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Noticias

El sueño: fases y problemas asociados

El sueño, es considerado actualmente uno de los componentes más importantes de nuestro día a día. A grandes rasgos, podemos definirlo como el estado fisiológico caracterizado por una interrupción temporal del movimiento, del estado de vigilia o alerta, y de la capacidad sensorial. Estos fenómenos se producen para restablecer y equilibrar las funciones psicológicas y físicas del organismo, lo cual resulta esencial para obtener un pleno rendimiento vital. Así, mediante estudios en los que se analiza la actividad eléctrica cerebral, y aunque es necesaria más investigación, hemos pasado de considerarlo como un mero acto pasivo en el que no parecía ocurrir nada significativo, a identificarlo como un estado particular de la mente y la conciencia donde la actividad cerebral puede ser tan activa como cuando estamos despiertos, y en el que suceden cambios cruciales en el funcionamiento del cuerpo.

Los descubrimientos desde las neurociencias, y entre ellas la neuropsicología, han permitido diferenciar dos fases mientras dormimos; la fase del sueño lento o no MOR (Movimientos Oculares Rápidos), también denominada no REM (Rapid Eyes Movements), y la fase de sueño rápido/sueño MOR/REM. El primero de ellos se divide en cuatro etapas diferenciadas. Estas cinco fases se van alternando cíclicamente con una duración total de cada ciclo de unos 90 minutos. A continuación las exponemos brevemente:

Fase 1 de sueño ligero o no MOR. Es considerada la etapa de transición entre la vigilia y el sueño donde la persona todavía puede llegar a percibir algunos estímulos. Aquí el sueño es poco reparador, y a nivel fisiológico lo más característico es la disminución del tono muscular y la aparición de movimientos oculares lentos. Se calcula que pasamos aproximadamente entre el 5 y 10% de tiempo en esta fase.

Fase 2 de sueño ligero o no MOR. Aunque la actividad cerebral es similar, desaparecen los movimientos oculares. El sistema nervioso promueve la desconexión de las vías de acceso a la información sensitiva facilitando así el acto de dormir. El sueño resulta aquí parcialmente reparador y continúa disminuyendo el tono muscular. Aquí posiblemente es donde transcurre más tiempo, aproximadamente el 50%.

Fase 3 de sueño profundo no MOR. Aparecen las ondas lentas (delta), la actividad cerebral y el tono muscular continúan disminuyendo, junto con la tensión arterial y el ritmo respiratorio, los cuales también sufren una disminución significativa. Así pues, la desactivación sensorial aumenta. Y ocupa pocos minutos comparada con el resto.

Fase 4 de sueño profundo no MOR. Constituye la fase del sueño de mayor profundidad. La actividad cerebral es todavía más lenta (predominan las ondas delta), el tono muscular es casi imperceptible, y resulta clave para el correcto funcionamiento psíquico y físico, junto al equilibrio del organismo. El porcentaje aproximado de tiempo es de un 20%.

Fase 5 de sueño MOR. Se conoce también como fase de sueño paradójico. Esto es así debido a que existe un contraste evidenciado a través de la atonía muscular, que supone la relajación total típica del sueño profundo, y la activación del sistema nervioso, lo cual es signo de alerta y vigilia. Los movimientos oculares rápidos que se observan son parecidos a cuando nos encontramos despiertos. Y por último, el tiempo dedicado ronda el 25%.

Como alteraciones generales, debemos mencionar que a medida que aumentamos la supresión del sueño, podemos observar como se produce un claro deterioro en el funcionamiento durante el día. Además, el rendimiento intelectual también se ve afectado con alteraciones de la memoria, el razonamiento y la concentración. Los actos reflejos se ven entorpecidos lo cual dificulta el afrontamiento de ciertas situaciones (como la prevención de accidentes laborales, domésticos y especialmente de tráfico). Cuando esta privación es severa, pueden producirse ataques epilépticos, alteraciones neurológicas e incluso alucinaciones.

Por otro lado, como consecuencia pueden aparecer problemas psicológicos diversos, siendo los trastornos de ansiedad y los problemas de irritabilidad los más comunes. Aun así, es importante tener en cuenta que las dificultades en el sueño pueden ser tanto causa como consecuencia de estos últimos. Junto a esto, también resulta interesante destacar que pueden aparecer alteraciones durante los propios ciclos de sueño. En este sentido, por ejemplo, los terrores nocturnos y el sonambulismo aparecen durante las fases 3 y 4 del sueño no MOR. Además, las alteraciones en esta etapa acostumbran a provocar somnolencia diurna. En cambio, las pesadillas o la parálisis del sueño transcurren durante la fase de sueño MOR.

Es importante comentar que se recomiendan unas 7-8 horas de sueño para obtener un descanso adecuado. Aun así, debemos remarcar que para prevenir o reducir las alteraciones mencionadas, no es tan importante la cantidad de horas, sino la calidad de estas. Cada uno posee un sistema específico y, por tanto, unas necesidades concretas. De esta manera, algunos necesitarán dormir 5-6 horas diarias, y otros posiblemente más de 8. Para que el sueño sea reparador, debemos establecer una rutina y hábitos saludables, en los que ajustemos el tiempo a nuestra necesidad real de sueño y adoptemos conductas que favorezcan un descanso adecuado.

Este es un tema amplio en el cual están involucrados un amplio espectro de elementos. Aquí han sido comentados algunos de ellos de forma resumida, pero en caso de querer ampliar información, puedes contactar con nuestro equipo de psicólogos situado en Mataró. Atenderemos todas tus peticiones y procuraremos resolver todas las dudas que tengas.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/fases_sueno-4420.jpg 1698 2560 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-03-22 10:45:312022-05-09 18:01:53El sueño: fases y problemas asociados
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Transición a la vida adulta: la adolescencia

Desde que nacemos, y a lo largo de todo nuestro ciclo vital, nos encontramos inmersos en un camino lleno de transiciones, donde experimentaremos un sinfín de situaciones y estímulos que deberemos afrontar y procesar para avanzar entre las distintas etapas. A este circuito, comúnmente se le llama crecimiento o maduración. Lo que está claro pero, es que todo lo que vaya sucediendo en cada fase, definirá nuestras vidas y nos formará e identificará como personas únicas e independientes. Una de estas, siendo quizás la más significativa, es la adolescencia, es decir, la etapa de transición entre la niñez y la vida adulta.

