EL SÍNDROME DE ALIENACIÓN PARENTAL O SAP Richard Gardner (1985) definió por primera vez este concepto como una alteración que surge principalmente en el contexto de las disputas por la guardia y custodia de los hijos. Su primera manifestación es una campaña de difamación contra uno de los padres por parte del niño, campaña que no tiene justificación. Según este autor, el fenómeno resulta de la combinación del adoctrinamiento de uno de los progenitores y de las propias contribuciones del niño dirigidas a denigrar y desplazar al progenitor objetivo. Por lo tanto, se entiende que uno de las partes ejerce una influencia directa al hijo a través de estrategias dirigidas a transformar la conciencia de los niños con objeto de impedir, obstaculizar o destruir sus vínculos con el otro progenitor. El mismo Gardner habla de este fenómeno como lavado de cerebro. Este además, aparte de servir para potenciar de forma más acusada el distanciamiento entre las partes, en ocasiones se crea en el niño un odio patológico hacia el progenitor, y en las que no se llega a alcanzar este punto provoca un deterioro grave de la imagen y consideración que posee el hijo del progenitor alineado, caracterizado principalmente por sentimientos y pensamientos de infravaloración y menosprecio. Por otro lado, a pesar de no producir daños físicos, las consecuencias de esta forma de maltrato infantil pueden ser muy graves, ya que repercuten en el desarrollo psicológico posterior del hijo manipulado. Así, además, al no interiorizar los modelos educativos, sociales y emocionales adecuados y necesarios para su desarrollo, esto repercutirá en su forma de actuar como padres en la edad adulta. A continuación se exponen algunos de los principales síntomas del SAP: – Débiles, absurdas, o frívolas justificaciones para el desprecio: Tal y como hemos remarcado, el hijo manipulado utiliza argumentos sin fundamento e irracionales inculcados por el progenitor para denigrar a la otra parte. – Ausencia de ambivalencia: En toda relación existen sentimientos positivos y negativos. En este caso nos encontramos con que los niños muestran una dicotomía acentuada; todo es bueno e idealizado en un progenitor, y todo es susceptible al odio y al rechazo en el otro. – Contradicciones: A menudo aparecen cuando comparamos los relatos históricos y presentes del niño. – Campaña de denigración: Es el componente principal del síndrome, el hijo se focaliza en odiar a uno de los padres. – Fenómeno del pensador independiente: Algunos niños llegan a defender que la decisión de rechazo de uno de los progenitores es totalmente suya, negando la influencia del otro progenitor precisamente por el componente de idealización y admiración que estos han conseguido crear. – Ausencia de sentimientos de culpa hacia la crueldad y explotación del progenitor alineado: Es tal el convencimiento racional del hijo que llega incluso a mostrar indiferencia. En resumen, la importancia y gravedad de este fenómeno es obvia, siendo crucial el trabajo psicológico además de legal en estos casos. Lamentablemente pero, existen muchos más casos no detectados en comparación con los identificados, por lo que debemos colaborar conjuntamente para prevenir tanto su aparición como agravamiento.
LA RUTINA EN PAREJA Una relación de pareja es un nexo, un vínculo emocional de carácter romántico que se genera entre dos personas. Este se concibe como un espacio o ámbito de complicidad, de intimidad, de aprendizaje continuo e incluso de maduración psicológica. Ciertamente, aunque pueden identificarse ciertas características comunes, en cada una de las que se forman día a día, existen aspectos singulares que hacen de ellas algo único, no solamente por las diferencias entre los integrantes de la relación, sino por las particularidades que nacen y evolucionan en la esencia de todas ellas. A pesar de las diferentes concepciones y aspectos positivos que cada uno de nosotros puede destacar de su relación, actualmente existe una preocupación o miedo más o menos acentuado pero muy común y habitual; se trata de la rutina, o mejor dicho, el caer en la rutina. En este punto es importante señalar que hoy en día este concepto contiene en sí una cierta connotación negativa, pero lo importante es determinar si realmente supone un problema para la relación, es decir, si los hábitos establecidos o algunos de ellos se conciben de forma negativa y, por tanto, susceptibles a cambio o mejora. En ese caso, inicialmente es necesario identificar el grado de acuerdo existente entre ambos miembros de la pareja, especificando qué aspectos sobre la relación desean potenciar cada uno de ellos. Junto a esto, también resulta útil descubrir aquellas características individuales que gustan y se consideran atrayentes, facilitando de esta manera la atención hacia la parte positiva del otro y de la relación, reduciendo así el sesgo hacia lo negativo. A partir de aquí, te proponemos algunas estrategias generales para fortalecer tu relación: – Saber escuchar: Este es un aspecto básico, aunque en muchas ocasiones menospreciado. Implica estar atento a las demandas tanto implícitas como explícitas, comprender los sentimientos y pensamientos del otro, y saber transmitirle esta comprensión mediante hechos específicos que consideremos gratificantes en base a nuestras experiencias con ella. – Demostrar y recibir afecto: No basta con decir te quiero, aunque a veces estas palabras no sean recurrentes y puedan ser en sí potencialmente útiles. Debemos asegurarnos de que la persona recibe e interioriza nuestros esfuerzos, y para ello es necesario ir un poco más allá, ya que de esta manera muy posiblemente seremos nosotros los que nos veremos recompensados. – Cuidar los detalles: Un buena forma de encontrar los puntos que marquen la diferencia ante la otra persona es atender bien y ser minucioso con los detalles que el otro considera importantes. De esta manera podemos conseguir anticiparnos a ciertas demandas y facilitar el acercamiento. – Atención hacia lo positivo: Resulta inútil focalizarnos y resaltar únicamente los aspectos negativos del otro y de nuestra relación, dedicándonos a reprochar aquello que no nos gusta en lugar de resaltar lo que nos agrada. Así pues, suele ser mucho más eficaz remarcar lo positivo, que a priori parece escondido, para conseguir de esta forma que se establezca como hábito. A parte de los destacados, existen muchos mecanismos que se pueden utilizar para evitar establecer una rutina negativa, los cuales si consideras necesarios en tu relación, no dudes en contactar con nuestro centro de psicología en Mataró. En este los mejores especialistas en terapia de pareja procurarán ayudarte de una forma profesional y en base al conocimiento existente acerca de tu problemática.
