Miedos y fobias: Conceptualización y estrategias de afrontamiento
El miedo constituye una de las principales emociones, tanto del ser humano como de otras especies. Todos, o casi todos nosotros lo hemos experimentado en algún momento de nuestra vida, e incluso si lo pensamos, es posible que haya aparecido en los últimos días. Así, aunque acostumbramos a utilizar algún ejemplo o situaciones personales (alturas, animales, la oscuridad…) para conceptualizarlo, formalmente lo podemos definir como la sensación desagradable, normalmente de angustia, provocada por la percepción de un peligro real o imaginario, relacionado con el pasado, el presente o el futuro.
Esta sensación habitualmente se caracteriza por una serie de síntomas, los cuales se vinculan sobre todo con la ansiedad. En este sentido, cuando estos síntomas son especialmente significativos, y limitan la vida de la persona que los sufre, es posible que nos encontremos delante de lo denominado fobia. Ésta, se entiende como el miedo o ansiedad intensa hacia un objeto o situación específica, la cual casi siempre provoca este malestar, y que además se evita o se resiste activamente. Otra de las características es que este miedo se considera desproporcionado en comparación con el peligro real que plantea el estímulo en concreto. Actualmente, se considera que existen 4 categorías las cuales nos ayudan a ubicar las diferentes situaciones u objetos fóbicos:
Animal: Ciertos animales como perros, serpientes, arañas, escarabajos…son los causantes del malestar. Algunos se relacionan con ciertas sensaciones como el asco, pero otros quedan vinculados a la peligrosidad o probabilidad de un ataque inminente.
Entorno natural: Algunos ejemplos serían las alturas (uno de los más frecuentes), las tormentas o el agua. Estos se refieren a elementos específicos del contexto y constituyen unos de los más importantes.
Sangre-inyección-daño: Aquí nos encontramos desde el miedo a la sangre, hasta los utensilios médicos, cicatrices o todo aquello relacionado con el daño corporal más físico.
Situacional: Este es quizás el más frecuente a nivel general. Se refiere principalmente a espacios concretos de nuestra vida cotidiana tales como ascensores, habitaciones cerradas, aviones, autobuses o trenes, etc.
Otras: Los manuales reservan siempre una categoría para aquellos estímulos o situaciones que no pueden ser clasificados en otros apartados. Aquí se incluirían miedos como a situaciones que puedan provocar atragantamiento, vómito, personas disfrazadas, ciertos sonidos, etc. Normalmente se considera que estos últimos son menos prevalentes en la población.
Una vez conocidas las principales categorías, es especialmente importante tener en cuenta que aunque se utilizan para conocer y clasificar las fobias, también pueden servir para comprender el simple miedo. De esta forma, la diferencia, como se ha destacado, la marcará la incapacitación y malestar que suponen para la persona que los sufre. Junto a esto, un aspecto interesante, es la consideración de desproporcionalidad del miedo. En este sentido, muchas personas pueden reconocer “racionalmente” que no existe un peligro real, pero en cambio, no pueden evitar sentir ese pavor o miedo atroz cuando se acercan al estímulo.
En esta línea, entramos en la importancia de comprender la interrelación entre tres elementos, pensamiento – emoción – conducta. Estos constituyen casi la base de todo ser humano, y la explicación de la gran mayoría de problemáticas que sufrimos. En el caso de las fobias, puede distinguirse claramente un componente cognitivo (pensamientos, creencias e interpretaciones acerca del estímulo y de la capacidad personal para afrontarlo), emocional (habitualmente ansiedad, rabia e incluso tristeza) y conductual (evitación persistente, llevar amuletos, tomar medicamentos…). Así, las estrategias de afrontamiento y de intervención se encararan a trabajar todos ellos en conjunto proponiendo alternativas eficaces y útiles para posibilitar el afrontamiento y, por lo tanto, la reducción del malestar asociado. Entre ellas, la exposición se considera una pieza clave del tratamiento. Pero esta, acostumbra a estar inmersa en un trabajo multidisciplinar e integral necesario tanto para la comprensión como para el abordaje del paciente y de su problemática.
Entre estas orientaciones encontramos la Terapia Cognitivo-Conductual o la Terapia Sistémica, las cuales son algunas de las que partimos en nuestro centro de psicología, en Mataró. Si deseas profundizar acerca de estas y de su utilidad para afrontar ciertas dificultades, llámanos y te facilitaremos toda la información que necesites.