En alguna ocasión de nuestra vida nos hemos sentido tristes, desesperanzados, sin ganas de nada, abatidos. Esta sensación es totalmente normal, aparte de habitual, y formará parte casi de un modo totalmente seguro de nuestro ciclo vital. La aparición de estas emociones depende tanto de factores externos o ambientales como problemas familiares, laborales y/o sociales, como de componentes o variables internas.Una de las principales características de este estado, y la cual tiende a aflorar de manera casi inmediata, es la inacción o falta de actividad. A su vez, esta inactividad lleva a que el estado de ánimo y los pensamientos empeoren, lo cual dificulta la acción, generándose un círculo vicioso. En lenguaje coloquial, este es un componente crucial para decir que una persona está deprimida: le cuesta cumplir con sus obligaciones, pasa mucho tiempo encerrada, no parece disfrutar de ninguna actividad, etc.Teniendo en cuenta esto, uno de los tratamientos que ha demostrado más eficacia para la sintomatología depresiva en los últimos años es la Activación Conductual (AC). Ésta se encara principalmente a activar a la persona, es decir, utilizando principios de aprendizaje y refuerzo procura potenciar la realización de actividades que le resulten placenteras, importantes, o que le brinden una sensación de dominio sobre su vida, rompiendo así el circuito tristeza-inacción-tristeza-inacción.Por medio de la AC se identifican patrones evitativos que pueden estar manteniendo el estado de ánimo depresivo y se incrementa la presencia de actividades placenteras o productivas que pueden proveer refuerzo positivo, con la subsecuente mejora en el estado de ánimo. En este sentido se encara hacia el aumento de actividades que permitan acceder a fuentes de recompensa en la vida de las personas, así como solucionar problemas; por lo tanto, aquellas actividades de evitación y escape, que se mantienen por refuerzo negativo, son antagónicas con los objetivos de activación.Son muchos los problemas que comparten la inactividad; el estar deprimido o triste puede aparecer tanto en trastornos depresivos, ansiosos, alimentarios, etc. como en problemáticas en principio más leves como pueden ser problemas de sueño, de autoestima o déficits en habilidades sociales. Por lo tanto, esta técnica o tipo de intervención puede facilitar o promover una mayor eficacia en el tratamiento de muchos de los problemas que conforman nuestra sociedad.De esta forma, la AC es tratamiento sencillo y autónomo cuyos principios pueden ser integrados fácilmente en otros enfoques que ya son utilizados por los terapeutas. Si deseas recibir una intervención especializada e individualizada para dificultades que consideres que puedan englobar las características comentadas, no dudes en ponerte en contacto con nosotros. En nuestro centro de psicología de Mataró procuraremos ayudarte a través de la interrelación entre el conocimiento científico existente y de nuestra experiencia clínica.
Estrategias de supervivencia a las crisis
Las habilidades para tolerar eventos y emociones dolorosas cuando no se puede mejorar la situación son las siguientes:
DISTRAERSE CON ESTRATEGIAS DE LA MENTE SABIA
Llevar a cabo actividades distractoras:
Practicar una afición, limpiar, ir a ver espectáculos, llamar o visitar a un amigo, practicar juegos de ordenador, pasear, trabajar, practicar deportes, salir a comer o cenar, tomarse un café, pescar, cortar leña, arreglar el jardín, jugar a la máquina del millón.
Ayudar a los demás:
Ayudar a alguien hacer algún trabajo voluntario, dar algo a alguien, hacer algo hermoso por alguien, preparar una sorpresa.
Comparar nuestra situación con otras:
Compararse con gente que está en la misma situación que nosotros o peor. Compararse con gente menos afortunada. Ver series de televisión; leer sobre desastres o sobre el sufrimiento ajeno.
Generar emociones opuestas:
Leer libros, cartas o cuentos que provoquen las emociones opuestas; ir a ver películas que nos animen; escuchar música que nos motive. (Asegurémonos de que el evento crea en nosotros diferentes emociones.) Ideas: películas de miedo, libros cómicos, comedias, discos divertidos, música religiosa. marchas militares, ir a unos grandes almacenes y comprar tarjetas de felicitación.
Dejar de lado situaciones negativas:
Dejar de lado la situación durante un rato a nivel mental. Construir un muro imaginario entre uno mismo y la situación.
O hacerlo bloqueando la situación en la mente. Rechazar pensar en los aspectos negativos de la situación. Poner el dolor en un estante. Encerrarlo en una caja y dejarlo ahí durante un rato.
Tener pensamientos distractores:
Contar hasta 10; contar los colores de un cuadro, de las ventanas, de cualquier cosa; hacer rompecabezas; ver la televisión; leer.
Experimentar sensaciones intensas:
Sostener hielo en la mano; apretar una bola de goma con la mano; ducharse con agua muy caliente; escuchar música a muy alto volumen; practicar sexo; ponerse una goma elástica en la muñeca, estirar y soltar de repente.
PROPORCIONARSE ESTÍMULOS POSITIVOS
Se trata de relajar cada uno de los cinco sentidos:
Vista:
Comprar una flor hermosa, arreglar y decorar de manera especial un espacio de la casa, encender una vela y mirar la llama. Poner la mesa con esmero para una comida concreta. Ir a un museo de arte hermoso. Sentarse en el vestíbulo de un hotel antiguo y bonito. Contemplar la naturaleza. Salir durante la noche a contemplar las estrellas. Caminar por una zona hermosa de la ciudad. Arreglarse las uñas. Mirar unas fotos hermosas en un libro. Ir a ver un espectáculo de danza. Ser consciente de lo que vemos al caminar, sin detenernos en nada en especial.
