Autismo: Indicios y características principales
¿Cómo podemos saber si un niño/a presenta autismo? ¿En qué se diferencia de otras problemáticas infantiles? ¿Qué podemos hacer para detectarlo lo antes posible? Son muchas las preguntas que se generan en torno a esta amplia categoría. Y decimos amplia, porque se trata de una de las nociones más extensas o abiertas que existen. Esto significa que entre sus características aparecen una variedad de síntomas muy significativa, lo cual hacen que hoy en día se hable mucho más de espectro, y no tanto de trastorno o problemática específica. Con esto, por un lado se reconoce la complejidad a la hora de delimitarlo, y por el otro, se ofrece la posibilidad de considerar una amplia evaluación para establecer su presencia o ausencia.
Actualmente esta problemática se concibe dentro de los denominados trastornos del neurodesarrollo, es decir afecciones con inicio en el periodo de desarrollo que suelen manifestarse de manera precoz. Entre ellas se encuentran el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactivdad (TDAH), la Discapacidad Intelectual, los Trastornos de la Comunicación o los Trastornos Motores, entre otras. Es importante tener en cuenta que el rango de déficit varía desde limitaciones específicas a déficits globales, y es frecuente que se presenten de manera concurrente. Así, el trastorno se caracteriza por dificultades persistentes en la comunicación e interacción social en diversos contextos, y por mostrar patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o actividades. En cuanto a la primera característica, el déficit social, puede traducirse en problemas para establecer y mantener interacciones, anomalías en el contacto visual y uso de gestos, o incluso problemas para ajustar el comportamiento en diversos contextos y ausencia de interés por las personas. Por lo que respecta a la segunda característica, se pueden observar movimientos o un estilo de habla repetitivo, excesiva rigidez en cuanto a sus rutinas diarias, intereses muy restringidos, e hiper o hiporreactividad a los estímulos sensoriales.
Uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta es que el problema se acostumbra a manifestar de manera temprana. En este sentido, la primera sospecha acostumbra a estar vinculada con una alteración del lenguaje. Los niños pequeños muestran dos síntomas típicos aunque no exclusivos de este problema: la ecolalia y la inversión pronominal. La primera se define como la repetición (inmediata o retardada, llegando a ser de incluso días), de alguna palabra o frase escuchada en alguien cercano, y hecha de manera descontextualizada. La inversión pronominal implica utilizar “él”, “ella”, o “tú” o “nosotros” para referirse a él mismo. Se dice que sólo un 5% llega a adquirirlo, y que esto se encuentra asociado a la discapacidad intelectual que sufren muchos de ellos (aproximadamente un 60%). Por otro lado, es común que los padres noten que su hijo tiene un contacto e interacción inusual. Así, acostumbran a no rehuir el contacto con extraños, lo cual cuando aparece acostumbra a ser indicativo de un apego seguro con los padres. En etapas posteriores, puede observarse como no buscan mucho el contacto, tratan a las personas como “objetos” y presentan una clara preocupación por preservar la invariabilidad del medio. Por ello, ante los mínimos cambios de horarios o rutinas, pueden mostrarse muy agitados e irritados.
Mención aparte merecen las conductas estereotipadas, es decir el balanceo del cuerpo, el saltar, el gritar o el hacer movimientos rítmicos con las manos y/o los brazos. Se ha hipotetizado que éstas únicamente se producen como autoestimulación. También pueden aparecer en relación a ciertos objetos o materiales (observar girar un objeto giratorio, dar vueltas a una cuerda…). Además de éstas, y constituyendo la alteración motora más importante o dramática, están las conductas autolesivas (arañarse, morderse, pegarse…). Cuando éstas aparecen, es importante contactar rápidamente con un profesional de la salud mental.
Por último, en cuanto a la prevalencia, el autismo se asocia más al género masculino, con una ratio de 4 niños por cada niña. A pesar de ello, cuando afecta a las chicas, se acostumbra a relacionar con un Cociente Intelectual menor y a un curso menos favorable. Esto no nos debe hacer infravalorar su aparición en chicas, ya que también puede y suele aparecer. Así pues, nos encontramos delante de una patología concreta, cuya presentación puede ser muy heterogénea, por lo que conviene adoptar medidas preventivas y precoces para asegurar un funcionamiento y adaptación adecuadas de la persona.
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