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Noticias

Fobia Social y Trastorno de Personalidad por Evitación

La presencia conjunta de dos o más problemáticas o patologías, o la coocurrencia de síntomas de diferentes entidades diagnósticas resulta ser un fenómeno muy característico tanto en el ámbito clínico como en la sociedad en general. En ocasiones, la línea que separa dos categorías puede ser realmente fina y difusa, lo cual dificulta definir características puras y establecer un diagnóstico específico. Este es el caso de la Fobia Social y el Trastorno de Personalidad por Evitación, los cuales como veremos comparten diversos aspectos.

Por un lado, la Fobia Social se define como el miedo o la experimentación de una intensa ansiedad ante una o más situaciones sociales en las que la persona se encuentra expuesta al posible examen por parte de los demás. El individuo tiene miedo a mostrar síntomas de ansiedad o actuar de alguna manera que sea valorada negativamente (a través de la humillación o rechazo). Este tipo de situaciones, al generar tal nivel de malestar, o bien se evitan, o se soportan con miedo o ansiedad intensa. Junto a esto, es importante tener presente que el problema provoca una gran limitación tanto a nivel personal, social, laboral, etc. Algunos ejemplos de situaciones son las interacciones sociales como reunirse con personas poco conocidas o mantener una conversación, ser observado realizando alguna actividad, y actuar delante de otros. Específicamente en niños, merece la pena mencionar que el miedo puede aparecer ante la interacción con iguales, y no solamente con los adultos, y que éste puede presentarse de manera diversa; con rabietas, llantos, encogerse o quedar paralizados.  

En cuanto al Trastorno de Personalidad por Evitación o Evasivo, se caracteriza por un patrón de inhibición social, junto a la presencia de sentimientos de incompetencia y mucha sensibilidad a la evaluación negativa, que se manifiesta a principios de la etapa adulta y que se encuentra presente en diferentes contextos. En este caso, la persona que lo sufre tiende a evitar situaciones en las que tenga que establecer contacto interpersonal frecuente por miedo a las críticas, el rechazo o la desaprobación. Además, suele mostrarse poco dispuesta a entablar conversaciones o crear vínculos a no ser que esté segura de que será apreciada, suele ser retraída en las relaciones estrechas evitando de esta manera que la puedan ridiculizar, y presenta una excesiva preocupación a ser criticada o rechazada. Además de estos, son típicas las creencias de considerarse como poco atractivo, inferior o socialmente inepto, pudiendo reflejar evidentes problemas de autoestima, y mostrando por ello, una falta de iniciativa a la hora de iniciar nuevas actividades, especialmente cuando éstas son de carácter social.

Así pues, tal y como podemos apreciar, las dos problemáticas comparten muchas similitudes (miedo o rechazo ante situaciones sociales, inhibición, pensamientos distorsionados…), pero es importante tener en cuenta que también muestran ciertas diferencias, siendo algunas más sutiles que otras. En este sentido, el Trastorno de Personalidad Evasivo tiene un carácter aparentemente más grave, en el cual el grado de generalización (presente en muchas situaciones) y los problemas asociados (autoestima, cogniciones erróneas…) resultan ser más amplios. Además, se define como un patrón, a diferencia de la especificidad de la Fobia Social; esto significa que aparece relativamente pronto a nivel temporal, y de manera inespecífica. En el caso de la Fobia en cambio, el problema puede situarse en una o pocas situaciones de interacción social, y aunque estas pueden llegar a limitar significativamente a la persona, ésta es posible que se desenvuelva normalmente en otras situaciones, mostrando ciertas habilidades sociales. Finalmente, debemos tener en cuenta que los Trastornos de Personalidad no pueden diagnosticarse hasta los 18 años, con lo cual anteriormente a esta edad deberemos acudir a problemas relacionados con el vínculo o con la ansiedad.

La comorbilidad entre los diversos problemas psicológicos es cada vez más evidente. Por ello, resulta crucial realizar una evaluación adecuada sobre la problemática o problemáticas que presente la persona y delimitar la presencia de las entidades pertinentes. Sólo así se conseguirá diseñar y realizar una intervención adaptada plenamente a la situación personal del paciente y asegurar en mayor medida su mejora.

En caso de querer recibir más información o estar interesado en algún otro tema, en nuestro centro de psicología, situado en Mataró, recibirás toda la información necesaria y podrás resolver las dudas que poseas. Llámanos sin compromiso, te ayudaremos.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/FOBIA_S-5449.jpg 300 400 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-03-22 10:44:472022-05-09 18:01:54Fobia Social y Trastorno de Personalidad por Evitación
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El Síndrome Alcohólico Fetal o SAF

El alcoholismo constituye uno de los problemas más importantes en la sociedad actual. A pesar de ello, y debido sobre todo a la normalización de su consumo, se tienden a ignorar o minimizar sus posibles efectos perjudiciales. De este modo, y aunque la atención se dirige más hacia otro tipo de sustancias, el abuso y la dependencia de alcohol son los que más daño producen en la población, estimándose que entre un 10 y un 20% de los bebedores lo desarrollan. La diferencia entre ambos conceptos estriba en si aparece el síndrome de abstinencia (dependencia) o no (abuso), definiéndose éste como el cuadro sintomático que aparece en un sujeto consumidor de alcohol debido a la disminución de los niveles en sangre de la substancia.  

