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Listado de la categoría: Noticias

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Noticias

Las Neuronas de Von Economo

Las neuronas son células que se encuentran repartidas por todo nuestro organismo. Éstas, nos permiten interaccionar con estímulos tanto del interior del cuerpo (p.ej., dolor), como del exterior o entorno (p.ej.,frío, calor, textura, aroma…). Para ello, envían la información al cerebro, y será desde éste órgano (y por medio de las vías eferentes o motoras) por donde se transmitirá una respuesta específica para cada elemento percibido. Así, y como habremos podido intuir, resultan claves para el aprendizaje, la memoria y el conocimiento. Cuando este circuito de transmisión falla, pudiendo ocurrir en cualquier punto o área, pueden producirse diferentes alteraciones, tanto a nivel cognitivo (p.ej., la Enfermedad de Alzheimer o EA), como motor (p.ej., Parkinson). Un grupo específico de éstas, son las que aquí comentaremos, las neuronas de Von Economo, descubiertas en 1920 por Constantin Von Economo, y las cuales se encuentran vinculadas a diferentes funciones cruciales para el desarrollo humano.

Este grupo de neuronas, se podría decir a nivel general que hacen que nuestro cerebro sea especial y único. De los aproximadamente 100 billones de neuronas que poseemos, únicamente entre 200 y 400 son de este tipo. Además, son hasta tres veces más grandes que los otros tipos, y mucho más rápidas. En cuanto a su localización, se encuentran en la corteza cingulada anterior y en la ínsula, zonas del cerebro que se relacionan muy estrechamente con el procesamiento de los sentidos y emocional. Un dato curioso en relación a esto, es que muchos componentes psicoactivos como las drogas, reducen la densidad y la actividad de las neuronas en estas zonas, dando lugar a síntomas tan aparatosos como las alucinaciones, donde existe una incapacidad para diferenciar lo originado fuera y dentro de nosotros. En cuanto a sus funciones, las neuronas de Von Economo, aunque se encargan de múltiples aspectos, se han vinculado especialmente con la empatía, el sentido de identidad, la capacidad para supervisar y organizar otras áreas cerebrales, y con la creación de vínculos sociales.

En la línea de lo último comentado, estudios recientes han evidenciado que las personas que cuentan con una buena conexión social, tienen una mayor esperanza de vida y son más resistentes a diferentes enfermedades. Así, estas neuronas desempeñan un papel crucial en este sentido, habiéndose encontrado también en otras especies que establecen relaciones de cooperación y que además socializan (p.ej., grandes simios y mamíferos como los elefantes o las ballenas). De esta forma, y aunque es necesaria la interacción entre lo biológico, lo psicológico y lo ambiental/social para un adecuado desarrollo, vemos como no debemos infravalorar ninguno de los componentes, siendo la parte más interna o biológica la que aquí remarcamos. En este sentido, y trasladando el tema al terreno de la psicopatología, se ha visto como en ciertas enfermedades existe un claro déficit de este tipo de neuronas. Entre ellas se encuentran la demencia fronto-temporal, en la que el paciente se vuelve insensible, irresponsable y errático, perdiendo la capacidad para empatizar; y en algunas patologías mentales como el Autismo o la Esquizofrenia.

En resumen, lo aquí comentado realza la importancia por un lado de mantener nuestros vínculos sociales y potenciar nuestras relaciones interpersonales. Junto a esto, además, nos hace conscientes de la relevancia que tiene para la salud física y psicológica conocer las diferentes problemáticas a través de una mirada multidisciplinar. Así, áreas como la neurología, la psicología, y la psiquiatría resultan especialmente importantes para comprender e intervenir sobre estas situaciones.

En nuestro centro, situado en Mataró, contamos con profesionales de la salud mental que se encargan día a día de trabajar sobre estos y otras muchas dificultades. En caso de necesitar más información, te animamos a que te pongas en contacto con nosotros. Te ayudaremos en todo lo que necesites.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/von-economo-1510.jpg 700 992 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-02-08 00:00:002022-05-09 18:01:55Las Neuronas de Von Economo
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Redes Sociales y Autoestima

Nuestro mundo se encuentra en constante crecimiento y evolución. La renovación y sofisticación de antiguas y nuevas tecnologías es constante, y por ello, la informatización de lo que nos rodea es cada vez más amplia. Este hecho permite mantenernos conectados con los demás en todo momento, y casi desde cualquier lugar, facilitando la comunicación e interacción constante. Por otro lado, pero, existe otra realidad, o mejor dicho, otra repercusión de estos importantes avances donde quedan reflejadas diferentes problemáticas, que lamentablemente, suceden casi paralelamente a su extraordinario crecimiento.

Los humanos somos seres sociales, y como tales, una parte de nosotros y de la construcción que realizamos sobre nuestra identidad y nuestro autoconcepto se basa en la reciprocidad con el ambiente externo. Desde pequeños, y a lo largo de nuestro desarrollo, utilizamos mecanismos de imitación y comparación tanto con nuestros padres y personas más cercanas, como con los iguales, de tal manera que nos ayuda a definirnos en un contexto sociocultural específico. A casi todos nos sienta bien un elogio, un comentario de aprobación, o ciertas muestras de aceptación, especialmente de aquellos a quienes consideramos más importantes en nuestro día a día. De esta forma, aunque los recursos existentes crean la oportunidad de construir o mejorar nuestros vínculos con los otros (p.ej., facebook, whatsapp, twitter, instagram…), en muchos casos generan el efecto contrario además de otros muchos problemas.  Así, y especialmente en niños y adolescentes, aunque también en una parte muy importante de personas adultas, el uso (y el mal uso) de las redes sociales puede precipitar la aparición de síntomas y trastornos del espectro de la ansiedad, la depresión, trastornos adictivos, y el más prevalente, las dificultades relacionadas con la autoestima. Aunque son muchas y variadas las diferentes situaciones que se encuentran relacionadas con estas categorías, a continuación se especifican algunos de los principales mecanismos que ayudan a entender tanto su aparición como su mantenimiento:

Comparación y necesidad de aprobación: El uso continuado de estos recursos puede evidenciar e incluso precipitar una clara falta de recursos personales para sentirnos bien con nosotros mismos, dependiendo así (y casi exclusivamente) de las muestras y opiniones de los otros. Esto queda reflejado a través de la comparación constante, donde incluso podemos llegar a calcular el número de likes o de comentarios que ha recibido una imagen. En su forma grave, es posible que se desarrollen serios problemas, entre ellos la adicción.

