Entre los diferentes problemas psicológicos que hasta el momento se han detectado y descrito, existen algunos que pueden ser menos apreciables a simple vista, y los cuales pueden permanecer latentes durante amplios periodos de tiempo. Entre ellos aparecen los trastornos de la personalidad, una alteración que se caracteriza por un patrón permanente de experiencia interna y de comportamiento que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto. Además, este es inflexible, estable, se extiende a una amplia gama de situaciones personales y sociales, y provoca malestar y deterioro de la actividad. Otro aspecto a tener presente es que se acostumbra a iniciar en la adolescencia o edad adulta temprana.
Uno de los más característicos e invalidantes dentro de esta amplia categoría, es el Trastorno Límite de la Personalidad (TLP). Su característica principal radica en una pauta general de inestabilidad en las relaciones personales, imagen personal y afectividad, junto a una impulsividad marcada. Esto puede expresarse de diferentes maneras; mediante esfuerzos intensos para evitar un posible abandono, inestabilidad significativa en las relaciones interpersonales, sensación de vacío acentuado, conductas perjudiciales y autolesivas (p.ej., gasto excesivo, sexo, consumo de drogas, conducción temeraria…), conductas o amenazas de suicidio, sentimientos de cólera inapropiada, e incluso síntomas disociativos graves. En este sentido, como vemos, se trata de una problemática muy compleja, que abarca un espectro amplio de síntomas que reflejan su gravedad. Todo ello, posee una clara repercusión personal, principalmente emocional, pero no podemos dejar de lado las consecuencias que de ello se derivan para la família.
En la línea de lo último expuesto, Marsha Linehan (1943), psicóloga y profesora estadounidense, realizó una serie de aportaciones sobre el TLP que han resultado especialmente útiles para su comprensión y tratamiento. Según ella, la problemática tiene su origen en una disfunción del sistema de regulación emocional fruto de una interacción entre una vulnerabilidad biológica (ser sensible a estímulos emocionales, tendencia a experimentar emociones intensas…) y un ambiente invalidante donde aparecerían patrones de crianza en los cuales no se validarían las expresiones emocionales del niño vulnerable. A partir de esta explicación, la propia autora crea la Terápia Dialéctica Conductual (TDC), en la cual procura trabajar el sistema cognitivo y emocional de la persona para fomentar una mayor estabilidad tanto personal como vital.
Existen otras alteraciones y trastornos de la personalidad que pueden generar limitaciones significativas en el funcionamiento de la persona. La mayoría se trabajan desde la Terapia Cognitivo-Conductual, pero existen otras propuestas que están resultando muy válidas para potenciar la mejora de éstas y otras problemáticas. Si lo deseas, te animamos a que te pongas en contacto con nuestro equipo de psicólogos, en Mataró. Estaremos encantados de atenderte.