Este importante periodo se encuentra comprendido entre la aparición de una serie de características, como es la pubertad, que marca el final de la infancia, y el comienzo de la vida adulta, donde el organismo ha completado su desarrollo. Habitualmente se indica que se sitúa entre los 12-13 y los 17 años de edad. En este período, hay una palabra que nos puede venir fácilmente a la cabeza cada vez que pensamos o acuñamos el término adolescencia; el cambio. Esto es, nada más lejos de la realidad, lo que representa posiblemente con mayor precisión a esta fase. El chico o chica adolescente deberá hacer frente una serie de cambios o modificaciones constantes tanto a nivel interno o personal, como a nivel externo o contextual, cuyo afrontamiento exitoso o frustrado repercutirá en cómo defina, afronte e integre toda la información tanto de su mundo interior como exterior. A nivel personal, la aparición de ciertas características físicas (caracteres sexuales secundarios) constituye un aspecto clave; el desarrollo de la musculatura, el incremento de la estatura, el vello facial o el engrosamiento de la voz son algunos ejemplos que caracterizan a los chicos. Por su parte, las chicas, el crecimiento de los senos, la aparición del vello o el ensanchamiento de las caderas configuran algunos de los aspectos importantes.

Además pero, a nivel cognitivo o mental y emocional también sufrimos una serie de modificaciones. El desarrollo del autoconcepto y de la autoestima es aquí especialmente clave; empezaremos a definirnos como personas cuestionando nuestros intereses y elaborando el rol que queramos adoptar en nuestra vida. La confusión, el miedo, las contradicciones, las preguntas, y los cambios de estado de ánimo pueden ser frecuentes, y forman parte del crecimiento. Es relativamente frecuente que nos rebelemos contra el mundo, mostrándonos reticentes a aceptar ciertas realidades. Esta lucha constante y su regulación también están inmersos en la maduración, y son comunes y necesarios para que esta se dé. Por esto, otra palabra que también debemos remarcar es la aceptación.

Todo ello pero, se encuentra inmerso en un mundo social crítico, lleno de información contradictoria y mensajes recurrentes que pondrán a prueba nuestros recursos y habilidades. En este sentido, la interacción y comparación con los iguales, la educación o influencia de los próximos y la interacción con los medios de comunicación y las nuevas tecnologías son tres elementos particularmente relevantes en la vida del adolescente, y encontrar el equilibrio no siempre será fácil.
En este sentido, y fruto de la complicación que conlleva regular todos estos estímulos, la persona puede encontrarse perdida y atascada, pudiendo sufrir una serie de dificultades. Los problemas emocionales y psicológicos son comunes en esta etapa, particularmente manifestados a través de ansiedad, depresión, aislamiento y evitación. Junto a estos, pueden surgir otros de diversa índole y con mayor o menor intensidad. Será el grado de malestar y de desajuste social lo que marcará la importancia de la situación. El trabajo en particular desde la psicología y psiquiatría infanto-juvenil será aquí especialmente importante. La aplicación y diseño de intervenciones útiles, eficientes e individualizadas son claves para mejorar la salud y calidad de vida en este sector de la población.

Los profesionales de nuestro centro están especializados en el tratamiento psicológico y psiquiátrico tanto de adultos como de niños y adolescentes. Si tienes dudas o deseas recibir más información, ponte en contacto con nosotros. Estamos situados en Mataró.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/adoles-3835.jpg 499 749 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-03-22 10:45:312022-05-09 18:01:53Transición a la vida adulta: la adolescencia
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El Dolor Crónico Infantil

El término dolor, en sí mismo, alude a la sensación o percepción sensorial de malestar más o menos intenso que experimentamos en alguna parte del cuerpo y que se encuentra asociado con alguna alteración del sistema nervioso. Puede estar localizado en un punto o puntos concretos, o poseer un carácter más generalizado, pudiendo manifestarse de maneras muy diversas: hormigueos, pinchazos, picaduras, molestia…Y siendo en ocasiones, difícil de definir y determinar. Frecuentemente también se utiliza la distinción entre agudo o crónico. Normalmente el primero se asocia a una lesión específica o a una causa más o menos objetivable. Por el contrario, el segundo subtipo es utilizado para designar a aquellas sensaciones físicas dolorosas que persisten más allá del tiempo de curación estimado o esperado.
En población infantojuvenil se habla concretamente de dolor crónico cuando este persiste más allá de los tres meses. Habitualmente se manifiesta de manera continua y recurrente, y su abordaje y tratamiento resultan especialmente complicados. A esto se le une el desconocimiento e infravaloración social existente en relación a esta problemática, ya que se tiende a pensar que los niños experimentan menos dolor, y que este suele ser menos acentuado. Por el contrario, los datos epidemiológicos existentes indican que afecta a entre un 20 y 30% de esta población. Así, aunque esta sensación sea el resultado de un complejo sistema de protección del organismo que acostumbra a remitir, en ocasiones puede mantenerse a pesar de que el daño o la alteración que la causó se hayan resuelto, siendo los factores psicológicos y sociales claves para explicar su mantenimiento.
Este particular problema no sólo afecta al niño en un sentido físico, sino que repercute en todas y cada una de las áreas involucradas en su desarrollo. Así, afecta al estado de salud general, genera importantes restricciones en sus actividades habituales, alteraciones del sueño, malestar psicológico, menor rendimiento académico, deterioro del apoyo y del círculo social, y suele ser habitual el absentismo escolar. Junto a esto, si esta problemática convive con un trastorno psicológico específico (lo cual suele ser recurrente), los síntomas pueden verse agravados por la sintomatología. En este sentido, los trastornos de ansiedad y depresión son los más frecuentes, aunque por las conductas reflejadas, algunos síntomas pueden confundirse con un trastorno de conducta específico. Junto a esto, podemos cometer el error de considerarlo una llamada de atención o una excusa (forma de evitación) para no ir a la escuela o no involucrarse en actividades sociales.
Además de la clara afectación que tiene en la persona que lo sufre, existe una repercusión que va más allá de esta. En efecto, cuidar a un niño con dolor crónico también posee un impacto para la familia; los padres y los hermanos suelen informar de malestar psicológico y de sentimientos de carga, así como de limitaciones en el área social, siendo también un problema a nivel económico. A todo esto se le unen las limitaciones y escasez de recursos para hacer frente a esta situación, lo cual genera sentimientos de frustración y desesperanza en las personas que están a cargo del niño.
En esta línea, a pesar de la falta de consenso y evidencia en relación a los tratamientos que pueden ser útiles y eficaces, se han venido utilizando algunos que han demostrado cierta utilidad. Entre ellos se encuentran la Terapia Cognitivo-Conductual, la cual se ha utilizado para trabajar los pensamientos, conductas y emociones desadaptativas asociadas a la problemática, y para facilitar al paciente una mayor comprensión de esta (principalmente la interrelación entre dolor y malestar emocional). La Relajación y Meditación se han mostrado parcialmente útiles para aminorar las sensaciones asociadas al dolor. Y también el Biofeedback (técnica utilizada para facilitar el aprendizaje de ciertas funciones del cuerpo) ha reflejado resultados interesantes. Junto a esto, existe un claro consenso a favor de adoptar una mirada multidisciplinar, esto es, un trabajo en colaboración entre familiares, tutores y profesionales de la salud que promueva el bienestar y adaptación del niño a su entorno, favoreciendo así el desarrollo vital y la calidad de vida.
Finalmente pues, a pesar de ser necesarios más recursos e investigación al respecto, lo cual favorezca la creación de protocolos específicos para el dolor crónico, es importante no desviar la atención ni infravalorar los síntomas que reflejan los niños. A pesar de las complicaciones existentes, debemos atender (a poder ser prematuramente) las necesidades de estos, lo cual puede facilitar que la situación no se vea agravada.
En nuestro centro de Psicología situado en Mataró encontrarás toda la información que necesites. Si tienes dudas, preguntas o crees que puede beneficiarte nuestra ayuda, ponte en contacto con nosotros, estamos a tu disposición.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/cronico_ninos-2710.jpg 600 800 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-03-22 10:45:312022-05-09 18:01:54El Dolor Crónico Infantil
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El Duelo: tipos y fases