Aislamiento: Muy relacionado con el aspecto anterior, aquellas personas las cuales hagan un uso abusivo de estos, poco a poco verán reducido significativamente su círculo social, aunque puedan tener la sensación de todo lo contrario, ya que van ampliando sus “amigos virtuales”. En este sentido, debemos tener claro que la vida social no debemos medirla en función de la cantidad de relaciones que tengamos, sino de la calidad, y merece la pena luchar y mantener el contacto con aquellos que buscan nuestro bienestar y nos conocen adecuadamente.

Falsas expectativas y engaño: Internet, y en general las redes sociales, son un campo en el que el engaño y la venta de perfiles e imágenes falsas son una constante, y además ocupan una muy buena parte del uso que se hace de ellos. Así, cuando establecemos contacto con diferentes personas a través de este mundo virtual, todos nos construimos un perfil concreto tanto físico como personalmente en función sobre todo de la información que nos proporcionan. Aun así, pero, esta imagen o expectativa del otro puede distar mucho de la realidad. Además de esto, cuando hablamos de falsas expectativas también debemos referirnos a lo que ocurre cuando nos introducimos en alguna plataforma o aplicación, ya que en ocasiones anticipamos poder conocer o incluso conectar emocionalmente de forma rápida con otra persona. Aunque esto sea posible, nuestro deseo por precipitarlo no debe hacernos ignorar la importancia de ser precavidos.

Todos los factores mencionados, tanto conjunta como individualmente pueden ser responsables de diferentes problemas emocionales y comportamentales. Estos, y debido a su progresivo auge y uso precoz, van apareciendo cada vez a edades más tempranas, afectando sobre todo a niños y adolescentes. Por ello, debemos concienciarnos de la importancia de hacer un uso responsable y adecuado de todos estos métodos, no únicamente como intervención hacia ciertos problemas, sino como estrategia de prevención de posibles situaciones más graves.

En caso de querer obtener más información, los profesionales de nuestro centro de Psicología, situado en Mataró, pueden ayudarte a resolver las dudas que tengas. Disponemos de un equipo con una formación amplia y especializada en este y otros muchos ámbitos que te posibilitará conocer más sobre este o cualquier otro tema que consideres importante.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/redes_sociales-1643.jpg 450 715 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-01-11 00:00:002022-05-09 18:01:55Redes Sociales y Autoestima
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La sobreprotección: conceptualización y peligros asociados

El cuidado, crianza y educación de los hijos es un aspecto que, aunque en cierto modo es inevitable, es crucial para fomentar un adecuado desarrollo. En este sentido, no resulta fácil definir el modo, e incluso los ingredientes esenciales para garantizar que esto sea así, ya que cada uno de nosotros, según las experiencias y pautas educativas que hayamos recibido, adoptaremos un estilo u otro de crianza y vinculación con nuestros hijos. A pesar de ello, en ocasiones podemos identificar aquellos elementos que dificultan este proceso, siendo uno de los más comunes e importantes, la sobreprotección.

Todos nosotros, en algún momento de nuestra vida habremos oído hablar de este término, e incluso es posible que lo hayamos utilizado en más de una ocasión. Lo podemos definir como la tendencia a evitar que la persona asuma la responsabilidad y los deberes características de su fase de desarrollo, con la principal intención de que tengan una vida más cómoda, fácil y exenta de posibles riesgos, impidiendo así que el niño aprenda por sí mismo a desenvolverse con normalidad en las diferentes áreas y circunstancias vitales, y las cuales deberá afrontar necesariamente por sí mismo el día de mañana. Además, pueden existir otras intenciones o motivos que explican la adopción de este rol por parte de los padres. Por un lado, supone cierta comodidad eximir de riesgos a los hijos, ya que de esta forma no debemos estar pendientes ni preocuparnos por ellos. Junto a esto, a veces puede existir una dependencia patológica hacia el hijo en la cual no se acepta que este pueda desvincularse progresivamente y ganar autonomía, lo cual favorece que se impida un desarrollo independiente y saludable.

En un primer momento, la persona “víctima” de este tipo de cuidados, puede sentir cierta comodidad e incluso seguridad, aceptando la situación en ocasiones de manera consciente, y delegando su rutina diaria y sus quehaceres a los progenitores. Pero poco a poco, los déficits personales pueden ser más y más acentuados, haciéndose especialmente patentes durante la adolescencia. Entre ellos, a continuación vamos a exponer los más importantes:

Inseguridad y pérdida de autoestima: Es quizás la consecuencia más importante y desde la que se desarrollaran todos los demás problemas. La persona va quedando anulada tanto por la “información” que recibe a nivel externo, como por su interiorización, aceptación y acomodación. A partir de aquí, se irá percatando cada vez más de sus dificultades a la hora de hacer frente a las situaciones cotidianas, mermando cada vez más su autoconcepto y autoestima, y pudiendo aparecer problemas secundarios como ansiedad o depresión.

Dependencia: Aunque resulta evidente, es importante remarcar que esta no solo aparece en relación a los progenitores o a los cuidadores, sino que puede generalizarse con mucha facilidad. Así, al empezar la escuela o incluso en el instituto, el niño puede buscar aprobación y ayuda constante, siendo incapaz de desenvolverse por sí mismo en los diferentes ámbitos.

Desvinculación: A veces, puede existir una clara evitación del contacto social, por miedo a no ser aceptado, o ser rechazado, debido a que no se ha posibilitado que la persona desarrolle adecuadamente sus habilidades interpersonales. Este aspecto estaría muy vinculado con el primero, ya que el individuo se consideraría incompetente para crear y mantener relaciones. Debemos tener en cuenta que este aspecto suele aparecer en etapas más tardías.

