El tratamiento de un problema psicológico específico incluye la evaluación, el diagnóstico, el tratamiento y la prevención de recaídas. Estas fases son comunes a cualquier modalidad de intervención. Aun así, en función de las necesidades del paciente, deberá concretarse el tipo de intervención a utilizar; nos referimos a la realización de un seguimiento psicoterapéutico y/o psiquiátrico (farmacológico).
Para ello, tanto en una modalidad como en otra (y cuando sea posible, estableciendo lazos de comunicación entre ambas) es imprescindible realizar una valoración detallada de los síntomas presentados por la persona. En esta, algunos de los principales criterios a tener en cuenta son el nivel de gravedad de la sintomatología presentada, el grado de evidencia científica y empírica, y la cantidad de alternativas (estrategias terapéuticas) existentes a utilizar. De esta forma, en cualquier trastorno, habitualmente cuando existen síntomas cuya gravedad es elevada es común complementar el tratamiento psicológico con otro de tipo médico a través de la colaboración del psiquiatra. Este, mediante la prescripción de medicación específica procurará aminorar o paliar los síntomas. Así pues, será el médico (en este caso el psiquiatra) el que establecerá una pauta para la toma de una medicación específica, concretando una cantidad y unos horarios específicos. A partir de aquí, la persona deberá administrarse y estructurarse el día a día para seguir las recomendaciones del profesional.
Cuando hablamos de automedicación nos referimos al consumo/uso de medicamentos sin prescripción médica, es decir, sin la recomendación y pauta de los profesionales de la salud. Aunque existe medicación cuyo consumo no necesita prescripción, la inmensa mayoría relacionada con la salud mental debe ser prescrita. Por otro lado, son muchos los motivos que pueden llevar a una persona a regular ella misma la toma de medicamentos, entre ellos están los posibles efectos beneficiosos o perjudiciales atribuidos a la sustancia, la falta de eficacia, la búsqueda de soluciones rápidas, el olvidar tomarla, dificultades económicas, creencias erróneas en relación a esta, etc. Así, aunque las consecuencias de la automedicación pueden ser muy distintas no solo en función del fármaco, sino también de la persona, es importante tener en cuenta algunas de ellas:
– Sintomatología diversa: Tal y como se ha remarcado, esta variará en función del fármaco y de la reacción de este en un organismo concreto. Aun así, la retirada brusca de la medicación o el consumo excesivo pueden producir síntomas psíquicos y físicos muy diversos como cefaleas, insomnio, ataques de pánico, mareos, náuseas, fatiga, irritabilidad
entre otros, así como precipitar la reaparición de problemas previos.
– Adicción o dependencia: La administración repetida y sin prescripción puede provocar un hábito de consumo inadecuado encarado a paliar con ciertos síntomas, y del cual puede ser muy difícil prescindir tras un cierto periodo de tiempo.
– Tolerancia: Este fenómeno se produce cuando, tras un consumo repetido de cierta substancia, el cuerpo se habitúa a ella. Por ello, para conseguir los mismos efectos o resultados la persona debe incrementar la dosis progresivamente.
– Reducción de la efectividad: Cuando la medicación se utiliza para afrontar o reducir el malestar ante situaciones donde no está prescrita, sus efectos pueden reducirse. Además, en relación al anterior punto, el consumo repetido sin prescripción y la consecuente habituación, provoca la disminución progresiva de la potencialidad del fármaco.
– Toxicidad: La intoxicación y las reacciones secundarias asociadas son comunes en casos de automedicación, y más específicamente, cuando existe sobremedicación. Ello puede generar problemas físicos y psicológicos diversos.
– Interacción: La interacción de la medicación con otros fármacos o substancias (desde medicamentos hasta alcohol u otras drogas) que se pueden estar consumiendo, o incluso con alimentos específicos, puede disminuir o aumentar el efecto de la substancia. Además, existen efectos muy contraproducentes.
Junto a los efectos descritos anteriormente, existen otros muchos cuya repercusión no únicamente personal, sino familiar, social y laboral, es muy significativa. Es necesario establecer una relación de confianza entre profesional y cliente que permita a este exponer todas las dudas y comentarios con respecto a la intervención. En este sentido, la comunicación continua entre ambos debe ser una prioridad, lo cual permitirá prevenir posibles complicaciones. Junto a esto, es necesario emplear la autobservación procurando exponer de forma específica las reacciones físicas y psicológicas que nos está produciendo el fármaco o fármacos administrados.
Es crucial exteriorizar y comunicar todas las preguntas que tengamos. Si necesitas asesoramiento sobre tu caso o sobre cualquier tema que consideres relevante, nuestro equipo de psicólogos situado en Mataró te ayudará a resolverlos. No dudes en llamarnos.