Nuestras vidas se encuentran repletas de situaciones y experiencias que nos hacen evolucionar y desarrollarnos como personas. Algunas de ellas, si lo pensamos, es posible que las hayamos percibido como desbordantes, o difícilmente combatibles. Otras, en cambio, las habremos podido manejar con relativa facilidad, lo cual muy posiblemente habrá facilitado que nuestra autoconfianza aumentara. A veces, pero, es probable que nos hayamos enfrentado a alguna situación en la que percibíamos que teníamos las herramientas suficientes para hacerle frente, pero que nos hayamos sentido frustrados ante la imposibilidad de modificarla.
Esto último es especialmente importante, ya que la interpretación que hagamos sobre los acontecimientos internos (personales) o externos, será clave para comprender nuestra forma de comportarnos ante estos. En otras palabras, si consideramos que todo está a nuestro alcance y que somos capaces de resolver/controlar cualquier cosa, será más probable que nos acerquemos y luchemos ante los acontecimientos. Por otro lado, si tendemos a concebir las circumstancias como difícilmente manejables e incontrolables, es posible que optemos por alejarnos y resignarnos. Lo más importante aquí es comprender que los extremos casi nunca son positivos, y en este caso, adaptativos. Es decir, siempre optar por un estilo de afrontamiento sin tener en cuenta las características de la situación y los recursos de los que disponemos, puede ser incluso perjudicial. Para comprenderlo mejor, es útil diferenciar entre aquellas situaciones que se consideran típicamente controlables, y aquellas que resultan más incontrolables:
Situaciones controlables: Entre ellas podemos citar por ejemplo las horas de dedicación al trabajo o al estudio, situaciones conflictivas menores del día a día como problemas relacionales o familiares en forma de discusiones, el horario que seguimos para hacer determinadas tareas o actividades, etc.
Situaciones incontrolables: En cuanto a aquellas que escapan a nuestro control, como ejemplo más prototípico podemos citar el fallecimiento o la enfermedad de algún ser querido. Además, también podemos mencionar aquí los eventos que anticipamos en forma de predicciones pero que difícilmente puedan darse, o que en caso de que aparezcan, no se vinculan con el hecho de haber estado pensándolo con anterioridad. También podemos añadir las situaciones imprevistas o espontáneas (p.ej., accidentes).
El problema surge cuando existe una distorsión de la percepción de control de las diferentes situaciones, o cuando, aunque la interpretación sea adecuada, la persona no lo afronta de manera adecuada. Así, si consideramos que podemos modificar o anticipar algo incontrolable, los sentimientos que pueden y que suelen aparecer serán frustración, rabia, ansiedad, indefensión, tristeza, y a nivel físico, mayormente cansancio. El hecho de intentar buscar una solución para un problema inexistente, o para uno no moldeable, posibilita que nuestro malestar aumente. Junto a esto, pueden aparecer problemas de autoestima y autoconfianza asociados al hecho de no encontrar el modo de afrontar lo que pasa, y/o de controlar nuestras emociones. Algunos de los problemas que acostumbran a mostrar este patrón son el Trastorno de Ansiedad Generalizada (en el que existe una preocupación crónica por situaciones de la vida cotidiana), o en la Depresión. Otra de las variables que entra en juega a menudo, es la intolerancia a la incertidumbre, muy vinculada a las patologías citadas. Según ésta, la persona buscará constantemente controlar, solucionar o anticipar posibles situaciones conflictivas, con la sensación de que de esta manera estará más preparada por si ocurren.
Por otro lado, ante las situaciones controlables también puede existir una distorsión, donde la persona, a pesar de tener los recursos suficientes para afrontarlo, no lo percibe de este modo, lo cual repercute igualmente de forma negativa en su autoconcepto y estado de ánimo. Así pues, con tal de facilitar una interpretación y afrontamiento adecuados, puede sernos útil analizar objetivamente la situación, aceptarla (principalmente si se trata de algo incontrolable), regular nuestras propias emociones, buscar alternativas (sobre todo ante los acontecimientos controlables), y apoyarnos en nuestro familiares y amigos. Todo esto pero, puede resultar complicado, y más cuando anímicamente ya hemos entrado en la espiral negativa mencionada.
Por ello, existen intervenciones terapéuticas específicas para tratar este y muchos otros problemas. En nuestro centro, en Mataró, podrás encontrar profesionales especializados que te facilitarán toda la información y ayuda que necesites. No lo dudes y llámanos.