¿Cuántas veces hemos sentido la necesidad de decir algo y no lo hemos hecho por miedo? ¿En cuáles de estas ocasiones nos hemos conformado y resignado? ¿Habré actuado de forma demasiado directa e incuso agresiva? O por lo contrario, ¿He sido quizás demasiado pasivo? Esto es una fuente principal de malestar, ya que repercute en nuestro estado de ánimo y en nuestra vida social, familiar y laboral. En la mayoría de ocasiones aceptamos pasivamente estas situaciones, aunque a veces podemos llegar al límite y estallar de ira. Todo esto simplemente por el hecho de no haber sabido gestionar y formular de manera correcta lo que sentíamos y esperábamos de esa situación o persona. Hoy en día la asertividad se define como la capacidad o habilidad de expresar nuestras opiniones y deseos, defender nuestros derechos y realizar sugerencias sin vulnerar las de los demás, haciéndolo de forma respetuosa, educada y honesta. De esta forma, se sugiere encontrar un punto medio entre la pasividad y la agresividad que permita obtener un resultado, en principio, mucho más beneficioso y gratificante. Dicho así puede parecer sencillo, pero en la práctica sabemos que resulta más complicado. Nuestras experiencias ante ciertas situaciones y personas dictan nuestra forma de afrontar los siguientes encuentros, e incluso llegamos a generalizar en base a características que consideramos comunes. Por ello, te proponemos una serie de pautas para que no te dejes llevar ni por el miedo ni por la ira, y seas capaz de manifestar lo que crees y piensas de la mejor manera: – Los demás no pueden leer tu mente: Puede parecer un aspecto banal pero debes comprender que los otros no saben lo que piensas ni lo que quieres a menos que se lo digas. Para ello ¡no sirve enfadarnos y recriminarles que deberían saberlo! Sino que debemos especificar cuáles son nuestros intereses. – Reformula tus pensamientos negativos: No te dejes llevar por tus prejuicios, y procura positivizar aquello que te susciten los demás. ¡A veces podemos estar muy convencidos de algo y cuando ponemos a prueba nuestras creencias nos damos cuenta de que no era para nada así! – Justifica tus peticiones: Dar motivos es la mejor forma de reducir las probabilidades de que nos rechacen, ya que la otra persona se percatará de que existe una razón real que sustenta tus intereses. – Entiende el punto de vista de los demás: En muchas ocasiones, la mejor manera de conseguir nuestros objetivos o simplemente que nos comprendan, es empezando por escuchar a los demás y demostrarles que tenemos en cuenta su opinión. ¡No seamos egoístas! Ellos también necesitan sentirse comprendidos. En nuestro centro de psicología de Mataró te proporcionamos una atención individualizada para que potencies y mejores esta crucial habilidad interpersonal. Para ello te pondremos en mano de nuestros mejores especialistas en habilidades sociales.
El Bullying es un anglicismo utilizado en nuestra sociedad para designar el acoso, hostigamiento o maltrato físico, verbal y/o psicológico, que ejercen de forma continuada una o más personas sobre otra. El término es principalmente utilizado en ámbito escolar, y se estima que afecta aproximadamente a uno de cada diez alumnos, cuyo rango de edad se sitúa primordialmente entre los 12 y los 15 años. Además, aunque el grado de afectación es más elevado en aquellos casos que sufren una conducta agresiva de carácter físico, en función principalmente de las características personales podemos encontrar alumnos en los que la afectación de otras modalidades de acoso sea igual o incluso más elevada.
Debemos distinguir una serie de perfiles o roles que se encuentran inmiscuidos en esta problemática. Por un lado podemos distinguir al agresor: este puede estar representado por una única persona, aunque habitualmente se trata de un grupo, habitualmente de chicos, que ejercen diferentes modalidades de hostigamiento. Así, siendo una de las características principales la falta de empatía y la minimización o incluso la justificación de sus actos, pueden mostrar principalmente desprecio, ridiculización, restricción de la comunicación, agresiones, coacción, intimidación, amenazas, bloqueo social y exclusión, y robos. Además, en cuanto a variables personales, acostumbran a mostrar problemas de conducta, déficit en el control de impulsos, dificultades familiares, buscar reconocimiento y poder los cuales concuerdan en ocasiones con déficits de autoestima, además de una marcada falta de empatía. En segundo lugar, podemos distinguir a la víctima: en este caso nos encontramos con perfiles muy heterogéneos, los cuales acostumbran a ser seleccionados o elegidos por los agresores por alguna característica personal concreta que puede ser física, psicológica o incluso referente a ciertas preferencias personales. A pesar de ello, muchas víctimas comparten la falta de recursos para afrontar situaciones primordialmente sociales. Esta falta de estrategias se manifiesta principalmente a través del conformismo, la vergüenza o el miedo a afrontar la situación de una manera determinada, lo cual es aprovechado por el agresor para recrearse y alimentar su ego. Finalmente podemos identificar al espectador: este constituye un rol clave para entender el bullying. La mayoría no actúa por miedo a que su rol pase a ser el de víctima, aunque en otras ocasiones se alejan del conflicto formando parte del grupo de agresores, o incluso del profesorado, los cuales en ocasiones tienen dificultades para identificar o detectar este tipo de problemáticas. Este hecho provoca que le problemática se extienda y progrese, pudiendo ocasionar problemas psicológicos graves como trastornos depresivos y de ansiedad, retraimiento y evitación social, problemas alimentarios, déficits significativos de autoestima, entre muchos otros.
