El acoso escolar en la infancia
La escuela debería ser siempre un espacio en el que sentirse seguro. Sin embargo, para muchos niños, la escuela se ha convertido en la fuente de un tipo de violencia del que son víctimas y que ejercen sus propios compañeros, se trata del acoso escolar o bullying. Hay niños que, por distintas razones, sufren maltrato físico o psicológico por parte de otros niños a través de actitudes como la represión, la discriminación, la homofobia, la violencia sexual o el castigo corporal.
El acoso escolar o bullying tiene efectos negativos en la salud física, el bienestar emocional y el rendimiento académico de los niños, especialmente si dicha violencia se repite en el tiempo o es severa, además de influir en el clima escolar del centro educativo.
Trabajamos en la prevención de situaciones de acoso escolar o bullying en las escuelas, teniendo en cuenta a los niños y las niñas, al centro educativo, a las familias y a las administraciones.
Ofrecemos talleres dirigidos a niños, madres y padres para que estén preparados frente a estas situaciones y para que se generen espacios de diálogo en los que los niños puedan compartir sus vivencias e incidimos sobre las administraciones regionales para que se instauren protocolos de actuación en los centros educativos.
Los niños que sufren acoso escolar a menudo llevan consigo las secuelas de sus experiencias en la edad adulta y padecen de ansiedad, depresión y pensamientos suicidas.
Hasta los acosadores mismos corren el riesgo de tener problemas psicológicos más adelante, añadieron los investigadores. Y los niños que han sido tanto perpetradores como víctimas son los que más sufren de adultos.
Se ha investigado mucho sobre cómo el acoso afecta a los niños a corto plazo. En nuestro caso, realizamos un seguimiento a niños hasta un poco más allá de los 20 años de edad, para ver si las consecuencias de haber sido víctimas de acoso escolar persistían (William Copeland, 2013).
Hallamos que los niños que habían sido víctimas de acoso en la infancia aparentemente tenían un riesgo elevado de una gran variedad de trastornos de ansiedad al hacerse adultos. Los niños que fueron víctimas de acoso y que también acosaron a otros niños son los que, al parecer, les fue peor. En la edad adulta, se sentían deprimidos y llegaron a pensar en autolesionarse. A largo plazo, son los que tienen los peores resultados.
Copeland cree que la solución es clara. Si pudiéramos crear una cultura en las escuelas en la que no se permita que ocurra esto, entonces pienso que podríamos evitar muchos de estos problemas.
Para ver los efectos a largo plazo que provoca el acoso escolar, el equipo de Copeland recopiló los datos de más de 1,400 niños que participaron en el estudio de Great Smoky Mountain.
Cuando empezó el estudio, estos niños de Carolina del Norte tenían 9, 11 y 13 años de edad. Se entrevistó a los niños y a sus padres cada año hasta que los niños cumplieron los 16 años y, a partir de entonces, de forma periódica.
Cada vez que se entrevistó a los niños, se les preguntó si habían sido víctimas de acoso escolar o de las burlas de los demás, o bien si ellos habían acosado a otros.
En total, el 26 por ciento de los niños afirmaron que habían sido víctimas de acoso y el 9.5 por ciento admitió que habían acosado a otros o que habían sido tanto acosadores como víctimas, hallaron los investigadores.
Años después, cuando los participantes en el estudio ya eran adultos, los investigadores entrevistaron a más 1,200 de ellos para preguntarles acerca de su salud psicológica.
Hallaron que tanto los que fueron víctimas de acoso escolar cuando eran niños y los que habían sido tanto acosadores como acosados tenían un riesgo mayor de tener problemas psicológicos que los que no sufrieron acoso.
Esos problemas consistían en trastornos depresivos, trastornos de ansiedad, ansiedad generalizada, trastorno de pánico y agorafobia, que es la ansiedad de sentirse atrapado en un lugar.
Los que fueron ambas cosas, acosadores y víctimas, además de estar en riesgo de ansiedad y depresión, tenían los niveles más altos de pensamientos suicidas.