Oido:
Escuchar una música hermosa y tranquilizadora (o excitante y animada). Prestar atención a los sonidos de la naturaleza (olas, pájaros, lluvia y hojas). Cantar una canción agradable. Tatarear una melodía agradable. Aprender a tocar un instrumento. Llamar a un teléfono de información o similar para oír una voz humana. Ser consciente de cualquier sonido que aparezca y dejar que entre por un oído y salga por el otro.
Olfato:
Usar el perfume o las lociones favoritas o probarlas en unos grandes almacenes. Ambientar la casa con una fragancia agradable. Encender una vela aromática. Poner aceite al limón en los muebles. Poner un cuenco de flores aromáticas en la habitación. Hervir canela; cocinar galletas, un pastel o pan. Oler rosas. Caminar por una zona arbolada y respirar conscientemente los frescos olores de la naturaleza.
Gusto:
Cocinar una buena comida; tomar la bebida preferida (sin alcohol), como té de hierbas o chocolate caliente; invitarse a un postre. Ponerse crema de leche en el café (descafeinado). Probar diferentes sabores en la heladería. Tomarse un caramelo. Mascar nuestro chicle favorito. Comprar un poco de esa comida o bebida en la que normalmente no nos gastamos mucho dinero, como zumo de naranja natural. Probar y disfrutar con todo detalle el sabor de la comida. Comer algo con plena conciencia.
Tacto:
Darse un baño de espuma; poner sábanas limpias en la cama. Acariciar al perro o al gato. Que nos den un masaje; mojar los pies en algún lugar. Ponerse loción en el cuerpo. Ponerse una compresa fría en la frente. Sentarse en una silla realmente cómoda en casa. Acudir a la cafetería de un hotel lujoso y hermoso. Ponerse una blusa, un vestido o una bufanda de seda. Ponerse unos guantes o un chaquetón de piel. Cepillarse el pelo durante un rato. Abrazar a alguien. Experimentar con detalle cualquier cosa que toquemos; notar el tacto suave de algo.
MEJORAR EL MOMENTO
Imaginación:
Imaginar escenas muy relajantes. Imaginar que tenemos una sala en nuestro interior y contemplar cómo está decorada. Entrar en esa sala siempre que nos encontremos amenazados. Cerrar la puerta de esa sala siempre que nos sintamos amenazados. Imaginar que todo va bien. Imaginar que resolvemos las cosas muy bien. Inventar un mundo de fantasía calmado y hermoso y dejar que la mente entre en él. Imaginar que las emociones dañinas se agotan como agua de una fuente.
Hallar significado:
Encontrar (o crear) algún propósito, significado o valor al dolor. Recordar, escuchar o leer acerca de valores espirituales. Centrarse en los aspectos positivos de las situaciones dolorosas que podemos encontrar. Repetirlos una y otra vez en la mente. Hacer de la necesidad virtu.
Practicar la oración:
Abrir el corazón a un ser supremo, a una sabiduría superior, a Dios, a nuestra propia mente sabia. Pedir ayuda para superar el dolor del momento. Levantar nuestras plegarias a Dios o un ser superior.
Practicar la relajación:
Intentar la relajación muscular tensando y relajando cada grupo muscular, empezando por las manos y brazos, siguiendo hacia la parte superior de la cabeza y después recorriendo el resto del cuerpo. Escuchar una cinta de relajación; hacer mucho ejercicio; tomar un baño caliente; beber leche caliente; darse un masaje en el cuello y el cuero cabelludo o en las pantorrillas y pies. Darse un baño con agua muy caliente o muy fría y quedarse allí hasta que el agua esté tibia. Respirar profundamente; hacer una media sonrisa; cambiar la expresión facial.
Vivir el presente en cada momento:
Centrar toda la atención en lo que estamos haciendo. Quedarse en el preciso momento en el que estamos; situar la mente en el presente. Centrar la atención en las sensaciones físicas que acompañan a las tareas no mentales (por ejemplo, caminar, hacer la colada, lavar los platos, limpiar, arreglar algo.) Darse cuenta de cómo se mueve el cuerpo durante cada tarea. Hacer ejercicios de conciencia.
Tomarse unas breves vacaciones:
Buscar el momento para concederse unas vacaciones. Meterse en la cama y cubrirse la cabeza durante 20 minutos. Alquilar una habitación en un motel de playa o de montaña durante un día o dos; dejar las toallas en el suelo después de usarlas. Pedir a nuestro compañero que nos traiga el café a la cama o que nos prepare la cena (ofrecerse para hacer lo recíproco en otro momento). Comprarse una revista del corazón, meterse en la cama con chocolatinas y pasarse la tarde leyéndola. Prepararse una merienda que nos apetezca, sentarse en una silla cómoda y saborearla durante un buen rato. Llevarse una manta al parque y pasar la tarde sentado allí. Descolgar el teléfono durante todo un día o conectar el contestador automático para no tener que responder. Darse un respiro de una hora tras haber realizado un duro trabajo.
Darse ánimo:
Animarse a sí mismo. Repetir una y otra vez: Puedo superarlo, No durará para siempre, Saldré de ésta, Estoy haciendo lo mejor que puedo.
Pensar en los PROS Y CONTRAS
Hacer una lista de los pros y contras de tolerar el malestar. Hacer otra lista de los pros y contras de no tolerar el malestar; esto es, de autolesionarse para no sentir el malestar, abusar del alcohol o de las drogas o hacer algo impulsivo.
Centrarse en los objetivos a larga plazo, la luz al final del túnel. Recordar las ocasiones en que el dolor ha finalizado.
Pensar en las consecuencias positivas de tolerar el malestar. Imaginar cuán bien nos sentiremos cuando consigamos nuestros objetivos. Darse cuenta de que para ello no hemos de actuar impulsivamente.
Pensar en todas las consecuencias negativas de no tolerar el malestar actual. Recordar lo que ha sucedido en el pasado cuando actuamos impulsivamente para escapar al momento.