Por ello, es importante tener presentes una serie de señales que nos pueden ayudar a prevenir o actuar de manera temprana en esta problemática. En este sentido, podemos observar ciertos indicios pertenecientes a la víctima:
– Evitación: Esta es una característica esencial de algunas víctimas. Así, principalmente por miedo, en ocasiones evitan ir a la escuela, o incluso cuando acuden, procuran no coincidir con el agresor/es rechazando espacios comunes. Una forma clara de evitación se manifiesta a través del fingimiento de enfermedades para quedarse en casa, como dolores de cabeza o estómago.
– Posesiones perdidas y lesiones inexplicables: Muchos son víctimas de robos constantes a la entrada, salida o durante la escuela. Además, en muchas ocasiones estos se acompañan de agresiones físicas. Los niños pueden llegar a casa y por miedo o vergüenza minimizar los hechos o inventarse un argumento que se aleje significativamente de la realidad.
– Sintomatología diversa: Los problemas de ansiedad son muy frecuentes, los cuales se manifiestan principalmente en dificultades para dormir y en una actitud irritable constante. En otras ocasiones se refleja un estado de ánimo deprimido que cursa con dificultades de autoestima. En algunos casos graves, pueden aparecer intentos autolíticos encarados a mitigar el malestar que produce recordar ciertos episodios.
– Retraimiento social: Relacionado con el primer punto, muchos chicos y chicas rehúyen el contacto social principalmente por vergüenza a exponer su situación o que les juzguen negativamente. Algunos, además, pueden mostrar una generalización de su miedo, pudiendo considerar que el rechazo y las actitudes hostiles pueden caracterizar a muchos más grupos sociales.
No solamente existen variables de la víctima, sino que también podemos fijarnos en características y comportamientos propios del agresor que pueden ayudarnos a prevenir el acoso: La involucración constante en peleas o discusiones, la intimidación como forma de comportamiento habitual, los castigos frecuentes por parte de los diferentes profesores, la falta de empatía y atribución interna de responsabilidad, o el carácter competitivo y la preocupación por su popularidad son algunos de los aspectos principales.
En conclusión, es necesario, tanto a nivel familiar como escolar, establecer un trabajo colaborativo y multidisciplinar constante y frecuente, el cual se encare a detectar tanto las necesidades como las dificultades de los jóvenes. Junto a esto, es importante no minimizar la problemática expuesta, ya que su repercusión puede ser muy grave, y principalmente cuando su detección es tardía.
Puedes obtener la información y/o la ayuda que necesites contactando con nuestro equipo de psicólogos, en Mataró. Si tienes cualquier pregunta no dudes en llamarnos.
QUÉ SON LOS TRAUMAS Y COMO SUPERARLOS
Generalmente se denomina trauma psíquico o trauma psicológico tanto a un evento que amenaza profundamente el bienestar o la vida de un individuo, como a la consecuencia de ese evento en el aparato o estructura mental o vida emocional del mismo.
En los términos de la psiquiatría un trauma es definido, indirectamente, como «exposición personal directa a un suceso que envuelve amenaza real o potencial de muerte o grave daño u otras amenazas a la integridad física personal, o ser testigo de un suceso que envuelve muerte, daño o amenaza a la integridad física de otra persona, o enterarse de la muerte no esperada o violenta, daño serio, amenaza de muerte o daño experimentados por un miembro de la familia u otra relación cercana. La respuesta de la persona al suceso debe envolver miedo intenso, sentido de incapacidad de ejercer control u horror. En niños, la reacción debe envolver comportamientos agitados o desorganizados.
Lo que hace el trauma es desequilibrar el sistema mental del sujeto y su existencia desde el punto de vista de las emociones.El trauma surge a causa de un miedo de gran intensidad (terror) o la falta de capacidad para controlar un peligro real o potencial. Es habitual que aparezca cuando el paciente es testigo de un hecho vinculado al daño o la muerte de otro ser humano, o cuando recibe una noticia inesperada y trágica relacionada con un ser querido. Cuando ocurre un suceso traumático, puede afectarte a nivel mental, emocional e incluso físico. A largo plazo, puede convertirse en problemas como ansiedad, depresión o trastorno de estrés postraumático (TEPT). Pero con las estrategias adecuadas, el tiempo y un buen sistema de apoyo, podrás superar con éxito un suceso traumático.
El problema de los traumas es que a pesar de haber ocurrido muchos años atrás, tienen tal impacto emocional y causan tal perturbación emocional, que se siguen manifestando sus secuelas el resto de nuestras vidas. Por eso es tan importante abordar y superar los traumas de nuestro pasado, para liberarnos de las secuelas que nos han provocado.
