En ocasiones podemos ser nuestros peores enemigos. Podemos adoptar maneras de vernos a nosotros mismos y a los acontecimientos que consideramos útiles y adecuadas, pero que en realidad únicamente actúan como barreras y frenos para nuestro desarrollo. Entre estas se encuentra el pesimismo defensivo, el cual podemos conceptualizar como una estrategia cognitiva que consiste en adoptar unas bajas expectativas y metas ante situaciones futuras a afrontar, a pesar de haber tenido éxito o resultados positivos en otros momentos de la vida.
De esta forma, las personas que adoptan este estilo de afrontamiento, anticipan resultados negativos sobre aquello que van a realizar, pudiendo incluso a veces ser catastróficos. Esto, genera una sensación ilusoria de cierto control, ya que si nos ponemos en el peor de los escenarios, de esta forma el impacto será menor, y ya habremos considerado casi todo lo negativo que puede pasar. Además, ante el éxito o resultado positivo, se sienten aliviados al haberse “ahorrado” o evitado aquello que temían, lo cual refuerza que en situaciones futuras vuelvan a adoptar este mecanismo. Todo ello se lleva a cabo cognitivamente, con minuciosos cálculos de probabilidades subjetivas para ganar esta sensación de seguridad. Pero todo lo contrario, lo único que conseguimos mediante esta estrategia es sufrir hasta que no llega la situación a afrontar. Debemos darnos cuenta que pensando en negativo, y desconfiando de lo que va a pasar y de nosotros mismos, permitimos que afloren síntomas de ansiedad, de estrés, de angustia y que nuestra autoestima se vea mermada.
Así, este tipo de personas acostumbran a sentirse fuera de control, y focalizan su atención en las dificultades y resultados negativos posibles, incluso aunque parezcan poco probables. Por ello, los pesimistas defensivos invierten una gran cantidad de esfuerzo en tareas que ellos valoran como importantes, con tal de evitar el fracaso. Acostumbran a ser personas autoexigentes, perfeccionistas y altamente estructuradas y metódicas. Les cuesta tolerar la incertidumbre, y por ello buscan responder ya de manera anticipada a las posibles dudas. Todo ello, como podemos imaginar, lleva a poseer una sensación de inseguridad que puede llegar a ser significativamente limitante, y que incluso deteriore nuestro autoconcepto.
Ciertas patologías como los trastornos de ansiedad (p.ej., el Trastorno de Ansiedad Generalizada) o los trastornos depresivos, son claros ejemplos donde aparece el pesimismo defensivo. A pesar de ello, no hace falta irnos al ámbito clínico para apreciarlo, ya que se trata de un mecanismo que muy posiblemente habremos utilizado todos y cada uno de nosotros en algún momento. Por ello, es importante comprender que es muy fácil que este se instale y permanezca, y que incluso vaya a más, lo cual precipitará más síntomas y mayor malestar.
Todas nuestras estrategias de afrontamiento, maneras de pensar e incluso de sentir, guardan mucha relación con experiencias pasadas, con nuestra personalidad, y con nuestra educación e influencias sociales. Debemos considerar la multiplicidad de variables que afectan con tal de comprendernos mejor a nosotros mismos y a los demás. Si te interesa este o cualquier otro tema, en nuestro centro de psicología, en Mataró, te proporcionaremos toda la ayuda e información que necesites.