Creencias erróneas: Este también es uno de los aspectos más importantes. El haber experienciado todo lo comentado en los párrafos anteriores, precipita que el niño desarrolle unos pensamientos e ideas sobre el mismo, los demás y el mundo algo desviadas de la normalidad. En este sentido, puede creer que los otros están para cuidarle, y deben proporcionarle todo lo que necesite, o estar convencido de que por sí mismo no puede hacer nada. Esto, puede transformarse en excesiva exigencia tanto hacia los demás como hacia la propia persona.

Además de las comentadas, las consecuencias de la sobreprotección son muchas, y se deberá tener en cuenta la historia vital personal para entender adecuadamente las dificultades que presente el individuo. Junto a esto, y aunque nos hemos centrado en la afectación que supone en la infancia y adolescencia, como se habrá podido intuir, sus repercusiones pueden ir mucho más allá de esta etapa, persistiendo en la adultez e incluso en la vejez.

Finalmente, y con tal de prevenir que esto aparezca, resulta clave aprender a diferenciar entre un cuidado normal y saludable, y uno patológico. Para ello, y en caso de tener otras dudas sobre lo aquí escrito, te invitamos a que contactes con nuestro equipo de psicólogos de Mataró. Llámanos y te facilitaremos todo lo que necesites.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/proteccion-2932.jpg 627 960 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-01-03 00:00:002022-05-09 18:01:55La sobreprotección: conceptualización y peligros asociados
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La Depresión en la vejez: Características y factores de riesgo

A lo largo de la vida se suceden diferentes etapas, cambios, transiciones y situaciones que definen nuestro desarrollo y nos ayudan a comprender tanto el rol que desempeñamos en el mundo como nuestros aspectos más personales. En ocasiones, pero, esta evolución puede verse mermada por diferentes circunstancias, siendo los problemas psicológicos algunos de los más importantes. En relación a estos, debemos tener en cuenta que pueden aparecer en cualquier momento, por lo que, y aunque existe cierta tendencia a hacerlo, no debemos infravalorar su prevalencia e importancia en la última de nuestras etapas, la vejez. Además, parece que la aparición de estos en la senectud es cada vez mayor, siendo uno de los factores que lo explica el aumento en la esperanza de vida de la población.

Entre los trastornos psicológicos asociados a la tercera edad, siendo el más prevalente, se encuentra la depresión. Ésta, a nivel general, se define como el cuadro psicopatológico caracterizado por síntomas como profunda tristeza, apatía, sensación de desesperanza, pérdida de interés, baja autoestima, falta de concentración, y pérdida de energía. Todos ellos, junto a algunos otros, configuran los aspectos afectivos, cognitivos y conductuales del espectro. Así, aunque tienden a ser compartidos por la mayoría de personas, en cada caso predominan unos u otros, dependiendo principalmente de variables personales. En el caso de las personas mayores, existen una serie de peculiaridades que merece la pena mencionar:

Sufren episodios más largos y por lo general estos acostumbran a ser más resistentes al tratamiento tanto psicológico como farmacológico.
Acostumbran a verbalizar menos los sentimientos de inutilidad o culpa.
Alexitimia: definida como la dificultad o incapacidad para detectar y expresar las propias emociones.
Apatía: constituye el principal síntoma de la depresión en la vejez.
Más prevalencia de síntomas físicos y sensaciones corporales.
Sufren un mayor riesgo de suicidio, especialmente los hombres y cuando estos viven solos.
Presentan mayor irritabilidad, juntamente con trastornos del sueño como insomnio o hipersomnia.
Menos variaciones diurnas del humor.

Por otro lado, existen una serie de aspectos que pueden favorecer la aparición del trastorno en este sector de la población. Entre ellos se encuentran los siguientes:

Pertenecer al género femenino.
La pérdida de roles o los cambios de residencia.
Padecer un duelo por la pérdida de algún familiar o ser querido.
Sufrir enfermedades crónicas, especialmente si estas son incapacitantes o dolorosas.
Presencia de una discapacidad secundaria a una pérdida de visión o audición.
Haber sufrido el primer episodio depresivo en edad avanzada.
La aparición de un deterioro cognoscitivo de tipo amnésico.

Además de lo mencionado, es interesante destacar que los déficits cognitivos (especialmente en memoria y funciones ejecutivas) se relacionan con la intensidad de los síntomas depresivos y el número de episodios, siendo más acentuados en depresiones con ansiedad asociada. Por ello, a la hora de evaluar al paciente, es importante tener en cuenta que los problemas cognitivos pueden estar vinculados a la depresión, por lo que el diagnóstico de un trastorno cognitivo independiente deberá asegurarse y precisarse el máximo posible.

Como vemos, los problemas pueden tener características específicas no sólo en función de la persona, sino incluso dentro del periodo vital en el que estemos inmersos. Conocerlas y estudiarlas nos puede ayudar a elaborar intervenciones concretas que potencien lo máximo posible la recuperación y el bienestar de los individuos.

Si deseas conocer más sobre lo expuesto, te animamos a que contactes con nuestro centro de Psicología, en Mataró. Allí encontrarás un amplio equipo de profesionales que te facilitarán todo lo que necesites. No lo dudes y llámanos.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/vejez-1702.jpg 450 700 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-01-02 00:00:002022-05-09 18:01:55La Depresión en la vejez: Características y factores de riesgo
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¿Qué es el Trastorno de Ansiedad por Separación?

La prevalencia y repercusión de los problemas psicológicos es cada vez más frecuente y significativa, tanto en población adulta como infantil. Por ello, los profesionales de la salud mental trabajan para delimitar y esclarecer los límites entre todos ellos, creando para ello categorías diagnósticas concretas que faciliten no únicamente la comprensión de los diferentes cuadros, sino la creación de intervenciones útiles y eficaces que impidan su progreso y empeoramiento. Así, a continuación se describirá uno de los cuadros psicopatológicos más representativos entre población infantil y adolescente.