Los acosadores también estaban en riesgo de desarrollar un trastorno antisocial de la personalidad, que la Biblioteca Nacional de Medicina de EE. UU. define como un patrón actual de «manipulación, explotación o violación de los derechos de las demás personas».
Para asegurarse de que sus hallazgos se debían solamente al acoso escolar, los investigadores tuvieron en cuenta otros factores como la pobreza, el abuso y la vida doméstica inestable o disfuncional, que podrían haber contribuido a la aparición de los problemas psicológicos.
Un experto afirmó que en muchos casos los acosadores y las víctimas tenían problemas de salud mental previos y que se mantienen en la edad adulta.
Por esa razón la intervención temprana es importante, a fin de cambiar el curso de los acontecimientos problemáticos.
Ignorar el problema no es el modo correcto de actuar y los padres han de tomar estos problemas en serio.
Los padres que son conscientes de que su hijo o bien acosa a otros niños o bien es acosado, deberían acudir a la atención de salud mental, porque muchos de estos jóvenes desarrollarán trastornos que se beneficiarían del tratamiento.
¿Qué podemos hacer padres y madres?
Nuestros hijos e hijas deben ser seguros emocionalmente y físicamente. Debemos enseñarles a hacer frente a los signos de intimidación o acoso en su estado inicial, antes de que el comportamiento y la agresión empeoren.
Como progenitores, podemos ayudar a prevenir el acoso escolar enseñando valores a nuestros hijos e hijas, inculcándoles la importancia del compañerismo, la solidaridad, el apoyo, la ayuda, enseñándoles a ser asertivos sin ser agresivos en la defensa de sus ideas frente a una acción o conducta de un igual. Además, los niños y niñas necesitan entender lo importante que es
informar de una acción de acoso o intimidación.
Padres y madres, así como el profesorado, podemos ayudar mostrándoles dónde pedir ayuda en el centro, y qué acción pueden esperar.
Existen algunas conductas que las familias, en la vida cotidiana del hogar, debemos llevar a cabo para garantizar que nuestro hijo o hija no sea víctima del acoso ni sea acosador:
Escuchar atentamente a nuestro hijo o hija
Los niños pequeños pueden ser reacios a informar sobre la intimidación, o incluso no reconocerlo. Pueden pensar que van a sufrir represalias si se lo dicen a algún adulto, que el problema no es tan grave, que es parte de la vida, que puedan manejar el problema por sí mismos, que no quieren ser identificados como chivatos ya que eso podría empeorar la situación. Creen que, incluso con la ayuda de sus padres u otro adulto, no se les puede proteger. También llegan a pensar que el hecho de que le acosen o le intimiden es su culpa.
Los niños solo podrán hablar acerca de la intimidación cuando tienen absoluta certeza
de que van a ser escuchados y ayudados. Por eso, es muy importante que escuchemos y hablemos con nuestro hijo o hija, y así, podremos ser capaces de determinar el nivel de participación que se necesita.
Tener en cuenta las siguientes preguntas:
¿Cómo puedo ayudar a mi hijo/a a mantenerse a salvo?
¿Mi hijo/a necesita ayuda para dejar de intimidar a otros?
¿Qué información necesito?
¿Quién tiene la responsabilidad de actuar?
¿Dónde puedo ir a buscar información?
Decidir cómo podemos ayudar
La intervención es vital. Cómo se interviene es muy importante. Cuando hablemos con nuestro hijo o hija acerca de un incidente, explicar que los conceptos de delatar, chismes y soplón, chivato, son etiquetas negativas que pueden utilizarse para disuadiria los niños de informar sobre una acción agresiva o acoso. Hay que tener valor para informar. Las informaciones se realizan para ayudar a mantener a alguien seguro, a alguien que está siendo intimidado y que está siendo víctima de acoso escolar.
Si crees que tu hijo es víctima de acoso escolar conacta con nuestro equipo de psicólogos expertos en bulling y acoso escolar en Mataró (Maresme).