El término enuresis se refiere a la micción involuntaria o emisión repetida de orina en la cama o en la ropa, y cuya edad cronológica es, por lo menos, a los 5 años (o en un grado de desarrollo equivalente). Es decir, representa la persistencia incontrolada de orinar más allá de la edad en la se supone que se alcanza el control de esfínteres. Los manuales de psicología y psiquiatría especifican la necesidad de presentarse dos veces por semana durante un mínimo de tres meses, o que se muestre un malestar clínicamente significativo con deterioro en la esfera social, académica o laboral, u otras áreas importantes de funcionamiento. Además, no debe poder ser atribuida a los efectos fisiológicos de alguna sustancia u otra alteración médica.
Tal y como se habrá podido deducir, la afectación incluye población tanto adulta como infantojuvenil. Así, aunque su incidencia es mucho más prevalente en niños, y su remisión espontánea se observa aproximadamente en un 15% de personas, puede persistir hasta la adultez hasta en el 2% de los casos. Para poder realizar hipótesis más o menos certeras en cuanto a su curso, es importante diferenciar los diferentes subtipos, y realizar un diagnóstico diferencial adecuado. En este sentido, se distingue entre nocturna y diurna según se presente en horas de sueño (la más frecuente) o durante el día, y en cada uno de estos dos, entre primaria y secundaria. La Enuresis primaria se diagnostica cuando el niño nunca ha podido controlar la micción durante un período de al menos seis meses. En cambio, en la secundaria ha existido un control voluntario previo a la aparición del problema. Por lo que respecta a la etiología, habitualmente cuando la dificultad siempre ha estado presente, ésta se relaciona con una alteración relacionada normalmente con factores genéticos, alteraciones neurológicas o del sueño, malformaciones anatómicas de la uretra y/o la vejiga, o infecciones urinarias. Por otro lado, cuando la enuresis aparece más tarde (secundaria), es decir como síntoma de otro problema previo, la causa habitualmente se atribuye a trastornos psicológicos o desórdenes emocionales.
No debe confundirse con otros trastornos como la poliuria (emisión de cantidad de orina superior al esperado pero con control voluntario), nicturia (necesidad excesiva de orinar durante la noche, con control voluntario), o la encopresis (incontinencia fecal involuntaria). Todos ellos provocan un malestar en mayor o menor grado en la persona que lo sufre, pero presentan diferencias significativas principalmente a nivel cualitativo.
Es habitual descartar la presencia de una enuresis primaria cuando el tratamiento farmacológico no consigue los resultados esperados. De esta forma, en cuanto al abordaje médico o psiquiátrico, se han venido utilizando los anticolinérgicos, la imipramina y en algunas personas la desmopresina por vía nasal. Todos ellos son fármacos que procuran reducir la sintomatología asociada al problema (principalmente ansiedad y bajo estado de ánimo), y a la correcta dilatación de la vejiga, ya que se encuentra estrechamente relacionada con la capacidad de contenerla y vaciarla. En muchos caso pero, este no es suficiente, requiriéndose una intervención psicológica paralela.
Existen muchos métodos utilizados para facilitar y potenciar el control voluntario de la micción, y reducir los síntomas asociados. Entre ellos se encuentran los siguientes, siendo el método de la alarma o pipi-stop el que ha demostrado mayores porcentajes de eficacia:
– Entrenamiento en cama seca: Se construye en torno a la teoría de que el problema se mantiene porque no existen refuerzos suficientes para que la conducta sea inhibida. El procedimiento utilizado es la programación de una alarma (considerada un estímulo aversivo para el niño, el cual intentará evitarlo), añadiendo además una frecuencia de despertares en escala (se aumenta progresivamente el tiempo requerido para despertarse). Cuando el niño se despierta, se procura no estimularlo demasiado para procurar que no pierda el sueño, pero debe indicarse que vaya a orinar, a una hora determinada, tras haber ingerido una cantidad elevada de agua. Posteriormente debe aparecer refuerzo positivo (elogios) tras los logros conseguidos por este. También es importante que se responsabilice de los obstáculos o dificultades (orinarse antes de tiempo), cambiándose él mismo el pijama o la cama.
– Método de la alarma o pipi-stop: Es un aparato electrónico que se conecta a un tejido el cual, al dormir, se coloca debajo del niño. Cuando este tejido se moja o se humedece, emite un sonido que hace que la persona despierte. Seguidamente el niño debe apagarlo e ir al baño, con lo cual progresivamente se asocia la sensación previa a orinarse, con el despertar, lo que debe confluir en despertarse antes de orinar. Su eficacia se sitúa entre el 70 y el 90% de casos, y acostumbra a tener una duración de entre uno y tres meses.
Junto a estos procedimientos, son importantes habilidades personales (por parte de los padres) y terapéuticas (profesionales de la salud), como comprensión, empatía, no desesperación, colaboración, refuerzo positivo, evitar los sentimientos de culpabilidad, entre otras; las cuales permitirán a la persona afectada precipitar los avances y lograr un control voluntario adecuado de la micción. Además, las técnicas de reducción de estrés y ansiedad pueden repercutir de manera muy positiva en la evolución del niño. Finalmente, la utilización de horarios y rutinas como ir a dormir siempre aproximadamente a la misma hora u orinar antes de ir a la cama también puede resultar muy útil.
Esta es una dificultad muy prevalente en nuestra sociedad, que además acarrea habitualmente otros problemas relacionados sobre todo con el malestar que provoca tanto al niño como a los familiares implicados. Si necesitas recibir más información al respecto, en Mataró, nuestro equipo de psicólogos te proporcionará toda la ayuda que necesites. No lo dudes y contacta con nosotros.