Las conductas de afiliación o apego hacia nuestros padres, constituyen uno de los aspectos más cruciales para nuestro adecuado desarrollo emocional, social y cognitivo. Por ende, cuando los niños responden de manera negativa ante la separación de las figuras importantes, tiende a interpretarse que poseen un vínculo positivo. A pesar de ello, en ocasiones, y especialmente cuando este es recurrente, y está caracterizado por una respuesta o malestar asociado, podemos empezar a sospechar de ciertos problemas subyacentes. De este modo, el Trastorno de Ansiedad por Separación o TAS se define como la experiencia de miedo o ansiedad excesiva/inapropiada teniendo en cuenta el nivel de desarrollo del individuo, la cual está provocada por la separación de aquellas personas por las que siente apego. Además, puede manifestarse de diferentes formas: con un malestar excesivo y recurrente cuando se anticipa o se experimenta separación del hogar o de las figuras con quien se tiene más vínculo; con preocupación elevada por la posibilidad de perder a alguna de estas figuras, o por que puedan sufrir algún daño; gran resistencia a salir de casa, ir a la escuela o a otro lugar por miedo a la separación; miedo a estar solo; problemas para dormir (especialmente pesadillas); y/o quejas repetidas de síntomas físicos como dolor de cabeza, de estómago, etc., cuando se produce o se prevé una separación.

Como vemos, la sintomatología que pueden presentar las personas con esta problemática es diversa, y a menos que se realice una evaluación adecuada, puede confundirse con otras categorías (p.ej., Fobia Escolar o Social, Autismo…). En esta línea, merece la pena remarcar que estas manifestaciones varían con la edad, siendo típicos los comportamientos de rechazo a ir a la escuela en niños pequeños y la concreción de miedos y preocupaciones en niños mayores. Además, aunque es especialmente característico en niños, siendo la edad de mayor prevalencia los 12 años, también puede aparecer en adultos, aunque tiende a disminuir con la edad. Así, a pesar de no ser frecuente su inicio en la adolescencia, siendo así puede ser un claro precursor de problemas más graves. Por otro lado, en población clínica, es decir, entre aquellos individuos diagnosticados y/o en tratamiento el problema posee una frecuencia similar entre chicos y chicas. En cambio, entre la población general se encuentra más asociado al sexo femenino. Es importante añadir que el curso del TAS está caracterizado por periodos de exacerbación y remisión, pero para la mayoría de niños no supone un precursor de trastornos de ansiedad más deteriorantes en un futuro. A pesar de ello, sí parece estar asociado a un riesgo mayor de suicidio (lo cual también aparece en varios trastornos de ansiedad).

Finalmente, en cuanto a los diferencias entre sexos, parece que las niñas muestran una mayor reticencia o evitación de la escuela que los niños, aunque la expresión indirecta del miedo a la separación parece ser más común entre los varones. En esta línea, consideramos importante tener presente que el rechazo al colegio, aunque es uno de los síntomas más característicos, no es necesario para realizar el diagnóstico. Esto se explica por el hecho de que no todos los niños con TAS muestran rechazo escolar.

Como se ha indicado inicialmente, los períodos de ansiedad elevada por la separación de las figuras importantes de apego forman parte del desarrollo normal, y pueden indicar que poseemos o que nuestros hijos tienen una relación de apego segura con nosotros. Para poder sospechar de un posible trastorno, deberemos tener en cuenta el malestar que produce tanto en el niño como en el entorno, la frecuencia con la que aparecen conductas disruptivas, y el grado de perturbación que suponen éstas.

Si te interesa éste o cualquier otro tema que consideres relevante, nuestro equipo de psicólogos, en Mataró, te proporcionará toda la información que necesites. Ponte en contacto con nosotros, te ayudaremos.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/separacion-4405.jpg 400 600 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2018-11-10 00:00:002022-05-09 18:01:55¿Qué es el Trastorno de Ansiedad por Separación?
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La ira: repercusión y estrategias para controlarla

Si hiciéramos un repaso diario de las emociones que experimentamos en nuestro día a día, sería más que probable que identificásemos una variedad y cantidad muy amplia. Algunas de las que nos pueden venir a la mente pueden ser alegría, tristeza, ansiedad, rabia, vergüenza, y un largo etc. Cada una de ellas se encuentra asociada a situaciones específicas, las cuales además, acostumbramos a detectar a través de una serie de sensaciones corporales (tensión, sudoración, pesadez, cansancio…). Cuando estas son muy frecuentes, o sobre todo, particularmente intensas, pueden suponer una limitación importante en nuestras vidas.

De entre ellas, el enfado es una de las emociones más típicas y frecuentes del ser humano. Al igual que las demás citadas, su expresión no solo dependerá de la situación en la que se encuadre, sino también de ciertas características personales. Cuando esta es especialmente intensa y exagerada, pudiéndose traducir en furia e incluso violencia, podemos hablar de ira. Así, este componente resulta, por una parte, de la conjunción de una serie de sentimientos negativos que generan principalmente sensaciones de indignación y enojo hacia uno mismo y/o hacia los demás, y por otra, de ciertos atributos personales como pueden ser la sensibilidad y la impulsividad. Nos encontramos pues, ante una emoción particularmente negativa que tiene repercusiones tanto a nivel individual o intrapersonal, como externo o interpersonal:

–    Repercusiones a nivel personal: Podemos resaltar aquí en primer lugar sus consecuencias a nivel anímico, haciendo alusión sobre todo a los sentimientos de culpa o inutilidad que pueden aparecer al realizar estos comportamientos. Junto a estos, el cansancio, la irritabilidad y la ansiedad suelen ser jugar un papel importante en la ira. Por otro lado, el rendimiento en las diferentes áreas puede verse claramente afectado, donde la persona, debido a este problema, puede encontrarse gravemente limitada.

–    Repercusiones a nivel externo: La incomodidad y el malestar que generan en el entorno pueden ser muy significativos, hasta el punto de crear una sensación generalizada de miedo e inseguridad hacia la persona que presenta el problema. Los problemas familiares, de pareja, laborales y sociales pueden ser consecuencia de la dificultad del individuo para controlar este invalidante sentimiento. A su vez, estos pueden contribuir a agravar las dificultades personales.