Podemos definir el duelo como el conjunto de respuestas físicas, emocionales y conductuales que aparecen tras una pérdida. Este abanico de elementos, surge en el individuo para restaurar su equilibrio o bienestar psicológico. De esta manera, también lo podríamos entender como un proceso de adaptación. Por lo que respecta a la pérdida en sí, aunque comúnmente se habla de las relacionadas con los seres queridos, también pueden concernir a elementos u objetos significativos para la persona. En este sentido, y a pesar de que existen situaciones universales en las que surge el duelo con una elevada probabilidad (p.ej., la muerte de una persona próxima), cada uno de nosotros podremos experimentarlo en diferentes situaciones y de diferente manera, en función del significado emocional que atribuyamos a los elementos de nuestro entorno.

¿QUÉ TIPOS DE DUELO EXISTEN?

Aunque una amplia variedad de clasificaciones para delimitar este concepto, es importante establecer una diferenciación comprensiva, principalmente en función del malestar o deterioro personal asociado. En base a este criterio, a nivel general podemos hablar de los siguientes:

Duelo “normal” o no complicado: Resulta crucial tener en cuenta este subtipo. Como la propia palabra indica, se trata de la reacción psicológica normal tras la pérdida de alguien o de algo con lo que manteníamos un vínculo emocional significativo. El hecho de sentirnos mal, estar tristes, nerviosos o con menos ganas de hacer cosas, no indican de por sí la presencia de una enfermedad o patología en concreto. Todos sufrimos ante una pérdida importante para nosotros, y el conjunto de reacciones o síntomas que aparecen posteriormente pueden formar parte de un proceso de adaptación normal. Como a continuación veremos, deberá tenerse en cuenta el grado o nivel de malestar que supone para la persona y las limitaciones que esto supone en su día a día.

Duelo patológico o complicado: Cuando existe un sufrimiento acusado a través de la intensificación de los síntomas como la ansiedad, el estrés o la depresión que llegan a repercutir de manera significativa en la vida de la persona, podemos estar delante de un duelo patológico. La persona puede experimentar sentimientos de desesperación y acudir a conductas desadaptativas para afrontar el malestar. Un criterio también utilizado es el temporal, según el cual un duelo puede considerarse normal si dura entre 6 meses y un año. Aun así, deberemos siempre considerar el grado de malestar y deterioro que produce. Dentro de este subtipo, se han propuesto otras categorías como el duelo retrasado (aparece después de un tiempo tras la pérdida), enmascarado (la persona niega que las reacciones tengan que ver con la pérdida) o el exagerado (intensificación acusada de los síntomas). Todos ellos reflejarían una complicación en el proceso. En algunas ocasiones, es posible que el problema derive en algún trastorno específico, como puede ser el Trastorno Depresivo Mayor o el Trastorno de Pánico, los cuales estarían reflejando un empeoramiento de la sintomatología mostrada.

¿CUÁLES SON LAS FASES DEL DUELO?  

A parte de los diferentes subtipos, existe un cierto acuerdo en cuanto a las fases que aparecen en este proceso:

Negación: En esta primera fase la persona puede intentar negar la pérdida ignorando la información al respecto o evitando pensar en ello. Así pues, evitará y negará las pruebas o evidencias que confirmen que ha sucedido.

Enfado: También llamada de ira o indiferencia. La persona, al empezar a “ser consciente” de lo sucedido, puede reflejar malestar por no poder evitar la pérdida. Esta fase se caracteriza además por la tendencia a buscar posibles explicaciones, causas e incluso culpables que ayuden a comprender lo que ha pasado.

Negociación: La persona busca recuperar el control, y por ello intenta negociar consigo mismo o el entorno a través de procurar entender los pros y los contras de lo sucedido. Básicamente buscamos una solución a la pérdida a pesar de ser conscientes de la imposibilidad de hacerlo. Son típicas las frases como “si hubiéramos acudido antes al médico…” o “si hubiera estado all텔.