Los problemas asociados a esta sustancia son diversos, y aunque se acostumbran a citar en mayor medida aquellos relacionados con la propia persona que la consume (depresión, disfunciones sexuales, síndrome de Korsakoff, alteraciones de la personalidad…), existen alteraciones que van más allá del propio individuo. Entre ellos se encuentra el Síndrome Alcohólico Fetal, un trastorno que engloba un grupo de malformaciones y desórdenes en el feto producido por el consumo de alcohol por parte de la madre durante el embarazo. Durante la ingesta, el alcohol atraviesa la placenta y llega al feto, produciendo alteraciones en su desarrollo. Entre ellas se encuentran las siguientes: Interrupción de la diferenciación celular y del crecimiento, alteración del ADN y la síntesis de proteínas, inhibición de la migración celular, modificación del metabolismo de proteínas y grasas, y retraso en el crecimiento uterino. Todas ellas tendrán consecuencias significativas y diversas en el desarrollo evolutivo del bebé, siendo algunas de las más significativas las citadas a continuación:

–    Alteraciones físicas/biológicas: Los niños que sufren este problema acostumbran a sufrir una clara deficiencia en el crecimiento, presentando habitualmente una baja estatura, y un tamaño reducido de las diferentes partes del cuerpo, especialmente de la cabeza (microcefalia) y extremidades. Junto a esto, aparecen una serie de rasgos faciales asimétricos y llamativos. Pueden aparecer también problemas de coordinación y de movimiento que dificulten el desarrollo motor de la persona. Y, además, son relativamente frecuentes los problemas en el corazón, los riñones y los huesos, y las alteraciones en la audición y la vista.

–    Problemas cognitivos y del neurodesarrollo: Uno de los síntomas más importantes se relaciona con la discapacidad intelectual. Además de éste, suelen presentarse problemas de atención y memoria, y retraso en la adquisición del habla y el lenguaje, y a menudo también aparecen dificultades en el razonamiento y el juicio. Y se ha documentado también un porcentaje progresivamente mayor de casos que padecen episodios epilépticos. Todos ellos repercuten negativamente en el desarrollo no solo académico del niño, sino también social y personal, actuando como una importante limitación.

–    Trastornos psicológicos: Como consecuencia tanto del consumo del alcohol durante el embarazo por parte de la madre, y de las alteraciones consecuentes citadas con anterioridad, el niño suele presentar diferentes problemas emocionales y psicológicos. Entre ellos, además de los trastornos de aprendizaje, son muy frecuentes los trastornos de conducta. En este sentido, manifiestan problemas relacionados con el control de impulsos, pudiendo tener problemas con la justicia e inmiscuyéndose en actividades de alto riesgo, como conductas sexuales inapropiadas o consumo de drogas.

Como podemos ver, el consumo de alcohol no sólo repercute negativamente en la persona que lo ingiere, sino que puede tener graves consecuencias para el feto. La prevalencia de esta problemática es cada vez mayor, principalmente debido a la falta de información al respecto y a la minimización de la repercusión del consumo al ser una substancia legalizada, comercializada y, por ello, normalizada en nuestra sociedad actual. La mejor forma de evitar la aparición del SAF es prevenir el consumo de alcohol, y para ello resulta clave tomar conciencia sobre la situación a través de la búsqueda y recogida de información adecuada al respecto.

En caso de cualquier duda, o de querer profundizar acerca de lo comentado hasta aquí, puedes ponerte en contacto con nuestro centro de psicología situado en Mataró. En este encontrarás a diferentes profesionales de salud mental que te ayudarán a resolver tus preguntas.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/saf-2521.jpg 533 800 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-03-22 10:44:472022-05-09 18:01:54El Síndrome Alcohólico Fetal o SAF
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Trastornos somatoformes: características y doctor shopping

Los trastornos somatoformes engloban aquellos desórdenes o problemas que se caracterizan por la presencia de síntomas físicos diversos en los que no es posible identificar una patología o disfunción orgánica aparente. Así, tras múltiples pruebas y exámenes médicos, se descartan causas físicas o biológicas que expliquen la aparición y exacerbación de los síntomas. En este sentido, además, un aspecto esencial lo constituye la somatización, la cual se entiende como la tendencia a experimentar y expresar malestar psicológico en forma de síntomas somáticos que el sujeto interpreta erróneamente como signo de alguna enfermedad física severa y, en consecuencia, solicita asistencia médica para ellos.

En cuanto a los síntomas o molestias expresadas, pueden ser diversas y variar de una persona a otra, siendo las más frecuentes el dolor en distintas partes del cuerpo, la debilidad, inflamación, vértigo, náuseas y/o la sospecha de diferentes lesiones. Por lo que respecta a los subtipos, siguiendo la clasificación del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), podemos distinguir diferentes categorías dentro de los trastornos somatoformes: el Trastorno de síntomas somáticos, el Trastorno de ansiedad por enfermedad (correspondería a la tradicional hipocondría), el Trastorno de conversión, un apartado para factores psicológicos que influyen en otras afecciones médicas, y el Trastorno facticio. Todos ellos comparten la característica de manifestar síntomas físicos/somáticos diversos los cuales se encuentran interrelacionados con factores psicológicos y emocionales diversos. La variabilidad pero, depende de su forma de presentación. Hay que tener en cuenta además, que dentro de la primera categoría citada (el Trastorno de síntomas somáticos), el manual también incluye los trastornos psicosomáticos, mencionados al inicio del artículo.

