En muchas ocasiones infravaloramos el poder que poseen ciertas palabras, tanto para nosotros mismos como para los demás. En general, nos cuesta expresar ciertas cosas; dar las gracias, decir te quiero, y, sobre todo, pedir perdón. El ego, el rencor, la vergüenza, o el simple hecho de no recibirlo a menudo, pueden hacer que reprimamos exteriorizarlo, no dándonos cuenta de la potencia y utilidad que tiene su uso.
En este sentido, el perdón puede entenderse de dos formas: como aquella decisión voluntaria y consciente, que permite liberar al otro de sentimientos negativos como el resentimiento, el dolor, el enojo o la culpa. Y como actitud, implicando estar dispuesto a aceptar la responsabilidad de nuestras propias percepciones, y comprendiendo que son alternativas u opciones, no hechos en sí objetivos. Además, el perdón no solo libera al otro, sino que también tiene beneficios claros y significativos para nuestra salud mental:
- Bienestar mental y emocional: Perdonar, y principalmente perdonarnos, supone un antídoto contra el estrés, la ansiedad y la depresión. Cuando nos liberamos de la carga emocional negativa, experimentamos un mayor bienestar y una mayor satisfacción con nosotros mismos y con la vida. El perdón es en sí terapéutico.
- Mejora en las relaciones: En este sentido, pedir y recibir disculpas fortalece los lazos afectivos y promueve relaciones saludables. Cuando abandonamos el resentimiento, abrimos un espacio para la comprensión, la empatía y la reconciliación. Así, el perdón nos ayuda a construir puentes entre nosotros.
- Liberación emocional: Cuando perdonamos, y sobre todo nos perdonamos, la autoinculpación, el resentimiento, y el rencor que nos atan al pasado se diluyen. De esta forma, nos liberamos de una carga que podemos arrastrar desde tiempo atrás, y encontrando paz interior. El perdón en este sentido supone una liberación para nuestro ser.
- Empoderamiento: Al perdonar, tomamos control de nuestras emociones y decisiones. Así pues, no permitimos que sea el pasado el que únicamente nos defina, abriéndonos a nuevas posibilidades. El perdón, en este sentido, nos fortalece.
Ciertas patologías como los problemas depresivos o las dificultades relacionadas con la autoestima se relacionan con un exceso de autocastigo y autoinculpación y, por lo tanto, con un déficit de “autoperdón”. Identificar esto y trabajarlo para potenciarlo puede resultar una herramienta indispensable en el proceso terapéutico.
Si te ha interesado el artículo, o quieres conocer más acerca de este o cualquier otro tema, te animamos a que te pongas en contacto o te acerques a nuestro centro de psicología y psiquiatría, situado en el centro de Mataró. Os atenderemos y proporcionaremos toda la información que necesitéis.
– Eric Badia.