La generalización y perpetuación de esta problemática es un aspecto común y particularmente importante a tener en cuenta. El déficit de habilidades que presenta la persona, y la intimidación y problemas que genera en el entorno, en muchas ocasiones se retroalimentan de tal manera que no sólo favorecen que la situación persista, sino que se amplíe. La persona puede haber encontrado una forma “útil” de apaciguar su malestar, y la falta de límites o de estrategias de gestión por parte de los otros puede facilitar que el problema se mantenga.

De esta forma, y aunque como se ha comentado existen ciertas características personales que pueden predisponer a presentar este problema, podemos identificar en cierto modo, un mecanismo de aprendizaje en el que la persona no ha encontrado una alternativa más adecuada para exteriorizar sus emociones negativas. Por ello, es importante dotarlo de estrategias concretas para “desaprender” esta conducta y adquirir nuevas habilidades:

–    Autobservación: La detección de señales e indicios internos y externos que nos ayuden a definir cómo nos estamos sintiendo y, sobre todo, el grado de activación que poseemos en un momento dado, puede ser una estrategia útil y particularmente eficaz para prevenir el descontrol de la ira.

–    Análisis de los pensamientos y búsqueda de alternativas: Las personas que sufren esta dificultad, acostumbran a poseer un estilo de pensamiento muy concreto, con creencias absolutistas acerca del mundo y de los demás que genera un cierto sentimiento de hipersensibilidad. Es necesario detectar y trabajar el estilo cognitivo de la persona para encontrar argumentos más realistas y adaptativos acerca de los diferentes acontecimientos.

–    Estrategias de relajación: Los ejercicios de control de la ansiedad como la respiración, o las autoverbalizaciones pueden mejorar el estado de ánimo, reduciendo la activación fisiológica de la persona, y por lo tanto previniendo la “explosión” del comportamiento.

–    Entrenamiento en Habilidades Sociales: Enseñar directamente a la persona alternativas conductuales adecuadas socialmente es una parte crucial. En muchas ocasiones, como se ha resaltado, la persona carece de estrategias y habilidades específicas para manifestar de forma adecuada las emociones negativas que experimenta.

Como se habrá podido entrever, existen procedimientos muy diversos para trabajar el control de la ira. Junto a los citados, pueden utilizarse técnicas concretas que potencien la mejora de la persona y ayuden a aumentar la eficacia de los principales procedimientos. Es importante mencionar además, que nos encontramos ante un problema que representa a un amplio espectro de la población, afectando tanto a adultos como a niños y adolescentes, pudiendo estar asociado a distintos trastornos psicológicos, como por ejemplo los Trastornos del Control de los Impulsos, Depresión, Ansiedad, e incluso formas específicas de Trastornos de Personalidad. Por ello, los programas e intervenciones desde la psicología, psiquiatría, y ámbitos educativos deberán adecuarse a las necesidades de cada individuo.  

Si deseas recibir más información, nuestro equipo der psicólogos y psiquiatras, situado en Mataró, te ayudará a resolver todas las dudas que poseas.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/autocontrol-2515.jpg 321 450 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2018-11-05 00:00:002022-05-09 18:01:55La ira: repercusión y estrategias para controlarla
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El Trastorno de Conducta: características y comorbilidad

El análisis de las dificultades y problemas psicológicos, especialmente en el área infanto-juvenil, acostumbra a estar envuelto de una gran confusión. Esto principalmente es debido a la variabilidad que muestran los niños con respecto a la sintomatología, lo cual queda reflejado en las significativas diferencias que aparecen en función del momento evolutivo. Por ello, el diagnóstico de un trastorno concreto debe realizarse con mucha cautela, procurando no sólo obtener información útil a través de diversas fuentes (padres, profesores, amigos…), sino atendiendo también al momento vital en el que se encuentra el propio individuo.
El Trastorno de Conducta se define, según la quinta versión del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5), como un patrón repetitivo y persistente de comportamiento en el que no se respetan los derechos básicos de otros, las normas o reglas sociales propias de la edad, lo que se manifiesta por la presencia en los doce últimos meses de por lo menos tres de los quince criterios que define el manual, existiendo por lo menos uno en los últimos seis meses. Estos quince criterios se agrupan en tres categorías: agresión a personas o animales, destrucción de la propiedad, engaño o robo, e incumplimiento grave de las normas. Además, para diagnosticarlo en etapas infantiles se requiere que el niño refleje por lo menos un síntoma característico antes de los 10 años. Si no es así, se diagnostica como de inicio en la adolescencia.

Los datos epidemiológicos señalan que afecta a entre un 3 y un 7% de la población infantil. Por ello, se trata no sólo de una problemática significativa, sino también recurrente. Entre los síntomas o características que pueden aparecer (clasificados según las categorías expuestas anteriormente) están: acosar, amenazar o intimidar a otros; iniciar peleas; ejercer la crueldad física contra animales y/o personas; prender fuego o destruir propiedades; uso de mentiras; comportamiento oposicionista… Y se añaden además los siguientes especificadores: con emociones prosociales limitadas, con falta de remordimientos o culpabilidad, mostrándose insensible o carente de empatía, despreocupado por su rendimiento, o con afecto superficial. De esta forma, poseemos un amplio espectro de criterios para poder definir e identificar la problemática.

A pesar de ello, no debemos caer en el error de utilizar esta categoría como “cajón de sastre”. Es decir, observando todas sus características nos podemos dar cuenta que comparte muchos aspectos con otras patologías (lo cual define la comorbilidad) y con ninguna en concreto. Así, existe un alto solapamiento con el Trastorno de Déficit de Atención con/sin Hiperactividad (TDAH), el Trastorno Negativista Desafiante, o incluso es común incluirlo como Trastorno del Control de los Impulsos. Junto a estos, también se acostumbra a confundir con el Trastorno de Personalidad Antisocial, el cual debe diagnosticarse después de los 18 años. Como vemos, son muchos los cuadros que comparten rasgos con este diagnóstico, lo cual dificulta su acotación. Además pero, en los trastornos de ansiedad o depresivos los niños pueden mostrar comportamientos disruptivos continuados que nos pueden hacer pensar en esta patología.