Dolor emocional o Depresión: Se experimentan sentimientos de tristeza y dolor con más o menos intensidad y recurrencia. En esta fase la reacción emocional se relaciona principalmente con una disminución del estado de ánimo.

Aceptación: Es la última fase del proceso, donde tras la resistencia empleada en las fases anteriores la persona asume que lo sucedido es inevitable. La visión sobre la situación cambia y la aceptación emocional suele ser más protagonista. A pesar de ello, esta fase no significa olvidar.

La presencia de estas fases no se da en todas las personas, y mucho menos con el orden expuesto. Además, aunque este proceso es el común, podemos saltar de una a otra o incluso situarnos al final o al principio del proceso en distintos momentos a lo largo del duelo. Estos “saltos” pueden tener que ver con el contexto que nos esté envolviendo en ese momento. De esta manera, si a este proceso le sumamos por ejemplo una situación estresante en el trabajo, podemos quedarnos anclados por más tiempo en alguna de sus fases, y mostrar un malestar más acentuado.

El duelo es un mecanismo o proceso que todos vivimos a lo largo de nuestras vidas. Afecta a todo tipo de población por lo que su abordaje desde los diferentes campos de la psicología resulta especialmente atractivo y relevante. Existen muchas alternativas a la hora de tratar este tema, las cuales han demostrado ser útiles para disminuir el malestar que genera.

Si quieres recibir más información o tienes alguna pregunta, nuestro equipo de psicólogos te proporcionará toda la atención que necesites.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/duelo-4749.jpg 425 697 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-03-22 10:45:312022-05-09 18:01:53El Duelo: tipos y fases
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Factores de riesgo asociados al estrés y la ansiedad

Actualmente, la ansiedad se define como una respuesta de carácter más o menos inmediato al peligro o amenaza. En términos científicos es denominada como la reacción de lucha o huida que permite a la persona enfrentarse a la situación o escapar. Ésta, habitualmente va acompañada de una serie de sensaciones como sudoración, mareo, palpitaciones, visión borrosa, entre otras., los cuales a pesar de no ser nocivas, en ocasiones producen un gran malestar.  Por otro lado, el estrés es considerado como el proceso mediante el cual la persona realiza una infravaloración de sus recursos personales para afrontar una demanda externa. Dicho de otra manera, este fenómeno aparece cuando percibimos un acontecimiento o situación específica como desbordante y que excede a nuestros propios recursos. Comúnmente aparece ante ciertos cambios, los cuales pueden exigir un sobresfuerzo y poner en peligro nuestro bienestar.
Así, tal y como puede derivarse de ambas definiciones existen diferencias sutiles tanto a nivel cualitativo como cuantitativo entre ambos términos; principalmente, se habla de que el estrés es un estado más o menos prolongado el cual tiende a desaparecer cuando la demanda externa se soluciona o termina. La ansiedad, en cambio, acostumbra a ser un estado emocional más repentino asociado a un peligro real o imaginario, y sus reacciones fisiológicas suelen ser más intensas, pudiendo confluir en un ataque de pánico. A pesar de ello, los términos suelen utilizarse como sinónimos, ya que producen síntomas muy similares y pueden llegar a limitar mucho a la persona que los sufre. Además, afectan tanto a población adulta como infanto-juvenil, y aunque es inevitable experimentarlos, es importante aprender a gestionarlos para que no nos impidan llevar un estilo de vida adecuado y óptimo.
En cuanto a los posibles factores que pueden contribuir y precipitar estos estados, resulta útil distinguir entre variables personales y variables externas o ambientales:
Factores personales
Entre ellos, pueden encontrarse evidentemente el sufrir ciertos problemas de salud que conlleven síntomas de estrés o ansiedad, los cuales son los primeros que deben descartarse de cara a determinar la adecuación de un tipo de tratamiento u otro (farmacológico o psicológico). Además pero, ciertos rasgos y características de personalidad como la obsesividad, la rigidez, la sensibilidad, la mala regulación emocional o la irritabilidad pueden favorecer un estado de ánimo primordialmente ansioso. Junto a estos, el poseer un locus de control primordialmente interno (tendencia a atribuir tanto los éxitos como los fracasos a uno mismo) puede llevar consigo, en ocasiones, este tipo de sintomatología.
Relacionado con el último aspecto, de entre las principales características individuales, merece la pena destacar el estilo cognitivo. En este se encuentran inmiscuidos nuestros pensamientos, creencias e interpretaciones acerca de nosotros mismos y el mundo. Así, el adoptar un punto de vista poco objetivo, a través de una visión sobre las cosas principalmente dicotómica (blanco o negro), absolutista o generalista puede resultar especialmente negativo.
También es importante remarcar el establecimiento de hábitos inadecuados, como dedicar poco tiempo al ocio o a uno mismo, lo cual confluye poco a poco en un ritmo de vida progresivamente más acelerado.
Del análisis de este tipo de variables se deriva la importancia que juega nuestras características, siendo especialmente relevante la manera en que afrontamos las diferentes situaciones. Además, de ello se deduce que los diferentes acontecimientos que expondremos a continuación pueden afectar en mayor o menor grado en función de los factores comentados anteriormente.
Factores externos
En este apartado se incluyen todas aquellas situaciones o circunstancias que habitualmente, de por sí, poseen un carácter potencialmente negativo y amenazante para el bienestar de la persona. Así, principalmente hablamos de aspectos relacionados con cambios bruscos y/o repentinos que vulneran el estado de salud, como pueden ser el fallecimiento de un ser querido, la pérdida o el cambio de trabajo, el embarazo, la detección de una enfermedad, etc.
Junto a estos, que habitualmente generan un estado inicial de gran malestar, también es importante resaltar aquellos eventos “menores” que contribuyen a perpetuar este estado. Algunos posibles son: discusiones o conflictos familiares, laborales o sociales, el llegar tarde, conducir bajo condiciones ambientales complicadas, exceso de obligaciones, entre otros.