QUÉ SON LAS PESADILLAS? Todo el mundo tiene pesadillas de tanto en tanto, tanto los adultos como los niños. Una pesadilla es un mal sueño. Es un sueño que puede provocar intenso miedo, ansiedad o desconcierto, pero las pesadillas no son reales, ni son premoniciones de cosas malas que vayan a ocurrir ni pueden hacer daño. Cuando dormimos, nuestro cerebro no deja de funcionar, todo lo contrario. Ocurren distintas fases de sueño, incluyendo el sueño REM (de las siglas Rapid Eye Movement). Esta fase se denomina de este modo porque durante esta fase, los ojos se mueven de un lado a otro debajo de los párpados. Durante el sueño REM, se tienen sueños y a veces estos sueños pueden ser aterradores o inquietantes. Esta fase del sueño ocurre cada 90 minutos aproximadamente, y se alterna esta fase con la fase de ondas lentas. La cantidad de tiempo que dura el sueño REM va aumentando en cada ciclo de sueño a lo largo de la noche, por lo que los periodos más largos de sueño REM ocurren hacia la mañana. Cuando nos despertamos en esta fase del sueño es mucho más fácil que nos acordemos del contenido de los sueños. Las pesadillas son normales en la infancia, no se consideran patológicas, y generalmente comienzan antes de los 10 años. Suelen ser más comunes en las niñas que en los niños. Las pesadillas pueden desencadenarse por hechos aparentemente rutinarios, como iniciar estudios en un nuevo colegio, hacer un viaje o una enfermedad leve en uno de los padres. Las pesadillas pueden continuar hasta la edad adulta. Pueden ser una forma en la que nuestro cerebro maneja las tensiones y temores de la vida cotidiana. Una o más pesadillas durante un breve período de tiempo pueden ser causadas por: – Un hecho importante de la vida, como la pérdida de un ser querido o un acontecimiento traumático. – Aumento del estrés en el hogar o el trabajo. Cuando estas pesadillas son repetitivas, pueden resultar muy perturbadoras, por lo que os vamos a dar algunas pautas para afrontar las pesadillas con éxito: CONTROL DE LAS PESADILLAS 1. Escriba la pesadilla con el máximo número de detalles posible. 2. Vuelva a escribir la pesadilla modificando los aspectos negativos. Utilice pequeñas modificaciones que le den más sensación de control. Intente evitar el modificar los aspectos negativos utilizando contrarios (por ejemplo, si sueña que le persiguen no utilice la modificación me giro y no me persigue nadie, utilice me giro y veo que me sigue mi pareja para darme un abrazo). 3. Aproximadamente dos horas antes de ir a dormir vuelva a leer la versión modificada de la pesadilla. 4. Cuando esté en la cama, visualice la versión modificada de la pesadilla como si fuera una película. Si tienes problemas relacionados con el sueño, no dudes en consultar con nuestros psicólogos y psiquiatras de Mataró expertos en problemas de sueño y otros trastornos psicológicos. Te ayudaremos!Cristina Martínez VianaPsicóloga y Directora del Gabinet Psicològic Mataró
Podemos definir los mecanismos de defensa como procesos internos o inconscientes que se encargan de aminorar las consecuencias negativas generadas por eventos demasiado intensos, de tal manera que el individuo pueda continuar funcionando normalmente. De esta forma, procuran mantener el balance psicológico. También reciben el nombre de estrategias de afrontamiento, pero teniendo en cuenta que estas no se desarrollan de manera consciente sino de forma automática, y procuran siempre actuar como mecanismo de protección encarado a minimizar el impacto psicológico de ciertas situaciones.
Existen diversos tipos de mecanismos de defensa, los cuales pueden manifestarse en diferentes situaciones. Tradicionalmente, algunos de ellos son: la represión, mediante la cual bloqueamos inconscientemente deseos, pensamientos o experiencias amenazadores para impedir que lleguen a la conciencia; la racionalización, que consiste en ocultar las verdaderas motivaciones de los propios pensamientos, acciones o sentimientos a través de la elaboración de explicaciones tranquilizadoras, pero incorrectas; o la proyección, en la que se atribuyen de manera falsa los propios sentimientos, impulsos o pensamientos inaceptables a otra persona (p.ej; tenerle antipatía a alguien, pero pensar que es este quién quiere hacernos daño). Todos ellos surgen de manera automática, son inconscientes y su objetivo es, ante los diferentes conflictos psicológicos, reducir la ansiedad y el malestar ante agentes estresantes internos y/o externos.