La terapia de elección para superar los traumas es el EMDR, de las siglas del inglés eye movement desensitization and reprocessing. La terapia EMDR está avalada por la Organización Mundial de la Salud y las Guías Clínicas Internacionales para el tratamiento del trauma. Se basa en la comprensión del efecto de las experiencias vitales adversas y traumáticas sobre la patología y en el procesamiento de dichas experiencias a través de procedimientos estructurados que incluyen movimientos oculares u otras formas de estimulación bilateral. Su aplicación se ha extendido a un amplio rango de problemas clínicos
En el proceso con EMDR, el terapeuta trabaja con el paciente para identificar un problema específico que será el foco del tratamiento. El paciente describe el incidente traumático, a partir del cual es ayudado por el terapeuta para que seleccione los aspectos más importantes y que más lo angustian de dicho incidente. Mientras el paciente hace movimientos oculares (o cualquier otra estimulación bilateral) le vienen a la mente otras partes del recuerdo traumático u otros recuerdos. El terapeuta interrumpe los movimientos oculares cada tanto para asegurarse que el paciente esté procesando adecuadamente.
El tratamiento con EMDR puede ser desde 3 sesiones para un trauma simple hasta más de un año para problemas complejos.
En nuestro centro de psicología de Mataró estamos ampliamente formados en la terapia EMDR, tanto en adultos como en niños. Si has sufrido un trauma no dudes en contactar con nuestros psicólogos expertos en trauma para liberarte del dolor que dicho trauma te ha producido.
El tratamiento de un problema psicológico específico incluye la evaluación, el diagnóstico, el tratamiento y la prevención de recaídas. Estas fases son comunes a cualquier modalidad de intervención. Aun así, en función de las necesidades del paciente, deberá concretarse el tipo de intervención a utilizar; nos referimos a la realización de un seguimiento psicoterapéutico y/o psiquiátrico (farmacológico).
Para ello, tanto en una modalidad como en otra (y cuando sea posible, estableciendo lazos de comunicación entre ambas) es imprescindible realizar una valoración detallada de los síntomas presentados por la persona. En esta, algunos de los principales criterios a tener en cuenta son el nivel de gravedad de la sintomatología presentada, el grado de evidencia científica y empírica, y la cantidad de alternativas (estrategias terapéuticas) existentes a utilizar. De esta forma, en cualquier trastorno, habitualmente cuando existen síntomas cuya gravedad es elevada es común complementar el tratamiento psicológico con otro de tipo médico a través de la colaboración del psiquiatra. Este, mediante la prescripción de medicación específica procurará aminorar o paliar los síntomas. Así pues, será el médico (en este caso el psiquiatra) el que establecerá una pauta para la toma de una medicación específica, concretando una cantidad y unos horarios específicos. A partir de aquí, la persona deberá administrarse y estructurarse el día a día para seguir las recomendaciones del profesional.
Cuando hablamos de automedicación nos referimos al consumo/uso de medicamentos sin prescripción médica, es decir, sin la recomendación y pauta de los profesionales de la salud. Aunque existe medicación cuyo consumo no necesita prescripción, la inmensa mayoría relacionada con la salud mental debe ser prescrita. Por otro lado, son muchos los motivos que pueden llevar a una persona a regular ella misma la toma de medicamentos, entre ellos están los posibles efectos beneficiosos o perjudiciales atribuidos a la sustancia, la falta de eficacia, la búsqueda de soluciones rápidas, el olvidar tomarla, dificultades económicas, creencias erróneas en relación a esta, etc. Así, aunque las consecuencias de la automedicación pueden ser muy distintas no solo en función del fármaco, sino también de la persona, es importante tener en cuenta algunas de ellas:
– Sintomatología diversa: Tal y como se ha remarcado, esta variará en función del fármaco y de la reacción de este en un organismo concreto. Aun así, la retirada brusca de la medicación o el consumo excesivo pueden producir síntomas psíquicos y físicos muy diversos como cefaleas, insomnio, ataques de pánico, mareos, náuseas, fatiga, irritabilidad
entre otros, así como precipitar la reaparición de problemas previos.
– Adicción o dependencia: La administración repetida y sin prescripción puede provocar un hábito de consumo inadecuado encarado a paliar con ciertos síntomas, y del cual puede ser muy difícil prescindir tras un cierto periodo de tiempo.
– Tolerancia: Este fenómeno se produce cuando, tras un consumo repetido de cierta substancia, el cuerpo se habitúa a ella. Por ello, para conseguir los mismos efectos o resultados la persona debe incrementar la dosis progresivamente.
– Reducción de la efectividad: Cuando la medicación se utiliza para afrontar o reducir el malestar ante situaciones donde no está prescrita, sus efectos pueden reducirse. Además, en relación al anterior punto, el consumo repetido sin prescripción y la consecuente habituación, provoca la disminución progresiva de la potencialidad del fármaco.