Así pues, es importante detectar aquellas fuentes que nos están generando estos y otros síntomas, procurando además, analizar si nuestra interpretación está siendo la adecuada teniendo en cuenta la situación y sus características. El estrés y la ansiedad forman parte de nuestro día a día, y existe evidencia de que no solo son dos de los problemas más prevalentes, sino que con el tiempo parece que su incidencia está incrementando.
En nuestro centro de psicología, situado en Mataró, recibirás toda la información y ayuda que necesites. Si tienes alguna pregunta al respecto, no dudes en contactar con nosotros.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/ansiedad-3616.jpg 380 600 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-03-22 10:45:312022-05-09 18:01:54Factores de riesgo asociados al estrés y la ansiedad
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Coaching de pareja

Los problemas relacionales, y especialmente aquellos que tienen que ver con la pareja, son un continuo en nuestra sociedad. Estos pueden estar vinculados a múltiples aspectos; como es la sinceridad, el afecto, el acercamiento, la comunicación, la intimidad, la dependencia… En ocasiones, y muy frecuentemente, se encuentran interrelacionados dos o más componentes, pero todos y cada uno de ellos tienen en común, en mayor o menor grado, la generación de malestar y el distanciamiento paulatino entre ambos miembros, lo cual puede agravar todavía más la situación.

Por lo que respecta al Coaching, este representa uno de los métodos de intervención más sobresalientes en la actualidad. A nivel general, procura principalmente guiar, instruir, acompañar o entrenar a la persona (o en este caso personas), centrándose en potenciar sus recursos personales para lograr la consecución de objetivos, metas y/o habilidades específicas. Además, posee la ventaja de poder ser aplicado en un rango muy amplio de situaciones o áreas: personal, empresarial, ejecutivo, etc. Entre estos, su aplicación en el ámbito de las relaciones íntimas resulta cada vez más atractivo y eficaz.

Así, el coaching de pareja se encara en ayudar a ambos miembros, a corto y largo plazo, en su esfuerzo mutuo para solventar sus problemas de interacción. Para ello, mediante estrategias de liderazgo personal y potenciando el autodescubrimiento, busca evaluar y profundizar acerca de los roles, objetivos y creencias de cada uno. De esta forma, promueve el descubrimiento y la utilización de los recursos individuales adentrándose en el análisis de aquellos aspectos que faciliten la aproximación y la búsqueda de objetivos comunes. Junto a estos, y aunque deberán adaptarse a las demandas presentadas, a continuación se exponen algunos de sus objetivos:

–    Facilitar recursos y herramientas para aprender a exponer y solventar los conflictos.
–    Actuar como acompañante del cambio. El coach busca potenciar la maduración de la relación y el carácter interdependiente de ésta.
–    Obtener una visión más profunda y sensible de la relación. En este sentido, se trata de identificar aquellos aspectos que generan conflicto en cada uno de los participantes, teniendo en cuenta características individuales y del propio vínculo.
–    Valorar y modificar las creencias, pensamientos y comportamientos disruptivos que limitan y frenan el progreso de la relación. Este aspecto es particularmente importante, ya que ambos miembros deberán adoptar un papel activo y ayudarse a descubrir y reconocer ciertos componentes mediante una actitud de colaboración activa.
–    Explorar y realzar aquellos aspectos que dejan entrever lo mejor de la relación y de cada uno de los miembros. Desde esta orientación se considera clave potenciar y remarcar tanto aquellos comportamientos, actitudes y creencias limitantes como aquellos que promueven una mejor relación.
Con estos y otros recursos, esta intervención puede ayudar a mejorar la calidad de vida en pareja mediante sesiones dinámicas, reflexivas y principalmente fortalecedoras de los recursos, estrategias y competencias individuales y relacionales. Además, procura que los cambios producidos sean profundos y que se mantengan el mayor tiempo posible. La escucha, la empatía, la confianza, la comprensión y el respeto son algunas de los componentes protagonistas en las diferentes sesiones.

Aunque como se ha remarcado, los problemas de pareja son muy variados, métodos como el aquí expuesto pueden ayudar a mejorar substancialmente este u otras dificultades. Entre ellas, el estrés, la ansiedad o los problemas del estado de ánimo pueden verse fortalecidos mediante el uso de estas y otras técnicas. Los profesionales de nuestro centro, situado en Mataró, están especializados en esta y otras orientaciones cuya eficacia y utilidad ha sido probada en un amplio espectro de situaciones.

Si quieres obtener más información al respecto, o tienes cualquier pregunta, ponte en contacto con nosotros. Te ayudaremos.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/c._pareja-4037.jpg 334 500 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-03-22 10:45:312022-05-09 18:01:53Coaching de pareja
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Diferencias y similitudes entre Anorexia y Bulimia

La detección y delimitación de los trastornos psicológicos casi nunca se encuentra exenta de complicaciones. En este sentido, existen muy pocas categorías (por no decir ninguna) que gocen de límites claros entre sus características y definiciones. Por ello, la mayoría de ellos muestra lo que se denomina comorbilidad, es decir, la ocurrencia de dos o más problemáticas en una misma persona. Este término también se utiliza cuando se detectan características comunes sobresalientes entre diferentes diagnósticos. Así pues, en los Trastornos de la Conducta Alimentaria, y especialmente en la Anorexia y la Bulimia (dos de los más prevalentes), aparecen síntomas y características que nos pueden hacer dudar en el proceso diagnóstico de uno u otro problema.

La Anorexia se define como la restricción de la ingesta energética en relación con las necesidades, que lleva a un peso corporal significativamente bajo con relación a la edad, el sexo, el curso de desarrollo y la salud física. Esta restricción se asocia con un miedo intenso a ganar peso o a engordar, o comportamientos que interfieren con su aumento aunque ya se tenga un bajo peso. Además, acostumbra a aparecer una alteración en la forma en que uno se percibe en relación a la forma y al peso, y una clara falta de reconocimiento de la gravedad del bajo peso actual. Según los diferentes sistemas de clasificación, se diferencian dos subtipos, el restrictivo y el purgativo. En el primero de ellos la pérdida de peso se asocia a la realización de dieta, al ayuno o al ejercicio físico excesivo. En el segundo (purgativo), aparecen episodios recurrentes de atracones o purgas es decir, autoinducción del vómito o utilización de diuréticos o laxantes.