De todos ellos, uno de los más relevantes y frecuentes lo constituye la negación, que puede mostrarse implícitamente en todos los demás. Este se define como el mecanismo mediante el cual la persona rechaza reconocer algún aspecto doloroso de la realidad externa o de la experiencia subjetiva que es aparente para los otros. Es decir, consiste en enfrentarse a los conflictos negando su relevancia o incluso su existencia, de tal manera que se evitan o rechazan aspectos de la realidad considerados desagradables. Una de las situaciones más significativas para definir este concepto, es el duelo tras la pérdida de un ser querido. Ante este acontecimiento, las personas pasamos por una serie de fases, en las que está inmiscuida, y casi siempre en primer lugar, la negación. En este sentido, el impacto emocional provocado por el acontecimiento provoca la no asimilación de lo que ha pasado, evitando aceptar la realidad y bloqueando de esta manera el dolor asociado.
El motivo principal por el que surge esta estrategia es la dificultad para integrar el elemento que causa el malestar, ya que lleva consigo la reconstrucción de una parte de nosotros mismos. Aunque es quizás uno de los ejemplos más representativos, el duelo no es la única situación en la que podemos apreciar este recurso. Y aunque es posible detectarlo en diferentes problemas psicológicos tales como ansiedad o depresión, también aparece frecuentemente en situaciones cotidianas como por ejemplo en las relaciones de pareja, cuando por ejemplo una de las partes se niega a reconocer una infidelidad, o el querer proyectar un modelo de relación ideal cuando se está sufriendo una crisis importante. También suele aparecer en situaciones laborales mediante la búsqueda de invalidación de argumentos que confirman que hemos cometido errores, que podemos perder el trabajo, etc. Si pensamos en las diferentes áreas vitales (familiar, social, personal ) encontraremos múltiples ejemplos. Finalmente, también podemos encontrar negación ante ciertos sentimientos tales como la envidia, el enfado, los celos, la decepción, el rencor o la tristeza.
Lo más importante aquí, es comprender que aunque puede ser una fase totalmente normal además de habitual en los acontecimientos negativos, debemos ser capaces de detectarlo, aceptarlo e integrarlo para seguir avanzando en nuestro día a día. En sí, constituye un modo de intentar evitar el afrontamiento de los diferentes problemas, los cuales la mayoría en un futuro deberemos encarar y solventar, no solo para impedir fomentar el crecimiento del malestar emocional, sino para permitirnos dar el paso hacia el bienestar psicológico.
En caso de querer profundizar sobre este tema, o considerar que necesitas atención para solventar algún problema similar, nuestro equipo de psicólogos en Mataró procurará resolver tus dudas y/o ayudarte mediante una atención individualizada y profesional.
En el anterior artículo hablamos sobre las pautas educativas generales a aplicar con niños con TDAH (y que podrían aplicarse también a niños con Trastornos de conducta en general).
A continuación nos centraremos en ciertos aspectos en los que creemos que es importante prestar especial atención y que pueden ser complejos de gestionar debido a las características de los niños y niñas con TDAH o Trastornos de conducta.
Dar órdenes de forma efectiva:
En muchas ocasiones, el poder dar órdenes de forma efectiva implica desaprender el modo en que las hemos dado hasta ahora. Por ejemplo, repetirlas constantemente para que nos haga caso, usar un tono de voz elevado
De forma resumida y clara, cuando damos instrucciones o órdenes debemos:
Dar instrucciones/órdenes simples. De una en una. Por ejemplo, si queremos que nuestro/a hijo/a aprenda a poner la mesa, le iremos indicando que tiene que ir llevando. Somos conscientes de que se trata de algo que requiere mucha paciencia, pero ayudará a que nuestro hijo interiorice la rutina y, por lo tanto, que se mantenga en el tiempo.
Las órdenes deben ser concretas. Por ejemplo, no sería útil decir ordena tu habitación ya que nuestro/a hijo/a puede entender que eso sólo implica que recoja los juguetes y puede omitir ciertos detalles. Es mejor decirle exactamente que tareas debe llevar a cabo para recoger su habitación: recoge los juguetes, pon la ropa sucia en el cesto
.
Usar un tono de voz firme y neutro. No debemos caer ni en el enfado, ni en ser demasiado blandos (por ejemplo, formularlo en forma de pregunta).
Asegurarnos que en ese momento nuestro hijo nos está prestando atención. Para ello eliminaremos distractores y le ayudaremos a que establezca contacto visual con nosotros.
Aplicar consecuencias (positivas y negativas):
Unido a cómo dar órdenes o instrucciones, está en cómo aplicaremos consecuencias positivas y negativas.
Cuando apliquemos las técnicas que explicaremos a continuación tendremos en cuenta:
Ser sistemáticos y consecuentes: es decir, hacerlo siempre igual en los diferentes entornos y contextos en que se dé la conducta.
Aplicar la técnica de forma inmediata en el tiempo.
Aprender a combinar las diferentes técnicas ya que potencia su utilidad.