Por otro lado, y aunque la problemática se haya evidenciado más en mujeres, resulta especialmente complejo concretar datos epidemiológicos específicos. Esto es debido a que los pacientes que sufren este problema acuden, principal y casi exclusivamente, a servicios de atención médica en búsqueda de una explicación física/biológica, lo cual repercute en el hecho de que el trastorno sea infradiagnosticado. A este hecho se le conoce con el nombre de doctor shopping, ya que la persona, al no encontrar una justificación física que explique los síntomas físicos que está experimentando, recurre a seguir buscando y a cambiar de servicio médico con la creencia de que en alguno de ellos se encontrará una explicación plausible. Es cierto pero, que en algunas ocasiones se realzan diagnósticos o se proporciona información e incluso tratamiento médico parcialmente congruente con la problemática, lo cual a corto plazo puede tranquilizar a la persona y aminorar ciertos síntomas, pero difícilmente actuará como un supresor.

Por todo ello, y con tal de reducir la frecuencia de este curioso aunque legítimo fenómeno, es importante reconocer la importancia de los factores psicológicos y emocionales en los problemas físicos. En ese sentido, y aunque resulte complicado de comprender, y más aún de aceptar, la interrelación cuerpo-mente o emoción-físico es más estrecha de lo que imaginamos.

Así pues, el papel de los acercamientos e intervenciones desde el ámbito de la psicología resulta clave para este tipo de problemas. La Terapia Cognitivo-Conductual se presenta como un tratamiento eficaz y con resultados especialmente positivos. Los profesionales de nuestro centro, en Mataró, están especializados en este y otro tipo de intervenciones eficaces y útiles. Si deseas obtener más información no dudes en ponerte en contacto con nosotros, te ayudaremos. 

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/somatizacion-4050.jpg 549 732 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-03-22 10:44:472022-05-09 18:01:54Trastornos somatoformes: características y doctor shopping
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La Corea de Huntington: características y síntomas

Hoy en día es relativamente habitual entrelazar los términos envejecimiento y demencia, estableciendo en ocasiones relaciones causales erróneas. En este sentido, y aunque en muchas ocasiones resulta complicado diferenciar entre vejez “normal” y “patológica”, es importante remarcar que demencia no es sinónimo de envejecimiento. Así, aunque con el transcurso de la edad puedan aparecer ciertos problemas como olvidos, enlentecimiento y otras pérdidas a nivel cognitivo, únicamente podremos hablar de demencia cuando exista una pérdida o deterioro de las funciones mentales o cognitivas lo suficientemente grave como para interferir con la vida diaria de la persona, provocando una limitación tanto a nivel personal (cognitiva, emocional y conductualmente) como social, laboral y/o familiar.

Las causas de las demencias pueden ser diversas (trastornos psiquiátricos, infecciones, tumores, abuso de tóxicos…), e incluso dentro de ellas podemos encontrar subtipos muy diversos. Las más frecuentes son las que se deben a una enfermedad neurodegenerativa del propio cerebro, es decir aquellos procesos que implican una pérdida de neuronas sin una causa inflamatoria o vascular. Dentro de ellas encontramos, por ejemplo, la Enfermedad de Alzheimer (EA), la Enfermedad de Parkinson, la Esclerosis Múltiple, entre otras; y la que aquí comentaremos brevemente, la Enfermedad o Corea de Huntington. Ésta, es una enfermedad progresiva de carácter hereditario, debida a una alteración genética, concretamente a una mutación del cromosoma 4, el cual codifica la proteína huntingtina. Al ser neurodegenerativa, provoca el deterioro y destrucción de ciertas neuronas del sistema nervioso central. Se puede manifestar tanto en hombres como en mujeres, y se calcula que afecta aproximadamente a 1 de cada 10.000 habitantes. Su edad de aparición acostumbra a ser entre los 35 y los 55 años, aunque existen casos que la desarrollan antes de los 20 años. A continuación pues, se describirán los principales síntomas de este curioso fenómeno:

–    Síntomas motores y musculares: Uno de los síntomas más característicos de la enfermedad son los movimientos producidos al azar en forma de sacudidas de todo el cuerpo, denominados coreas. Este término deriva del griego y significa danza, y es por ello que la patología ha recibido este nombre. Éstos, aunque al inicio son menos perceptibles, se van haciendo evidentes a medida que la problemática avanza. Además, los pacientes acostumbran a mostrar bradicinesias, es decir, lentitud en los movimientos corporales; y distonía, que es la contracción exagerada y lenta de un músculo. Por todo ello, la persona sufre problemas cada vez más acentuados relacionados con la marcha, la postura y el equilibrio. A estos, también se le añaden las dificultades relacionadas con el lenguaje, donde la persona progresivamente tiene más problemas para articular las palabras correctamente.

–    Alteraciones afectivas y de la personalidad: Los síntomas psicológicos más característicos son los problemas de depresión y ansiedad, comportamientos obsesivo-compulsivos, apatía, problemas de sueño, disminución de la autoestima, aumento de la irritabilidad e impulsividad, y en ocasiones incluso ilusiones y/o alucinaciones. Conviene tener en cuenta pero, que muchos de estos problemas se enmarcan dentro de los problemas familiares y sociales que genera la enfermedad. Así, además del malestar emocional personal que conlleva, la estigmatización social o el sufrimiento de la gente cercana son variables importantes a considerar.

–    Problemas cognitivos: Las alteraciones cognitivas son muy frecuentes, siendo las dificultades de comprensión, memoria, juicio y razonamiento las más relevantes. Estos se manifiestan por una marcada lentitud, problemas de concentración, planificación y organización, y en la toma de decisiones. En ocasiones, la enfermedad se puede acompañar también de un deterioro en la capacidad intelectual global significativa.

Como vemos, la enfermedad de Huntington abarca una sintomatología muy diversa, la cual debemos comprender y enmarcar en un caso concreto, ya que cada persona puede manifestarla de formas diversas. A pesar de ello, la mayoría coinciden en acentuar el sufrimiento que conlleva y la baja comprensión y aceptación social existente. Así, neuropsicólogos, psiquiatras, y otros profesionales de la salud deberán trabajar en colaboración no solamente para atenuar y enlentecer el progreso de la enfermedad, sino para facilitar la adaptación del individuo a esta en su totalidad teniendo en cuenta todos los factores implicados expuestos.

