Pasamos gran parte de nuestro tiempo con la mente ocupada, situada mayormente en aspectos que conciernen el futuro lejano o inmediato, o bien en escenarios del pasado, incluyendo a veces aquí juicios o valoraciones de cómo deberíamos haber actuado, y cómo no lo hemos hecho. Podríamos decir que nos cuesta “estar en el presente”, y cuando lo estamos, rápidamente buscamos un motivo para alejarnos.
De esta forma, nos acostumbramos a vivir con preocupaciones. El ritmo frenético de nuestro día a día, las responsabilidades, y la presión social actúan como factores claramente implicados. Esto se acaba transformando en rutina, y lo que es peor, en normalidad. Junto a esto, tampoco ayuda el haber vivido ciertas experiencias negativas, lo cual puede hacer que, ante situaciones similares, aparezca una anticipación pesimista constante. Todo ello, confluye en una necesidad imperiosa de estar preocupados, preparándonos para lo que pueda venir, procurando tener una falsa sensación de seguridad.
Entonces, ¿existe la intolerancia al bienestar? A raíz de todo esto, algunos autores han propuesto este fenómeno en contraposición al de intolerancia al malestar. Esto se explica porque parece común la sensación de no poder conectar con el disfrute, con la desconexión, y menos durante un largo periodo de tiempo. En este sentido, a pesar de poder contar con momentos en los que parece existir despreocupación, o en los que lo podemos pasar aparentemente bien, pronto podemos experimentar esa sensación de incapacidad para desvincularnos de la preocupación y del malestar. A veces, incluso podemos interpretar que estar bien es indicativo de que algo malo tiene que venir. Este efecto es curioso pero es común en aquellas personas que han encadenado una serie de experiencias negativas, lo cual hace que aparezca el mecanismo de la anticipación.
Todo esto contrasta con nuestra intención y necesidad verdadera, la cual no es otra que estar bien, disfrutar, y pasar la mayor cantidad de tiempo posible, relajados. Pero son típicas las frases como “soy incapaz de estar tranquilo/a”, “me es imposible dejar la mente en blanco”, “salgo de una y ya estoy inmerso/a en otra”. Nada más lejos de la realidad. Si bien es cierto que nuestro día a día nos pone obstáculos para conseguirlo, podemos entrenar nuestra capacidad para conectar con sensaciones agradables; estrategias como darnos permiso, equilibrar la balanza de nuestras prioridades, buscar momentos para nosotros mismos y para los más cercanos, rebajar la autoexigencia y el perfeccionismo, o aprender estrategias de gestión emocional, resultan claves para potenciar esta importante habilidad.
La psicología infantil y de adultos busca potenciar y comprender aspectos como los aquí mencionados, los cuales si se ven muy acentuados, pueden reflejar estados depresivos o ansiosos que pueden llegar a limitar nuestras vidas. No lo dudes y ponte en contacto con nosotros para recibir más información. Te atenderemos encantados.