La impulsividad: definición, características y estrategias para manejarla
Este concepto constituye uno de los rasgos de personalidad más predominantes de nuestra sociedad. A nivel general, lo podemos definir como la predisposición a actuar o reaccionar de forma rápida, espontánea o inesperada ante estímulos o situaciones externas o internas (del propio individuo) sin existir una reflexión previa acerca de las posibles consecuencias de los comportamientos adoptados. Algunos de sus principales componentes son: la búsqueda de recompensa o placer inmediato, la aparición del acto antes que la reflexión, la dificultad para inhibir conductas y anticipar sus posibles consecuencias, y una baja tolerancia al estrés. Todo ello confluye en un déficit de autocontrol, lo cual hace que algunas personas sean definidas como imprudentes, inconscientes, poco reflexivas, arriesgadas o incluso irresponsables.
Cabe remarcar pero, que aunque inevitablemente el término posea una cierta connotación negativa, podemos distinguir una impulsividad funcional, y otra disfuncional. Así, hablamos del primer subtipo cuando la situación implica, casi totalmente, un beneficio personal, lo cual supone un proceso previo, aunque sea breve, de toma de decisión con riesgo calculado. Por otro lado, la impulsividad disfuncional se relaciona con la tendencia a tomar decisiones irreflexivas y rápidas cuando las situaciones no lo requieren, siendo esta estrategia poco óptima y conllevando consecuencias negativas para la persona. Algunas de estas pueden ser por ejemplo, la aparición de culpabilidad, frustración, irritabilidad, o incluso pérdida de autoestima al no haber sido capaz de controlar los impulsos, existiendo además, una repercusión clara a nivel interpersonal, relacionada principalmente con el deterioro de la imagen social, y la consecuente pérdida de confianza del entorno.
Junto a esto, la impulsividad no únicamente se relaciona con ciertas características negativas, sino que posee un papel protagonista en muchos trastornos mentales tales como los trastornos de la conducta alimentaria, las adicciones tóxicas o comportamentales, el trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH), el trastorno bipolar o ciertos trastornos de personalidad como el límite o el antisocial. Además pero, aunque su repercusión resulta más o menos evidente en las problemáticas citadas, existen otros muchos trastornos en los que puede estar incidiendo: trastornos de ansiedad, del estado de ánimo o incluso en algunas disfunciones sexuales. De esta manera, también podemos deducir que puede suponer un problema crucial tanto en población adulta como infantojuvenil.
En algunos casos, si conseguimos mejorar este componente, que a priori puede pasar más o menos desapercibido, puede producirse un cambio crucial para el bienestar del individuo. A continuación se resaltan algunas recomendaciones para hacer frente a esta problemática:
– Pensar antes de actuar: Tal y como hemos remarcado, es habitual en personas impulsivas actuar sin reflexionar previamente. En este sentido, se recomienda llevar a cabo un proceso de reflexión en el que principalmente se procuren anticipar las consecuencias de la conducta que se va a adoptar, permitiendo detectar y reducir algunas de las respuestas automáticas que se acostumbran a dar.
– Tolerancia a la frustración: El refuerzo positivo o recompensa inmediata es un claro aliciente para la impulsividad; cuando este no se produce aparecen algunos de los sentimientos negativos antes comentados como ansiedad, rabia o irritabilidad. Es importante ser consciente de que en muchas ocasiones no recibiremos aquello anticipado. Además, el reaccionar de forma rápida y poco eficiente puede generar igualmente malestar, por lo que si conseguimos reducir los actos impulsivos y aumentamos nuestro repertorio de respuestas adaptativas, podemos corregir nuestro estado emocional.
– Técnicas de relajación: Reducir la activación fisiológica puede resultar clave para mejorar la capacidad reflexiva y reducir el estrés y los síntomas de ansiedad. Adoptar un hábito diario en el que practiquemos algún tipo de ejercicio de relajación es muy probable que potencie la mejora.
Existen muchas otras estrategias terapéuticas consideradas eficaces para reducir la impulsividad. Algunas de ellas provienen de orientaciones como la terapia cognitivo-conductual. Nuestro equipo de psicólogos en Mataró, especializados en diferentes problemáticas y poblaciones (adultos e infanto-juvenil), te ayudarán a resolver las dudas que poseas al respecto y atenderán tus peticiones de una manera profesional y personalizada.