La memoria, a pesar de constituir un término muy amplio y general, es un almacén de capacidad limitada. La podemos definir como la función que nos permite almacenar, codificar y recuperar la información del pasado reciente y/o lejano. En esta línea, generalmente se diferencia entre memoria a corto y a largo plazo. La primera, también denominada memoria operativa, nos permite retener durante un periodo de tiempo breve una cantidad de información limitada (como mucho, 7 elementos o ítems durante unos 20 segundos). En el segundo caso, nos encontramos ante un almacenaje permanente cuya capacidad es prácticamente ilimitada. Esta, además, contiene nuestros recuerdos autobiográficos, el conocimiento del mundo, así como el lenguaje, sus reglas y los significados de los conceptos. Junto a esto, es importante remarcar que el mantenimiento de los recuerdos durante un periodo de tiempo prolongado depende del grado de profundidad con que se haya procesado la información, así como de las repetidas recuperaciones que se hagan periódicamente de los contenidos almacenados.
Así, la pérdida de memoria, es una alteración incapacitante que acostumbra a poseer un curso crónico y progresivo. La persona que lo padece puede ser consciente de su problemática o no. En el primer caso el impacto emocional en el propio individuo suele ser estar más patente, y este en el segundo es generalmente más acusado en los familiares. Por otro lado aunque acostumbra observarse en personas de edad avanzada, puede aparecer en diferentes momentos del ciclo vital, siendo sus causas muy diversas:
– Cambios o pérdida de memoria relacionada con la edad: Es el más común, y está relacionado con la disminución fisiológica de las funciones cerebrales. Con el paso de los años los olvidos y las dificultades para recuperar un cierto tipo de información son frecuentes, ya que la eficiencia de la red neuronal disminuye. Aun así, la capacidad para pensar y realizar las distintas actividades diarias no acostumbran a verse afectados.
– El Deterioro Cognitivo Leve (DCL): Distinguir este de la pérdida normal de memoria es una tarea complicada. Suele indicarse, que en este existe una alteración más pronunciada y significativa que en la pérdida normal, pero más leve en comparación con las demencias. Así, aunque la capacidad atencional y de realización de actividades habituales no suelen estar afectadas, puede existir olvido significativo en relación a eventos o información importante y/o situaciones recientes como conversaciones. Se dice que aproximadamente el 50% de las personas con DCL acaba desarrollando una demencia.
– Las Demencias: Estas son trastornos degenerativos del cerebro que producen un declive gradual y pronunciado en la función intelectual. Aquí los problemas de memoria aparecen como primer síntoma, y posteriormente se observa un deterioro significativo a nivel intelectual y emocional. Podemos incluir aquí la Enfermedad de Alzheimer (EA), la enfermedad de Pick, la demencia por cuerpos de Lewy, la Corea de Huntington, entre otras. Las personas que las sufren acostumbran a negar su enfermedad, a pesar de que la repercusión en su vida cotidiana es progresivamente más grave y evidente para los demás.
– Problemas y trastornos psicológicos específicos: Este apartado merece especial atención, ya que cuando se produce una pérdida de memoria la mirada suele centrarse en detectar alguna de las enfermedades neurológicas citadas. Así, existen muchos problemas psicológicos que cursan con la dificultad para recordar y recuperar información, aunque merecen especial atención los cuadros de estrés y ansiedad, y los estados depresivos. En el primer caso suele haber un grado muy elevado de preocupación, el cual puede alterar los subprocesos inmiscuidos en las tareas de memoria (atención, procesamiento, organización, concentración
). En la depresión, resulta difícil definir en ocasiones si es la causa o la consecuencia del deterioro cognitivo. Un aspecto útil es que la persona suele ser consciente de su situación, siendo la pérdida de memoria uno de los justificantes del estado deprimido.
Como vemos, existen causas muy diversas para explicar el deterioro de esta importante función cerebral. Se requiere una evaluación minuciosa a todos los niveles que procure tanto confirmar como descartar hipótesis plausibles. En este sentido, la evaluación neuropsicológica puede ayudar mucho a esclarecer la situación, detectando además el grado de deterioro asociado. A partir de aquí, existen intervenciones para facilitar la mejora cognitiva y emocional de la persona. En el caso de que la alteración memorística sea consecuencia de un problema psicológico concreto, este deberá abordarse como prioridad, ya que muy posiblemente las funciones cognitivas se verán restablecidas con la mejora del estado anímico. Por otro lado, si el deterioro cognitivo es el principal problema, existen intervenciones como la Rehabilitación Cognitiva que poseen una elevada eficacia. En esta trabajan las dificultades específicas del paciente a través de una serie de ejercicios que promueven el entrenamiento, la estimulación y por lo tanto la recuperación o mejora de las funciones cognitivas.
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