¿Siente que es responsable de sus actos?, ¿Considera que son sus esfuerzos los que determinan el resultado final? O por ejemplo, ¿Piensa que posee poca influencia sobre los diferentes acontecimientos? ¿Son fuerzas externas las que acaban determinando el transcurso de las cosas? ¿Es todo cuestión de suerte o azar?
Al observar las diferentes preguntas, aparte de haberse sentido más o menos identificado, habrá podido observar algunas diferencias significativas. Bien, este tipo de preguntas están inmiscuidas y nos ayudan a comprender el concepto de locus de control. A grandes rasgos, puede definirse como la percepción o atribución de responsabilidad que realiza la persona sobre los diferentes eventos que transcurren a lo largo de su vida. En otras palabras, se refiere al grado de control percibido sobre los resultados obtenidos, sean estos negativos o positivos. Rotter (1966) fue el primero en introducir este término, definiéndolo como un rasgo de personalidad relativamente estable, que representa la atribución que una persona lleva a cabo sobre si el esfuerzo que realiza es o no contingente a su conducta.
Junto a esto, actualmente se conciben dos subtipos; si percibimos que el acontecimiento es contingente con nuestra conducta o nuestras características personales, se entiende que poseemos un locus de control interno. En cambio, cuando percibimos un refuerzo como poco contingente con nuestras acciones, atribuyéndolo en ocasiones como resultado del azar o la suerte, nos acercamos más a lo que se entiende como locus de control externo. Es importante tener en cuenta, que aunque existan claras diferencias entre ambos, estos deben percibirse como un continuo. Así, aunque en cada uno de nosotros exista una tendencia, en muchas ocasiones habremos adoptado una postura u otra.
Algunos autores coinciden en que adoptar un sistema de atribución interno, puede ser lo más beneficioso, sea de éxitos o de fracasos. Las personas en las que predomina este sistema, acostumbran a ser más propensos a asumir la responsabilidad de sus actos, tienden a dejarse influenciar menos por los demás, poseen un sentido más fortalecido de la autoeficacia y se esfuerzan para conseguir sus objetivos. En cambio, aquellos en los que se manifiesta mayoritariamente el subtipo externo, suelen culpabilizar a aspectos externos sus resultados, atribuyen a la suerte o casualidad los éxitos obtenidos, poseen unas bajas expectativas de modificar las situaciones a través de sus esfuerzos, y son más propensos a experimentar emociones negativas.
A pesar de ello, en ocasiones puede resultar perjudicial (sobre todo cuando es extremista) ya que existen ciertas variables del entorno que no podemos controlar, y de las cuales no debemos responsabilizarnos. Por ejemplo, ante situaciones como una catástrofe natural, la muerte repentina de un ser querido, la detección de alguna enfermedad grave; atribuir las causas de estos sucesos a variables internas lo único que generará son sentimientos de culpabilidad, frustración, rabia, o ansiedad.
Comprender este concepto y realizar autocrítica en base a este es clave para fomentar un estilo de afrontamiento adecuado. Un método sencillo para mejorar y detectar qué locus de control predomina en nosotros, consiste en plasmar los hechos que nos ocurren, juntamente con nuestras reacciones y pensamientos, y procurar adoptar un punto de vista objetivo al realizar este análisis. A partir de aquí, debemos asumir la responsabilidad de la parte que nos corresponda y aceptar qué parte no depende de nosotros. La finalidad es tomar las riendas de aquello que podemos controlar para modificar aquello que deseemos mejorar.