Actualmente, y desde hace cierto tiempo, nos encontramos sufriendo de forma constante cambios bruscos en nuestro clima, traducido en una disminución y/o aumento de la intensidad y frecuencia de las diferentes condiciones meteorológicas y especialmente de la temperatura. Esto repercute directamente en nuestro estado de ánimo.
Las condiciones climáticas y especialmente la luz ejercen una gran influencia en nuestro estado psicológico y emocional. Tanto es así, que ciertos trastornos psicológicos parecen mejorar o empeorar según la época del año en la que se sitúen. Así, los principales síntomas son aumento del cansancio, dificultades de concentración y para conciliar el sueño y disminución del estado de ánimo. Por ejemplo, en el Trastorno Bipolar, se ha comprobado que existe un patrón estacional, es decir, hay una mayor presencia de episodios depresivos en invierno, y en verano, en cambio, predomina la sintomatología relacionada con la manía y euforia.
A pesar de lo expuesto, no es necesario sufrir una enfermedad mental para percatarnos de la influencia que el clima tiene en nosotros. Las estaciones que poseen más horas de luz, como son la primavera y el verano, favorecen la exaltación del estado de ánimo, y aquellas con menor presencia de luz (otoño e invierno), parecen asociarse a una disminución del estado anímico favoreciendo la aparición de síntomas depresivos como la apatía, tristeza, pérdida de energía o cansancio, etc. Aunque existen muchas teorías acerca de por qué se producen estas variaciones en nuestro estado emocional en función de la estación, la mayoría coinciden en que están desencadenados por una respuesta del cerebro a la disminución de la cantidad de luz, y la relación de esto con ciertas hormonas encargadas de la regulación de los ciclos sueño-vigilia, como son la seratonina y la melatonina.
Ambas hormonas son segregadas de forma automática. La primera de ellas aumenta su presencia y segregación cuando nos encontramos expuestos a la luz solar, y se asocia principalmente a bienestar psicológico en términos de aumento de la sensación de bienestar y deseo sexual. Por otro lado, la secreción de melatonina aparece sobre todo por la tarde y durante la noche, es decir, cuando disminuye la luz solar, regulando principalmente el ciclo de sueño. De esta forma, cuando las horas de oscuridad son más predominantes (invierno y otoño), puede existir un aumento considerable de los niveles de melatonina y una disminución de serotonina, produciendo con condiciones biológicas que favorecen un bajo estado de ánimo con síntomas como tristeza, fatiga o apatía.
Aun así, es importante tener en cuenta que la afectación de las diferentes estaciones a nuestro estado psicológico es diferente en cada uno de nosotros, viéndose mediado por variables familiares (historia familiar), ambientales (entorno) y personales (p.ej: experiencias).
En este sentido, aunque nos encontremos en un periodo de mayor cantidad de luz, el aumento de la temperatura unido a factores de estrés como problemas laborales, sociales o familiares favorecen que aparezcan ciertos síntomas como ansiedad, irritabilidad, o agresividad, pudiendo traducirse en trastornos específicos como Trastornos de Ansiedad o Trastornos de Conducta, los cuales pueden requerir una intervención a nivel psiquiátrico además de psicológico. Por ello, debemos tener en cuenta que en los distintos problemas cotidianos aparecen inmiscuidas múltiples variables a considerar para afrontar de manera adecuada las diferentes situaciones.
Nuestro equipo de psicólogos, situado en Mataró, te facilitará los recursos y las herramientas necesarios para hacer frente a estas u otras dificultades que consideres importantes. En caso de querer más información, no dudes en contactar con nosotros.
La dislalia es una alteración específica del habla caracterizada por dificultades en la articulación de algún o algunos fonemas, ya sea sustituyendo estos por otros, o por la alteración u ausencia de algunos sonidos concretos. Hoy en día constituye uno de los problemas del habla y del lenguaje más frecuentes en población infantil. Se considera que hasta los 4 años éstas son evolutivas o normales, es decir como consecuencia de la falta de madurez del sistema nervioso el cual posibilita los movimientos necesarios para la articulación. A partir de aquí, cuando esta problemática perdura más allá de los 4 años de edad, puede requerir una intervención específica encarada a prevenir mayores complicaciones y a establecer una articulación adecuada, la cual será llevada a cabo por un logopeda.
Los niños que sufren esta problemática presentan una serie de errores a la hora de articular sonidos del habla, como pueden ser adición, omisión, sustitución o distorsión de estos. Estas alteraciones pueden apreciarse además en cualquier punto de las palabras pronunciadas, ya sea al principio, en medio o al final de estas. Junto a esto, es importante tener en cuenta que para diagnosticar esta problemática deben descartarse trastornos neurológicos, hipoacusia o algún otro problema biológico que pueda explicarlo.
Por otro lado, esta problemática puede clasificarse en diferentes tipos según la causa a la que atendamos. Así, aunque existe controversia al respecto, hoy en día se consideran cuatro subtipos:
– Dislalia evolutiva: Para articular de manera adecuada es necesario adquirir una cierta maduración cerebral. Por ello, debemos normalizar los errores cometidos en las primeras etapas en la articulación de fonemas. De este modo, aunque suelen ir acompañados de preocupación y malestar por parte de los padres, hablamos de este tipo cuando estos errores desaparecen con el tiempo y siempre antes de los cuatro años de edad.
– Dislalia orgánica: Podemos clasificarla en este subtipo cuando las alteraciones aparecen como consecuencia de un problema orgánico. Cuando existe una alteración grave en el sistema nervioso central, podemos hablar de disartria. Por otro lado, si nos referimos a malformaciones o alteraciones en los órganos del habla (lengua, labios, paladar, etc.), a esta problemática se le denomina disglosia.
– Dislalia audiógena: La causa de las dificultades en la articulación presentadas se encuentra en un problema auditivo. Así, al no poder oír correctamente, no hay una adecuada discriminación auditiva, lo cual puede llevar a confusión ante ciertos fonemas auditivos. El tratamiento debe ir encarado a mejorar esta discriminación, corregir los fonemas distorsionados e implantar aquellos inexistentes.
