso en particular.
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