Por otro lado, la Bulimia se entiende como episodios recurrentes de atracones (al menos una vez a la semana durante 3 meses), seguidos de comportamientos compensatorios inapropiados recurrentes para evitar el aumento de peso; como el vomito autoinducido, el uso de laxantes, diuréticos u otros medicamentos, el ayuno o el ejercicio físico excesivo. El atracón tiene dos características básicas: la ingestión de una cantidad de alimentos claramente superior a la que la mayoría de personas ingerirían, en un periodo determinado. Y la sensación de falta de control sobre lo que se ingiere durante el episodio. Junto a estos, existe también miedo al aumento de peso corporal que aparece mediante una autoevaluación negativa influida por este y por la constitución.

Tras exponer las principales características de ambos, aunque cada uno se encuentra relacionado con unos síntomas específicos que facilitan el diagnóstico diferencial, podemos observar como aparecen elementos significativos muy parecidos, por no decir casi idénticos. El aspecto quizás más importante se sitúa en el miedo intenso a ganar peso y, por lo tanto, a la idea sobrevalorada que ambos poseen sobre la delgadez. Este miedo se puede observar mediante la valoración negativa que realizan sobre su figura y por las creencias erróneas asociadas al peso corporal.

En cuanto a las estrategias empleadas para afrontar el malestar que suponen las ideas y pensamientos asociados con la alimentación y el peso, podemos ver como en ambos se pueden utilizar mecanismos muy parecidos, tanto es así que hasta hace poco la distinción entre restrictivo y purgativo también se empleaba para diferenciar los tipos de Bulimia. De esta forma, la realización de atracones, el ayuno, la realización de ejercicio físico exagerado, la ingestión de laxantes o diuréticos, y la autoinducción del vómito pueden relacionarse con las dos categorías expuestas. En relación a los atracones, inicialmente se consideraba que eran exclusivos de la Bulimia, y aunque es más prototípico de esta, esto ha sido corregido, ya que como hemos visto también aparece en personas con Anorexia.

Es importante destacar también la presencia de síntomas específicos del estado de ánimo. En ambas problemáticas acostumbran a aparecer síntomas de ansiedad, tristeza y humor deprimido e irritabilidad, pérdida de apetito sexual, retraimiento social, problemas de concentración, y síntomas obsesivos. Algunos de estos (especialmente la preocupación por la comida, los episodios de comer en exceso, la irritabilidad y el retraimiento social), en el caso de la Anorexia se ha observado que remiten cuando se recupera el peso, es decir que se encuentran asociados al estado de desnutrición. Por otra parte, el retraimiento social, las dificultades de concentración y la sintomatología ansiosa y depresiva asociados a la Bulimia y a la Anorexia “purgativa” suelen ser más secundarios al malestar asociado con la pérdida de control sobre el comer. Por ello, estos síntomas mejoran cuando se emplean estrategias encaradas a restablecer este control.

Como podemos ver, ambos diagnósticos poseen casi más cosas en común que exclusivas o excepcionales. Una de las claves utilizadas en la práctica clínica para diferenciar ambas problemáticas reside en el peso y en la presencia de atracones. Cuando este es significativamente bajo (como se ha destacado, muy por debajo de lo esperado en relación a la edad, sexo y desarrollo), muy posiblemente nos encontramos con un caso de Anorexia. Y cuando existen episodios de ingesta voraz recurrentes, es más probable que estemos delante de un caso de Bulimia. A pesar de ello, tal y como se ha remarcado, esto no significa que ambas características no puedan estar presentes en una u otra patología.  

Los profesionales de nuestro centro te proporcionarán toda la información que necesites en relación a este tema. Si deseas conocer más al respecto, o tienes preguntas sobre cualquier otra cuestión, puedes ponerte en contacto con nuestro equipo de psicólogos situados en Mataró. Llámanos, te ayudaremos.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/t.alimentaris-2856.jpg 500 750 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-03-22 10:45:312022-05-09 18:01:53Diferencias y similitudes entre Anorexia y Bulimia
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Depresión Mayor y Distímia: Similitudes y diferencias

A nivel general, podríamos decir que la inmensa mayoría de categorías utilizadas para conceptualizar los trastornos psicológicos comparten aspectos con una o incluso más etiquetas. Especialmente cuando hablamos de ansiedad o depresión, debemos tener en cuenta que ambas, juntas o por separado, acostumbran a aparecer en el curso de casi cualquier enfermedad mental. Este fenómeno se denomina comorbilidad. Concretamente, dentro del espectro depresivo, existen una serie de concepciones muy semejantes, pero que a su vez, presentan rasgos distintivos. Este es el caso de la Distímia y la Depresión.

La Depresión Mayor se define como aquella problemática donde la persona experimenta un estado de ánimo bajo o deprimido significativo (casi todos los días), y, en muchas ocasiones, una pérdida de interés o placer por las cosas que normalmente la gratificaban, durante un período mínimo de dos semanas. Junto a estos, pueden aparecer otros síntomas; como pérdida o aumento de peso y del apetito, dificultades para dormir, fatiga o pérdida de energía, problemas de concentración o de memoria, un sentimiento excesivo de culpa, o incluso ideas o pensamientos sobre la muerte recurrentes. Uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta, es que el trastorno causa un gran malestar y repercute significativamente en la vida del individuo, limitando su rendimiento en todos o casi todos los entornos en los que se encuentra inmerso. En este caso, además, los síntomas acostumbran a ser intensos, y tanto las personas cercanas como los profesionales pueden cerciorarse, de una forma relativamente rápida, del estado de ánimo del paciente.

Por lo que respecta a la Distímia, ésta se caracteriza, igualmente, por un estado de ánimo deprimido durante la mayor parte del día, presente en más días de los que está ausente, durante un mínimo de dos años. Además, se incluyen como posibles síntomas (siendo necesario que aparezcan mínimo dos), la falta o exceso de apetito o alimentación, la pérdida de energía o cansancio, las dificultades de concentración, los problemas de sueño, los sentimientos de desesperanza y la presencia de una baja autoestima.  Los manuales concretan además, que la persona que lo sufre no debe estar libre de síntomas durante más de dos meses.

