La sobreprotección: conceptualización y peligros asociados
El cuidado, crianza y educación de los hijos es un aspecto que, aunque en cierto modo es inevitable, es crucial para fomentar un adecuado desarrollo. En este sentido, no resulta fácil definir el modo, e incluso los ingredientes esenciales para garantizar que esto sea así, ya que cada uno de nosotros, según las experiencias y pautas educativas que hayamos recibido, adoptaremos un estilo u otro de crianza y vinculación con nuestros hijos. A pesar de ello, en ocasiones podemos identificar aquellos elementos que dificultan este proceso, siendo uno de los más comunes e importantes, la sobreprotección.
Todos nosotros, en algún momento de nuestra vida habremos oído hablar de este término, e incluso es posible que lo hayamos utilizado en más de una ocasión. Lo podemos definir como la tendencia a evitar que la persona asuma la responsabilidad y los deberes características de su fase de desarrollo, con la principal intención de que tengan una vida más cómoda, fácil y exenta de posibles riesgos, impidiendo así que el niño aprenda por sí mismo a desenvolverse con normalidad en las diferentes áreas y circunstancias vitales, y las cuales deberá afrontar necesariamente por sí mismo el día de mañana. Además, pueden existir otras intenciones o motivos que explican la adopción de este rol por parte de los padres. Por un lado, supone cierta comodidad eximir de riesgos a los hijos, ya que de esta forma no debemos estar pendientes ni preocuparnos por ellos. Junto a esto, a veces puede existir una dependencia patológica hacia el hijo en la cual no se acepta que este pueda desvincularse progresivamente y ganar autonomía, lo cual favorece que se impida un desarrollo independiente y saludable.
En un primer momento, la persona víctima de este tipo de cuidados, puede sentir cierta comodidad e incluso seguridad, aceptando la situación en ocasiones de manera consciente, y delegando su rutina diaria y sus quehaceres a los progenitores. Pero poco a poco, los déficits personales pueden ser más y más acentuados, haciéndose especialmente patentes durante la adolescencia. Entre ellos, a continuación vamos a exponer los más importantes:
Inseguridad y pérdida de autoestima: Es quizás la consecuencia más importante y desde la que se desarrollaran todos los demás problemas. La persona va quedando anulada tanto por la información que recibe a nivel externo, como por su interiorización, aceptación y acomodación. A partir de aquí, se irá percatando cada vez más de sus dificultades a la hora de hacer frente a las situaciones cotidianas, mermando cada vez más su autoconcepto y autoestima, y pudiendo aparecer problemas secundarios como ansiedad o depresión.
Dependencia: Aunque resulta evidente, es importante remarcar que esta no solo aparece en relación a los progenitores o a los cuidadores, sino que puede generalizarse con mucha facilidad. Así, al empezar la escuela o incluso en el instituto, el niño puede buscar aprobación y ayuda constante, siendo incapaz de desenvolverse por sí mismo en los diferentes ámbitos.
Desvinculación: A veces, puede existir una clara evitación del contacto social, por miedo a no ser aceptado, o ser rechazado, debido a que no se ha posibilitado que la persona desarrolle adecuadamente sus habilidades interpersonales. Este aspecto estaría muy vinculado con el primero, ya que el individuo se consideraría incompetente para crear y mantener relaciones. Debemos tener en cuenta que este aspecto suele aparecer en etapas más tardías.
Creencias erróneas: Este también es uno de los aspectos más importantes. El haber experienciado todo lo comentado en los párrafos anteriores, precipita que el niño desarrolle unos pensamientos e ideas sobre el mismo, los demás y el mundo algo desviadas de la normalidad. En este sentido, puede creer que los otros están para cuidarle, y deben proporcionarle todo lo que necesite, o estar convencido de que por sí mismo no puede hacer nada. Esto, puede transformarse en excesiva exigencia tanto hacia los demás como hacia la propia persona.
Además de las comentadas, las consecuencias de la sobreprotección son muchas, y se deberá tener en cuenta la historia vital personal para entender adecuadamente las dificultades que presente el individuo. Junto a esto, y aunque nos hemos centrado en la afectación que supone en la infancia y adolescencia, como se habrá podido intuir, sus repercusiones pueden ir mucho más allá de esta etapa, persistiendo en la adultez e incluso en la vejez.
Finalmente, y con tal de prevenir que esto aparezca, resulta clave aprender a diferenciar entre un cuidado normal y saludable, y uno patológico. Para ello, y en caso de tener otras dudas sobre lo aquí escrito, te invitamos a que contactes con nuestro equipo de psicólogos de Mataró. Llámanos y te facilitaremos todo lo que necesites.