– Dislalia funcional: Es el subtipo más frecuente y se produce por un mal funcionamiento de los órganos articulatorios, sin que exista una causa orgánica que lo explique. A partir de aquí, se han propuesto algunos argumentos para explicar este problema. Por ejemplo, la falta de control en la psicomotricidad fina, una estimulación lingüística deficitaria, la sobreprotección o los traumas pueden entorpecer el proceso y facilitar la aparición de estas alteraciones.
Aunque la intervención específica para esta alteración del lenguaje sea llevada a cabo desde la logopedia, el conocimiento y la detección temprana en el ámbito escolar puede ser crucial para fomentar la mejora del niño. Además, en este proceso deben participar, estableciendo lazos de comunicación constantes, el profesional, el tutor o tutores de la escuela y la familia.
Si deseas recibir más información al respecto o consideras que puedes necesitar ayuda para este u otros problemas parecidos, desde nuestro centro de psicología en Mataró intentaremos solucionar todas las dudas y peticiones que tengas.
La depresión es una problemática que puede afectar, en mayor o menor medida, a toda la población. En este sentido, algunos estudios constatan que esta aparece cada vez en edades más tempranas. En sí, esta se define como un estado de ánimo caracterizado por una profunda tristeza en la cual aparecen síntomas como pérdida de interés, baja autoestima, fatiga o pérdida de energía, sentimientos de inutilidad o culpabilidad, dificultades de concentración e incluso ideas o pensamientos de suicidio.
Cuando pensamos en el término expuesto, es posible que nos venga la imagen de una persona con características similares a las destacadas. A pesar de ello, y aunque su concepción sea complicada al usar términos similares o incluso idénticos para definir algunas patologías, existen muchas diferencias en cuanto a las manifestaciones de las problemáticas desde la psicología de adultos y la psicología infantil y juvenil. En el caso de la depresión, y aunque se compartan algunos síntomas, los niños y adolescentes pueden manifestar esta problemática de forma muy heterogénea. Así, el Manual de Clasificación Diagnóstica de los Trastornos Mentales (DSM-5), material de referencia para psicólogos y psiquiatras, ha contribuido a utilizar una mirada amplificada de este concepto. Por ejemplo, en el Trastorno Depresivo Mayor realiza especificaciones algunos de sus criterios indicando que, aunque puede aparecer un estado de ánimo deprimido persistente, en población infantil puede manifestarse en forma de irritabilidad. Y también, que a pesar de poder existir un aumento o pérdida de peso asociada al estado de ánimo, en niños hay que considerar el fracaso para el aumento de peso esperado.
Así pues, la depresión puede afectar significativamente en el desarrollo del niño. La falta de recursos para gestionar y regular las emociones, junto a la inmadurez psicológica, potencia que la afectación sea más elevada, pudiendo repercutir mucho en etapas posteriores. Aunque la tristeza y la apatía puedan asociarse a cambios emocionales normales en algunas etapas del desarrollo, es importante atender a ciertas características que pueden estar evidenciando la problemática. Entre ellas están, además de la tristeza y/o la irritabilidad y los síntomas citados en el primer párrafo, puede apreciarse aislamiento social, la pérdida de interés por el juego y las actividades escolares, disminución de la autoconfianza con sentimientos de inferioridad, quejas físicas y llanto. Aun así, cabe remarcar que no todos los niños poseen estos síntomas, la gran mayoría reflejará diferentes características en contextos y momentos distintos.
Por otro lado, las causas de esta problemática pueden ser muy diversas, aunque la hipótesis que ha recibido más apoyo ha sido la de una posible combinación de factores (eventos vitales estresantes o con elevada carga emocional negativa, historia familiar, medio ambiente y alteraciones bioquímicas). Algunos estudios pero, han destacado que provenir de una familia desestructurada, estar bajo un estilo educativo excesivamente estricto o sufrir la pérdida de algún progenitor pueden predisponer a la problemática. Además, otros constatan la mayor prevalencia en niños comparado con las niñas, aunque indican que los datos se invierten en la adolescencia.
Sea como sea, y teniendo en cuenta la variabilidad en la manifestación del problema, debemos atender a las necesidades específicas del niño. Así, el tratamiento psicológico es similar a los adultos, siendo la terapia cognitivo-conductual la más indicada para ello. A grandes rasgos se encara hacia la modificación de creencias distorsionadas sobre uno mismo y el mundo, junto al manejo adecuado de las emociones, tanto positivas como negativas. Además, y especialmente en el caso de población infanto-juvenil, es crucial involucrar a los padres o cuidadores y a los profesores y/o tutores de la escuela de manera que permitan intervenir directamente en el entorno del niño, procurando detectar y modificar las dinámicas familiares y académicas desadaptativas.
Finalmente pues, hay que remarcar que a pesar de ser un problema importante y prevalente en nuestra sociedad, la depresión ofrece muchas posibilidades de mejora. Debemos estar atentos a los síntomas del niño para poder realizar un diagnóstico precoz y aplicar lo antes posible un tratamiento individualizado adecuado a sus características y a su momento evolutivo, siendo crucial además la colaboración de los padres o tutores para aumentar la eficacia de la intervención.
En caso de tener preguntas sin resolver o considerar que necesitas ayuda para este u otros problemas similares, no dudes en ponerte en contacto con nuestro equipo de psicólogos en Mataró. Te proporcionaremos una atención rápida, profesional y personalizada.