Pensar en las conductas que queremos eliminar y priorizar cuáles serán las primeras en las que intervendremos; escogeremos dos o tres conductas, las que se den con mayor frecuencia.
Técnicas para aumentar conductas deseables:
La mejor manera para instaurar o que se aprenda una conducta es que se refuerce. Una norma que no se refuerza cuando el niño la cumple no se mantendrá en el futuro.
Cuando reforcemos debemos tener en cuenta:
Que reforzaremos las conductas adecuadas.
Qua alabaremos las conductas adecuadas en el momento en que se dan.
Proporcionaremos un refuerzo concreto: verbal, gestual y/o material (a ser posible, evitaremos los refuerzos materiales).
Los refuerzos verbales siempre deben ir acompañados de un componente gestual (sonrisas, contacto visual, caricias
).
Usaremos el reforzador de forma consistente: siempre que se de la conducta que deseamos potenciar.
Debemos tener en cuenta que el conseguir que la frecuencia de aparición de las conductas que deseamos aumente puede llevar su tiempo.
Lo que no funciona
o Dar mensajes dobles: hoy lo has hecho muy bien, no sé porqué no lo haces así cada día
. Este tipo de mensajes hieren la autoestima de nuestros hijos ya que son vividos como una crítica.
o Criticar: debemos diferenciar entre criticar y dar feedback. Un ejemplo de crítica seria tendrías que saber organizarte y preparar tu mochila solo; en cambio, una forma de retroalimentar o dar feedback al niño sobre la conducta que está llevando a cabo podría ser fíjate bien en tu horario, ¿crees que es posible que te falte alguna cosa que necesitas para el colegio hoy?.
o No hacer críticas globales: nuestro hijo necesita ser corregido pero no mediante críticas globales (siempre te olvidas de hacer X). Este tipo de comentarios no le ayudan a saber qué cosas tiene que mejorar y que cosas ha mejorado ya; por tanto, le hace pensar que no tiene ningún valor esforzarse para conseguir pequeñas mejoras. Para poder ayudarlo en este aspecto, lo mejor es establecer discursos donde quede patente que ha habido una mejora y qué pasos tiene que llevar a cabo para seguir mejorando.
Lo que funciona:
o Especificar y explicitar el esfuerzo que ha hecho el niño para mejorar y los resultados que ha obtenido (te has esforzado mucho en poner la mesa porque no te has dejado ningún cubierto
qué bien que puedas ayudarnos en casa, lo estás haciendo cada vez mejor).
o Dar elogios inmediatos; los elogios demorados en el tiempo tienen menos efectos positivos.
o Ser específicos elogiando: los elogios generales no le ayudan a saber qué conductas son apropiadas y cuáles no. Es mejor especificar qué ha hecho bien y qué sería lo siguiente a conseguir para hacerlo aún mejor.
o Ser auténticos: si se siente feliz o sorprendido por los esfuerzos que está realizando su hijo, hágaselo saber.
o Usar en nuestros feedbacks la expresión de nuestros sentimientos: es positivo para la autoestima de nuestro hijo saber que sus padres tienen sentimientos en cuanto a su conducta y sus mejoras.
o Tener expectativas realistas ya que, si no las tenemos, no sabremos elogiar apropiadamente aquellas conductas positivas o mejoras que se estén dando.
Técnicas para disminuir y eliminar las conductas no deseables:
La extinción: ¿cómo ignorar?
o La extinción se trata de una técnica altamente eficaz para eliminar comportamientos no deseados y consiste en no dar atención al comportamiento no deseado; a su vez, prestaremos atención a aquellas conductas que sí que queremos fomentar.
o Debemos tener en cuenta que la aplicación de la extinción hará que al principio las conductas no deseadas empeoren en frecuencia y en intensidad; debemos ser pacientes.
o Por supuesto, esta técnica no es útil para todas las conductas a eliminar ya que hay comportamientos que no podemos tolerar que se den. Para este tipo de comportamientos aplicaremos la técnica del tiempo fuer, que detallaremos a continuación.
Tiempo fuera
Se trata de una técnica dirigida a aquellas conductas que, por su intensidad o gravedad, no podemos ignorar. En realidad se trata de una forma extrema de ignorar al niño ya que se separa físicamente de todos los reforzadores positivos que puedan estar fomentando su mala conducta, especialmente de la atención del adulto.
Como en el anterior caso, el empezar a aplicar esta técnica hará que al principio empeore la conducta; por ello, debemos estar preparados para aplicarla hasta el final.
o Antes de aplicar la técnica le explicaremos al niño las normas de la misma: ante qué conductas aplicaremos esta técnica, qué se le dirá para indicarle que se retire, a dónde debe retirarse (escogeremos un lugar), lo plantearemos como algo positivo para él/ella que le ayudará a calmarse, el tiempo que estará fuera (que variará en función de la edad)
o Es altamente importante ignorar al niño durante la aplicación del Tiempo fuera.
o Se tienen que limitar el número de conductas en las que aplicaremos esta técnica.
o Reforzaremos la primera conducta positiva o deseable que se dé después del Tiempo fuera.
Coste de respuesta o refuerzo negativo
Sería similar a una multa: el niño perderá un privilegio cuando ejecute una conducta no adecuada.