– Toxicidad: La intoxicación y las reacciones secundarias asociadas son comunes en casos de automedicación, y más específicamente, cuando existe sobremedicación. Ello puede generar problemas físicos y psicológicos diversos.
– Interacción: La interacción de la medicación con otros fármacos o substancias (desde medicamentos hasta alcohol u otras drogas) que se pueden estar consumiendo, o incluso con alimentos específicos, puede disminuir o aumentar el efecto de la substancia. Además, existen efectos muy contraproducentes.
Junto a los efectos descritos anteriormente, existen otros muchos cuya repercusión no únicamente personal, sino familiar, social y laboral, es muy significativa. Es necesario establecer una relación de confianza entre profesional y cliente que permita a este exponer todas las dudas y comentarios con respecto a la intervención. En este sentido, la comunicación continua entre ambos debe ser una prioridad, lo cual permitirá prevenir posibles complicaciones. Junto a esto, es necesario emplear la autobservación procurando exponer de forma específica las reacciones físicas y psicológicas que nos está produciendo el fármaco o fármacos administrados.
Es crucial exteriorizar y comunicar todas las preguntas que tengamos. Si necesitas asesoramiento sobre tu caso o sobre cualquier tema que consideres relevante, nuestro equipo de psicólogos situado en Mataró te ayudará a resolverlos. No dudes en llamarnos.
El miedo, definido en su esencia, es una alteración emocional caracterizada principalmente por angustia generada por la presencia o anticipación de un peligro real o imaginario. Aunque resulta desagradable, al igual que todas las emociones que experimentamos posee un carácter adaptativo básico, ya que funciona como método de supervivencia al ponernos en alerta y prepararnos para combatir una posible amenaza.
Son muchas las situaciones que nos pueden generar este tipo de respuesta, y en la gran mayoría la encontramos acompañada de lo que hoy en día se conoce como ansiedad. Esta se caracteriza por provocar agitación, inquietud, nerviosismo, preocupación e ir acompañada de una serie de síntomas físicos que pueden experimentarse en mayor o menor grado: sudoración, temblores, mareo, visión borrosa, dolor torácico y/o estomacal, entre otros. Habitualmente, en la mayor parte de las problemáticas donde la ansiedad juega un papel importante, aparte de los síntomas expuestos los cuales pueden confluir en un ataque de pánico, podemos distinguir diferentes componentes: evitación de las situaciones temidas, conductas defensivas (p.ej: tomar medicación, ir acompañado), ansiedad anticipatoria (preocupación o inquietud al anticipar posibles consecuencias), e interferencia en la vida de la persona.
Además de estos, en algunos casos puede aparecer otro componente, el miedo al miedo. Cuando además de existir miedo a las situaciones específicas (ansiedad fóbica), aparece el miedo a las reacciones somáticas asociadas con la ansiedad junto a pensamientos catastróficos, hablamos de miedo al miedo. Así, por ejemplo, en algunos trastornos de ansiedad como la agorafobia, el trastorno de pánico, o la fobia social las personas tienen miedo de las situaciones en las que consideran que pueden aparecer ciertas sensaciones físicas o en las que creen que puede ocurrir algo perjudicial o catastrófico. Dentro de este elemento, existen dos componentes importantes:
– El miedo a las reacciones somáticas (síntomas físicos) asociadas con la ansiedad: Aunque generalmente surge en las situaciones externas que se temen, puede aparecer como consecuencia del calor, la fatiga, la falta de sueño, el estrés u otros factores que produzcan activación. Las respuestas fisiológicas que acostumbran a temerse son el dolor o malestar en el estómago, la visión borrosa o distorsionada, la rigidez y la tensión. Además de esto, cabe tener en cuenta que las sensaciones pueden variar en función de la situación. Por ejemplo sentir mareo al estar conduciendo, o tener la sensación de atragantarse en un restaurante.
– Pensamientos acerca de que experimentar ciertas sensaciones físicas de ansiedad tendrá consecuencias catastróficas o perjudiciales de tipo físico (sufrir un ataque al corazón, muerte, desmayo, ahogo ), social (que los demás piensen que estamos locos o que somos incompetentes, que se rían de nosotros, ser incapaz de actuar de forma competente ), o mental (volverse loco, perder el control, quedarse paralizado ).
Por otro lado, debajo de las anticipaciones negativas temidas, en ocasiones subyacen otros miedos. Por ejemplo, el miedo a desmayarse puede incluir a darse un golpe en la cabeza, caer en coma y no recuperarse o quedar expuesto al posible daño de los demás.
Cuando existe un malestar importante, mayoritariamente asociado con la ansiedad, las personas acostumbran a creer fuertemente en las consecuencias temidas, sobreestimando la probabilidad de ocurrencia de estas y adoptan un punto de vista catastrofista, magnificando los posibles resultados negativos. De esta forma, algunas de las estrategias aconsejables para manejar este malestar son:
– Reconocer y aceptar el malestar y la ansiedad: Debemos aprender a identificar las situaciones que realmente nos generan estos síntomas, procurando adoptar una visión realista de la situación. A parte, siendo conscientes de que existe cierto grado de ansiedad adaptativo, puede ser útil aprender a tolerar su presencia en situaciones que lo requieran.
