Los prejuicios: características y repercusión
Podemos definir prejuicio como una opinión, valoración o crítica acerca de algo o alguien de manera anticipada. Es decir, se trata de una evaluación preconcebida, generalmente negativa, acerca de una persona o aspecto en concreto sin tener, a priori, datos suficientes que corroboren esa información. Allport (1965), en su libro The Nature of Prejudice, lo define como la etiquetación que hacemos de manera negativa, sobre la base de una forma de pensar que adoptamos desde pequeños. Esta manera de pensar aparece como resultado de la necesidad que tiene el ser humano de tomar decisiones firmes y concretas de forma rápida, recogiendo información generalizada de la que se tiene hasta el momento para emitir juicios, y sin contrastar su veracidad.
Las personas emitimos juicios y valoraciones constantes acerca de todo lo que nos rodea. Actuamos como científicos procurando proporcionar explicaciones aparentemente plausibles acerca de lo desconocido. En muchas ocasiones, la poca tolerancia a la incertidumbre es la variable que actuará como principal motivador. Junto a esto, nuestro sistema de creencias y el abanico de experiencias que hayamos tenido ante situaciones o estímulos similares durante nuestro recorrido vital precipitarán que se emita una valoración u otra acerca de lo que tenemos delante. Además, existen problemáticas psicológicas específicas que se ven acompañadas especialmente de estos sesgos de interpretación, tales como dificultades relacionadas con la autoestima o los trastornos del estado de ánimo como la depresión, donde los sesgos cognitivos pueden aparecer de forma más frecuente. Uno de los aspectos clave a tener en cuenta, es que los prejuicios, fruto principalmente del aprendizaje, acostumbran a ser automáticos e inconscientes, condicionando constantemente nuestra forma de actuar ante diferentes situaciones. Además de estas cabe tener en cuenta otras características importantes:
– Subjetivos: La información en la que se basan tiende a ser, además de escasa, muy poco objetiva y fiable. Aunque tendemos a aceptar esta valoración y a darla casi por segura, ésta se basa en muy pocos datos los cuales ni siquiera han sido contrastados. Debemos considerar que podemos estar equivocados y flexibilizar nuestra forma de interpretar las variables del entorno.
– Generalizados: Tras haber experimentado, presenciado y/o conocido situaciones, personas o estímulos similares, acostumbramos a realizar comparaciones entre estos, buscando similitudes que nos ayuden a lidiar con la falta de información y la incertidumbre. A partir de aquí, ante eventos nuevos, pero con cierta similitud, nos basamos en la información recogida previamente para encararlas. Ejemplos de generalización serían: He conocido a varias personas de barrios pobres, y casi todos han robado alguna vez; por lo tanto, los pobres son unos ladrones. O me ha mordido un perro, por lo tanto, todos los perros son agresivos y muerden.
– Connotación negativa: Una de las principales limitaciones de los prejuicios es que acostumbran a estar cargados de negatividad. Así, las valoraciones previas parecen buscar más aquello que nos puede perjudicar, y no tanto los aspectos que pueden favorecer la proximidad y la consideración positiva. Es cierto que parecemos estar programados para evitar el peligro o el daño, y así afrontar mejor posibles situaciones conflictivas; pero debemos ser conscientes de que en muchas ocasiones, nuestra evaluación crítica y negativa está considerablemente distorsionada.
– Firmes y rígidos: Los acostumbramos a poseer y considerar como verdades absolutas acerca del otro o de lo que nos rodea. Se tratan de afirmaciones profundas difícilmente cambiables a no ser que nos acostumbremos a cuestionar nuestras valoraciones y creencias acerca del mundo y de los demás. El hecho de ser tan inflexibles (considerarlos como inamovibles e irrefutables) promueve que las otras características se vean fortalecidas y se perpetúen. Dicho de otra manera, el tener la creencia de que esto es así invariablemente permite que la subjetividad, la generalización, y el carácter negativo ante estímulos parecidos, aparezcan con más facilidad.
Existen otros aspectos importantes a tener en cuenta en relación a estas opiniones preconcebidas. Aun así, debemos tener en cuenta la clara repercusión que poseen en nuestras vidas sociales, familiares, laborales y/o académicas. Aunque es inevitable poseer una tendencia automática a la evaluación de lo que nos envuelve, sí que está en nuestra mano cuestionarlo y considerar alternativas plausibles y objetivas que favorezcan una actitud exploratoria hacia nuestro entorno. El hecho de abrir y flexibilizar la mente, siendo conscientes en parte de nuestro sistema de creencias, puede acercarnos al otro, permitiendo aceptar ciertas características, y refutar o invalidar otras que a priori dábamos por absolutamente ciertas y verdaderas.
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