Todas las técnicas presentadas pueden combinarse, lo que las hará más efectivas, y conforme las apliquemos nos haremos más expertos en el manejo de las mismas. Se trata de entrenarnos como padres y reorientar las conductas que hasta el momento habíamos llevado a cabo así que seamos pacientes con nosotros mismos y ayudémonos mutuamente a corregir la aplicación de las diferentes pautas que se han proporcionado en este artículo. Autobservarse y que nos evalúen desde fuera en la aplicación de consecuencias puede ser de gran ayuda en nuestro entrenamiento.
A lo largo de nuestras vidas, y desde que nacemos, contribuimos directamente a la construcción de las diferentes realidades que nos rodean. Es decir, en base a nuestra cultura, educación y principalmente a nuestras experiencias previas, conformamos un estilo de pensamiento y unos esquemas que nos harán interpretar el mundo de una forma determinada, la cual tenderemos a considerar que es objetiva y válida. Por desgracia, las distorsiones cognitivas ocupan un lugar muy destacado en nuestro día a día. Estas pueden entenderse como errores de interpretación en el procesamiento de la información o creencias que provocan una perturbación emocional, siendo de esta forma, desadaptativas. Así, a la hora de dotar de significado una situación en concreto, se activan los esquemas que anteriormente se han mencionado, los cuales en ocasiones, poseen un carácter irracional que nos llevará a interpretar la realidad de una forma distorsionada y poco objetiva, lo cual derivará en malestar emocional. Según lo explicado pues, no son los acontecimientos en sí mismos los encargados de provocarnos diferentes sentimientos, sino que es la interpretación que realizamos de estos lo que hace que experimentemos una emoción u otra. Y además este circuito situación pensamiento emoción influirá directamente en la realización de una conducta u otra. Por ejemplo, si un amigo/amiga hace tiempo que no nos llama, podríamos pensar no quiere saber nada de mí, sentirnos tristes y, consecuentemente, no llamarlo/a y aislarnos. Estas distorsiones, a nivel general, se caracterizan por expresarse a menudo mediante imperativos categóricos (p.ej; debería, tendría que, debo ), poseer una connotación dramática o catastrofista, ser rígidas y vivenciarse como espontáneas. Algunos ejemplos son los siguientes: – Pensamiento dicotómico: Consiste en adoptar un punto de vista sin matices, es decir blanco/negro o verdadero/falso. Se tiende a ignorar el continuo existente entre las polaridades, utilizando palabras como nunca, siempre, jamás, todo o nada. – Abstracción selectiva: También llamada visión de túnel, se trata de atender únicamente a uno o unos detalles concretos de una situación específica, ignorando otros datos que pueden resultar más importantes y que se corresponden con la misma situación. – Sobregeneralización: A partir de un suceso específico, extraemos una conclusión personalizada válida para explicar todo lo demás. Son juicios muy extremistas con predicciones surgidas a partir de acontecimientos aislados. Posibles ejemplos serían si ha ocurrido una vez, ocurrirá siempre o si una persona me hizo daño, todas las personas son malas. – Lectura de pensamiento: Este fenómeno consiste en presuponer o tratar de adivinar las cogniciones, actitudes o intenciones de los demás. Un ejemplo sería si me miran es porque estoy haciendo el ridículo. Existen muchos otros tipos de distorsión, los cuales nos caracterizan en mayor o menor grado. Uno de los componentes clave, es el carácter negativo que poseen todas ellas. En este sentido, buscamos confirmar hipótesis que difícilmente van a comportarnos un mayor bienestar, produciéndonos totalmente lo contrario, que entremos en una dinámica de negatividad y pesimismo respecto al mundo y nosotros mismos. Así pues, debemos tener claro que estos sesgos, aparte de habituales, son totalmente normales, pero es importante ser capaces de identificarlos y reconocer la importancia y necesidad de considerar otras alternativas, las cuales influirán directamente, tal y como hemos visto, en cómo nos sentimos y actuamos. Cada uno de nosotros continuamente aplica y pone a prueba múltiples pensamientos en cada situación. Algunos de ellos pueden suponer una limitación importante en nuestra vida. Si crees que este es tu caso, o simplemente deseas ampliar la información que posees al respecto, ponte en contacto con nuestro centro de psicología en Mataró, te ayudaremos.
A pesar de que la Depresión Mayor a la etapa infantil (a partir de los 6 años) ha sido reconocida como un trastorno psiquiátrico grave y recurrente, el hecho que las investigaciones se hayan centrado en su mayoría en niños mayores de seis años, junto con el escepticismo en cuanto a que niños tan pequeños como los preescolares pudieran experimentar una enfermedad tan compleja como la Depresión Mayor, ha fomentado que la Depresión Preescolar sea un trastorno bastante desconocido.
No obstante, y ya en el 2002, los estudios realizados desde la Psicología Infantojuvenil demostraban que la Depresión Mayor podía diagnosticarse en preescolares y que esta se daba en aproximadamente, un 1%; una cifra inferior a la prevalencia de la misma enfermedad en edades más avanzadas.
En cuanto a la expresión de este Trastorno en la etapa preescolar, el hecho que estos niños menores de 6 años no expresen su sufrimiento, el rápido ritmo de desarrollo de esta etapa que modifica la expresión del Trastorno, o el hecho de que los cuidadores y maestros continúen sin considerar la posibilidad de la existencia de una Depresión Mayor en esta franja de edad tan temprana han promovido que estos niños no reciban la atención especializada que requieren. Cuando menos, la realidad parece indicar que estamos dejando a muchos niños con esta problemática desatendidos.
