Nos encontramos en un mundo cada vez más digitalizado. La proliferación y sofisticación de la tecnología a través de dispositivos cada vez más potentes e inteligentes es una realidad, e incluso muchas (en ocasiones la mayoría) de nuestras interacciones sociales se establecen a través de éstos. Esto es así debido a diferentes factores, como la comodidad en su uso, la inmediatez a la hora de acceder y compartir información, y a la fácil y rápida accesibilidad. Pero conlleva un riesgo evidente, y es que cada vez somos más dependientes de estos pequeños aparatos.
La nomofobia, palabra que proviene del anglicismo nomophonia (no-mobile-phone-phonia), se define como el miedo irracional a no poseer y no poder hacer uso del teléfono móvil. Actualmente un 80,7% de la población tiene un smartphone, y un 89,9% está en posesión de un móvil. Si a esto le sumamos que casi toda nuestra vida está centralizada en este, cuando no le podemos dar uso por falta de batería, desconexión o avería, o por pérdida, provoca una sensación de incomunicación que puede derivar en síntomas o problemáticas como la ansiedad, la depresión, la irritabilidad,el aislamiento o el uso de sustancias. Así, éstas serían las principales consecuencias psicológicas, siendo el dolor de cabeza o estomacal, las molestias visuales por estar durante tiempos elevados expuestos a la pantalla, y las molestias en el cuello y muñeca por adoptar una mala postura, las principales consecuencias físicas.
A pesar de ello, y aunque estos serían claros motivos para ponernos en manos de un profesional, no es necesario llegar a desarrollar esta sintomatología para considerar que podemos estar haciendo un mal uso de los dispositivos y las plataformas. A continuación se citan algunos de los principales signos de alarma:
- Revisión constante del teléfono sin motivo aparente.
- Distracción de tareas importantes o incluso de actividades que requieren una clara atención y concentración (p.ej., conducir).
- Anticipación ansiosa o nerviosismo cuando se prevé que no se podrá usar el teléfono por diferentes circunstancias.
- Evitación del contacto social o aislamiento.
- Dificultades relacionadas con el sueño y/o la alimentación.
- Disminución del rendimiento en las diferentes áreas.
Con tal de prevenir y combatir esta importante y progresiva dependencia, contamos con diferentes propuestas que pueden sernos útiles:
- Reconocer que tenemos dependencia del/los dispositivo/s.
- Salir de casa sin el teléfono.
- Restringir horas de uso.
- Silenciar las notificaciones.
Junto a estas, evidentemente realizar un tratamiento psicológico se erige como una de las herramientas principales. En este sentido, no es necesario haber desarrollado una patología o sufrir consecuencias físicas y/o emocionales significativas para empezar. Así, puede sernos útiles para informarnos sobre realizar un uso saludable, o para prevenir que la situación empeore.
Finalmente, merece la pena mencionar que esta problemática acostumbra a ir de la mano de los problemas de autoestima, y las dificultades en las relaciones sociales, como principales causas. Por ello, la adolescencia supone una etapa de especial vulnerabilidad para desarrollarlo. Deberemos estar atentos, comunicarnos, y procurar alentar y guiar el máximo posible tanto de casa como desde las escuelas.
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