– Detectar y reinterpretar los pensamientos desadaptativos: Una componente clave para potenciar la mejora recae en el análisis e invalidación de los pensamientos que refuerzan la aparición de ansiedad. Habitualmente emitimos juicios de lo que nos pasa, por lo que debemos identificar estos sesgos y cambiarlos por argumentos más objetivos sobre lo que experimentamos en ese momento.
– Respiración y/o relajación: Las técnicas de respiración y relajación ayudan a reducir la activación fisiológica, y por lo tanto, las sensaciones físicas asociadas a ciertas situaciones. Establecer una rutina donde se trabajen estos componentes puede facilitar un mejor estado físico y emocional.
Existen otras estrategias encaminadas a reducir y gestionar el malestar que genera la ansiedad y otras emociones, que experimentadas intensamente, limitan nuestras vidas. Por otra parte, hay que tener en cuenta, que este miedo puede aparecer en todo tipo de población, pudiendo ser necesario trabajar desde la psicología de adultos o infanto-juvenil. Además, si el malestar es muy acentuado puede requerir una intervención paralela desde el ámbito de la psiquiatría para potenciar la reducción de la sintomatología.
Si quieres recibir más información, nuestro equipo de profesionales situado en Mataró posee la formación y experiencia necesarias para ayudarte en esta, o cualquier otra demanda que consideres importante para mejorar tu bienestar.
La esquizofrenia, además de ser el trastorno psicótico más frecuente, constituye hoy en día uno de los problemas psicológicos más deshabilitantes, afectando aproximadamente a un 1% de la población mundial según la OMS. Esta patología se caracteriza principalmente por dificultar los procesos mentales provocando alucinaciones, delirios, pensamientos desordenados y un lenguaje y una conducta inusuales (conocidos como síntomas psicóticos). Además de ello pero, existen una serie de alteraciones a nivel cognitivo que repercuten significativamente en la gravedad de la problemática.
En este sentido, desde la neuropsicología se han realizado avances notorios en relación con esta temática, identificando algunas de las funciones cognitivas que se muestran alteradas en esta patología. Estas alteraciones acostumbran a poder observarse al inicio de la enfermedad, e incluso en fases previas a esta, permitiendo actuar de forma rápida y precoz para procurar mejorar su evolución. Así pues, los principales déficits cognitivos se encuentran en:
– Funciones ejecutivas: Estas, a grandes rasgos, están relacionadas con la planificación y el establecimiento de metas, la iniciación de actividades y de operaciones mentales, la monitorización y autorregulación de tareas, y la selección de comportamientos. Así, algunas personas con esquizofrenia tienden a mostrar un déficit en la organización, la monitorización y el control de la conducta. Cabe señalar además, que aparecen diferencias en el tipo de déficit en esta área a medida que avanza la patología, aspecto que puede ser crucial para planificar el tipo de intervención.
– Atención y velocidad de procesamiento: La atención es un concepto amplio que abarca procesos como la detección de estímulos, la capacidad para atender selectivamente a uno de ellos, y el poder mantenerla durante un periodo prolongado de tiempo. Además, este subproceso está directamente vinculado con la velocidad en que procesamos la información del exterior. Así, se ha comprobado que las alteraciones en estas funciones cognitivas están presentes antes, durante y después de los episodios psicóticos. En cuanto a la velocidad de procesamiento, algunos estudios han señalado que el déficit en esta función se ve significativamente afectado por las dosis de medicamento antipsicótico.
– Memoria: Esta función abarca muchos subprocesos, existiendo además diferentes tipos. A grandes rasgos pero, este mecanismo se encarga del almacenamiento, la recuperación y la codificación de información transmitida a partir de diferentes estímulos (visuales, verbales, auditivos, etc). En la esquizofrenia, existe un déficit específico en esta área, lo cual repercute de manera significativa en el rendimiento en las diferentes áreas vitales.
– Cognición social: Esta se ha definido como la habilidad de entender la conducta y las intenciones de los otros en términos de su estado mental. Se refiere pues, a la capacidad de percibir y reaccionar ante las propias experiencias emocionales y de interpretar las actuaciones emocionales de los demás. Además, incluye el reconocimiento facial de emociones, la empatía y la denominada teoría de la mente, la cual puede definirse como la habilidad psíquica que permite representar mentalmente los deseos, creencias, pensamientos e intenciones de los demás, para explicar y predecir sus conductas. Así, se ha visto que esta patología cursa con un rendimiento social significativamente bajo relacionado con los conceptos expuestos, mostrándose además, muy resistente al tratamiento.