Dejando de lado el ámbito psicopatológico, cabe mencionar que no es necesario poseer un diagnóstico concreto para reflejar este tipo de síntomas. Ante sucesos estresantes específicos, los niños y adolescentes pueden mostrar una diversidad de comportamientos que se encuentran en el Trastorno de Conducta. Una de las claves para diferenciarlo pero, se encuentra en los términos repetitivo y persistente, y en el criterio temporal. Finalmente, es importante remarcar que se requiere que exista malestar clínicamente significativo en las áreas laboral, social y/o académica. En este sentido, una característica relevante es que la persona puede no mostrar malestar aparente, siendo este mucho más evidente en los demás.

En conclusión, aunque estamos delante de una categoría aparentemente amplia y general, contiene sus particulares manifestaciones y características específicas, las cuales deberemos identificar correctamente no sólo para establecer y acotar una problemática específica, sino para diseñar una estrategia de intervención óptima y eficiente que permita producir una mejora significativa en el estado psicológico de la persona.

Si quieres recibir más información, nuestro equipo de psicólogos situado en Mataró te ayudará a clarificar cualquier duda que tengas. Llámanos.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/conducta-1225.jpg 283 424 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2018-11-01 00:00:002022-05-09 18:01:55El Trastorno de Conducta: características y comorbilidad
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Distorsiones y Engaños Perceptivos

Si echamos la mirada atrás, es posible que identifiquemos alguna situación en nuestras vidas en la que hayamos experimentado algún fenómeno por el que no tenemos una explicación clara: Oír nuestro nombre cuando nadie parecía habernos llamado, ver formas y siluetas concretas ante ciertos estímulos (sombras, nubes, árboles…), apreciar luces o brillo en lugares total o prácticamente oscuros, tener la sensación de no estar solos…entre otros. Estos representan algunos ejemplos comunes y cotidianos de anomalías perceptivas. Así, aunque en muchas ocasiones no suponen una limitación para la vida de la persona, en otras, como veremos, se encuentran asociados a patologías concretas.

Todos ellos pero, tienen su origen o se relacionan con el concepto de percepción. Ésta, aunque tiene diferentes concepciones, desde el ámbito de la Psicología la podemos definir como la capacidad de recibir, procesar, comprender e interpretar la información proveniente de los sentidos. Esto significa que entra en juego tanto un componente físico (captación sensorial de un estímulo interno o externo), y otro más subjetivo o personal, siendo este último el que explica que una percepción pueda variar entre diferentes individuos. Es por ello, que las experiencias y la memoria de cada uno de nosotros juega un papel crucial para entender estos aspectos, ya que a lo largo de nuestra vida habremos interaccionado con diferentes aspectos, en diferentes estados, y les habremos dotado de significados diferentes. De esta forma, podemos distinguir dos grupos dentro de las anomalías perceptivas, los engaños y las distorsiones perceptivas.

Las distorsiones resultan de interpretar o percibir de manera distorsionada o inadecuada un estímulo que puede llegar por cualquier de nuestros sentidos, por lo tanto, se fundamentan en estímulos existentes realmente fuera de nosotros. Así, se produciría una construcción defectuosa de éstos, dango lugar a una interpretación errónea. Además, un aspecto importante a tener en cuenta es que cuando aparecen, suelen afectar a más modalidades sensoriales e involucrar a todos los estímulos, a excepción de las ilusiones.

Algunos ejemplos de distorsiones son:

–    De intensidad: Pueden producirse tanto por defecto como por exceso. Un ejemplo podría ser percibir mucho más o menos dolor del que los demás percibirían, o apreciar de manera significativamente más acentuada un tono o luz. Éstas son más características de estados depresivos, ansiedad, o en episodios maníacos.

–    De cualidad: Se refieren a la alteración de la percepción del color, la nitidez, los detalles… Por ejemplo percibir un sabor distinto a ciertos alimentos, ver ciertos estímulos de forma borrosa, etc. Acostumbran a aparecer más en la esquizofrenia o en la depresión.

–    De tamaño y forma: Serían las llamadas metamorfopsias. Así, podríamos percibir como más grandes o más pequeños ciertos estímulos, o con formas/siluetas muy distintas. Cuando se refieren al propio cuerpo reciben el nombre de Autometamorfopsias (p.ej., vernos las manos o los pies más grandes).

–    De integración perceptiva: Se refieren al hecho de establecer nexos entre percepciones de modalidades sensoriales diferentes. Aquí aparecen dos fenómenos; la aglutinación (unión), y la escisión (desintegración o división). Un posible ejemplo separar el color de la forma de un cuadro. Aparecerían sobre todo en trastornos neurológicos y bajo el consumo de ciertas substancias.

Junta a éstas encontraríamos las ilusiones, las cuales son las más comunes y las menos patológicas. Se encontrarían inmiscuidas aquí la pareidolia, en la que se da significado a un estímulo ambiguo o poco estructurado (p.ej., las nubes), y la sensación de presencia.

Los engaños, en cambio, son errores o aberraciones perceptivas que se experimentan de forma única y suelen convivir con el resto de percepciones normales, a excepción del consumo de drogas. Además, no tienen por qué basarse en un estímulo real existente fuera de nosotros, y si lo hace, la percepción persiste independientemente del estímulo inicial que la produjo. Como se habrá podido intuir, en esta área se incluyen las alucinaciones. Éstas vienen definidas por su modalidad sensorial, pudiendo ser visuales, auditivas, olfativas, gustativas, hápticas o táctiles (p.ej., tener la sensación de que bichos trepan por debajo o encima de la piel) y cinestésicas (p.ej., percibir movimiento del cuerpo cuando no es real).

Junto a éstas pero, existen algunas variantes de la experiencia alucinatoria que merece la pena mencionar:  

–    Pseudoalucinación: También denominadas pálidas o aperceptivas. En estas el juicio de realidad está intacto, y se encontrarían a medio camino entre las imágenes y las alucinaciones, ya que como las primeras aparecen en el espacio subjetivo interno y se reconoce su irrealidad, y en similitud con la alucinación tiene los mismos elementos sensoriales y no pueden controlarse a voluntad propia. Un ejemplo sería la sensación de escuchar o sentir la voz de un ser querido fallecido recientemente.