Para más información, ponte en contacto con nuestro equipo de psicólogos, en Mataró. Procuraremos resolver todas tus dudas y proporcionarte la ayuda que necesites.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/corea-1239.jpg 375 500 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-03-22 10:44:472022-05-09 18:01:54La Corea de Huntington: características y síntomas
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¿Estrés y vacaciones?

El verano, además de traer consigo la llegada del calor, está íntimamente relacionado con uno de los momentos más esperados del año, las vacaciones, y no tanto éstas en sí mismas, sino la necesidad de descansar o desconectar. Después de un periodo intenso de actividad en el que se han venido sucediendo diferentes preocupaciones, muchas de las cuales relacionadas con el ámbito académico o laboral, resulta relativamente sencillo experimentar la sensación de requerir un “parón”, tanto a nivel físico como mental. A pesar de ello, y como veremos a continuación, en ocasiones resulta difícil desvincularse del malestar, del estrés, o de las preocupaciones, perpetuando el estado de ánimo “negativo” y fomentando que, una vez terminado el periodo vacacional, tengamos la sensación de que no lo hemos aprovechado como queríamos o necesitábamos.

El estrés y la ansiedad son fenómenos comunes y frecuentes, tanto que pueden aparecer en situaciones inesperadas como durante las vacaciones. Su forma de presentación puede ser muy variable; pudiendo ser más o menos intenso, breve o prolongado. En este momento, se pondrán a prueba nuestras habilidades para afrontar el malestar y recuperar la estabilidad que nos permita seguir disfrutando de nuestro período de descanso. De entro los aspectos que pueden hacer que aparezcan o se mantengan éstas desagradables sensaciones, a continuación se citarán algunos de los más relevantes junto a algunas de las estrategias útiles para combatirlos:

–    Arrastre de un ritmo elevado: Tras un tiempo en el que hemos estado inmersos en una o unas actividades continuas e intensas (ya sean laborales, académicas o de cualquier otro tipo), es absolutamente normal que experimentemos un cierto periodo de desestabilización o intranquilidad. Aunque en ocasiones el primer día de vacaciones ya supone un antes y un después, precipitando un estado de relajación rápidamente, es muy habitual que necesitemos un cierto tiempo de adaptación. Por ello, debemos entender que el cambio puede no producirse de la noche a la mañana, y que los síntomas que continuamos experimentando pueden ser fruto simplemente de haber llevado a cabo un ritmo frenético.

–    Anclaje en uno o varios temas: Este punto se refiere al hecho de que muchas veces, aunque ya no estemos realizando una tarea concreta, nuestra mente sigue conectada a esta por un cierto tiempo. Las razones de esto pueden ser varias: que exista algo que sabemos deberemos retomar después de las vacaciones, que querríamos haberlo realizado de otra manera, o que le atribuimos una gran importancia, entre otras. Todos estos argumentos fomentan que las preocupaciones sigan presentes, y que por tanto no consigamos disfrutar. En la medida de lo posible, deberemos procurar relativizar aquellos temas de los cuales no nos podamos ocupar en estos momentos. Junto a esto, el procurar disfrutar del “momento presente”, centrándonos en los aspectos positivos del ahora puede ser de gran utilidad para desviar la atención hacia el “aquí”.

–    Exigencia y autoexigencia: Este es uno de los aspectos clave. Puede que hayamos anticipado unas vacaciones muy específicas, e incluso que hayamos reflexionado mucho sobre el estado emocional que queríamos notar.  Así, el hecho de tener una visión inflexible sobre este periodo puede facilitar que ante pequeños cambios, o simplemente ante el no cumplimiento de nuestras expectativas, nos sintamos frustrados e incluso nos castiguemos por no alcanzar los objetivos previstos. Es importante adoptar una actitud flexible, tanto hacia el entorno o los demás, como hacia nosotros mismos. Resulta útil procurar valorar, ensalzar y respetar aquello que estamos experimentando y viviendo, y a nosotros mismos, procurando no minimizarlo o trivializarlo.

–    Acontecimiento/s inesperado/s: Nuestro merecido descanso puede verse más, o menos afectado por acontecimientos específicos, los cuales pueden poseer un nivel de importancia diversos. Posibles ejemplos son las discusiones, la impuntualidad, el retraso en medios de transporte, las cancelaciones de última hora, etc. Lo primero que debemos apreciar es que muy posiblemente, y comparado con otros momentos del año, tendremos más capacidad o habilidad para afrontarlos de manera exitosa debido a que estamos más relajados, o simplemente a que nuestra mente está menos ocupada en otros asuntos. En segundo lugar, su afrontamiento eficaz requiere atribuir a estos eventos la importancia que merecen realmente. Podríamos incluir también aquí, algunas condiciones ambientales como el calor, el cúmulo de gente, o por ejemplo, la lluvia. Concretamente ante esto, más o menos previsibles, y siempre en caso de que supongan una limitación, resulta beneficioso encontrar alternativas plausibles para acomodarnos y adaptarnos a las diferentes circunstancias.

Como vemos, son muchos y muy diversos los estímulos y situaciones que pueden hacer tambalearse nuestros momentos de desconexión. Es importante reconocerlos y encontrar la manera más eficaz para afrontarlos, procurando no juzgar ni engrandecer su repercusión. Además, junto a los comentados, pueden aparecer otros específicos para cada caso en particular.