Por último, a pesar de lo remarcado, es importante destacar que los déficits cognitivos de la esquizofrenia no parecen ser producto de los síntomas de la enfermedad. En este sentido, no se han encontrado correlaciones entre la severidad de las alucinaciones o delirios y la severidad de los déficits cognitivos. De hecho, tal y como hemos destacado anteriormente, estos últimos se detectan a menudo antes de que se inicie la psicosis o ya son severos durante el primer episodio de la enfermedad. Así, por ejemplo, los trastornos de la atención y de la memoria de trabajo pueden observarse antes de la aparición de la psicosis y permanecen estables después que ésta se haya resuelto, lo cual permite ver su independencia de los síntomas positivos.
Junto a estos, existen muchas otras problemáticas que cursan con un deterioro cognitivo significativo. Por ejemplo, algunos trastornos de ansiedad como el Trastorno Obsesivo Compulsivo, o las adicciones tóxicas pueden reflejar déficits cognitivos importantes. El aspecto clave aquí recae en comprender la importancia de detectar y tratar estos déficits cognitivos, ya que estos repercuten significativamente y de manera directa en el funcionamiento de la vida diaria de las personas.
Si deseas recibir más información al respecto, ponte en contacto con nuestros profesionales en Mataró, te ayudaremos a resolver tus dudas mediante una atención integral y personalizada.
El término enuresis se refiere a la micción involuntaria o emisión repetida de orina en la cama o en la ropa, y cuya edad cronológica es, por lo menos, a los 5 años (o en un grado de desarrollo equivalente). Es decir, representa la persistencia incontrolada de orinar más allá de la edad en la se supone que se alcanza el control de esfínteres. Los manuales de psicología y psiquiatría especifican la necesidad de presentarse dos veces por semana durante un mínimo de tres meses, o que se muestre un malestar clínicamente significativo con deterioro en la esfera social, académica o laboral, u otras áreas importantes de funcionamiento. Además, no debe poder ser atribuida a los efectos fisiológicos de alguna sustancia u otra alteración médica.
Tal y como se habrá podido deducir, la afectación incluye población tanto adulta como infantojuvenil. Así, aunque su incidencia es mucho más prevalente en niños, y su remisión espontánea se observa aproximadamente en un 15% de personas, puede persistir hasta la adultez hasta en el 2% de los casos. Para poder realizar hipótesis más o menos certeras en cuanto a su curso, es importante diferenciar los diferentes subtipos, y realizar un diagnóstico diferencial adecuado. En este sentido, se distingue entre nocturna y diurna según se presente en horas de sueño (la más frecuente) o durante el día, y en cada uno de estos dos, entre primaria y secundaria. La Enuresis primaria se diagnostica cuando el niño nunca ha podido controlar la micción durante un período de al menos seis meses. En cambio, en la secundaria ha existido un control voluntario previo a la aparición del problema. Por lo que respecta a la etiología, habitualmente cuando la dificultad siempre ha estado presente, ésta se relaciona con una alteración relacionada normalmente con factores genéticos, alteraciones neurológicas o del sueño, malformaciones anatómicas de la uretra y/o la vejiga, o infecciones urinarias. Por otro lado, cuando la enuresis aparece más tarde (secundaria), es decir como síntoma de otro problema previo, la causa habitualmente se atribuye a trastornos psicológicos o desórdenes emocionales.
No debe confundirse con otros trastornos como la poliuria (emisión de cantidad de orina superior al esperado pero con control voluntario), nicturia (necesidad excesiva de orinar durante la noche, con control voluntario), o la encopresis (incontinencia fecal involuntaria). Todos ellos provocan un malestar en mayor o menor grado en la persona que lo sufre, pero presentan diferencias significativas principalmente a nivel cualitativo.
Es habitual descartar la presencia de una enuresis primaria cuando el tratamiento farmacológico no consigue los resultados esperados. De esta forma, en cuanto al abordaje médico o psiquiátrico, se han venido utilizando los anticolinérgicos, la imipramina y en algunas personas la desmopresina por vía nasal. Todos ellos son fármacos que procuran reducir la sintomatología asociada al problema (principalmente ansiedad y bajo estado de ánimo), y a la correcta dilatación de la vejiga, ya que se encuentra estrechamente relacionada con la capacidad de contenerla y vaciarla. En muchos caso pero, este no es suficiente, requiriéndose una intervención psicológica paralela.
Existen muchos métodos utilizados para facilitar y potenciar el control voluntario de la micción, y reducir los síntomas asociados. Entre ellos se encuentran los siguientes, siendo el método de la alarma o pipi-stop el que ha demostrado mayores porcentajes de eficacia:
– Entrenamiento en cama seca: Se construye en torno a la teoría de que el problema se mantiene porque no existen refuerzos suficientes para que la conducta sea inhibida. El procedimiento utilizado es la programación de una alarma (considerada un estímulo aversivo para el niño, el cual intentará evitarlo), añadiendo además una frecuencia de despertares en escala (se aumenta progresivamente el tiempo requerido para despertarse). Cuando el niño se despierta, se procura no estimularlo demasiado para procurar que no pierda el sueño, pero debe indicarse que vaya a orinar, a una hora determinada, tras haber ingerido una cantidad elevada de agua. Posteriormente debe aparecer refuerzo positivo (elogios) tras los logros conseguidos por este. También es importante que se responsabilice de los obstáculos o dificultades (orinarse antes de tiempo), cambiándose él mismo el pijama o la cama.
