Vivimos en una sociedad donde la accesibilidad y la inmediatez son cada vez mayores. Estamos inmersos en un mundo progresivamente más tecnológico, donde la proliferación de herramientas para conocer y acceder a casi cualquier contenido es impresionantemente rápida. Esto tiene sus obvias ventajas, y difícilmente nos quejamos de que esto sea así, pero a veces podemos obviar sus desventajas, y sobre todo sus negativas consecuencias para nuestra salud física y emocional. Entre ellas, claramente está la impaciencia; aprendemos a tener y quererlo todo de inmediato. La impulsividad; actuando de forma rápida y precipitada en muchas ocasiones. Las alteraciones como la ansiedad y el estrés al estar sometidos a un flujo de información e interactuación tan potente y constante. Y la incapacidad para postergar nuestros intereses o motivaciones inmediatas.
Este último aspecto tiene especial relación con lo que aquí comentamos, la demora de la gratificación. Este concepto fue propuesto en 1960 por el psicólogo Walter Mischel, el cual realizó un experimento muy sencillo con niños: básicamente ponía a prueba su capacidad para autocontrolarse situándolos en una sala, con una golosina delante, durante unos minutos hasta que el examinador regresara. Si cuando éste volviera, el niño no había comido la golosina, eran premiados con una golosina más. Los perfiles eran diversos, desde el que se lo comía de inmediato, hasta el que tardaba algo más, y hasta aquellos que esperaban a que volviera, consiguiendo el segundo premio. Pero esto no terminó aquí; años después se volvió a examinar a adultos que habían pasado por el experimento, y aquellos que habían conseguido vencer la tentación, eran los que habían desarrollado una mejor carrera académica y laboral.
De esto se dedujo la importancia de educar y entrenar en la capacidad de demora de gratificación, la cual se asocia a la capacidad de control y autosugestión. Así, es importante tener en cuenta en primer lugar que puede aprenderse y desarrollarse; aunque podamos nacer con más o menos capacidad, se puede entrenar, y debemos reforzarla desde la infancia, enfatizando la importancia de no conseguirlo todo de inmediato, y reforzando el esfuerzo y la constancia. Además, propicia que ganemos en autocontrol y en poder de decisión, repercutiendo clara y muy positivamente en nuestra autoestima. Junto a esto, tener la capacidad de esperar y no ceder ante lo inmediato nos proporciona la oportunidad de obtener mejores resultados, de realizar el plan a nuestra propia medida, y de ver en qué fallamos y cómo podemos resolverlo, e ir adquiriendo habilidades que nos permitan afrontar las diferentes situaciones con muchos más recursos.
Especialmente ahora nos estamos viendo forzados a demorar nuestros planes, nuestros intereses, y a reajustar nuestros objetivos constantemente, debido a una causa de fuerza mayor que atenta contra nuestra salud y la de nuestros allegados. Así, se está poniendo a prueba claramente nuestra capacidad de autocontrol. Todos podemos vencer nuestras tentaciones, y demorar la recompensa. Solo necesitamos fuerza de voluntad, motivación, adquirir una serie de habilidades y herramientas y fortalecer la confianza en nosotros mismos.
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