Este concepto constituye uno de los rasgos de personalidad más predominantes de nuestra sociedad. A nivel general, lo podemos definir como la predisposición a actuar o reaccionar de forma rápida, espontánea o inesperada ante estímulos o situaciones externas o internas (del propio individuo) sin existir una reflexión previa acerca de las posibles consecuencias de los comportamientos adoptados. Algunos de sus principales componentes son: la búsqueda de recompensa o placer inmediato, la aparición del acto antes que la reflexión, la dificultad para inhibir conductas y anticipar sus posibles consecuencias, y una baja tolerancia al estrés. Todo ello confluye en un déficit de autocontrol, lo cual hace que algunas personas sean definidas como imprudentes, inconscientes, poco reflexivas, arriesgadas o incluso irresponsables.
Cabe remarcar pero, que aunque inevitablemente el término posea una cierta connotación negativa, podemos distinguir una impulsividad funcional, y otra disfuncional. Así, hablamos del primer subtipo cuando la situación implica, casi totalmente, un beneficio personal, lo cual supone un proceso previo, aunque sea breve, de toma de decisión con riesgo calculado. Por otro lado, la impulsividad disfuncional se relaciona con la tendencia a tomar decisiones irreflexivas y rápidas cuando las situaciones no lo requieren, siendo esta estrategia poco óptima y conllevando consecuencias negativas para la persona. Algunas de estas pueden ser por ejemplo, la aparición de culpabilidad, frustración, irritabilidad, o incluso pérdida de autoestima al no haber sido capaz de controlar los impulsos, existiendo además, una repercusión clara a nivel interpersonal, relacionada principalmente con el deterioro de la imagen social, y la consecuente pérdida de confianza del entorno.
Junto a esto, la impulsividad no únicamente se relaciona con ciertas características negativas, sino que posee un papel protagonista en muchos trastornos mentales tales como los trastornos de la conducta alimentaria, las adicciones tóxicas o comportamentales, el trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH), el trastorno bipolar o ciertos trastornos de personalidad como el límite o el antisocial. Además pero, aunque su repercusión resulta más o menos evidente en las problemáticas citadas, existen otros muchos trastornos en los que puede estar incidiendo: trastornos de ansiedad, del estado de ánimo o incluso en algunas disfunciones sexuales. De esta manera, también podemos deducir que puede suponer un problema crucial tanto en población adulta como infantojuvenil.
En algunos casos, si conseguimos mejorar este componente, que a priori puede pasar más o menos desapercibido, puede producirse un cambio crucial para el bienestar del individuo. A continuación se resaltan algunas recomendaciones para hacer frente a esta problemática:
– Pensar antes de actuar: Tal y como hemos remarcado, es habitual en personas impulsivas actuar sin reflexionar previamente. En este sentido, se recomienda llevar a cabo un proceso de reflexión en el que principalmente se procuren anticipar las consecuencias de la conducta que se va a adoptar, permitiendo detectar y reducir algunas de las respuestas automáticas que se acostumbran a dar.
– Tolerancia a la frustración: El refuerzo positivo o recompensa inmediata es un claro aliciente para la impulsividad; cuando este no se produce aparecen algunos de los sentimientos negativos antes comentados como ansiedad, rabia o irritabilidad. Es importante ser consciente de que en muchas ocasiones no recibiremos aquello anticipado. Además, el reaccionar de forma rápida y poco eficiente puede generar igualmente malestar, por lo que si conseguimos reducir los actos impulsivos y aumentamos nuestro repertorio de respuestas adaptativas, podemos corregir nuestro estado emocional.
– Técnicas de relajación: Reducir la activación fisiológica puede resultar clave para mejorar la capacidad reflexiva y reducir el estrés y los síntomas de ansiedad. Adoptar un hábito diario en el que practiquemos algún tipo de ejercicio de relajación es muy probable que potencie la mejora.
Existen muchas otras estrategias terapéuticas consideradas eficaces para reducir la impulsividad. Algunas de ellas provienen de orientaciones como la terapia cognitivo-conductual. Nuestro equipo de psicólogos en Mataró, especializados en diferentes problemáticas y poblaciones (adultos e infanto-juvenil), te ayudarán a resolver las dudas que poseas al respecto y atenderán tus peticiones de una manera profesional y personalizada.
La teoría de la indefensión aprendida aparece por primera vez en los años 70, obra de Martin Seligman. Inicialmente, y como muchos otros fenómenos explicados por la psicología, tuvo lugar un periodo de experimentación; en este, el autor descubrió que, si sometía a un animal a descargas eléctricas sin permitirle escapar de ellas, llegaba un punto en que dicho animal dejaba de emitir respuestas evasivas aunque, por ejemplo, la jaula permaneciese abierta. En otras palabras, había aprendido a no luchar contra ello, a sentirse o estar en una situación de indefensión.
Muy posiblemente, tras esta pequeña introducción habremos sido capaces de encontrar recuerdos o imágenes en nuestras vidas representativos del concepto introducido. Nada más lejos de la realidad; tras esta primera fase experimental, estudios posteriores demostraron que las personas podían sufrir exactamente el mismo proceso. Así, a grandes rasgos podemos definir este fenómeno como la condición por la cual una persona o animal se inhibe ante ciertas situaciones aversivas cuando las acciones para evitarlo no han resultado eficaces, terminando por desarrollar pasividad ante estos acontecimientos. Es decir, se adquiere el convencimiento de que se haga lo que se haga, no se va a conseguir cambiar el resultado.
Un ejemplo claro lo encontramos en las víctimas de violencia. En estas, la exposición continua al maltrato, junto a la ineficacia de las estrategias de afrontamiento empleadas, genera un cambio en el comportamiento de la víctima, la cual pierde la voluntad para erradicar las conductas agresivas. En lugar de eso, en algunos casos se utilizan estrategias como complacer al agresor o mantenerlo calmado para disminuir los actos de violencia. Junto a este, existen multitud de situaciones para ejemplificar este importante mecanismo. En este sentido, puede aparecer en cualquier contexto; laboral, social, familiar e incluso personal. Ejemplos de ello pueden ser el mobbing o el bullying. Generalizar la frase esto es lo que hay, y haga lo que haga nada va a cambiar a diversos ámbitos resulta relativamente sencillo.