No obstante, la literatura en Psicología Infantojuvenil ha encontrado cierta sintomatología específica de la Depresión Mayor en la etapa preescolar.
El periodo preescolar se caracteriza por una transición hacia un funcionamiento social más independiente en cuanto al cuidador y que, por tanto, exige por parte del niño poner en juego habilidades y competencias nuevas.
Teniendo en cuenta estos importantes cambios en el funcionamiento y en el entorno social, un preescolar que no presente emociones como la alegría y que demuestre preocupaciones por temas negativos durante el juego nos podrían estar alertando de una posible Depresión Mayor.
Así, y atendiendo a las últimas investigaciones y adelantos realizados en Psicología Infantojuvenil, podríamos decir que de forma genérica las manifestaciones clínicas de la Depresión Mayor en preescolares son las siguientes:
Humor depresivo o irritabilidad
Anhedonia o pérdida de interés por actividades placenteras (por ejemplo, pérdida de interés en juegos que antes le eran placenteras)
Carencia de motivación
Excesivo gimoteo
Mayor fluctuación anímica que los adultos, apareciendo a veces episodios de estado de ánimo normal, incluso durante el mismo día
Disminución del repertorio de interacciones sociales e iniciativa
Alteraciones del hambre (por exceso o defecto)
Alteraciones del sueño (insomnio o exceso de sueño)
Aumento o disminución de la actividad psicomotora (agitación o retraimiento psicomotora)
Fatiga, especialmente matutina, y falta de energía
Baja autoestima
Sentimientos de culpa y/o de inutilidad
Dificultades para pensar y concentrarse
Indecisión
Ideas de muerte o ideas de suicidio presentes en el juego y/o expresadas verbalmente
Quejas somáticas
Pero, ¿qué pasa si este trastorno no se detecta y no se trata?. Pues bien, según los datos que nos aporta la investigación en este campo parece que los niños que han presentado Depresión Mayor durante el periodo preescolar tienen una probabilidad cuatro veces mayor de sufrir Depresión durante los dos años siguientes que los preescolares que no lo han sufrido; hecho que hace que su detección y tratamiento adquieran especial relevancia.
En cuanto al tratamiento, y para concluir el presente artículo, los estudios nos indican que el mejor abordaje terapéutico no tiene que centrarse únicamente en el niño; como mínimo tiene que abarcar también la díada madre-hijo. Por lo tanto, la intervención familiar (modificación de actitudes, del tipo de interacción y pautas educativas) y la familia juegan un papel clave e indispensable en el tratamiento y mejora de la Depresión Mayor en preescolares. Y en cuanto a la orientación más recomendable según la investigación actual, el tratamiento de elección sería la Terapia Cognitivo-Conductual.
El constructo perfeccionismo, ciertamente posee en sí mismo una connotación claramente positiva, según la cual a nivel social entendemos que puede facilitarnos la adaptación y el desempeño en cada una de las áreas que engloban nuestras vidas (personal, familiar, social, laboral, etc.). En este sentido, algunos autores destacan que algunos componentes como la fijación de metas elevadas, el tesón para alcanzarlas, el interés productivo, el deseo de crecimiento y superación, y la necesidad de orden y organización, pueden promover la expansión de conocimientos, el establecimiento de hábitos de trabajo adecuados, un mayor esfuerzo y dedicación, y por consiguiente, una mejor ejecución en nuestras actividades cotidianas. A pesar de ello, esta característica también se concibe como una disfunción cognitiva que puede provocar un profundo impacto sobre la salud psicológica de los individuos. En esta línea, la podemos entender como el conjunto de creencias acerca de lo que las personas consideran que deben llegar a ser, y el nivel de estrictez con que intentan cumplirlo. Estas creencias además, suelen ser absolutistas, rígidas e irracionales (p.ej; no debo cometer errores, necesito ser el mejor, si no lo hago perfecto significa que no sirvo
). Según lo expuesto, es posible diferenciar entre perfeccionismo positivo o sano y perfeccionismo negativo o insano. El primer subtipo engloba o incluye a individuos que aunque acostumbran a proponerse metas elevadas y a priori difíciles de alcanzar, estas acostumbran a ser razonables y alcanzables. A pesar de tener elevadas expectativas de sí mismos y de los demás, lo cual los define como exigentes, no los hace hostiles ni extremadamente críticos. Adoptan una postura más realista, la cual facilita la aceptación y el menor impacto emocional negativo ante posibles frustraciones. Autores como Kottman resaltan que este tipo de personas utilizan su derrota para proseguir y esforzarse nuevamente. Además, no suelen poseer una perfección generalizada, sino que ésta suele manifestarse o ir encarada hacia determinadas tareas, situaciones y/o actividades. El perfeccionismo negativo o insano se caracteriza principalmente por provocar, en aquellas personas que lo poseen, reacciones intensas y perturbadores generalmente asociadas con frustración, tristeza, culpa y enojo, las cuales acostumbran a desencadenarse ante fracasos aparentemente mínimos. Como podemos entender, la interpretación que realiza la propia persona sobre la situación, y sobre los recursos personales que cree poseer para encararla, determinan el tipo y la magnitud de la respuesta que ofrecerá ante un resultado concreto. Así pues, hay que tener claro que el perfeccionismo consiste en una compleja manifestación que puede vincularse tanto a la disfunción psicológica como al funcionamiento adaptativo y normal. Debemos ser conscientes del impacto que puede suponer adoptar una postura demasiado elevada, rígida, extrema y carente de matices hacia nosotros mismos, la cual puede facilitar la aparición y perpetuación de síntomas y problemas como la ansiedad, el estrés y la depresión que a su vez, además de repercutir claramente en el área personal, tienen una influencia directa en todos los demás ámbitos de nuestra vida.