Nuestro equipo está situado en Mataró y cuenta con diferentes profesionales de psicología y psiquiatría que te ayudarán a resolver todas tus dudas. Si necesitas más información al respecto puedes ponerte en contacto con nosotros.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/vacaciones-5316.jpg 812 1200 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-03-22 10:44:472022-05-09 18:01:54¿Estrés y vacaciones?
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La obesidad infantil

La obesidad, y concretamente la obesidad infantil, supone uno de los problemas más graves de salud pública en nuestro país, calculándose que afecta a entre un 30 y un 50% de la población general occidental. Por otro lado, aunque tiende a confundirse con un exceso de peso, conviene especificar que se trata de una acumulación excesiva de grasa (tejido adiposo) en el cuerpo, cuya etiología se explica por múltiples factores, entre ellos físicos o biológicos, y psicosociales. Una vez instaurada, como veremos, puede ser responsable de diversas alteraciones psicológicas, emocionales y sociales.
 
En esta línea, y particularmente en los niños, la obesidad supone no sólo un problema de salud relacionado con el posible desarrollo de futuros problemas médicos (p.ej., diabetes o enfermedades cardiovasculares), sino también vinculado a todo un conjunto de trastornos psicológicos. Estos últimos además, pueden ser tanto causa como consecuencia de la obesidad. Así, el problema puede surgir como consecuencia de una alteración emocional previa, donde el niño, debido al malestar que sufre, recurre a la comida para suplirlo o erradicarlo. En este sentido, los problemas familiares, escolares y/o sociales pueden ser responsables de que el niño sufra problemas diversos como la ansiedad, o la depresión, cuyos síntomas se aprendan a mitigar acudiendo a la comida. En este sentido, no es infrecuente que la obesidad se encuentre ligada a trastornos de la conducta alimentaria, y especialmente al trastorno por atracón. Por otro lado, si invertimos la relación, la obesidad también puede ser la encargada de diversos problemas emocionales, principalmente relacionados con la autoestima. En relación a esto último, el niño con obesidad, además de poder tener dificultades para aceptar su propia imagen, acostumbra a sufrir conductas de rechazo (burlas, insultos…) por parte de sus compañeros, provocando graves problemas tanto emocionales como sociales y limitando su desarrollo afectivo.

Es preciso señalar además, que no solamente el grupo de iguales puede propiciar el empeoramiento de los síntomas del niño o adolescente, sino que la obesidad en sí misma, y de manera general, constituye uno de los problemas más estigmatizados por nuestra sociedad. Por ello, la persona que lo sufre se encuentra expuesta constantemente a la desaprobación y censura de esta problemática a una escala mucho más global, lo que conlleva un agravamiento de la situación. De esta forma, vemos como la obesidad conlleva problemas no sólo médicos, sino también psicológicos diversos e importantes. El niño deberá afrontar un proceso largo y costoso, en el cual la ayuda de los padres, y de profesionales de diferentes ramas resultará crucial para su mejora.

En relación a lo anterior, las estrategias e intervenciones encaradas a paliar esta situación deberán tener en cuenta tanto aspecto médico o nutricional, como los problemas psicosociales comentados. En el primer ámbito, las principales estrategias se relacionan con dietas, medicación, operaciones (p.ej bypass gástrico) y/o ejercicio físico. Por otro lado, desde la psicología infanto-juvenil, y especialmente desde la Terapia Cognitivo-Conductual, se han realizado propuestas que están resultando eficaces y útiles para mejorar el estado anímico tanto de niños y adolescentes, como de adultos con obesidad.

Si deseas conocer más acerca de estas o de cualquier otro aspecto, nuestro equipo de psicólogos te proporcionará toda la información que necesites. No lo dudes y llámanos, recibirás una atención individualizada y profesional.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/ob._infantil-4654.jpg 570 760 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-03-22 10:44:472022-05-09 18:01:54La obesidad infantil
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Depresión Mayor y Distímia: Similitudes y diferencias

A nivel general, podríamos decir que la inmensa mayoría de categorías utilizadas para conceptualizar los trastornos psicológicos comparten aspectos con una o incluso más etiquetas. Especialmente cuando hablamos de ansiedad o depresión, debemos tener en cuenta que ambas, juntas o por separado, acostumbran a aparecer en el curso de casi cualquier enfermedad mental. Este fenómeno se denomina comorbilidad. Concretamente, dentro del espectro depresivo, existen una serie de concepciones muy semejantes, pero que a su vez, presentan rasgos distintivos. Este es el caso de la Distímia y la Depresión.

La Depresión Mayor se define como aquella problemática donde la persona experimenta un estado de ánimo bajo o deprimido significativo (casi todos los días), y, en muchas ocasiones, una pérdida de interés o placer por las cosas que normalmente la gratificaban, durante un período mínimo de dos semanas. Junto a estos, pueden aparecer otros síntomas; como pérdida o aumento de peso y del apetito, dificultades para dormir, fatiga o pérdida de energía, problemas de concentración o de memoria, un sentimiento excesivo de culpa, o incluso ideas o pensamientos sobre la muerte recurrentes. Uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta, es que el trastorno causa un gran malestar y repercute significativamente en la vida del individuo, limitando su rendimiento en todos o casi todos los entornos en los que se encuentra inmerso. En este caso, además, los síntomas acostumbran a ser intensos, y tanto las personas cercanas como los profesionales pueden cerciorarse, de una forma relativamente rápida, del estado de ánimo del paciente.