Así, tal y como podemos apreciar, ambas categorías presentan una serie de similitudes destacables que nos pueden hacer dudar a la hora de diagnosticarlas. En este sentido, la disminución del estado de ánimo positivo junto con ciertos síntomas principalmente fisiológicos (pérdida de apetito, problemas de sueño, pérdida de energía…) forman parte de las dos etiquetas. A pesar de ello, es importante tener en cuenta que en el caso de la Depresión Mayor, estos aspectos acostumbran a aparecer de manera especialmente elevada y frecuente en comparación con la Distímia, en la cual existe un sufrimiento y malestar significativo pero más bajo y atenuado que en el primer caso. En esta línea, por ejemplo, aunque pueden aparecer ideas de muerte, éstas no son muy características de la Distímia. Junto a esto, además, existe un criterio temporal importante a tener en cuenta: para realizar el diagnóstico de Depresión Mayor deben haber pasado dos semanas, en comparación con los dos años de la Distímia. Esto pero, no excluye que dentro del amplio periodo, no pueda aparecer un episodio depresivo más acusado que pueda diagnosticarse como episodio de Depresión Mayor.

Como vemos pues, estos constructos poseen muchos aspectos en común que dificultan su delimitación. A esto hay que sumarle el hecho de que cada persona manifiesta de una forma muy específica cada una de las características expuestas, y que además estas se enmarcan en ámbitos y situaciones concretas que deben individualizarse para cada caso. Por ello, la tarea de los profesionales (psicólogos y psiquiatras) consistirá en desengranar todos los aspectos involucrados en la problemática, realizar una evaluación precisa, y una intervención adecuada a las necesidades del paciente.

El solapamiento entre problemáticas es más la “norma” que la excepción. Junto a las comentadas, existen muchas otras categorías que pueden analizarse desde este prisma, conyugando las características de ambas y procurando delimitar sus aspectos diferenciales. Si deseas conocer más acerca de esto, o simplemente tienes ciertas dudas a resolver, ponte en contacto con nuestro equipo de Psicólogos de Mataró. Te facilitaremos toda la ayuda que necesites.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/distimia-0024.jpg 460 690 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-03-22 10:44:472022-05-09 18:01:54Depresión Mayor y Distímia: Similitudes y diferencias
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El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) en la infancia

El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) se caracteriza por la presencia de obsesiones y/o compulsiones que, o bien requieren mucho tiempo, o causan un malestar significativo en las diferentes áreas de funcionamiento. Además, los síntomas no pueden ser explicados por los efectos de alguna substancia (fármaco o droga), ni por alguna condición médica. Por un lado, las obsesiones se definen como pensamientos o imágenes persistentes que se experimentan como no deseadas, y que en la mayoría de las personas causan malestar. Las compulsiones tienen el objetivo de reducir o suprimir este malestar, y se materializan mediante la realización de comportamientos o actos mentales repetitivos (p.ej., rituales). La persona, mediante su uso, busca combatir las obsesiones o actúa en congruencia con una serie de reglas las cuales interpreta que debe cumplir de manera rígida.

Los aspectos citados, aunque se utilizan para definir la problemática tanto para población adulta como infantojuvenil, en este segundo caso conviene tener presentes ciertas características específicas: En primer lugar, y como uno de los aspectos clave, hay que considerar el momento o nivel desarrollo evolutivo y madurativo del niño. En este sentido, cuando se analizan las compulsiones debemos tener muy presente que los niños de corta edad pueden ser incapaces de manifestar o articular los objetivos de estas conductas, es decir, es muy probable que presenten dificultades para vincular estos actos a una finalidad concreta. Junto a esto, además, en esta etapa (sobre todo entre los 8 y 10 años) aparecen comportamientos concebidos como juegos que podrían ser etiquetados como “compulsiones leves”, pero que por su intensidad y frecuencia no deben atenderse clínicamente (p.ej., no pisar las rayas al andar por la calle). Sólo si interfieren o dominan significativamente la vida del niño serán causa de preocupación. En relación a este último punto, debemos añadir que todavía está por esclarecer si los rituales evolutivos representan en algunos casos manifestaciones precoces del TOC.

Otros datos interesantes tienen que ver con la frecuencia de aparición y con su curso o evolución. Así, se ha constatado que en edades tempranas el problema es más frecuente en chicos, en la adolescencia las tasas parecen igualarse, y en la adultez se muestra una prevalencia ligeramente superior en mujeres. Además, los datos obtenidos hasta el momento sugieren un curso prolongado donde los factores sociales y ambientales (especialmente los estresores psicosociales) parecen jugar un papel muy importante en la exacerbación de los síntomas. Durante su desarrollo, es probable que aparezcan otras problemáticas, como por ejemplo el trastorno de tics, el cual aparece más en chicos. Todo ello repercute negativamente en la vida del individuo, y en especial, cuando el problema se inicia en la infancia o adolescencia tiene unas claras consecuencias a nivel social (disminuyendo la interacción y la creación de vínculos) y personal (reduciendo significativamente el grado de autonomía del niño).

Por último, indicar que como posibles causas de su aparición se han proporcionado diferentes explicaciones. Así, aunque los argumentos no son concluyentes, algunos han sugerido una posible base biológica o genética. Los autores que defienden esta postura se basan en que la aparición del TOC es más frecuente en niños con parientes de primer grado que han sufrido o sufren conductas obsesivo-compulsivas, en que en muchas ocasiones se muestra con una problemática neurológica conocida (p.ej, alteración del funcionamiento de los ganglios basales), y en que algunos casos de inicio súbito o repentino parecen haberse desencadenado a causa de ciertas infecciones. A pesar de ello, los datos todavía no son concluyentes.

La descripción de los problemas psicológicos en población infanto-juvenil debe realizarse con mucha cautela, no solo por la heterogeneidad con que manifiestan los diferentes síntomas, sino por la importancia de no patologizar precozmente y discriminar, de este modo, entre el desarrollo evolutivo normal y el que puede merecer atención profesional. Por todo ello, desde las áreas de psiquiatría, neuropsicología y psicología infantil y adolescente se trabaja para esclarecer y delimitar las características de las diferentes problemáticas, juntamente con mejorar las diferentes intervenciones existentes, lo cual puede permitir potenciar la mejora de su salud tanto física como emocional.