Si te sientes identificado y sientes que tu perfeccionismo te trae importantes problemas en tu vida, en la relación que tienes contigo mismo o con los demás, no dudes en contactar con nuestro equipo de psicólogos de Mataró. Te atenderemos y te daremos las herramientas para que puedas hacer frente a tus problemas causados por tus rasgos de personalidad disfuncionales.
RESILIENCIA Y BIENESTAR CÓMO POTENCIAR NUESTROS RECURSOS PERSONALES Si echamos una mirada atrás en nuestras vidas, muy posiblemente seremos capaces de identificar algún momento en el que hayamos sido capaces de sobreponernos ante un acontecimiento negativo o adverso. Así, la resiliencia se entiende como la capacidad de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas, favoreciendo la adaptación positiva y el reajuste psicológico y emocional. Es importante tener en cuenta pero, que ser resiliente no significa no sentir dolor, malestar o experimentar ciertas dificultades a la hora de hacer frente a las adversidades. Evidentemente, la muerte de un ser querido, la detección de una enfermedad grave o la vivencia de situaciones estresantes a nivel familiar o laboral, por ejemplo, son sucesos que generan un impacto muy elevado además de legítimo en nuestras vidas, produciendo sentimientos de tristeza, ansiedad, soledad, rabia, etc. A pesar de ello, por lo general, acostumbramos a ser capaces de hacer frente a esos sucesos; reinventándonos, encarando el futuro con optimismo y reencontrando el sentido para seguir luchando por nuestros objetivos vitales. De esta forma pues, debemos tener en cuenta que uno de los componentes clave de la resiliencia, es en sí mismo, el malestar que producen los obstáculos que afectan nuestro estado emocional. Sin embargo, en algunas ocasiones parece que no conseguimos lograr salir del malestar emocional provocado por estas circunstancias, quedándonos estancados en pensamientos y sentimientos perturbadores. Por ello, a continuación se exponen algunas de las estrategias que podemos utilizar para potenciar nuestros recursos personales, cuya combinación puede potenciar y contribuir a desarrollar la resiliencia: – Rememorar episodios de superación: Revisar situaciones en las que hayamos sido capaces de gestionar y positivizar nuestro malestar puede ser un factor clave para encarar los acontecimientos adversos actuales. Aunque ciertamente cada circunstancia es distinta, existen componentes comunes que debemos tener presentes. Preguntas como ¿qué estrategias he utilizado para hacer frente a eventos estresantes? o ¿qué me ha ayudado a sentirme más esperanzado/a respecto a mi futuro? Pueden ayudar a descubrir algunas respuestas útiles para enfrentarnos de forma efectiva a ciertos acontecimientos. – Emplear la introspección: Aunque puede resultar incómodo, llevar la mirada hacia el interior de nosotros mismos puede favorecer la identificación prematura de ciertos pensamientos y sensaciones negativas que precipitan la llegada de malestar emocional. Así, tanto al explorar antiguos episodios como a la hora de hacer frente a eventos actuales, conviene identificar qué estamos sintiendo o pensando en ese momento, y dónde lo estamos experimentando. – Plantear objetivos realistas y alcanzables: Marcarnos metas concretas, específicas y temporales puede ser de gran ayuda para mantener la atención en el presente y concienciarnos de que nuestra vida posee un sentido concreto por el cual debemos seguir luchando. Además, los objetivos deben ser optimistas, es decir, que su consecución lleve en sí misma una mejora en nuestro estado de ánimo. – Adoptar una actitud flexible y tolerante: Debemos aceptar que habrá obstáculos, y junto a esto permitirnos experimentar ciertas emociones que, aunque en un primer momento nos resultarán desagradables, estas forman parte del proceso de aceptación y superación. Junto a esto, debemos permitirnos equivocarnos y reconocer que el malestar es en sí aprendizaje. – Mantener y establecer relaciones: Es importante que no abandonemos y nos mantengamos activos a nivel social. Nuestras relaciones personales pueden proporcionarnos el apoyo que no nos estamos permitiendo darnos a nosotros mismos, por lo que debemos intentar continuar cerca de ellas aunque prefiramos apartarnos y desvincularnos. Además de estas, existen muchas otras estrategias que pueden resultar de mucha utilidad para potenciar la resiliencia. Casi todas ellas pero, buscan favorecer la utilización de recursos personales escondidos tras el malestar que generan los diferentes acontecimientos. Si deseas recibir una atención específica sobre alguno de estos temas, no dudes en ponerte en contacto con nuestro equipo de psicólogos en Mataró, te ayudaremos.