Por lo que respecta a la Distímia, ésta se caracteriza, igualmente, por un estado de ánimo deprimido durante la mayor parte del día, presente en más días de los que está ausente, durante un mínimo de dos años. Además, se incluyen como posibles síntomas (siendo necesario que aparezcan mínimo dos), la falta o exceso de apetito o alimentación, la pérdida de energía o cansancio, las dificultades de concentración, los problemas de sueño, los sentimientos de desesperanza y la presencia de una baja autoestima.  Los manuales concretan además, que la persona que lo sufre no debe estar libre de síntomas durante más de dos meses.

Así, tal y como podemos apreciar, ambas categorías presentan una serie de similitudes destacables que nos pueden hacer dudar a la hora de diagnosticarlas. En este sentido, la disminución del estado de ánimo positivo junto con ciertos síntomas principalmente fisiológicos (pérdida de apetito, problemas de sueño, pérdida de energía…) forman parte de las dos etiquetas. A pesar de ello, es importante tener en cuenta que en el caso de la Depresión Mayor, estos aspectos acostumbran a aparecer de manera especialmente elevada y frecuente en comparación con la Distímia, en la cual existe un sufrimiento y malestar significativo pero más bajo y atenuado que en el primer caso. En esta línea, por ejemplo, aunque pueden aparecer ideas de muerte, éstas no son muy características de la Distímia. Junto a esto, además, existe un criterio temporal importante a tener en cuenta: para realizar el diagnóstico de Depresión Mayor deben haber pasado dos semanas, en comparación con los dos años de la Distímia. Esto pero, no excluye que dentro del amplio periodo, no pueda aparecer un episodio depresivo más acusado que pueda diagnosticarse como episodio de Depresión Mayor.

Como vemos pues, estos constructos poseen muchos aspectos en común que dificultan su delimitación. A esto hay que sumarle el hecho de que cada persona manifiesta de una forma muy específica cada una de las características expuestas, y que además estas se enmarcan en ámbitos y situaciones concretas que deben individualizarse para cada caso. Por ello, la tarea de los profesionales (psicólogos y psiquiatras) consistirá en desengranar todos los aspectos involucrados en la problemática, realizar una evaluación precisa, y una intervención adecuada a las necesidades del paciente.

El solapamiento entre problemáticas es más la “norma” que la excepción. Junto a las comentadas, existen muchas otras categorías que pueden analizarse desde este prisma, conyugando las características de ambas y procurando delimitar sus aspectos diferenciales. Si deseas conocer más acerca de esto, o simplemente tienes ciertas dudas a resolver, ponte en contacto con nuestro equipo de Psicólogos de Mataró. Te facilitaremos toda la ayuda que necesites.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/distimia-0024.jpg 460 690 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-03-22 10:44:472022-05-09 18:01:54Depresión Mayor y Distímia: Similitudes y diferencias
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El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) en la infancia

El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) se caracteriza por la presencia de obsesiones y/o compulsiones que, o bien requieren mucho tiempo, o causan un malestar significativo en las diferentes áreas de funcionamiento. Además, los síntomas no pueden ser explicados por los efectos de alguna substancia (fármaco o droga), ni por alguna condición médica. Por un lado, las obsesiones se definen como pensamientos o imágenes persistentes que se experimentan como no deseadas, y que en la mayoría de las personas causan malestar. Las compulsiones tienen el objetivo de reducir o suprimir este malestar, y se materializan mediante la realización de comportamientos o actos mentales repetitivos (p.ej., rituales). La persona, mediante su uso, busca combatir las obsesiones o actúa en congruencia con una serie de reglas las cuales interpreta que debe cumplir de manera rígida.

Los aspectos citados, aunque se utilizan para definir la problemática tanto para población adulta como infantojuvenil, en este segundo caso conviene tener presentes ciertas características específicas: En primer lugar, y como uno de los aspectos clave, hay que considerar el momento o nivel desarrollo evolutivo y madurativo del niño. En este sentido, cuando se analizan las compulsiones debemos tener muy presente que los niños de corta edad pueden ser incapaces de manifestar o articular los objetivos de estas conductas, es decir, es muy probable que presenten dificultades para vincular estos actos a una finalidad concreta. Junto a esto, además, en esta etapa (sobre todo entre los 8 y 10 años) aparecen comportamientos concebidos como juegos que podrían ser etiquetados como “compulsiones leves”, pero que por su intensidad y frecuencia no deben atenderse clínicamente (p.ej., no pisar las rayas al andar por la calle). Sólo si interfieren o dominan significativamente la vida del niño serán causa de preocupación. En relación a este último punto, debemos añadir que todavía está por esclarecer si los rituales evolutivos representan en algunos casos manifestaciones precoces del TOC.

Otros datos interesantes tienen que ver con la frecuencia de aparición y con su curso o evolución. Así, se ha constatado que en edades tempranas el problema es más frecuente en chicos, en la adolescencia las tasas parecen igualarse, y en la adultez se muestra una prevalencia ligeramente superior en mujeres. Además, los datos obtenidos hasta el momento sugieren un curso prolongado donde los factores sociales y ambientales (especialmente los estresores psicosociales) parecen jugar un papel muy importante en la exacerbación de los síntomas. Durante su desarrollo, es probable que aparezcan otras problemáticas, como por ejemplo el trastorno de tics, el cual aparece más en chicos. Todo ello repercute negativamente en la vida del individuo, y en especial, cuando el problema se inicia en la infancia o adolescencia tiene unas claras consecuencias a nivel social (disminuyendo la interacción y la creación de vínculos) y personal (reduciendo significativamente el grado de autonomía del niño).

