El sueño: fases y problemas asociados
El sueño, es considerado actualmente uno de los componentes más importantes de nuestro día a día. A grandes rasgos, podemos definirlo como el estado fisiológico caracterizado por una interrupción temporal del movimiento, del estado de vigilia o alerta, y de la capacidad sensorial. Estos fenómenos se producen para restablecer y equilibrar las funciones psicológicas y físicas del organismo, lo cual resulta esencial para obtener un pleno rendimiento vital. Así, mediante estudios en los que se analiza la actividad eléctrica cerebral, y aunque es necesaria más investigación, hemos pasado de considerarlo como un mero acto pasivo en el que no parecía ocurrir nada significativo, a identificarlo como un estado particular de la mente y la conciencia donde la actividad cerebral puede ser tan activa como cuando estamos despiertos, y en el que suceden cambios cruciales en el funcionamiento del cuerpo.
Los descubrimientos desde las neurociencias, y entre ellas la neuropsicología, han permitido diferenciar dos fases mientras dormimos; la fase del sueño lento o no MOR (Movimientos Oculares Rápidos), también denominada no REM (Rapid Eyes Movements), y la fase de sueño rápido/sueño MOR/REM. El primero de ellos se divide en cuatro etapas diferenciadas. Estas cinco fases se van alternando cíclicamente con una duración total de cada ciclo de unos 90 minutos. A continuación las exponemos brevemente:
Fase 1 de sueño ligero o no MOR. Es considerada la etapa de transición entre la vigilia y el sueño donde la persona todavía puede llegar a percibir algunos estímulos. Aquí el sueño es poco reparador, y a nivel fisiológico lo más característico es la disminución del tono muscular y la aparición de movimientos oculares lentos. Se calcula que pasamos aproximadamente entre el 5 y 10% de tiempo en esta fase.
Fase 2 de sueño ligero o no MOR. Aunque la actividad cerebral es similar, desaparecen los movimientos oculares. El sistema nervioso promueve la desconexión de las vías de acceso a la información sensitiva facilitando así el acto de dormir. El sueño resulta aquí parcialmente reparador y continúa disminuyendo el tono muscular. Aquí posiblemente es donde transcurre más tiempo, aproximadamente el 50%.
Fase 3 de sueño profundo no MOR. Aparecen las ondas lentas (delta), la actividad cerebral y el tono muscular continúan disminuyendo, junto con la tensión arterial y el ritmo respiratorio, los cuales también sufren una disminución significativa. Así pues, la desactivación sensorial aumenta. Y ocupa pocos minutos comparada con el resto.
Fase 4 de sueño profundo no MOR. Constituye la fase del sueño de mayor profundidad. La actividad cerebral es todavía más lenta (predominan las ondas delta), el tono muscular es casi imperceptible, y resulta clave para el correcto funcionamiento psíquico y físico, junto al equilibrio del organismo. El porcentaje aproximado de tiempo es de un 20%.
Fase 5 de sueño MOR. Se conoce también como fase de sueño paradójico. Esto es así debido a que existe un contraste evidenciado a través de la atonía muscular, que supone la relajación total típica del sueño profundo, y la activación del sistema nervioso, lo cual es signo de alerta y vigilia. Los movimientos oculares rápidos que se observan son parecidos a cuando nos encontramos despiertos. Y por último, el tiempo dedicado ronda el 25%.
Como alteraciones generales, debemos mencionar que a medida que aumentamos la supresión del sueño, podemos observar como se produce un claro deterioro en el funcionamiento durante el día. Además, el rendimiento intelectual también se ve afectado con alteraciones de la memoria, el razonamiento y la concentración. Los actos reflejos se ven entorpecidos lo cual dificulta el afrontamiento de ciertas situaciones (como la prevención de accidentes laborales, domésticos y especialmente de tráfico). Cuando esta privación es severa, pueden producirse ataques epilépticos, alteraciones neurológicas e incluso alucinaciones.
Por otro lado, como consecuencia pueden aparecer problemas psicológicos diversos, siendo los trastornos de ansiedad y los problemas de irritabilidad los más comunes. Aun así, es importante tener en cuenta que las dificultades en el sueño pueden ser tanto causa como consecuencia de estos últimos. Junto a esto, también resulta interesante destacar que pueden aparecer alteraciones durante los propios ciclos de sueño. En este sentido, por ejemplo, los terrores nocturnos y el sonambulismo aparecen durante las fases 3 y 4 del sueño no MOR. Además, las alteraciones en esta etapa acostumbran a provocar somnolencia diurna. En cambio, las pesadillas o la parálisis del sueño transcurren durante la fase de sueño MOR.
Es importante comentar que se recomiendan unas 7-8 horas de sueño para obtener un descanso adecuado. Aun así, debemos remarcar que para prevenir o reducir las alteraciones mencionadas, no es tan importante la cantidad de horas, sino la calidad de estas. Cada uno posee un sistema específico y, por tanto, unas necesidades concretas. De esta manera, algunos necesitarán dormir 5-6 horas diarias, y otros posiblemente más de 8. Para que el sueño sea reparador, debemos establecer una rutina y hábitos saludables, en los que ajustemos el tiempo a nuestra necesidad real de sueño y adoptemos conductas que favorezcan un descanso adecuado.
Este es un tema amplio en el cual están involucrados un amplio espectro de elementos. Aquí han sido comentados algunos de ellos de forma resumida, pero en caso de querer ampliar información, puedes contactar con nuestro equipo de psicólogos situado en Mataró. Atenderemos todas tus peticiones y procuraremos resolver todas las dudas que tengas.