A parte de esto, debemos tener en cuenta los principales componentes inmiscuidos en su aparición para poder detectarlo prematuramente. Así, cuando una persona entra en este proceso suelen manifestarse un déficit motivacional/conductual, emocional y cognitivo, cuya influencia es circular. En el primer plano, la persona refleja un retraso progresivo en la iniciación de respuestas voluntarias para confrontar la situación. A nivel emocional, los principales síntomas se enmarcan dentro del espectro ansioso-depresivo, donde podemos observar desde ataques de pánico hasta un estado deprimido perpetuado. Finalmente, podemos llegar hasta el punto de no ser capaces de encontrar soluciones al problema, e incluso creer que somos merecedores de la situación (esfera cognitiva).
Aunque debemos ser conscientes de la dificultad de afrontar este tipo de situaciones, existen mecanismos para facilitar su manejo. La persona que sufre este problema puede haber consolidado esquemas disfuncionales que la inhiben a la hora de encarar la situación. Por ello, es necesario desestigmatizarla, entendiendo que ha podido perder la capacidad de ver alternativas, y procurando reafirmar su capacidad y autoestima. Con ello, podemos facilitar devolverle cierto control sobre su vida, permitiéndole ser capaz de afrontar la situación de forma adaptativa.
Nuestro equipo de psicólogos, situado en Mataró, puede ayudarte a resolver tus dudas o a manejar esta u otras situaciones que consideres relevantes. En caso de necesitar más información al respecto, estamos a tu disposición.
Podemos definir los mecanismos de defensa como procesos internos o inconscientes que se encargan de aminorar las consecuencias negativas generadas por eventos demasiado intensos, de tal manera que el individuo pueda continuar funcionando normalmente. De esta forma, procuran mantener el balance psicológico. También reciben el nombre de estrategias de afrontamiento, pero teniendo en cuenta que estas no se desarrollan de manera consciente sino de forma automática, y procuran siempre actuar como mecanismo de protección encarado a minimizar el impacto psicológico de ciertas situaciones.
Existen diversos tipos de mecanismos de defensa, los cuales pueden manifestarse en diferentes situaciones. Tradicionalmente, algunos de ellos son: la represión, mediante la cual bloqueamos inconscientemente deseos, pensamientos o experiencias amenazadores para impedir que lleguen a la conciencia; la racionalización, que consiste en ocultar las verdaderas motivaciones de los propios pensamientos, acciones o sentimientos a través de la elaboración de explicaciones tranquilizadoras, pero incorrectas; o la proyección, en la que se atribuyen de manera falsa los propios sentimientos, impulsos o pensamientos inaceptables a otra persona (p.ej; tenerle antipatía a alguien, pero pensar que es este quién quiere hacernos daño). Todos ellos surgen de manera automática, son inconscientes y su objetivo es, ante los diferentes conflictos psicológicos, reducir la ansiedad y el malestar ante agentes estresantes internos y/o externos.
De todos ellos, uno de los más relevantes y frecuentes lo constituye la negación, que puede mostrarse implícitamente en todos los demás. Este se define como el mecanismo mediante el cual la persona rechaza reconocer algún aspecto doloroso de la realidad externa o de la experiencia subjetiva que es aparente para los otros. Es decir, consiste en enfrentarse a los conflictos negando su relevancia o incluso su existencia, de tal manera que se evitan o rechazan aspectos de la realidad considerados desagradables. Una de las situaciones más significativas para definir este concepto, es el duelo tras la pérdida de un ser querido. Ante este acontecimiento, las personas pasamos por una serie de fases, en las que está inmiscuida, y casi siempre en primer lugar, la negación. En este sentido, el impacto emocional provocado por el acontecimiento provoca la no asimilación de lo que ha pasado, evitando aceptar la realidad y bloqueando de esta manera el dolor asociado.
El motivo principal por el que surge esta estrategia es la dificultad para integrar el elemento que causa el malestar, ya que lleva consigo la reconstrucción de una parte de nosotros mismos. Aunque es quizás uno de los ejemplos más representativos, el duelo no es la única situación en la que podemos apreciar este recurso. Y aunque es posible detectarlo en diferentes problemas psicológicos tales como ansiedad o depresión, también aparece frecuentemente en situaciones cotidianas como por ejemplo en las relaciones de pareja, cuando por ejemplo una de las partes se niega a reconocer una infidelidad, o el querer proyectar un modelo de relación ideal cuando se está sufriendo una crisis importante. También suele aparecer en situaciones laborales mediante la búsqueda de invalidación de argumentos que confirman que hemos cometido errores, que podemos perder el trabajo, etc. Si pensamos en las diferentes áreas vitales (familiar, social, personal ) encontraremos múltiples ejemplos. Finalmente, también podemos encontrar negación ante ciertos sentimientos tales como la envidia, el enfado, los celos, la decepción, el rencor o la tristeza.
Lo más importante aquí, es comprender que aunque puede ser una fase totalmente normal además de habitual en los acontecimientos negativos, debemos ser capaces de detectarlo, aceptarlo e integrarlo para seguir avanzando en nuestro día a día. En sí, constituye un modo de intentar evitar el afrontamiento de los diferentes problemas, los cuales la mayoría en un futuro deberemos encarar y solventar, no solo para impedir fomentar el crecimiento del malestar emocional, sino para permitirnos dar el paso hacia el bienestar psicológico.
En caso de querer profundizar sobre este tema, o considerar que necesitas atención para solventar algún problema similar, nuestro equipo de psicólogos en Mataró procurará resolver tus dudas y/o ayudarte mediante una atención individualizada y profesional.
En el anterior artículo hablamos sobre las pautas educativas generales a aplicar con niños con TDAH (y que podrían aplicarse también a niños con Trastornos de conducta en general).
