Si echamos la mirada atrás, es posible que identifiquemos alguna situación en nuestras vidas en la que hayamos experimentado algún fenómeno por el que no tenemos una explicación clara: Oír nuestro nombre cuando nadie parecía habernos llamado, ver formas y siluetas concretas ante ciertos estímulos (sombras, nubes, árboles ), apreciar luces o brillo en lugares total o prácticamente oscuros, tener la sensación de no estar solos entre otros. Estos representan algunos ejemplos comunes y cotidianos de anomalías perceptivas. Así, aunque en muchas ocasiones no suponen una limitación para la vida de la persona, en otras, como veremos, se encuentran asociados a patologías concretas.
Todos ellos pero, tienen su origen o se relacionan con el concepto de percepción. Ésta, aunque tiene diferentes concepciones, desde el ámbito de la Psicología la podemos definir como la capacidad de recibir, procesar, comprender e interpretar la información proveniente de los sentidos. Esto significa que entra en juego tanto un componente físico (captación sensorial de un estímulo interno o externo), y otro más subjetivo o personal, siendo este último el que explica que una percepción pueda variar entre diferentes individuos. Es por ello, que las experiencias y la memoria de cada uno de nosotros juega un papel crucial para entender estos aspectos, ya que a lo largo de nuestra vida habremos interaccionado con diferentes aspectos, en diferentes estados, y les habremos dotado de significados diferentes. De esta forma, podemos distinguir dos grupos dentro de las anomalías perceptivas, los engaños y las distorsiones perceptivas.
Las distorsiones resultan de interpretar o percibir de manera distorsionada o inadecuada un estímulo que puede llegar por cualquier de nuestros sentidos, por lo tanto, se fundamentan en estímulos existentes realmente fuera de nosotros. Así, se produciría una construcción defectuosa de éstos, dango lugar a una interpretación errónea. Además, un aspecto importante a tener en cuenta es que cuando aparecen, suelen afectar a más modalidades sensoriales e involucrar a todos los estímulos, a excepción de las ilusiones.
Algunos ejemplos de distorsiones son:
– De intensidad: Pueden producirse tanto por defecto como por exceso. Un ejemplo podría ser percibir mucho más o menos dolor del que los demás percibirían, o apreciar de manera significativamente más acentuada un tono o luz. Éstas son más características de estados depresivos, ansiedad, o en episodios maníacos.
– De cualidad: Se refieren a la alteración de la percepción del color, la nitidez, los detalles Por ejemplo percibir un sabor distinto a ciertos alimentos, ver ciertos estímulos de forma borrosa, etc. Acostumbran a aparecer más en la esquizofrenia o en la depresión.
– De tamaño y forma: Serían las llamadas metamorfopsias. Así, podríamos percibir como más grandes o más pequeños ciertos estímulos, o con formas/siluetas muy distintas. Cuando se refieren al propio cuerpo reciben el nombre de Autometamorfopsias (p.ej., vernos las manos o los pies más grandes).
– De integración perceptiva: Se refieren al hecho de establecer nexos entre percepciones de modalidades sensoriales diferentes. Aquí aparecen dos fenómenos; la aglutinación (unión), y la escisión (desintegración o división). Un posible ejemplo separar el color de la forma de un cuadro. Aparecerían sobre todo en trastornos neurológicos y bajo el consumo de ciertas substancias.
Junta a éstas encontraríamos las ilusiones, las cuales son las más comunes y las menos patológicas. Se encontrarían inmiscuidas aquí la pareidolia, en la que se da significado a un estímulo ambiguo o poco estructurado (p.ej., las nubes), y la sensación de presencia.
Los engaños, en cambio, son errores o aberraciones perceptivas que se experimentan de forma única y suelen convivir con el resto de percepciones normales, a excepción del consumo de drogas. Además, no tienen por qué basarse en un estímulo real existente fuera de nosotros, y si lo hace, la percepción persiste independientemente del estímulo inicial que la produjo. Como se habrá podido intuir, en esta área se incluyen las alucinaciones. Éstas vienen definidas por su modalidad sensorial, pudiendo ser visuales, auditivas, olfativas, gustativas, hápticas o táctiles (p.ej., tener la sensación de que bichos trepan por debajo o encima de la piel) y cinestésicas (p.ej., percibir movimiento del cuerpo cuando no es real).
Junto a éstas pero, existen algunas variantes de la experiencia alucinatoria que merece la pena mencionar:
– Pseudoalucinación: También denominadas pálidas o aperceptivas. En estas el juicio de realidad está intacto, y se encontrarían a medio camino entre las imágenes y las alucinaciones, ya que como las primeras aparecen en el espacio subjetivo interno y se reconoce su irrealidad, y en similitud con la alucinación tiene los mismos elementos sensoriales y no pueden controlarse a voluntad propia. Un ejemplo sería la sensación de escuchar o sentir la voz de un ser querido fallecido recientemente.
– Alucinación refleja: En ésta, un estímulo produce una alucinación en una modalidad sensorial diferente. Por ejemplo, oler a flores cada vez que vemos una farola. Cuando un estímulo produce una alucinación al mismo tiempo y en la misma modalidad sensorial hablamos de alucinación funcional (p.ej., oír la voz de dios cada vez que escuchamos las campanas de la iglesia).
– Autoscopia: Se refiere a cuando nos vemos a nosotros mismos en el espacio exterior, también denominado fenómeno del doble. Cuando no nos percibimos, por ejemplo a través de un espejo, haría referencia a la autoscopia negativa.
– Alucinación Extracampina: Cuando la persona percibe algo que está fuera de su campo visual. Por ejemplo poder ver alguien detrás cuando se está mirando al frente, o oír la voz de alguien que se encuentra en otro país.
Aunque resulta fácil interpretar lo contrario, cuando las alucinaciones son simples o elementales habitualmente se asocian a estados orgánicos. En cambio, cuando son más complejas se relacionan más con ciertos problemas psicológicos. Junto a esto, merece la pena remarcar que, aunque resultan extrañas y aberrantes, se pueden dar en población sin ningún tipo de patología. Aun así, tienden a ser más características de enfermedades como la esquizofrenia, o tras la intoxicación por drogas. Por ello, a diferencia de las distorsiones, éstas últimas suelen ser de carácter más grave, aunque en ambos casos nos encontramos con una experiencia perceptiva.
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