El mutismo selectivo: qué es y cómo se produce
La infancia y adolescencia constituye uno de los periodos más cruciales de todo nuestro desarrollo personal. En esta etapa se producen diferentes cambios tanto físicos como emocionales cuyo proceso y afrontamiento repercutirá en nuestra forma de pensar, actuar e incluso sentir en el futuro. El aprendizaje, maduración cerebral o cognitiva, y en general la absorción de la información de nuestro entorno es constante, y nos ayuda a crearnos una representación concreta del mundo. En ocasiones pero, todo este proceso puede verse limitado o dificultado por ciertos factores que deberán estudiarse y abordarse lo más pronto posible para para prevenir futuras complicaciones más graves. Uno de ellos lo constituye el mutismo selectivo.
Esta problemática se define según los principales manuales de psicología y psiquiatría como el fracaso constante que manifiestan ciertos niños para hablar en situaciones sociales específicas en las que existe expectativa por hablar, a pesar de hacerlo en otras situaciones. Así, tal y como podemos ver, el niño consigue comunicarse en ciertos contextos pero no en otros, lo cual descarta la posible presencia de trastornos del lenguaje y de TEA (Trastorno del Espectro del Autismo), ya que en estos dos la persona no consigue hablar independientemente del entorno en el que esté situado debido a una grave alteración en la comunicación e interacción social. Por otro lado, conviene tener en cuenta, que el problema no es debido tampoco al desconocimiento del idioma requerido. De esta forma, la situación conlleva una clara interferencia en los logros educativos o laborales, y en la creación y mantenimiento de vínculos relacionales.
Junto a lo anterior, y aunque sea una problemática relativamente infrecuente (se calcula que afecta aproximadamente a entre un 0,1 y un 1,9% en menores de 15 años), cuando aparece, tiende estar asociado a un gran malestar tanto para el individuo que lo manifiesta como para sus familiares. En este sentido, el trastorno suele estar marcado por una elevada ansiedad social, y entre las características o factores que la podrían explicar podemos citar; el ser excesivamente tímido, tener miedo a la humillación social, el aislamiento y retraimiento, los rasgos compulsivos, y el comportamiento controlador o negativista. Todos estos aspectos, junto a la vivencia de experiencias traumáticas en ciertas situaciones, se han vinculado al posible desarrollo, mantenimiento o exacerbación del problema, pero además de estos, y aunque la etiología todavía está por esclarecer, es posible que existan factores genéticos compartidos entre el mutismo y la fobia social. Por ello, la categoría se ha incluido dentro de los Trastornos de Ansiedad, ya que comparte muchos componentes con las diferentes patologías de este amplio espectro.
Por otro lado, un aspecto clave que debemos tener en cuenta es que, en muchos casos, el mutismo puede servir como estrategia compensatoria para disminuir la activación ansiosa en los encuentros sociales que generan malestar. De esta forma, la persona evita la interacción mediante un mecanismo relativamente sencillo, previniendo una situación embarazosa o incómoda.
Los tratamientos cognitivo-conductuales, o la Terapia EMDR (especialmente cuando se asocia a situaciones traumáticas) pueden resultar beneficiosos para superar esta complicada situación. En nuestro centro de Psicología situado en Mataró, disponemos de profesionales con una amplia formación en estas y otras intervenciones. Si deseas informarte, o crees que puede resultarte útil, no lo dudes y contacta con nosotros, te ayudaremos.