El TDAH (o Trastorno con Déficit de Atención y Hiperactividad) es un trastorno del neurodesarrollo y, por lo tanto, de base biológica; sin embargo, con un tratamiento especializado y la colaboración de la familia (entorno cercano) y de la escuela, podemos ayudar a estos niños a desarrollarse con el TDAH y no a pesar de él.
¿QUÉ ACTITUDES PODEMOS TOMAR COMO PADRES?: AFRONTAR EL PROBLEMA DE FORMA EFECTIVA
Evitar la culpa: todos deseamos y proyectamos la idea de los hijos que nos gustaría tener; que no tuvieran que encontrarse con dificultades que les afecten de ningún modo. Sin embargo, cuando aparece un diagnóstico de una enfermedad o trastorno con base genética, aparece también en muchas ocasiones el sentimiento de culpa.
Aunque somos conscientes de lo sencillo que es valorar y relativizar los problemas cuando no son los nuestros, la culpa no nos va a ayudar en nuestro papel de padres; al contrario, generará un clima emocional negativo que afectará a toda la familia y sólo podremos ver las limitaciones de nuestro/a hijo/a, en lugar de todas sus potencialidades.
En lugar de anclarnos en lo que no es o no podrá ser, es más constructivo pensar en lo que es, en lo que sí que puede hacer nuestro/a hijo/a y cómo esas capacidades le pueden ayudar con sus handicaps.
Pensar a corto plazo y de forma positiva: aunque nuestro ritmo de vida a veces no nos permita estar cargados de la paciencia necesaria para tomarnos el tiempo que necesita el niño y adaptarnos a sus ritmos, para un/a niño/a con TDAH es muy importante que le demos la oportunidad de volver a empezar cada día. Que hoy o hasta ahora tarde más de lo convenido en vestirse para ir al colegio no quiere decir que no podamos ayudarlo a gestionar el tiempo de forma más efectiva con el tiempo; que un día se olvide un libro que necesitaba para clase no tira por la borda las veces que se ha acordado de llevar el material.
Hay que tener en cuenta que estos niños no funcionan a largo plazo; al contrario. Por eso, arrastrar castigos y enfados por los problemas de funcionamiento en el día a día no solo va a crear un clima emocional negativo en la familia, también resultará muy frustrante para el niño porque sentirá que nunca podrá hacerlo lo suficientemente bien. Esos castigos y enfados duraderos en tiempo solo conseguirán impactar en su autoestima de forma negativa y, por tanto, la conducta empeorará. Por ello, es importante saber cómo aplicar las consecuencias a una conducta no deseable para que estas consecuencias tengan efecto y den paso a conductas deseables.
Potenciar la individualidad de nuestro/a hijo/a: que un niño/a esté diagnosticado de TDAH no debería definirlo. Nuestro hijo es mucho más que esa etiqueta diagnóstica, tiene un ambiente y una personalidad que modulan la expresión de ese trastorno, lo cual es una buena noticia ya que implica que hay mucho por hacer por él/ella y por mejorar su funcionamiento cotidiano.
Por otra parte, debemos ser conscientes de que cuando esperamos un/a hijo/a generamos expectativas de cómo será, que podrá llegar a hacer. Cuando hay algún tipo de problema de carácter médico o psicológico estos deseos que habíamos proyectado sobre nuestro hijo se rompen y hay que ser cautelosos de no transmitir a nuestro hijo nuestra frustración. Lo constructivo sería poder dejar de lado esos deseos irracionales y ver a nuestro hijo por lo que es y lo que puede hacer y tener en cuenta que, aunque a nosotros nos hubiese encantado que realizara actividades más sosegadas, nuestro hijo va a tener sus propias necesidades tanto por el trastorno, como por su personalidad y, disfrutará y se desarrollará en actividades que requieran más movimiento y menos atención.
La realidad es que nuestro hijo es único y lo mejor que podemos hacer es apoyarlo y quererlo por lo que es y no por lo que nos hubiera gustado que fuera. Esa actitud revertirá en una autoestima y autoimagen positivas del niño, lo que le ayudará a tener una base emocional sólida para afrontar las dificultades del día a día derivadas del trastorno.
Entender qué es el TDAH: entender el trastorno es fundamental para poder ayudar a nuestro hijo y gestionar mejor tanto el aspecto emocional (el nuestro y el de él/ella), como sus conductas y potencialidades a nivel cognitivo. Para ello, podemos informarnos sobre grupos psicoeducativos, grupos de apoyo y la orientación de los profesionales especialistas que atiendan a nuestro/a hijo/a.
Buscar soporte: ser padres no es una tarea fácil, nuestros hijos no vienen con un libro de instrucciones bajo el brazo; si además nuestro hijo presenta algún tipo de condición que hace que su educación sea más compleja, es positivo permitirnos pedir ayuda:
Hablar con el tutor/a y psicopedagogo/a de la escuela. Con los psicólogo/s y psiquiatra que atiendan a nuestro/a hijo/a. Visitar al pediatra para conocer su opinión y asesorarnos. Asesorarse con un Trabajador Social sobre los recursos y ayudas a los que tiene acceso nuestro/a hijo/a. Hablar con el resto de familiares del entorno inmediato del niño/a: hermanos, otros cuidadores
Seguir las recomendaciones e indicaciones de los especialistas que atienden a nuestro/a hijo/a (siempre teniendo en cuenta que la decisión última es nuestra como tutores).
