Entre las áreas y conceptos que abarca el mundo de la psicología, no todos, y menos aún deben necesariamente englobar únicamente problemáticas o situaciones conflictivas. En muchas ocasiones concebimos acudir al psicólogo para resolver o sanar un problema. Más allá de esto, la intervención psicoterapéutica puede entenderse como un trabajo o proceso de crecimiento, de mejora, de potenciación de nuestros recursos y habilidades, alejándonos significativamente de la concepción de patología específica.
La palabra empoderamiento viene del término inglés empowerment, cuyo significado es “conceder poder”. Aunque su origen fue destinado a la gestión empresarial, poco a poco se ha ido introduciendo en muchas otras áreas, siendo la salud una de las principales. En este sentido, tradicionalmente las relaciones verticales y jerárquicas han dominado las estructuras de empresas e incluso las relaciones entre el profesional y el paciente o cliente. Es por ello que emergen paradigmas que reflejan el descontento con esta tendencia, proponiendo relaciones y organizaciones horizontales, donde el papel y la responsabilidad sea compartida, y donde cada uno posea la capacidad de decidir, cambiar o proponer. Así, la palabra “empowerment” traducida al español, puede entenderse como facultar, habilitar, permitir, conceder, capacitar u otorgar poder a un individuo o grupo. Todos los sinónimos nos llevan a un mismo fin, el de permitir que los individuos desarrollen su propio camino.
Trasladado a la relación terapéutica, resulta cada vez más importante e interesante abordar el tratamiento desde los propios recursos y habilidades de la persona. Tenemos mucho más de lo que somos conscientes, más allá de lo que nos preocupa o nos atormenta. Gran parte del cambio y la mejora que podemos realizar se basa en la potenciación de aquello de nosotros que ya funciona bien, que nos da sentido, y que hace que nos sintamos fuertes, seguros y confiados. De esta manera, se entiende que el sujeto es responsable de su propio camino, toma sus propias decisiones, y el fomentar su autonomía e independencia pasa a ser un fin en sí mismo, una meta principal de terapia. Para ello, el trabajo se debe basar en una colaboración y descubrimiento mutuo, lo cual inevitablemente precipita una clara mejora en la autoconfianza y la autoestima.
Orientaciones como la humanista, donde se encuentra la Terapia Gestalt, o incluso el modelo Sistémico incorporan recursos que permiten desarrollar todo lo comentado. Incluso en la Terapia Cognitivo-Conductual lo podemos apreciar a través de ciertas técnicas. En nuestro gabinete de psicología encontrarás profesionales formados en estas y otras muchas más orientaciones. Si quieres obtener más información ponte en contacto con nosotros, te ayudaremos.