–    Alucinación refleja: En ésta, un estímulo produce una alucinación en una modalidad sensorial diferente. Por ejemplo, oler a flores cada vez que vemos una farola. Cuando un estímulo produce una alucinación al mismo tiempo y en la misma modalidad sensorial hablamos de alucinación funcional (p.ej., oír la voz de dios cada vez que escuchamos las campanas de la iglesia).

–    Autoscopia: Se refiere a cuando nos vemos a nosotros mismos en el espacio exterior, también denominado “fenómeno del doble”. Cuando no nos percibimos, por ejemplo a través de un espejo, haría referencia a la autoscopia negativa.

–    Alucinación Extracampina: Cuando la persona percibe algo que está fuera de su campo visual. Por ejemplo poder ver alguien detrás cuando se está mirando al frente, o oír la voz de alguien que se encuentra en otro país.

Aunque resulta fácil interpretar lo contrario, cuando las alucinaciones son simples o elementales habitualmente se asocian a estados orgánicos. En cambio, cuando son más complejas se relacionan más con ciertos problemas psicológicos. Junto a esto, merece la pena remarcar que, aunque resultan extrañas y aberrantes, se pueden dar en población sin ningún tipo de patología. Aun así, tienden a ser más características de enfermedades como la esquizofrenia, o tras la intoxicación por drogas. Por ello, a diferencia de las distorsiones, éstas últimas suelen ser de carácter más grave, aunque en ambos casos nos encontramos con una experiencia perceptiva.

Si deseas conocer más acerca de estos, u otros fenómenos, puedes ponerte en contacto con nuestro equipo de psicólogos, en Mataró. No lo dudes y llámanos, te ofreceremos una atención profesional e individualizada.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/percepcion-0329.jpg 300 300 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2018-09-11 00:00:002022-05-09 18:01:55Distorsiones y Engaños Perceptivos
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¿En qué se diferencian el Autismo y el Síndrome de Asperger?

Hoy en día, es muy probable que hayamos oído hablar de estos dos conceptos, y que en muchas ocasiones hayan aparecido simultáneamente o como un mismo término. Ciertamente, y desde su definición inicial, todavía ahora existen dudas acerca de si deben ser concebidos como entidades totalmente diferentes o como partes de un mismo continuo. Por ello, es importante tener en cuenta los orígenes de ambos términos y algunas de sus principales características las cuales pueden ayudar a esclarecer sus límites, y a favorecer un estudio más eficiente sobre este tema.

Leo Kanner (1943), definió al Autismo como la alteración que sufren algunas personas, las cuales muestran una falta de contacto, ensimismamiento y soledad emocional, poniendo pues especial énfasis en el escaso contacto afectivo. Por su parte, Hans Asperger (1944), describió el Síndrome de Asperger (de ahí su nombre) como el conjunto de patrones de comportamiento presentes en algunas personas las cuales a pesar de tener una inteligencia y desarrollo del lenguaje normales, presentaban problemas a nivel social (sobretodo comunicativos) y de coordinación. Como podemos observar, las definiciones iniciales difieren relativamente poco entre ellas, lo cual queda también reflejado en la clasificación que se realiza de ambos en la literatura posterior. Así, y siguiendo las líneas del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM), actualmente se conciben como entidades de un mismo constructo, es decir, como alteraciones específicas del desarrollo neurológico, y las cuales forman parte del Espectro del Autismo. A pesar de ello, se reconoce que existen ciertas diferencias entre ellos:

Detección y Diagnóstico: Habitualmente en el autismo, los padres pueden empezar a sospechar del problema hacia los 18 meses de edad, ya que hacia los 3 años las alteraciones acostumbran a ser ya muy evidentes, principalmente relacionadas con el contacto interpersonal. En los niños con Síndrome de Asperger suele ser más complicado, y acostumbra a ser diagnosticado y detectado a edades posteriores, sobretodo alrededor de los 7 u 8 años. En ocasiones, si el deterioro es leve, puede detectarse a partir de la adolescencia o incluso en la adultez.

Déficits cognitivos: Es común que los niños y niñas con autismo presenten un Cociente Intelectual (CI) bajo. Así, se calcula que aproximadamente el 60% de ellos presentan un CI por debajo de 50. En cambio, en el Síndrome de Asperger no suelen aparecer deterioros significativos a nivel cognitivo, e incluso algunos pueden mostrar una inteligencia por encima de lo normal, en cuyo caso es importante diferenciarlos de aquellos con Altas Capacidades.

Desarrollo físico y motor: En este apartado tanto los niños con Síndrome de Asperger como aquellos con Autismo muestran alteraciones específicas. Los primeros acostumbran a reflejar un retraso motor en el cual se observan unos movimientos torpes y limitados. En el caso del autismo, aunque estas alteraciones no son frecuentes, se observan conductas repetitivas, estereotipadas y en algunos casos autolesivas, las cuales son las más graves y en cuyo caso es importante realizar una evaluación y tratamiento especialmente precoz.

Contacto e interacción social: Ambas alteraciones manifiestan problemas en esta área. En el autismo se observa una ausencia o disminución significativa del contacto con los demás, y una clara falta de vínculo con los padres. Estos además, muestran un patrón de desvinculación hacia los otros, y en el que normalmente no muestran frustración ni preocupación ante ese hecho. En el caso del Síndrome de Asperger, también acostumbran a mostrar dificultades para establecer relaciones sociales, reflejando déficits principalmente a la hora de comprender las emociones de los demás y en la interacción comunicativa no verbal. Además, sin embargo, a diferencia de aquellos diagnosticados de autismo, suelen reflejar frustración y preocupación en relación a las dificultades interpersonales que sufren. Como podemos intuir, en este ámbito las diferencias entre ambos espectros serían básicamente de grado, donde en el autismo se observa un nivel de deterioro más elevado.

