Las ciber-relaciones
Estamos viviendo un aumento exponencial del desarrollo del mundo tecnológico; en forma de aplicaciones, plataformas y un sinfín de recursos, lo cual se traduce igualmente en el progresivo uso que hacemos de ello, adaptando no solamente nuestra actividad laboral, sino también nuestras actividades lúdicas e incluso sociales. Esto tiene una clara repercusión a todos los niveles, cultural, social y sobre todo personal.
Está claro que uno de los impactos de este tsunami reside en las redes sociales, y en las aplicaciones que, aunque no destinadas específicamente a ello, también se usan con la misma finalidad. Somos seres sociales, y gran parte de nuestra identidad se construye en base a la interacción con los demás. Por ello, como aspectos positivos de la creación y uso de estos recursos, podríamos destacar la rapidez y accesibilidad de diferentes contenidos, el acercamiento o creación de grupos por similitud de intereses o aficiones, la comodidad, el apoyo grupal, la privacidad, o la confidencialidad. Estos explicarían gran parte del atractivo de estas plataformas. Además, este espacio nos permite conocer y relacionarnos con personas de cualquier parte del mundo, facilitando así la interconexión entre todos nosotros.
Por otro lado, pero, y derivado principalmente de un uso inadecuado o no saludable, debemos remarcar diferentes aspectos a tener en cuenta: hacer un uso excesivo, único (utilizar solamente las aplicaciones para interaccionar y abandonar el contacto presencial), creación de falsas identidades o la suplantación de perfiles, entre otros. Todo ello puede llevar a una clara limitación y a consecuencias personales importantes, como el desarrollo de dependencia/adicción y otros trastornos psicológicos como ansiedad, depresión, problemas de autoestima, trastornos del sueño, desregulación alimentaria, o alteraciones psicosomáticas, entre muchos otros. Junto a esto, merece la pena tener en cuenta que las relaciones a distancia también pueden ser dolorosas, ya que nos exponen a cierta incertidumbre, lo cual puede aumentar la desconfianza y los celos, la falta de contacto físico y de compromiso, los malentendidos relacionados con la comunicación, la rutina y la monotonía.
La transición y adaptación a un mundo ciber-social requiere un tiempo, y más cuando hace tan poco debíamos ir a casa del vecino si queríamos verle o comunicarle algo. Esto es especialmente relevante en la infancia y adolescencia, etapa clave en la formación de la identidad. Educar en la realización de un uso adecuado y saludable es clave para conseguir no solamente una adaptación lo más beneficiosa posible a este “nuevo mundo”, sino para prevenir problemáticas como las aquí citadas.
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