– Método de la alarma o pipi-stop: Es un aparato electrónico que se conecta a un tejido el cual, al dormir, se coloca debajo del niño. Cuando este tejido se moja o se humedece, emite un sonido que hace que la persona despierte. Seguidamente el niño debe apagarlo e ir al baño, con lo cual progresivamente se asocia la sensación previa a orinarse, con el despertar, lo que debe confluir en despertarse antes de orinar. Su eficacia se sitúa entre el 70 y el 90% de casos, y acostumbra a tener una duración de entre uno y tres meses.
Junto a estos procedimientos, son importantes habilidades personales (por parte de los padres) y terapéuticas (profesionales de la salud), como comprensión, empatía, no desesperación, colaboración, refuerzo positivo, evitar los sentimientos de culpabilidad, entre otras; las cuales permitirán a la persona afectada precipitar los avances y lograr un control voluntario adecuado de la micción. Además, las técnicas de reducción de estrés y ansiedad pueden repercutir de manera muy positiva en la evolución del niño. Finalmente, la utilización de horarios y rutinas como ir a dormir siempre aproximadamente a la misma hora u orinar antes de ir a la cama también puede resultar muy útil.
Esta es una dificultad muy prevalente en nuestra sociedad, que además acarrea habitualmente otros problemas relacionados sobre todo con el malestar que provoca tanto al niño como a los familiares implicados. Si necesitas recibir más información al respecto, en Mataró, nuestro equipo de psicólogos te proporcionará toda la ayuda que necesites. No lo dudes y contacta con nosotros.
Los trastornos psicosomáticos constituyen una problemática caracterizada por la presencia de síntomas físicos que generan un intenso malestar, pero que no se pueden explicar o atribuir a una causa orgánica. En el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) los encontramos definidos como síntomas físicos persistentes, a menudo durante un periodo superior a los 6 meses, que causan malestar o dan lugar a problemas significativos en la vida diaria, apareciendo además, preocupaciones, sentimientos o conductas desproporcionadas relacionadas con estos síntomas.
Las molestias pueden estar generalizadas a varias partes del cuerpo o focalizadas en un punto en concreto. Algunos de los síntomas físicos característicos son fatiga, astenia, dolor y distensión abdominal, estreñimiento, palpitaciones, mareos, debilidad muscular, alteraciones de la visión o de la marcha, entre otros. Junto a esto, la persona acostumbra a mostrar un grado elevado de preocupación por padecer una enfermedad específica evaluando constantemente su sintomatología, poseen pensamientos catastróficos en relación a su salud, no acostumbran a responder a tratamientos médicos e incluso algunos pueden empeorar los síntomas, y en ocasiones reflejan una elevada sensibilidad a los efectos secundarios de la medicación. Además, en muchos casos se encuentran relacionados problemas de ansiedad, depresión e incluso trastornos de personalidad específicos.
La principal dificultad que presentan este tipo de problemáticas recae en el hecho de tener que cerciorarse de la no existencia de una patología médica u orgánica real. En este sentido, debido al malestar que generan los síntomas físicos, puede resultar realmente complicado categorizarlo como un trastorno psicológico. Por ello, habitualmente las personas que sufren estas dificultades acostumbran a acudir en primer lugar a servicios médicos y en última instancia, una vez descartada una causa biológica, a un servicio de salud mental. De esta forma, se observa una excesiva utilización de unidades médicas entre las cuales se producen múltiples derivaciones por no conseguir detectar la problemática, provocando sentimientos de frustración y agravando las preocupaciones de la persona.
A pesar de lo expuesto, antes de empezar un tratamiento psicológico específico, es necesario descartar una patología médica. Una vez valorado adecuadamente, la intervención terapéutica se centrará en favorecer que el paciente cambie su interpretación donde los síntomas somáticos representan manifestaciones de una enfermedad orgánica, hacia una nueva consideración en la que incluya posibles causas fisiológicas o psicosociales. Junto a esto, puede ser necesaria una intervención psiquiátrica encarada a reducir el malestar producido por los síntomas físicos, teniendo en cuenta siempre la sintomatología reflejada por la persona.
Además de la complejidad de este problema, deberemos tener presente que se trata de un síndrome que puede afectar a todo tipo de población, tanto adulta como infanto-juvenil. Y aunque las manifestaciones acostumbran a ser similares, deberemos tener particularmente en cuenta las diferencias interindividuales.
Nuestro equipo de psicólogos situado en Mataró, te ayudará y facilitará información en caso de querer profundizar sobre esta temática. No dudes en contactar con nosotros.