A parte de estos componentes, merece la pena remarcar que en ambos trastornos se observa un patrón obsesivo del comportamiento, con intereses restringidos y rígidos. En este sentido, especialmente en el autismo se observa una gran necesidad por preservar la invariabilidad del medio, es decir, que muestran una gran sensibilidad al cambio, resistiéndose a las modificaciones ambientales y a sus pautas habituales, y respondiendo a estos cambios con episodios de ira e incluso autolesionándose.

En resumen, ambos conceptos forman parte actualmente del mismo constructo, los Trastornos del Espectro del Autismo. Las diferencias, como se ha podido observar, recaen principalmente en el nivel de gravedad mostrado por cada uno de ellos. Se considera pues, que el lenguaje y el desarrollo cognitivo son normales en los chicos y chicas con Síndrome de Asperger, y que estos no muestran los mismos problemas de comunicación que parecen asociados al autismo. Aunque se están realizando esfuerzos y se han aportado hallazgos muy interesantes al respecto, actualmente todavía nos encontramos inmersos en la lucha por esclarecer los límites entre ambas categorías, procurando dilucidar aquellos aspectos más característicos de cada uno para así acabar de determinar si deben describirse como conceptos distintos, o por si de lo contrario debemos hablar del mismo constructo con ciertas diferencias cualitativas y cuantitativas.

Este es un problema muy prevalente en nuestra sociedad, en el cual debemos trabajar continuamente para mejorar tanto las estrategias de evaluación como los tratamientos utilizados, de tal manera que las personas que lo padecen se vean cada vez más beneficiadas. Si deseas conocer más sobre este u otros temas que consideres importantes, puedes ponerte en contacto con nuestro equipo de psicólogos situado en Mataró. Llámanos sin compromiso, te ayudaremos.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/diferencias-0453.jpg 1569 1920 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2018-09-03 00:00:002022-05-09 18:01:55¿En qué se diferencian el Autismo y el Síndrome de Asperger?
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Hablemos del suicidio

Hablemos del suicidio

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente cada año se quitan la vida unas 800.000 personas. Además, una cantidad mucho más elevada intenta hacerlo. Se calcula que el 78% se producen en países con ingresos medianos y bajos, y es la segunda causa principal de defunción en personas de entre 15 y 29 años de edad, afectando por tanto, a población adulta y adolescente.  Junto a esto, debemos resaltar su progresivo aumento en los últimos años, donde según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2012 la tasa creció un 11,2% con respecto al año anterior. Y la ratio por género es de aproximadamente 3 hombres por cada mujer. Estos datos pues, nos reflejan la importancia que posee este tema no sólo para la salud pública, sino para toda la sociedad en general.
Existen múltiples causas y factores de riesgo asociados a este fenómeno. Entre ellos, la presencia de psicopatología es un aspecto especialmente importante. Entre un 60 y un 80% de los suicidios que se cometen se dan en personas diagnosticadas de depresión. Así, tener esta enfermedad incrementa en unas 30 veces el riesgo de suicidio respecto al riesgo de la población general. Además, aproximadamente el 50% de personas con Trastorno Bipolar han cometido un intento de suicidio, siendo el riesgo 4 veces mayor que en la depresión. También los trastornos relacionados con consumo de sustancias se encuentran estrechamente relacionados, y concretamente el abuso de alcohol. Este último pero, se entiende más como conducta consecuente de un malestar psicológico previo. En esta línea, aunque el suicidio se acostumbra a vincular al hecho de sufrir un trastorno mental específico, existen otras posibles causas. Entre ellas, los momentos de crisis que ponen a prueba nuestras habilidades de afrontamiento son particularmente relevantes. Por ejemplo, los problemas económicos, la pérdida o muerte de algún ser querido, las rupturas de relación, o la detección de alguna enfermedad crónica constituyen algunas situaciones de riesgo. También las experiencias vinculadas a violencia, desastres y abusos se encuentran estrechamente ligadas. Junto a estos, se citan también el género masculino, ser mayor de 75 años, el aislamiento social y el bajo nivel socioeconómico como otros factores de riesgo. A pesar de ello, el más peligroso con diferencia es la existencia de un intento de suicidio previo.
A partir de aquí, ¿debemos hablar y explorar el suicidio?
Existe un claro estigma en relación a los trastornos mentales y el suicidio. Esto a su vez actúa como limitación, disuadiendo la búsqueda de ayuda en aquellas personas que piensan en quitarse la vida o ya han tratado de hacerlo. A raíz de esto, el desarrollo de estrategias de prevención útiles se han visto mermadas por la falta de sensibilización respecto a este tema como problema de salud pública principal y al tabú que existe en la mayoría de sociedades para examinarlo de manera abierta. Además, uno de los falsos tópicos existentes es el de que hablar de suicidio puede activar ideas o planes de suicidio. Por el contrario, hablar de esto suele ser un alivio para los pacientes. De esta forma, un clínico está siempre moral y deontológicamente obligado a valorar la presencia posible de este síntoma en la depresión y en cualquier otro cuadro en el que se sospeche la presencia de ideas suicidas. Y en el caso de que sea un síntoma claro, este debería ser el primer objetivo terapéutico.
El profesional deberá abordarlo con las habilidades terapéuticas adecuadas, siendo la escucha empática y la no estigmatización unas armas fundamentales. Junto a estas, la detección de la causa de los pensamientos suicidas resulta clave. El trabajo del malestar emocional vinculado a este tipo de pensamientos mediante el uso de intervenciones eficaces y clínicamente útiles supone una herramienta de prevención muy importante.
En conclusión, el suicidio es un problema grave que afecta a una cantidad muy elevada de personas año tras año. Además, y lamentablemente, es especialmente recurrente en nuestra sociedad. Tanto la población general como los profesionales sanitarios debemos trabajar para aumentar la sensibilización y reducir la estigmatización en relación a esta temática, procurando fomentar una mayor aproximación y confianza en las personas que se lo plantean.
Si te interesa profundizar sobre esta, u otra temática que consideres relevante, nuestro equipo de psicólogos, situados en Mataró, procurará resolver todas tus preguntas. No lo dudes y contacta con nosotros.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/goodbye-5753.jpg 600 800 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2018-09-02 00:00:002022-05-09 18:01:55Hablemos del suicidio
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