La interacción y la creación de vínculos con los demás, forma parte de nuestra esencia. Esto empieza ya incluso antes del nacimiento, con nuestras madres, y sigue con nuestro padre y nuestros seres queridos más cercanos, para posteriormente complementarse y amplificarse con amigos, pareja, compañeros de trabajo…y un largo etcétera. Todos ellos nos ayudan a definirnos como personas, y a comprender la forma de pensar y el estado emocional de los otros, lo cual nos permite desarrollarnos, evolucionar, y afrontar las diferentes situaciones que nos irá presentando la vida, basándonos en nuestra experiencia.
En ocasiones, pero, estas relaciones se ven dificultadas o distorsionadas por diferentes motivos, como experiencias negativas, pérdidas tempranas, necesidades internas insatisfechas, rasgos de personalidad desadaptativos, o expectativas desajustadas acerca del otro. Estos aspectos pueden manchar los vínculos que creamos, desencadenando en diferentes conflictos tanto personales como de la propia relación, y a lo último, en incluso rechazo y abandono por parte del entorno. Por ejemplo, en problemáticas como la depresión, o el trastorno límite de la personalidad, acostumbran a existir dificultades en este sentido, en el primero de los casos habitualmente por sensación de soledad, incomprensión y baja autoestima; y en el segundo por sensaciones de vacío y conductas impulsivas con los otros.
Así, a continuación se exponen algunas de las diferencias entre un vínculo o relación sana, y la dependencia:
Relaciones basadas en un vínculo sano:
- Complementariedad: El otro complementa lo que ya somos, y nos hace mejores personas. La relación con esta persona nos aporta mucho, pero simplemente acentúa un estado de satisfacción con nosotros mismos, que ya existe de base.
- Reciprocidad sin expectativa: Damos y nos dan, aportamos y nos aportan, existe una reciprocidad principalmente emocional, basada en la no demanda ni la exigencia, sin un interés ni expectativa detrás. Simplemente el dar sin esperar nada a cambio.
- Contacto saludable: Acostumbran a ser relaciones en las que el paso del tiempo no es un impedimento, y aunque este sea significativo, cuando estamos con el otro tenemos la sensación de que todo sigue igual. Valoramos cualquier muestra o acercamiento, y no necesitamos más.
- Bienestar: Todo ello confluye en un estado de bienestar, comodidad, confianza y satisfacción. Estar con el otro es fácil y fluido, y podemos notar como esto nos hace sentir bien, relajados, y a gusto.
Relaciones basadas en la dependencia:
- Necesidad: El otro, o más bien la relación con él, es utilizada para llenar vacíos, o para substituir sentimientos o emociones negativas. Habitualmente, cuando la persona no se siente bien consigo misma, busca estímulos constantes como la aprobación y el refuerzo constante.
- Reciprocidad con expectativa: La persona ofrece o da, esperando lo mismo o incluso más de los otros. Hay pocas acciones desinteresadas, ya que se encuentra necesitada de diferentes muestras, y esto la hace ser exigente con lo que espera de los demás.
- Contacto disfuncional: La persona acostumbra a buscar una interacción frecuente, y especialmente en momentos de soledad. Aunque sea una mínima interacción, y con poca profundidad, para ella puede ser algo necesario, bien como distracción, o bien como validación de que los otros siguen ahí.
- Malestar: especialmente para la persona víctima del dependiente, se genera progresivamente un estado de incomodidad, tensión, y cansancio. Aun así, incluso para la persona dependiente también puede aparecer, ya que cada vez puede necesitar más, y recibir menos.
Junto a estas, existen otras características que pueden ayudarnos a diferenciar una relación sana, de la dependencia. Si deseas conocer más, o tienes cualquier pregunta al respecto, en nuestro centro de psicología y psiquiatría, en Mataró, te proporcionaremos toda la información que necesites. No lo dudes y llámanos.