A continuación nos centraremos en ciertos aspectos en los que creemos que es importante prestar especial atención y que pueden ser complejos de gestionar debido a las características de los niños y niñas con TDAH o Trastornos de conducta.
Dar órdenes de forma efectiva:
En muchas ocasiones, el poder dar órdenes de forma efectiva implica desaprender el modo en que las hemos dado hasta ahora. Por ejemplo, repetirlas constantemente para que nos haga caso, usar un tono de voz elevado
De forma resumida y clara, cuando damos instrucciones o órdenes debemos:
Dar instrucciones/órdenes simples. De una en una. Por ejemplo, si queremos que nuestro/a hijo/a aprenda a poner la mesa, le iremos indicando que tiene que ir llevando. Somos conscientes de que se trata de algo que requiere mucha paciencia, pero ayudará a que nuestro hijo interiorice la rutina y, por lo tanto, que se mantenga en el tiempo.
Las órdenes deben ser concretas. Por ejemplo, no sería útil decir ordena tu habitación ya que nuestro/a hijo/a puede entender que eso sólo implica que recoja los juguetes y puede omitir ciertos detalles. Es mejor decirle exactamente que tareas debe llevar a cabo para recoger su habitación: recoge los juguetes, pon la ropa sucia en el cesto
.
Usar un tono de voz firme y neutro. No debemos caer ni en el enfado, ni en ser demasiado blandos (por ejemplo, formularlo en forma de pregunta).
Asegurarnos que en ese momento nuestro hijo nos está prestando atención. Para ello eliminaremos distractores y le ayudaremos a que establezca contacto visual con nosotros.
Aplicar consecuencias (positivas y negativas):
Unido a cómo dar órdenes o instrucciones, está en cómo aplicaremos consecuencias positivas y negativas.
Cuando apliquemos las técnicas que explicaremos a continuación tendremos en cuenta:
Ser sistemáticos y consecuentes: es decir, hacerlo siempre igual en los diferentes entornos y contextos en que se dé la conducta.
Aplicar la técnica de forma inmediata en el tiempo.
Aprender a combinar las diferentes técnicas ya que potencia su utilidad.
Pensar en las conductas que queremos eliminar y priorizar cuáles serán las primeras en las que intervendremos; escogeremos dos o tres conductas, las que se den con mayor frecuencia.
Técnicas para aumentar conductas deseables:
La mejor manera para instaurar o que se aprenda una conducta es que se refuerce. Una norma que no se refuerza cuando el niño la cumple no se mantendrá en el futuro.
Cuando reforcemos debemos tener en cuenta:
Que reforzaremos las conductas adecuadas.
Qua alabaremos las conductas adecuadas en el momento en que se dan.
Proporcionaremos un refuerzo concreto: verbal, gestual y/o material (a ser posible, evitaremos los refuerzos materiales).
Los refuerzos verbales siempre deben ir acompañados de un componente gestual (sonrisas, contacto visual, caricias
).
Usaremos el reforzador de forma consistente: siempre que se de la conducta que deseamos potenciar.
Debemos tener en cuenta que el conseguir que la frecuencia de aparición de las conductas que deseamos aumente puede llevar su tiempo.
Lo que no funciona
o Dar mensajes dobles: hoy lo has hecho muy bien, no sé porqué no lo haces así cada día
. Este tipo de mensajes hieren la autoestima de nuestros hijos ya que son vividos como una crítica.
o Criticar: debemos diferenciar entre criticar y dar feedback. Un ejemplo de crítica seria tendrías que saber organizarte y preparar tu mochila solo; en cambio, una forma de retroalimentar o dar feedback al niño sobre la conducta que está llevando a cabo podría ser fíjate bien en tu horario, ¿crees que es posible que te falte alguna cosa que necesitas para el colegio hoy?.
o No hacer críticas globales: nuestro hijo necesita ser corregido pero no mediante críticas globales (siempre te olvidas de hacer X). Este tipo de comentarios no le ayudan a saber qué cosas tiene que mejorar y que cosas ha mejorado ya; por tanto, le hace pensar que no tiene ningún valor esforzarse para conseguir pequeñas mejoras. Para poder ayudarlo en este aspecto, lo mejor es establecer discursos donde quede patente que ha habido una mejora y qué pasos tiene que llevar a cabo para seguir mejorando.
Lo que funciona:
o Especificar y explicitar el esfuerzo que ha hecho el niño para mejorar y los resultados que ha obtenido (te has esforzado mucho en poner la mesa porque no te has dejado ningún cubierto
qué bien que puedas ayudarnos en casa, lo estás haciendo cada vez mejor).
o Dar elogios inmediatos; los elogios demorados en el tiempo tienen menos efectos positivos.
o Ser específicos elogiando: los elogios generales no le ayudan a saber qué conductas son apropiadas y cuáles no. Es mejor especificar qué ha hecho bien y qué sería lo siguiente a conseguir para hacerlo aún mejor.
o Ser auténticos: si se siente feliz o sorprendido por los esfuerzos que está realizando su hijo, hágaselo saber.
o Usar en nuestros feedbacks la expresión de nuestros sentimientos: es positivo para la autoestima de nuestro hijo saber que sus padres tienen sentimientos en cuanto a su conducta y sus mejoras.
o Tener expectativas realistas ya que, si no las tenemos, no sabremos elogiar apropiadamente aquellas conductas positivas o mejoras que se estén dando.
Técnicas para disminuir y eliminar las conductas no deseables:
La extinción: ¿cómo ignorar?
o La extinción se trata de una técnica altamente eficaz para eliminar comportamientos no deseados y consiste en no dar atención al comportamiento no deseado; a su vez, prestaremos atención a aquellas conductas que sí que queremos fomentar.
o Debemos tener en cuenta que la aplicación de la extinción hará que al principio las conductas no deseadas empeoren en frecuencia y en intensidad; debemos ser pacientes.
o Por supuesto, esta técnica no es útil para todas las conductas a eliminar ya que hay comportamientos que no podemos tolerar que se den. Para este tipo de comportamientos aplicaremos la técnica del tiempo fuer, que detallaremos a continuación.
