Cuando hablamos de adicciones, podemos diferenciar entre las referidas a sustancias o tóxicas, y las comportamentales, o no asociadas a drogas. Ambas modalidades muestran una incidencia particularmente alta, y aunque las segundas están ganando un gran peso debido a la progresiva tecnologización de nuestra sociedad, el consumo de drogas continúa aumentando de manera significativa. Según el Informe Mundial sobre las Drogas, aproximadamente 275 millones de personas consumieron drogas en todo el mundo en el último año, y más de 36 millones sufrieron trastornos por su consumo. En España, la droga legal más consumida es el alcohol, seguido del tabaco, y entre las ilegales, el cannabis se sitúa en primer lugar, siendo la cocaína el segundo. Los hombres consumen generalmente más que las mujeres, con excepción de los hipnosedantes (ansiolíticos). Y la edad media de inicio se sitúa en los 14 años.
Como sabemos, cada sustancia lleva asociados unos efectos concretos, pudiéndose dividir entre depresoras (p.ej., alcohol y opiáceos), estimulantes (p.ej., cocaína o anfetaminas), y alucinógenas (p.ej., LSD, mescalina o derivados del cannabis). Habitualmente la persona que consume, lo hace a más de una, muchas veces para compensar los efectos adversos (p.ej., abstinencia) de la otra. Además, aunque ciertamente muchas sustancias poseen un alto poder adictivo, en la mayoría de casos nos encontramos con variables personales, y específicamente psicológicas y emocionales que, o bien anteceden al consumo, o lo acompañan de una forma u otra. Así, se ha visto que el 25% de las personas con dependencia de alcohol y un 50% de las personas dependientes de drogas tienen depresión comórbida. Los trastornos de ansiedad se diagnostican en aproximadamente el 25% de las personas dependientes de alcohol y en un 43% de las personas dependientes de drogas. Y los trastornos de la personalidad se diagnostican en el 50% de las personas dependientes del alcohol y en el 70% de las personas dependientes de drogas, siendo el más frecuente el antisocial.
Aunque coloquialmente se usen de manera indistinta, el uso, el abuso y la dependencia a sustancias presentan características diferenciables. El primero se refiere a un tipo de consumo en el que, bien por su frecuencia, por la cantidad, o por la propia situación de la persona, no se aprecian consecuencias inmediatas sobre el consumidor o su entorno. El abuso, supondría un grado más, y donde sí existirían consecuencias negativas para el sujeto o para entorno (p.ej., pérdida de dinero, alteración del estado de ánimo o el comportamiento…). Finalmente, la dependencia representa una pauta de comportamiento en la que se prioriza el consumo frente a otras conductas y responsabilidades, pasando a ser el centro de la vida de la persona.
La adicción, o el trastorno por consumo de sustancias, aparece cuando se cumplen los siguientes criterios:
1) Existe una pérdida de control sobre la propia conducta.
2) Una dependencia psicológica (p.ej., craving o deseo continuo de consumir).
3) Aparece la tolerancia o necesidad de consumir cantidades cada vez mayores para tener los mismos efectos.
4) Abstinencia, es decir, síntomas negativos tanto físicos como psicológicos derivados del cese del consumo.
5) Efectos perjudiciales graves sobre el comportamiento y el estado de ánimo.
Como vemos, podemos ver una escala progresiva de gravedad entre los diferentes términos hasta llegar a la patología. Por ello, muchas conductas, tanto en las adicciones tóxicas como en las comportamentales, no son patológicas en sí, e incluso, en muchos casos, son socialmente aceptadas. El inicio del problema se sitúa cuando el consumo es la fuente principal y exclusiva de gratificación, o cuando existen consecuencias negativas.
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