La dependencia emocional y sus falsos beneficios
En términos generales, podemos definir la dependencia emocional como un estado psicológico caracterizado por una necesidad afectiva excesiva y por la búsqueda continua de aprobación. Junto a esto, el miedo a la soledad y/o al rechazo o la falta de iniciativa/pasividad constituyen algunas de las principales variables encargadas de mantener y perpetuar este particular rasgo de personalidad.
Ciertamente, el ser humano posee una predisposición innata que le encara hacia el establecimiento de lazos afectivos. Dicho de otro modo, las personas somos seres sociales, por lo que la importancia de la interacción y la construcción de relaciones resultan evidentes. Además pero, cada uno de nosotros goza de aspectos únicos, individuales y concretos que nos definen como individuos y que nos diferencian de los demás. A partir de aquí, continuamente nos encontramos inmersos en una lucha por el equilibrio entre ambos aspectos, construyendo nuestro yo en parte, a partir de las interrelaciones con los demás. El problema surge cuando consideramos que nuestra felicidad y aquello que permite autorrealizarnos depende únicamente del primero de los conceptos comentados, vinculando nuestro bienestar y hasta la definición de nosotros mismos únicamente a las concepciones que nos proporcionan los demás.
De este modo, aunque la dependencia emocional en pareja es la más común en nuestra sociedad, esta característica puede darse en muchos otros ámbitos (laboral, familiar, social, etc.). A pesar de ello, existen componentes comunes en las relaciones que establece la persona dependiente: Se basan en la sumisión y la subordinación, existe una necesidad excesiva del otro/otros acompañada de un gran temor a la ruptura o separación, cuando no se cumplen las expectativas de aprobación y estima aparece el sufrimiento el cual puede equipararse al síndrome de abstinencia, y acostumbra a haber preocupación excesiva por agradar. Junto a estos, correlacionan positivamente aspectos como la baja autoestima o la distorsión del autoconcepto.
A continuación pues, y teniendo en cuenta lo comentado hasta el momento, te ofrecemos algunas estrategias para potenciar nuestra individuación y autonomía:
– Identifica las señales de dependencia: El primer paso para mejorar es reconocer que hay aspectos a modificar. Así, las reacciones exageradas tras las rupturas, la excesiva sensibilidad al rechazo, la búsqueda continua de aprobación, la tendencia a vincularlo todo al otro, o la aceptación incondicional de sus comportamientos pueden ser algunas de las señales de alarma.
– Céntrate en ti: Esto puede ser más complejo de lo que parece. Centrarnos en nosotros mismos significa atender a aquellas características que nos hacen únicos, buscando lo positivo de nuestra persona y atendiendo a aquello que nos produce bienestar y que nace únicamente en nosotros. Además, es importante que reserves espacios para ti, que busques en tu colección de aficiones (aquellas que no hayan sido formadas en base a las apetencias del otro) y les dediques un tiempo significativo en tu vida.
– Modifica y/o elimina tus creencias erróneas: El creer que necesitamos al otro para ser feliz, que no somos capaces de prescindir de una relación, o que no podemos poseer el control de nuestras vidas considerándonos ineficaces e inefectivos, son pensamientos y creencias que limitan significativamente nuestras vidas, reforzando positivamente la idea de que necesitamos apoyarnos en otros para ser felices.
– Utiliza la asertividad: Adoptar una postura sumisa y pasiva es una actitud frecuente, la cual aparece como consecuencia de algunos de los aspectos anteriores comentados, y principalmente del sistema de creencias. Por ello, es importante aprender a decir no sin temor a las consecuencias, y especialmente a perder a alguien. Debemos defender nuestros intereses y necesidades, ya que de lo contrario podemos terminar anulados.
A pesar de que, inevitablemente, al construir nuestras relaciones personales una parte de nosotros queda vinculada a los demás, debemos tener en cuenta que seguimos siendo únicos y diferentes, y no solamente esto, sino que somos dueños y responsables directos de nuestras vidas.
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