En nuestro centro de Psicología, situado en Mataró, encontrarás profesionales de las diferentes áreas comentadas, y especializados tanto en adultos como en población infantil y adolescente. Si tienes alguna pregunta o deseas recibir información al respecto, no lo dudes y ponte en contacto con nosotros.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/obsesion_infantil-1055.jpg 517 709 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-03-22 10:44:472022-05-09 18:01:54El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) en la infancia
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El poder de la “zona de confort”

Si echamos la mirada atrás, o incluso si repasamos este mismo día, es muy probable que identifiquemos una serie de situaciones en las que, o bien no nos hemos atrevido a arriesgar (a cambiar el rumbo), o hemos seguido simplemente con el “piloto automático” conectado, sin tan siquiera plantearnos si es eso que estamos haciendo lo que realmente queremos o necesitamos. En base a esto, podemos definir la “zona de confort” como aquel estado mental o comportamental en el que la persona permanece pasiva ante los acontecimientos que va experimentando, creando una rutina en la que no hay lugar para riesgos, pero a la vez tampoco para incentivos. Este término se utiliza además para definir aquellos espacios en los que tiene lugar ese estado, es decir, aquellos sitios donde la persona se siente segura, y donde percibe que no existe un riesgo.

Los motivos que pueden llevarnos a quedarnos anclados en esta situación pueden ser varios. La comodidad supone uno de los factores más potentes y prevalentes. Así, cuando la situación nos aporta ciertos beneficios, aunque sean pocos, puede provocar que nos conformemos y contentemos sin buscar una estimulación mayor. El miedo también es un importante predictor. En ocasiones, existe un cierto temor a modificar nuestra situación actual por el hecho de anticipar que las cosas irán mal, o incluso podemos anticipar posibles situaciones catastróficas que nos alejen de lo que realmente deseamos o nos conviene (p.ej., “lo perderé todo”, “me pasará algo grave”, “me abandonarán”, etc.). Este aspecto es muy característico de las personas con problemas de ansiedad o depresión. En ambas situaciones, la comodidad y/o el miedo, se crea un hábito el cual con el paso de los días puede hacerse poco a poco más fuerte y rígido, ya que no sólo nos aporta satisfacción, sino que muchas veces actúa como confirmación de que nuestros miedos e inseguridades pueden cumplirse. De esta forma, la persona que se queda en casa por miedo al rechazo, puede experimentar relajación si no sale, y esto confirmarle que si hubiera ido y arriesgado, lo más probable es que la apartaran o ignoraran.

¿Cómo podemos romper el círculo y salir de esta situación?

Aunque nos puede resultar difícil, y tener la sensación de tener que escalar una gran montaña o de saltar al vacío sin seguridad alguna, existen estrategias y razones que pueden ayudarnos a afrontarlo:

–    Análisis objetivo de ventajas y desventajas: Una primera estrategia útil es realizar una balanza, desde un punto de vista neutro, en el que sopesemos los pros y contras de arriesgarnos. Para ello, deberemos adoptar una mirada totalmente objetiva, procurando distanciarnos y analizar todos los componentes de manera concreta y fiable. No se trata de buscar inmediatamente una solución, sino de poner encima de la mesa todas las opciones disponibles.

–    Elaborar un plan: Otro mecanismo eficaz, el cual puede complementar el punto anterior, consiste en trazar un camino, lo más detallado posible, para romper con este hábito. En este punto, puede ser de ayuda focalizarnos en aquello que anticipamos que puede aportarnos un mayor beneficio y hacernos crecer como personas, y desmenuzar en pequeñas actividades o elementos que nos permitan poco a poco ir acercándonos. Es importante aquí plantearnos objetivos a corto plazo, que supongan un esfuerzo progresivo, ya que de lo contrario podemos rendirnos antes de tiempo.

–    Atender a lo positivo: Visualizar todo aquello positivo que nos puede aportar cambiar y salir de esta zona resulta especialmente potente para empezar a llevarlo a cabo. La idea subyacente en este punto es que aumentar la motivación facilita la puesta en marcha y el acercamiento a nuestros objetivos. De esta forma, dependiendo de lo que queramos conseguir, deberemos focalizarnos en unos u otros aspectos. Debemos aclarar pero, que no se trata de tener una visión exageradamente optimista, sino que observemos y atendamos de manera realista a los aspectos positivos.

–    Suprimir las justificaciones erróneas: Eliminar o reducir aquellos argumentos poco realistas, y que actúan como freno para que nos pongamos en marcha es una parte crucial. Aunque los puntos anteriores pueden facilitarnos este proceso, herramientas como identificar los pensamientos automáticos negativos, observarlos, analizarlos y elaborar alternativas es una estrategia muy útil. Junto a esto, realizarnos las preguntas adecuadas sobre las justificaciones que utilizamos para no “arriesgarnos” también nos permitirá cuestionarlas e invalidarlas.

Aunque en un principio puede resultar complicado, e incluso a corto plazo ser difícil encontrar beneficio, el ser congruentes con nuestros deseos y objetivos, a la larga propiciará no sólo que nos sintamos mejor con nosotros mismos, sino que crezcamos como personas. De lo contrario, si lo que hacemos es perpetuar este estado, dejando tirada el ancla sin permitirnos avanzar, es probable que aparezcan sentimientos de tristeza, frustración y malestar cuya repercusión puede agrandarse cuanto más tiempo dejemos pasar.

Si quieres recibir más información al respecto, o consideras que puede serte útil nuestra ayuda, ponte en contacto con nosotros. Nuestro equipo de psicólogos de Mataró te proporcionará todos los datos y recursos que necesites. No lo dudes y llámanos.

https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2019/03/confort-5025.jpg 504 755 admin https://gabinetpsicologicmataro.com/wp-content/uploads/2024/02/logo-100-2-300x138.png admin2019-03-22 10:44:472022-05-09 18:01:54El poder de la “zona de confort”
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