Depresión, Ansiedad y Fibromialgia: relación y características
Es poco común que una problemática se presente totalmente sola. De hecho, lo más frecuente es que coexistan dos o más dificultades o patologías, las cuales además, habitualmente se relacionan entre ellas, retroalimentandose o influenciándose mútuamente a nivel sintomatológico, o incluso compartiendo ciertas características. Este es el caso de la depresión, la ansiedad y la fibromialgia.
La fibromialgia se define como aquella alteración en la que aparece dolor musculoesquelético generalizado superior a tres meses por el que no se encuentra una causa médica específica, acompañado por fatiga o cansancio, dificultades relacionadas con el sueño, alteraciones cognitivas (p.ej., memoria), y alteraciones en el estado de ánimo. Entre estas últimas, los síntomas relacionados con la ansiedad, o la depresión, acostumbran a ser los más comunes, ya que la persona se encuentra progresivamente más impedida y limitada para realizar actividades y tareas que antes podía llevar a cabo con normalidad. Junto a esto, son frecuentes las dificultades relacionadas con la autoestima, ya que la percepción de uno mismo puede estar muy dañada, acompañándose de autocastigo y sentimientos de culpa acentuados. Por ello, la fibromialgia suele ser la causa o el antecedente de los demás problemas derivados.
Aun así, es importante destacar que la ansiedad y la depresión pueden cursar con dolor acentuado, molestias físicas y somatizaciones, además de fatiga y pérdida de energía. De hecho, en los diferentes manuales de clasificación y diagnóstico estas característica aparecen tanto en algunos trastornos de ansiedad (p.ej el Trastorno de Ansiedad Generalizada o TAG), como en la depresión y la distimia. Únicamente realizaremos un diagnóstico aparte de fibromialgia cuando los dolores sean acentuados, o cuando estos hayan aparecido antes o haberse mantenido posteriormente durante un periodo prolongado.
El mecanismo etiopatogénico de la asociación entre estas patologías no está bien demostrado, pero se han propuesto diferentes causas, entre las que destacan el estrés o dolor crónico, la frustración personal tanto dependiente como independiente de la enfermedad, el retraso en el diagnóstico, la automedicación, o la falta de eficacia de los diferentes tratamientos. Además, los problemas en el ámbito laboral o familiar influencian de manera negativa en el estado de ánimo de la persona, pudiendo acudir a la automedicación tanto para disminuir el dolor como para regular otros síntomas y sentimientos asociados, como la desesperación, la culpabilidad o la desesperanza.
La comorbilidad o aparición de más de una dificultad o patología en una misma persona es el fenómeno más común. Conviene realizar un adecuado diagnóstico diferencial con tal de adecuar las ayudas y el tipo de herramientas que utilizaremos en cada caso. Junto a esto, en estos casos será necesaria una atención multidisciplinar, desde el ámbito médico, psiquiátrico y psicológico, con tal de atacar todos los frentes y síntomas de las diferentes patologías que presente la persona.
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