La intimidad constituye uno de los elementos clave para definir lo que hoy día entendemos como una relación sana y feliz. Ésta, habitualmente cuando se elabora en colaboración con la otra persona provoca y potencia el bienestar en cada una de nuestras relaciones de pareja. Si bien tendemos a pensar que este componente se limita al contexto sexual, va mucho más allá, implicando aspectos como la complicidad, el conocimiento adecuado del otro y la confianza. Así pues, intimidad compartida significa coincidir en un espacio común, en el que ambas partes se encuentran conectadas por un nexo particular y único. Al tratarse de un concepto subjetivo pero, existen muchas definiciones e interpretaciones al respecto, lo cual dificulta encontrar estrategias adecuadas para potenciarlo. Aun así, y más allá de los matices, hay aspectos comunes que debemos tener en cuenta. En este sentido, intimidad es proximidad, calidez, atención, cuidado. Requiere poseer la capacidad de aproximarse a la otra persona para compartir tanto aspectos positivos como negativos, para expresar fragilidades y solicitar apoyo, a la vez que dedicamos tiempo para atender a sus necesidades. De esta forma puede entenderse como respetar y comprender tanto al otro como a uno mismo es decir, el ser capaz de permanecer en un espacio compartido sin perder las fronteras de la propia identidad. Aunque sus beneficios puedan parecer obvios y fácilmente asequibles, en algunos casos existen miedos que impiden su desarrollo. Así, el miedo a no ser aceptado o rechazado al revelar aspectos privados de uno mismo, a depender en exceso del otro, a equivocarse o simplemente a exponerse a la otra persona pueden ser razones más que suficientes para evitar implicarse en una relación. Teniendo en cuenta esto, algunas de las estrategias que podemos utilizar para crear una relación con intimidad sana y positiva son las siguientes: – Fomentar una comunicación positiva basada en la sinceridad y en la reciprocidad, expresando de forma adecuada nuestros deseos, emociones y creencias, y procurando evitar comentarios punzantes y mensajes incompletos. – Aceptar tanto los valores, pensamientos y sentimientos propios como los de la otra persona. Solo de esta forma facilitaremos la manifestación sincera y auténtica del otro, lo cual nos permitirá sentirnos a la vez con mayor libertad para exteriorizar nuestras inquietudes. – Comprender y aceptar nuestras propias limitaciones, las del otro, y las de la relación en sí. Junto a esto, puede ser muy interesante comprobar hasta qué punto nuestra percepción confluye con la de nuestro conyugue. – Escuchar activamente y empatizar. No debemos situarnos cerca de nuestra pareja solamente en los momentos felices, es igual o más importante establecer un hábito de apoyo en aquellas situaciones que se presenten más complicadas. En resumen, la intimidad es un proceso dinámico e interactivo en el que están implicados ambos miembros de la relación, y mediante el cual no debemos suponer que existe amenaza para nuestra identidad, sino que contribuye de manera clave a enriquecerla, fomentando así el bienestar y crecimiento personal. Si Si deseas recibir una atención personalizada y profesional sobre este tema o relacionados, no dudes en contactar con nuestro centro de psicología en Mataró, en este, especialistas en psicología de adultos y de pareja procuraran atender y ayudarte en tus demandas.
Ayer día 3 de enero, nuestra directora y psicóloga del Gabinet Psicològic Mataró, Cristina Martínez, fue entrevistada en el programa de televisión 8 al dia de Josep Cuní de 8TV.
Habló acerca de cómo la niebla y la falta de sol que estos últimos días están sufriendo los habitantes de la zona de Lleida afecta en su estado de ánimo. Y es que la falta de horas de sol está demostrado que provoca una disminución de la producción de la hormona serotonina, un neurotransmisor que regula el estado de ánimo. A mayores concentraciones de serotonina en el cerebro, mejor es el estado de ánimo. Así mismo, la falta de horas de luz estimula la producción de melatonina, que induce al sueño y al cansancio.
Por ello, los países nórdicos, son los que presentan mayores tasas de depresión entre sus habitantes, así como las mayores tasas de suicidio de Europa. En nuestro país, se calcula que cada día se suicidan 10 personas, mientras que en los países nórdicos, lista encabezada por Lituania, Estonia y Letonia y seguido por el resto de países escandinavos, estas cifras prácticamente se doblan.
La explicación radica en que estas personas, sobretodo aquellas que presentan una mayor tendencia a la depresión y al trastorno bipolar, al estar expuestas a menos horas de sol, sus niveles de serotonina en el cerebro son menores y lamentablemente su estado de ánimo es más bajo.
Es importante que la persona mantenga una actitud positiva ante la falta de luz solar, sea esta por culpa de la niebla o de la lluvia y trate de sacar el lado positivo de cada una de estas condiciones meteorológicas. Las actividades al aire libre son más atractivas, pero si el tiempo no acompaña, también podemos hacer otras muchas cosas dentro de casa o en lugares resguardados del frío. Lo más importante es mantener una actitud positiva y un buen niv el de actividad que nos permita sentirnos gratificados y contentos con aquello que hacemos.
Para ver la entrevista completa pueden seguir el siguiente enlace:
Com afecten les persones els trastorns ambientals? Parlem amb la psicòloga Cristina Martínez
Gepostet von 8 al dia am Dienstag, 3. Januar 2017