Tiempo fuera
Se trata de una técnica dirigida a aquellas conductas que, por su intensidad o gravedad, no podemos ignorar. En realidad se trata de una forma extrema de ignorar al niño ya que se separa físicamente de todos los reforzadores positivos que puedan estar fomentando su mala conducta, especialmente de la atención del adulto.
Como en el anterior caso, el empezar a aplicar esta técnica hará que al principio empeore la conducta; por ello, debemos estar preparados para aplicarla hasta el final.
o Antes de aplicar la técnica le explicaremos al niño las normas de la misma: ante qué conductas aplicaremos esta técnica, qué se le dirá para indicarle que se retire, a dónde debe retirarse (escogeremos un lugar), lo plantearemos como algo positivo para él/ella que le ayudará a calmarse, el tiempo que estará fuera (que variará en función de la edad)
o Es altamente importante ignorar al niño durante la aplicación del Tiempo fuera.
o Se tienen que limitar el número de conductas en las que aplicaremos esta técnica.
o Reforzaremos la primera conducta positiva o deseable que se dé después del Tiempo fuera.
Coste de respuesta o refuerzo negativo
Sería similar a una multa: el niño perderá un privilegio cuando ejecute una conducta no adecuada.
Todas las técnicas presentadas pueden combinarse, lo que las hará más efectivas, y conforme las apliquemos nos haremos más expertos en el manejo de las mismas. Se trata de entrenarnos como padres y reorientar las conductas que hasta el momento habíamos llevado a cabo así que seamos pacientes con nosotros mismos y ayudémonos mutuamente a corregir la aplicación de las diferentes pautas que se han proporcionado en este artículo. Autobservarse y que nos evalúen desde fuera en la aplicación de consecuencias puede ser de gran ayuda en nuestro entrenamiento.
A lo largo de nuestras vidas, y desde que nacemos, contribuimos directamente a la construcción de las diferentes realidades que nos rodean. Es decir, en base a nuestra cultura, educación y principalmente a nuestras experiencias previas, conformamos un estilo de pensamiento y unos esquemas que nos harán interpretar el mundo de una forma determinada, la cual tenderemos a considerar que es objetiva y válida. Por desgracia, las distorsiones cognitivas ocupan un lugar muy destacado en nuestro día a día. Estas pueden entenderse como errores de interpretación en el procesamiento de la información o creencias que provocan una perturbación emocional, siendo de esta forma, desadaptativas. Así, a la hora de dotar de significado una situación en concreto, se activan los esquemas que anteriormente se han mencionado, los cuales en ocasiones, poseen un carácter irracional que nos llevará a interpretar la realidad de una forma distorsionada y poco objetiva, lo cual derivará en malestar emocional. Según lo explicado pues, no son los acontecimientos en sí mismos los encargados de provocarnos diferentes sentimientos, sino que es la interpretación que realizamos de estos lo que hace que experimentemos una emoción u otra. Y además este circuito situación pensamiento emoción influirá directamente en la realización de una conducta u otra. Por ejemplo, si un amigo/amiga hace tiempo que no nos llama, podríamos pensar no quiere saber nada de mí, sentirnos tristes y, consecuentemente, no llamarlo/a y aislarnos. Estas distorsiones, a nivel general, se caracterizan por expresarse a menudo mediante imperativos categóricos (p.ej; debería, tendría que, debo ), poseer una connotación dramática o catastrofista, ser rígidas y vivenciarse como espontáneas. Algunos ejemplos son los siguientes: – Pensamiento dicotómico: Consiste en adoptar un punto de vista sin matices, es decir blanco/negro o verdadero/falso. Se tiende a ignorar el continuo existente entre las polaridades, utilizando palabras como nunca, siempre, jamás, todo o nada. – Abstracción selectiva: También llamada visión de túnel, se trata de atender únicamente a uno o unos detalles concretos de una situación específica, ignorando otros datos que pueden resultar más importantes y que se corresponden con la misma situación. – Sobregeneralización: A partir de un suceso específico, extraemos una conclusión personalizada válida para explicar todo lo demás. Son juicios muy extremistas con predicciones surgidas a partir de acontecimientos aislados. Posibles ejemplos serían si ha ocurrido una vez, ocurrirá siempre o si una persona me hizo daño, todas las personas son malas. – Lectura de pensamiento: Este fenómeno consiste en presuponer o tratar de adivinar las cogniciones, actitudes o intenciones de los demás. Un ejemplo sería si me miran es porque estoy haciendo el ridículo. Existen muchos otros tipos de distorsión, los cuales nos caracterizan en mayor o menor grado. Uno de los componentes clave, es el carácter negativo que poseen todas ellas. En este sentido, buscamos confirmar hipótesis que difícilmente van a comportarnos un mayor bienestar, produciéndonos totalmente lo contrario, que entremos en una dinámica de negatividad y pesimismo respecto al mundo y nosotros mismos. Así pues, debemos tener claro que estos sesgos, aparte de habituales, son totalmente normales, pero es importante ser capaces de identificarlos y reconocer la importancia y necesidad de considerar otras alternativas, las cuales influirán directamente, tal y como hemos visto, en cómo nos sentimos y actuamos. Cada uno de nosotros continuamente aplica y pone a prueba múltiples pensamientos en cada situación. Algunos de ellos pueden suponer una limitación importante en nuestra vida. Si crees que este es tu caso, o simplemente deseas ampliar la información que posees al respecto, ponte en contacto con nuestro centro de psicología en Mataró, te ayudaremos.