Por último, indicar que como posibles causas de su aparición se han proporcionado diferentes explicaciones. Así, aunque los argumentos no son concluyentes, algunos han sugerido una posible base biológica o genética. Los autores que defienden esta postura se basan en que la aparición del TOC es más frecuente en niños con parientes de primer grado que han sufrido o sufren conductas obsesivo-compulsivas, en que en muchas ocasiones se muestra con una problemática neurológica conocida (p.ej, alteración del funcionamiento de los ganglios basales), y en que algunos casos de inicio súbito o repentino parecen haberse desencadenado a causa de ciertas infecciones. A pesar de ello, los datos todavía no son concluyentes.

La descripción de los problemas psicológicos en población infanto-juvenil debe realizarse con mucha cautela, no solo por la heterogeneidad con que manifiestan los diferentes síntomas, sino por la importancia de no patologizar precozmente y discriminar, de este modo, entre el desarrollo evolutivo normal y el que puede merecer atención profesional. Por todo ello, desde las áreas de psiquiatría, neuropsicología y psicología infantil y adolescente se trabaja para esclarecer y delimitar las características de las diferentes problemáticas, juntamente con mejorar las diferentes intervenciones existentes, lo cual puede permitir potenciar la mejora de su salud tanto física como emocional.

En nuestro centro de Psicología, situado en Mataró, encontrarás profesionales de las diferentes áreas comentadas, y especializados tanto en adultos como en población infantil y adolescente. Si tienes alguna pregunta o deseas recibir información al respecto, no lo dudes y ponte en contacto con nosotros.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/obsesion_infantil-1055.jpg 517 709 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-03-22 10:44:472022-05-09 18:01:54El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) en la infancia
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El poder de la “zona de confort”

Si echamos la mirada atrás, o incluso si repasamos este mismo día, es muy probable que identifiquemos una serie de situaciones en las que, o bien no nos hemos atrevido a arriesgar (a cambiar el rumbo), o hemos seguido simplemente con el “piloto automático” conectado, sin tan siquiera plantearnos si es eso que estamos haciendo lo que realmente queremos o necesitamos. En base a esto, podemos definir la “zona de confort” como aquel estado mental o comportamental en el que la persona permanece pasiva ante los acontecimientos que va experimentando, creando una rutina en la que no hay lugar para riesgos, pero a la vez tampoco para incentivos. Este término se utiliza además para definir aquellos espacios en los que tiene lugar ese estado, es decir, aquellos sitios donde la persona se siente segura, y donde percibe que no existe un riesgo.

Los motivos que pueden llevarnos a quedarnos anclados en esta situación pueden ser varios. La comodidad supone uno de los factores más potentes y prevalentes. Así, cuando la situación nos aporta ciertos beneficios, aunque sean pocos, puede provocar que nos conformemos y contentemos sin buscar una estimulación mayor. El miedo también es un importante predictor. En ocasiones, existe un cierto temor a modificar nuestra situación actual por el hecho de anticipar que las cosas irán mal, o incluso podemos anticipar posibles situaciones catastróficas que nos alejen de lo que realmente deseamos o nos conviene (p.ej., “lo perderé todo”, “me pasará algo grave”, “me abandonarán”, etc.). Este aspecto es muy característico de las personas con problemas de ansiedad o depresión. En ambas situaciones, la comodidad y/o el miedo, se crea un hábito el cual con el paso de los días puede hacerse poco a poco más fuerte y rígido, ya que no sólo nos aporta satisfacción, sino que muchas veces actúa como confirmación de que nuestros miedos e inseguridades pueden cumplirse. De esta forma, la persona que se queda en casa por miedo al rechazo, puede experimentar relajación si no sale, y esto confirmarle que si hubiera ido y arriesgado, lo más probable es que la apartaran o ignoraran.

¿Cómo podemos romper el círculo y salir de esta situación?

Aunque nos puede resultar difícil, y tener la sensación de tener que escalar una gran montaña o de saltar al vacío sin seguridad alguna, existen estrategias y razones que pueden ayudarnos a afrontarlo:

–    Análisis objetivo de ventajas y desventajas: Una primera estrategia útil es realizar una balanza, desde un punto de vista neutro, en el que sopesemos los pros y contras de arriesgarnos. Para ello, deberemos adoptar una mirada totalmente objetiva, procurando distanciarnos y analizar todos los componentes de manera concreta y fiable. No se trata de buscar inmediatamente una solución, sino de poner encima de la mesa todas las opciones disponibles.

–    Elaborar un plan: Otro mecanismo eficaz, el cual puede complementar el punto anterior, consiste en trazar un camino, lo más detallado posible, para romper con este hábito. En este punto, puede ser de ayuda focalizarnos en aquello que anticipamos que puede aportarnos un mayor beneficio y hacernos crecer como personas, y desmenuzar en pequeñas actividades o elementos que nos permitan poco a poco ir acercándonos. Es importante aquí plantearnos objetivos a corto plazo, que supongan un esfuerzo progresivo, ya que de lo contrario podemos rendirnos antes de tiempo.

–    Atender a lo positivo: Visualizar todo aquello positivo que nos puede aportar cambiar y salir de esta zona resulta especialmente potente para empezar a llevarlo a cabo. La idea subyacente en este punto es que aumentar la motivación facilita la puesta en marcha y el acercamiento a nuestros objetivos. De esta forma, dependiendo de lo que queramos conseguir, deberemos focalizarnos en unos u otros aspectos. Debemos aclarar pero, que no se trata de tener una visión exageradamente optimista, sino que observemos y atendamos de manera realista a los aspectos positivos.

