Los errores cognitivos más frecuentes
Muy habitualmente vivimos situaciones en las que, casi automáticamente, nuestro cerebro utiliza algunos atajos para no tener que procesar completamente toda la información y así evitarse el coste temporal y energético que implica. Es decir, hay veces en que obtenemos una información y, sin que esté completa, extraemos una serie de conclusiones que tomamos por ciertas y, a partir de ahí, actuamos. Es en estos casos en los que hablamos de los llamados errores cognitivos. Aunque en muchas ocasiones esto supone una ventaja, en muchas otras implica generar expectativas desajustadas respecto a una situación, otras personas o uno mismo. Implica llevar a cabo conductas que generen un malestar mayor; implica disminuir nuestra autoestima e infravalorarnos; implica evitar situaciones que, de haber afrontado, podrían haber impulsado nuestro autoconcepto, entre otras. Cabe destacar que son muy frecuentes en los trastornos de ansiedad.
Pese a que existen múltiples errores cognitivos, los más comunes son los siguientes:
- Inferencia arbitraria. Los más frecuentes dentro de esta categoría los vemos cuando damos por supuesto qué piensa otra persona (lectura de mente; “he cometido un error, seguro que piensa que no valgo para esto”) y cuando damos por ciertas algunas anticipaciones sin tener pruebas de que vaya a ser así (error del adivino; “seguro que si se lo digo se enfadará conmigo”).
- Sobregeneralización. Tras una situación que nos ha generado malestar, es habitual que extraigamos la conclusión de que volverá a ocurrirnos en otro contexto similar. Esta reacción es la esperable dado que queremos protegernos y no volver a pasarlo mal, aunque no tenemos pruebas de que esto vaya a repetirse (“he vivido esta situación con ansiedad, seguro que la próxima vez volveré a pasarlo mal”).
- Exageración y minimización. En algunas ocasiones, aumentamos o engrandecemos la importancia que tiene una situación, conducta o repercusión (catastrofismo; “he tenido un malentendido con mi pareja, lo que quiere decir que nunca lograremos entendernos y debe terminarse la relación”) y, en otras, tendemos a subestimar la importancia de algunas conductas (“mi hijo está aprendiendo a no gritar, pero no es suficiente porque continúa sin recoger la casa”), habitualmente de aspectos positivos (descalificación de lo positivo; “seguro que me ha hecho ese cumplido porque le doy pena”).
- Abstracción selectiva o filtro mental. En cualquier situación intervienen infinidad de factores, por lo que es esperable que no los identifiquemos todos ni les demos el mismo espacio, pero en ocasiones tendemos a fijarnos en un único detalle o aspecto, ignorando el resto (“he pasado el día rodeada de personas a las que quiero, pero me ha llegado un mensaje del trabajo y me ha amargado el día entero”).
- Razonamiento dicotómico. Cuando ignoramos los matices de las situaciones, nos decantamos por los extremos y pasamos a ver las cosas en blanco o negro, bueno o malo (“si no lo hago perfecto no es válido, así que no lo hago”).
- Razonamiento emocional. Las emociones pueden llegar a ser muy potentes, casi tangibles, por lo que muchas veces las consideramos como una prueba de que algo es cierto, aunque no podamos confirmarlo (“me siento culpable, por lo que seguro que he hecho algo mal”).
- Imperativos categóricos. Son conocidos también como debos y se trata de normas que nos imponemos a nosotros mismos, a las demás personas o al mundo o sociedad en general, que habitualmente no se llegan a cumplir porque son poco realistas y nos generan frustración, decepción, vergüenza, ira, entre otras emociones (“mi pareja/amistades/familia debería entenderme; debo ser productiva constantemente; la vida debería ser más fácil”).
Todas las personas cometemos múltiples errores cognitivos cada día y la línea que separa unos de otros es muy fina, por lo que suelen darse simultáneamente. Cabe tener en cuenta que, al no poner en duda estas conclusiones que extraemos, actuamos de acuerdo a ellas. Eso quiere decir que es probable que perdamos oportunidades de poner en duda las conclusiones y de demostrarnos que sí que hay alternativas; es probable que perdamos vivir ciertas experiencias y conocer a otras personas que pueden aportarnos muchas otras vivencias; es probable que nuestras relaciones interpersonales se vean afectadas con todo lo que esto implica y es probable que nos encontremos en situaciones que perpetúen las dificultades previas que cada persona lleva. Por todo ello, es importante aprender a identificar los errores cognitivos y valorar hasta qué punto las conclusiones que extraemos tienen peso o no y actuar en consecuencia.
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– Marina Salines.