–    Suprimir las justificaciones erróneas: Eliminar o reducir aquellos argumentos poco realistas, y que actúan como freno para que nos pongamos en marcha es una parte crucial. Aunque los puntos anteriores pueden facilitarnos este proceso, herramientas como identificar los pensamientos automáticos negativos, observarlos, analizarlos y elaborar alternativas es una estrategia muy útil. Junto a esto, realizarnos las preguntas adecuadas sobre las justificaciones que utilizamos para no “arriesgarnos” también nos permitirá cuestionarlas e invalidarlas.

Aunque en un principio puede resultar complicado, e incluso a corto plazo ser difícil encontrar beneficio, el ser congruentes con nuestros deseos y objetivos, a la larga propiciará no sólo que nos sintamos mejor con nosotros mismos, sino que crezcamos como personas. De lo contrario, si lo que hacemos es perpetuar este estado, dejando tirada el ancla sin permitirnos avanzar, es probable que aparezcan sentimientos de tristeza, frustración y malestar cuya repercusión puede agrandarse cuanto más tiempo dejemos pasar.

Si quieres recibir más información al respecto, o consideras que puede serte útil nuestra ayuda, ponte en contacto con nosotros. Nuestro equipo de psicólogos de Mataró te proporcionará todos los datos y recursos que necesites. No lo dudes y llámanos.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/confort-5025.jpg 504 755 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-03-22 10:44:472022-05-09 18:01:54El poder de la “zona de confort”
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¿A qué se deben las sensaciones en la ansiedad?

A lo largo de nuestra vida, es más que probable que hayamos oído hablar de esta emoción, y puede ser que en esas ocasiones la hayamos conocido o bien porque la ha sufrido alguna persona cercana, o porque hemos sido nosotros mismos los que la hemos vivido. Cuando lo hemos hecho, a pesar de tratarse de un componente más o menos subjetivo, es posible que la descripción que hayamos aportado para definirla se haya basado precisamente en una serie de sensaciones. Éstas, pueden ser más o menos intensas, progresivas o súbitas, focalizadas en una parte del cuerpo o en muchas, y ser frecuentes o esporádicas. Algunos ejemplos son los temblores, el hormigueo, la falta de aire, el mareo, las sensaciones de calor o sofoco, las náuseas o molestias abdominales, etc., entre otras. Todas ellas, aunque normalmente causan cierto malestar, poseen una funcionalidad concreta, siendo además, y como se verá, útiles para el organismo.

Así pues, cuando nuestro cerebro percibe un peligro, ya sea real o imaginario, automáticamente se pone en marcha lo que se denomina sistema de alarma. Es decir, se activa una parte de nuestro sistema nervioso que genera diversos cambios fisiológicos con los que el cuerpo se prepara para hacer frente al peligro. Algunos de estos cambios son los siguientes: En primer lugar, nuestro cuerpo libera adrenalina y noradrenalina, que son dos de las substancias químicas encargadas de activar nuestro organismo y las cuales pueden producir la sensación de nerviosismo e inquietud. Una de las primeras consecuencias de esto, es el aumento de la fuerza y frecuencia de los latidos del corazón. Por ello, nuestros músculos disponen de más sangre y se eliminan mejor las toxinas, lo cual nos permite atacar o huir con más facilidad. En este punto, puede aparecer también la hiperventilación, es decir, respirar más cantidad de aire y de forma más rápida. Esto favorece que haya más oxígeno en la sangre y que notemos ciertas sensaciones internas (esto puede comprobarlo ahora, o por ejemplo cuando hace ejercicio). De esta forma, la sangre se concentra en aquellas partes donde puede ser más necesaria en una situación de peligro, quedando menos cantidad en aquellas zonas menos importantes (por ejemplo en las manos, dando lugar a hormigueo o temblor). Además, las pupilas de nuestros ojos se dilatan, con lo que pasamos a estar más preparados para detectar cualquier estímulo que pueda ser peligroso. Este aspecto en particular puede provocar que percibamos las cosas de nuestro alrededor de manera extraña.

Todo ello se traduce en una reacción de miedo en la que confluyen, como hemos visto, diferentes aspectos traducidos en sensaciones muy variadas. Lo más importante aquí es, pero, que a pesar de la cantidad, intensidad y del malestar que puedan provocar, todas ellas serían útiles si nos encontráramos ante un peligro real. Si en vez de ello, de interpretarlo como un proceso “normal”, les atribuimos un grado de peligrosidad muy elevado, y sobretodo irreal, esto provocará que se active todavía más nuestro sistema de alarma, aumentando paralelamente tanto el miedo como las sensaciones que lo caracterizan.

Muchos de los problemas relacionados con la ansiedad guardan una estrecha relación con la explicación que acabamos de aportar (p.ej. el Trastorno de Pánico). En este sentido, la forma en que interpretamos la realidad externa juega un papel crucial a la hora de sentirnos de una determinada manera. Si nos focalizamos en nuestro cuerpo cuando este se encuentra activado, y empezamos elaborar hipótesis poco plausibles sobre lo que puede estar ocurriendo, esto fomentará que nuestro estado de ánimo decaiga, y que nuestro cuerpo lo exteriorice con un aumento de los síntomas. A pesar de ello, la clave aquí se encuentra en comprender que todo este proceso, por intenso que sea, tiene una funcionalidad concreta, y que por tanto, no es peligroso.

Conocer y comprender bien los mecanismos de problemas como la ansiedad es clave para afrontar muchas de las situaciones de nuestro día a día. En nuestro centro de psicología, situado en Mataró, podrás recibir toda la información que desees. No lo dudes y llámanos, te ayudaremos.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/ahogo-3833.jpg 480 800 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-03-22 10:44:472022-05-09 18:01:54¿A qué se deben las sensaciones en la ansiedad?
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